domingo, 28 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 28.

Largar y alargar matices, que son adelantos de partes invisibilizadas con pretensión de llegar más lejos. Detalles insignificados que se abren hueco en forma de relieves relevantes para sus colindantes más destacados. Sugerencias, tal vez, de lo que de primeras no se pensó, cuyo carencia distorsiona todo porque resuelve solo un fogonazo, porque hurta lo importante, porque deja al descubierto la ignorancia, porque desvela un signo de que hay más que una imagen muerta, porque otros vieron lo que se pasó por bajeza, porque la pereza sacó conclusiones antes de lo esperable, porque se precipitó ingenuo el diosecillo que llevamos dentro, porque la razón queda así ampliada, porque aprende la lección inesperada del misterio, porque da motivos para seguir viviendo, porque nos sitúa a distancia de lo que llevamos ya dentro, porque todavía nos sustrae de nosotros mismos eso de más cuya altura ahora nos ahoga, porque la palabra es así de frágil y carga mal con lo más denso.  



Estira y chiclea masticando la experiencia con el don regalado en ella. Sigue el rastro que apunta lo bello. Sufre su armonía y la paz de lo quieto. Cultiva la singular cualidad humana, que es no hacer sí mismo lo ajeno. Camina con esa generosidad constante que apunta a un maestro escondido en cuanto se muestra, con ese más que esfuerzo necesario para evitar la apropiación indebida de lo que no es ni tuyo, ni nuestro. En lo apasionante, la paz. En lo que sucumbe, esperanza. En lo más próximo, lo enormemente distante. Y en lo que resulta totalmente otro, la brisa suave, el tenue rumor de lo inabarcable por tan cercano y de lo inconmensurable que nos dilata cuerpo y alma. En el arte, la palabra. En la palabra, la belleza. En la verdad, la bondad. En la bondad, el destino que llega. En tanto, confundidamente impersonal, el que auténticamente ama, quien siente de otro modo y rompe el silencio con su afilada palabra.    



sábado, 27 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 27

La genialidad es difícil de explicar, aunque se tenga delante. Como es otro el que la realiza normalmente, solo desde la admiración cabe comprenderla. O algo más que admiración. O llega irrumpiendo y sorprende, desangela y nos destierra, o era ya una búsqueda que nos roía por dentro desde hace tiempo sin ser capaces de movernos en ninguna dirección al margen del picotazo de la existencia. Es fastidiado verse con la necesidad de aprender, conmovido y agitado, sobrecogido y cercenado. El aprendiz necesita de maestros. En qué manos caiga es otro asunto. Nadie levanta en un día una casa habitable para siempre. Ni imagino lo eterno. 


Como un niño, giro la cabeza para un lado y para otro. Intento buscarle sentido, armonía. Sin embargo, está repleto y me ofende a cada paso pararme aquí o allá, recordando lo anterior, queriendo encajar lo nuevo, sin saber del siguiente asalto, sin que después de un rato lo recoja todo, sin que me parezca que antes vi algo que luego ya no entiendo, que me parece que no es lo que entonces fue o no era lo que ahora resulta. Dividido y ordenado lo de dentro, descolocado e inorientado lo demás. Comparten colores, no texturas, ni honduras, ni medios. El laberinto que se acerca al espectador duda, no solo de la natural dificultad para encontrar la salida sino de la propia entrada. Qué es esto que nos pierde, nos alcanza, nos entretiene y embarga. Qué es lo que yo hago bailando agarrado. Qué muestra el espejo al alma viva cuyo cuerpo imprescindible abriga sin serlo todo. Me quedo, en la parte superior, aunque ya dentro, como el niño que pide que nadie cuente con él para semejante jaleo. Que ni lo aten, ni le saquen de allí, ni lo acompañen de monstruos que dan besos. Cerrar los ojos para salir de dónde sea, recuperarse así de las heridas del trayecto, de las locuras de las que hemos sido testigos. Cerrar los ojos y entregar con paz la falta de paz que llevo dentro. Como el niño, cuerdamente asentado en lo alto que cuestiona el resto, que ni entiende, ni quiere entender tanto teatro, máscaras, oscuridades perniciosas, juncos o trigales aireados. Como el niño que sabe que no está vestido, y mucho menos preparado, solicita cordialmente rescate más que tregua, aliento para no ser convencido por todo cuanto está viendo. Como el niño que llevo sabe que está ahí sin poder ser capturado por nadie reza con total confianza y sabe de quién es hijo y quién es su Padre. 





viernes, 26 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 26

La barca soporta la pesadez del viento, que se cree gracioso y poderoso. La barca le mira con desdén unos días, otros con preocupación, otros agitada. No puede hacer otra cosa que convivir con él. Pero, en cuanto pueda, le dará la espalda y se manifestará en su contra. Se tambalea todo lo que lleva, se agrietan sus poros y se humedece el ambiente. El enemigo inferior también tiene lo suyo. Es la barca la burbuja que rompe la batalla entre olas y nubes, se coloca en medio para apaciguarlos y, de paso, quiere encontrar un cierto rédito. Es una pelea demasiado grande. Como cuando una abuela se coloca entre dos boxeadores musculados. Solo por unos momentos está libre. La barca intenta ir a lo suyo salvándose en movimiento, también queriendo salvar a otros. Hay barcas, sin embargo, que a pesar de todo, solo han buscado hacer daño y sembrar odios.   



Por fin viernes, piensa alguno al pasar por la pared en la que va tocando fondo. Por fin este rincón del universo, preparado para mi descanso, mientras la semana que pasó sigue detrás empujado y se sigue la pista contando el calendario. Por fin, en bucle y en retorno. De mareantes ladrillos está el mundo hecho, a los que se va rasgando algo con cada mirada que se posa en ellos. De uniformes escaladas soñadas que nos sacan del vicio de las pisadas observadas. Quizá cantando, pensó uno, leguemos algo digno a nuestras espaldas, hallemos con las melodías tiempos nuevos, alberguen nuestros pasos rumbos desenfrenados. Mientras tanto siguen sin saber por qué han nacido, por qué tan poco sol les visita a ellos, por qué no pueden disfrutar la luna ni el lo alto del monte, ni en la playa, ni entre árboles escondidos. Sus ventanas dan hacia dentro sin respiro, a sus solares achicados por el nuevo martillo de la condena y del castigo. No supieron esperar en su momento con paciencia y aquí, en dos patadas y un chiscar de dedos, les han caído. Bendito viernes, para todos igual y tan distinto. ¿Qué es la vida si no es atrapar y cargar con lo que se ha perdido? ¿Qué es la vida ahora mismo, mientras escribo y escribo? ¿Qué puede ser mañana si no fuera más de lo mismo? ¿Qué haré, porque respondo, si busco algo distinto?




jueves, 25 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 25.

¿Qué lees? Me ataron las letras hilándolas entre sí coincidiendo con mi mayoría de edad. Quise ser buen preso por la condicional. Cuando me pude desatar eran amarras que me dejaron sin puerto. Entumecido, me soltó la suerte en una isla perdida. Encontré asilo y cobijo en expresiones ajenas. Se rehízo el contenido, fue cogiendo forma la experiencia. Fui juntando sábanas y sábanas hasta que terminó siendo un códice por el que puede descolgarme de esa cavernal museo de paredes enriquecidas y hermosas ventanas. Se puede decir que comencé entonces. Primero con trazos gruesos, luego un poco más finos. En la vida se amontonan las palabras unas sobre otras y no unas detrás de otras. No hay ningún libro de nada de eso. Se superponen. Unas vencen, otras ya no se recuerdan. Todo está, pero escondido. En ocasiones, el mejor ejercicio es repetir y repetir lo mismo, para que cada día no se borre, para que siga ahí bien escrito. Cuando se encuentra la palabra decisiva, eso es vivir y no otra cosa: recordarla, actualizarla. Y con ella, intentar que no tenga fuerza el resto. 


Tú sí que me comprendes, compañero. Con tu sabiduría, con tu paciencia, con tu apremio. Porque mira, las cosas son a.sí y a-sí y a/sí, a:sí, a!sí y a_sí y hasta mil veces así de simple. No te pongas trágico. Abre un poco la mano, que le de el aire. En ese puño vas a perder los dedos de señalar, de faltar, de colgar, de las eñes y los espacios. Se te está rizando ya el pelo, que copia de tu mano. No te líes, sonríe. ¿Jugamos juntos a construir sociedades? ¡Ofrezcamos nuestro espectáculo! ¡Todos estos no tienen más sino que estar callados! Gírate, compañero. Vamos de gira, tú que eres sabio y dale la vuelta. Dime algo cabizbajo. Ponte la máscara, que ya nos estarán mirando.    





 

miércoles, 24 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 24.

Parece que quiero decir algo y, a lo mejor, solo brindo la nada. Que nadie desespere por eso. Vengo a juntar palabras como señuelo y cuaderno, como concertar y alma, como red y rendija, como atrapar y danza. Otras me las he inventado de camino al punto y he seguido adelante. Ensayo de vida y balbuceo torpe. Más que divertirme, converjo y coincido conmigo mismo rayando el clarear de esta página. Sé en qué pienso, no lo que quiero decir ni cómo. De lo segundo no sé nada. Apunto palabras que van saliendo durante el día y las amaso bajo la lámpara, en mi peculiar antimadrugada, en este estirar la jornada que me permite leer, acampar descubierto, reconocer errores, reinventar caminos y deja a la intemperie mi más sincero agradecimiento. Gano margen y amplitud para mi equipo cuando me desmarco por la banda.  


No son manchas, son personas que interfieren en el poco neutro horizonte del mundo e impiden verlo. Se resisten a dejarse desdibujar por él aunque sea en pobres figuras. No se sabe bien si vienen o van, si van o vienen. La escapada se inaugura con el máximo contraste. Cuando se llenen de textura y acumulen sabiduría será innecesaria su frontera. El sol desatiende el conjunto e impacta ensangrentado en la escena dejándose caer. Nadie sabe de dónde. Quizá de la descomposición del horizonte en sus tres primarios. El amarillo sería entonces fruto de la costilla y de un verde barro. El azul la originalidad de la tierra que le da nombre como regalo. El negro firme, esa dura frontera, apagaría todo concentrando todo, sin dejarse sustraer en nada.  




martes, 23 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 23.

Qué intransigente es el parpadeo una y otra vez para impedir que pueda fijarme en ti, quedarme en ti anclado eternamente. Cuando quiero incrustarme contigo la piel nos mantiene a raya separados. La minúscula evocación valida el portazo que da el tacto al aproximarme. El roce complaciente radia un tunante engaño. Al pormenorizarlo al detalle sigues ahí naturalmente alejado y balizado mi dantesco intento por eludirme, de mí mismo, discreto. Contestón se alza airado izando su bandera el desencanto, que siempre encuentra oportuno momento para irradiar sus llantos y quebrantos. Porteada, en tanto que llevado, chirría la razón al pasar como vendavales las ideas, los pensamientos, los sentimientos. Cogí con fuerza el pomo de mi lengua y tiré de ella hacia dentro mascullando. Quise decirte todo esto de otro modo. No sabrás cuándo.  



Qué fuga tan prometedora diseña el pintor para el espectador sin atisbo de progreso o fraude. Sabrosa cultura esencialmente reducida en la sartén volteada de colores. Imaginación que recuerda su propia infancia entre algodones blancos  que ahora usa para quitarle polvo y peso a su presente. Arcadas da el cielo según se va aproximando al repetido nacer de nuevo. Arcadas maleadas como en yunque con abrasador fuego. De las que sostienen vigarosamente vigardas catedrales vivientes y esqueléticas. Por eso martillea y marcha el horizonte el impacto que se va anunciando con color más intenso esperando su entrada en escena cortineando entre nubes bajas. Por eso el clarear del agua se va agarrotando y se sabe ya consumido en su espesura y evaporado en sus secretos. Por eso todo se dibuja más atravesado que centrado, más movedizo que recto, más acogotado que en descanso. Se invierten desde lejos los tonos aclamando el nuevo abrazo, el saludo cordialmente incendiado, la sombra de esa luz que galopa surgiendo del destello e irá finalmente a desvanecerse donde ya toca. El valiente lo mira desde dentro que para eso ha madrugado. En su barca solitaria desplazada haciendo sitio para el milagro. Cuando retorne a la orilla de la que es dueño como casa o patria, nadie sabrá ni lo que se vio, ni lo que se escuchó, ni su plena y fiel confianza.  





lunes, 22 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 22.

Quién dirías que vive ahí y por qué razón quisieras verlo. No interrumpirás la paz de esta persona o familia de una sola puerta, techo austero, habitáculo tan limitado, ventanas humildes, rodeados de malezas. Parece tan coherente y armonioso todo que temo que termine al llegar. Qué prisa hay por llegar, si todavía no los conocemos. Quedarse observando sin hacer nada es de mirones y rastreros ladrones que roban sin coger nada, que importunan vigilantes, que cotillean anotando como para un juicio. Qué más necesitas saber, sino que hay alguien que quizá sin saberlo te estaba aguardando. Si no eres bien recibido, tendrás tu paga. Si te acogen, darás las gracias. Si te echan, no era tan idílico. Si están en las nubes, que bajen a estar contigo. Si ya no pueden caer más bajo, te irás por el mismo camino. Si no tienen más habitaciones, el sitio será compartido. Si la casa es grande y sin roces, no será buen refugio. Si nada hay de valor por dentro, serás tú el sacrificio. Si cocinan para no salir de casa, entra con precaución y sigilo. Saben quizá demasiado y andan construyendo su fortaleza. De momento no les va mal, según parece aguardan al lobo defendidos. 




Siendo claro, este cuadro expresa bien lo que sé de algunas personas que tengo muy cerca cada día y a las que veo. Es como si escribiera entre pinceles y con trazos lo que conozco de ellas. Diría una cosa, probablemente otra después, comenzaría a darle forma con generalidades y terminaría garabateando dudas, imprecisiones, líneas que empiezan y no terminan en forma de discursos incompletos, carentes de final y, muy probablemente, sin acierto. Los colores son, para empezar, los que yo tengo, de los que dispongo y no me los invento. Si tuviera otros, otro gallo pintaría. Y de gallo venido a menos se va tantas veces por la vida que asusta pensar lo que se ha pensado de otros. Luego, los pinceles en otros momentos ya martillados, despeluchados, limpios solo de aquella manera, que han perdido el grosor del inicio y no flexionan igual al decirles lo que deben hacer, pese a saber más ahora que al principio. El resultado final tendría que invitarnos a callar, nada más ver esto. En este sentido le doy razón a muchos críticos de arte: hay piezas magníficas que invitan al más prudente silencio. Si esta fue su intención, correcto. Aquí ya no sé si hay un león, una mujer lastimada y llorando, un gato de nariz prominente o un ser humano atrapado. Contemplo después de este viaje mis dudas. Qué nota pondré ahora, que sé que no sé. Qué epojé me ha visitado. 




domingo, 21 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 21

Hoy me levanté monopropósito: encontrar hermosas verticales angélicas. Sin duda alguna amanecí, tan despejado. Con una única pregunta: dónde será y cómo, si seré capaz de reconocerla. Motivación máxima. Energía desplegada. Ideal sometedor y subyugante. Lo mismo que en mí latía quería ver fuera. La vertical que una cielo y tierra, la vertical que quiebre la historia rígidamente en dos, que sea evidente y clarividente, que rompa lo ya roto. Un solo trazo. Tanta tensión sopesada para encontrar lo que creo que quiero y deseo, que despeja cualquier camino a machetazos. Quita de aquí. No me molestes. Vade retro. Aléjate y no me confundas. Tentación, muf. Yo seguiré firme, erguido y paseando. No se me doblará el espinazo. No perderá la cerviz su orgullo. Pisaré al pequeño junto a mí mientras oteo. Avanzaré demoledoramente tras mi objetivo. Solo al final del día me confesaré a mí mismo mi estupidez y que me he perdido. Entonces, solo entonces, estaré a salvo. Me mostrará en ese instante, todo junto y agolpado, cada detalle de la belleza a la que me he negado. Así, a la vez y articulado. Era el centro, y no una línea, lo que realmente deseaba, une todo y me concentra. 



Alcanzar, con el mínimo esfuerzo, el máximo saber posible sobre algo. Los libros también son buenos cuando ni se arrojan, ni se escupe sobre ellos. Son la carga de una generación obligada a elevarse por sí misma que no ha encontrado el regusto de quien calcula, seleccionando horas y apartando días, de qué podrá hacerse cargo enmudecido y alejado. Esta es una de las actividades más impropias de la naturaleza humana, en la cual algunos piensan que se ha tapado su esencia y que, como piratas, deben encontrarla guiados por mapas de lenguas extrañas e imprecisas. Nada de paraíso, nada de viajes aventureros, nada de nada de lo que se comúnmente se alaba sobre grandes diálogos, hallazgos misteriosos, explosiones de finuras. Realmente es inhumano quedarse entre la tinta y su pozo blanco, a la vuelta de lo subrayado, en la esquina de más abajo, en la corrección hecha al margen por el iluminado. Realmente no corresponde a nada digno quien aquí se queda amontonado, sustituido por el que vendrá detrás, sea por nuevo o por viejo. Realmente es espantoso decir que aquí encontrarás entre tantas copias algo original, que la segunda edición te servirá de algo, que perdiste la primera y ya no pasó el tren, que te dejaste ojear y juzgar en cinco o seis horas entremanos. Una letra por sí sola indica nada. Una línea quizá algo. Un párrafo para una cuestión. Una página para un entramado. Un capítulo entero dando vueltas a lo mismo. Un volumen sufre cortado, sin alargarse lo suficiente para llegar a sus hermanos. En conjunto, la biblioteca es la única que sabe cuánto falta, que pergaminos o códices viven sin carne ni hueso. Lo dice alguien que lee pensando, que piensa que lee, que lee lo que piensa, que piensa lo que lee, que le da vueltas sin reparo. Sobre todo cuando vive entusiasmado con su encanto. Al final los dejo desordenado y descolocado, con la tentación de quedarme con ellos en una vida sin confrontación, sin fundamento, sin hondura, sin diálogo. 




sábado, 20 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 20.

Los colores, que se hicieron a conciencia mudos, impulsaron el nacimiento de las palabras desde sus entrañas. Supieron conciliarse, ocuparon sus espacios. Las palabras quisieron destacar más y terminaron por tener su mundo propio. De vez en cuando, pocas veces y escogiendo entre los más a las mejores, aparecen como originalmente -creadas- amándose mutuamente sin rencores. Es entonces, solo entonces, cuando la mirada que ve el espectáculo guarda auténtico silencio, no dice nada de la nada y solo escucha todo de lo concreto. Duele en su encuentro todavía los rescoldos quemados de su falta de unidad. Imposible regreso al paraíso perdido. Nunca sabremos qué fue realmente lo primigenio. Quienes lo cuentan, nunca jamás pasearon allí, ni lo olieron. Ojalá vuelvan nuevos tiempos, dicen algunos, incomodándose en su sofá, prematuro asilo. Ojalá cambie el mundo para salir de casa y no ser sacudido por el mal gusto. Ojalá regrese, como el poeta, donde he nacido y me alimenten como recién parido. Ojalá pudiera olvidar lo que he visto. Ojalá la ternura danzara igual para todos con sus bellos ojos abrazándome calentito. Ojalá al tener hambre de verdad me lo explicaran todo como a un niño. Ojalá mi regla máxima fuera compartir sin sufrimiento haciendo amigos. Ojalá no tuviera que hacer más que recibir espíritu. Ojalá... Ojalá... En tanto ojalá aspirado por el egoísmo el día a día yace incómodamente perdido. ¿Qué tengo entonces que ver contigo, vida mía? Anuncia, si es posible, que todo será transformado por un niño. 


Los bucles en los que Borges encierra sus claros relatos estaban ahí previstos para ser destejidos con el asombro del hilandero y la pericia del alfarero. Traídos de allí hasta aquí, desterrados hacia suelo virgen en el silencio del lector entretenido. Es con él con quien juega el sabio compartiendo camino. Es con él con quien la maestra aprende del imprevisto. Es con él y con su desconocido espacio con quien nutre el discurso lo que vendrá o ha sido. Es con el observador clavado en el infinito con quien el arte dialoga revelando sus giros. Es con el amigo de la vida con quien la nube se refresca y se engrandecen los olvidos. Es con el amargo triturar del dudante con quien la inteligencia preguntas nuevas ha parido. Es con su amante respondona con quien se ensayan alentadores caminos que conducen la humanidad donde todavía no hay nada, ni ha vivido. Es en sus fértiles vestigios en la pausada travesía donde el reguero se incrementa y busca fin y salida. Será allí, en lo distinto, no aquí en la deshomología. Será el corazón cansado el que dé algo de justicia y orden en su quebranto. Será y no seré, será y no lo verán estos ojos. Será, lo digo confiado, más paz que descalabro. No será la utopía la que yo haya imaginado. Una única verdad firme y resplandeciente tengo: todas las personas buscarán de dónde vengo. 




viernes, 19 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 19

Renqueantes ojos con universales sueños se acercan al mirador. Por las escaleras, ni ascienden sin ancestros, ni descienden sin venideros. Solos se inclinan al llegar a la cumbre aparando de sí los colores y abriendo un fino hueco por el que rasgar las pinturas solaces. Los cambiantes tonos se desplazan a los márgenes resbalando en toda dirección haciendo ecos, replicando manías, turbando espantos que estaban escondidos. Mientras una línea se acelera buscando espacio sin principio ni fin, sin encanto. Lo estropea todo hasta acercarse a lo viejuno y rancio. Lo mancha todo con su claridad. Lo extraña todo sin preguntarse qué hace, qué hizo, qué provocará con su rabia.   



La música también reposa y descansa. Solo la escucha quienes ya la oyeron. Solo acurruca ahora los desvelos. Solo se deja ver por los cegados por la hermosura, probable hermana de sangre de la justicia. Su clamor ausente revela al mundo entero contra sí mismo presa de su incansable desaliento. La incapaz fuerza con la que rompe las piedras deja en el centro el corazón y su sensibilidad abierta. De nadie se sabe que haya podido resistir de pie y orgulloso ante su alcance. Confinada siguió bajando. Escrita sirvió de inspiración. Adicta a su quebranto continúa su misión, entrega el envío, destina al destinatario, empaqueta al autor, se hace carne en su preciso renglón. Avanza una vez más hacia arriba afinándose y haciéndose pequeña, estirándose alcanza lo inalcanzable sin romper ningún suelo, sin presumir de su dolorosa largura y estrecha menudencia. Se dobla tanto que espanta verla, para atender lo pobre que ya no se quiebra. Desciende haciéndose pesada y gravosa densidad y fuego que regresa para prenderlo todo con su contundencia y solemnidad. Desciende hacia lo superior que andaba caído en valles, depresiones y llanuras. Habla en su idioma para rescatar y reparar lo perdido. Embarga el interior amanecido. Arrebata del alma el desconsuelo. Teje y vuelve a cubrir con su belleza el mundo herido. Lo arropa con abrazo y lo recibe sonriente como nuevo. Ríe la última, entrega su último aliento. Triunfante se separa de su enemigo y de la muerte. lleva consigo a todo aquel que quedó herido.   



jueves, 18 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 18.

Calma. Y sin prisas, acércate despacio. Y sin miedos, observa atento. Y sin prejuicios, escucha la belleza de quien estuvo. Y sin rigideces, percibe las líneas donde no te habías fijado. Y sin preocupación, destruye las piedras que aquí estuvieron. Y sin alterarte, empápate de la naturaleza del tinte. Y sin pensar, imagina lo que tienes delante. Y sin nublarte, acoge la claridad que te visita. Y sin expectativas, descubre los retoques. Y sin nada, aquí está la vida. Aquí, y no en otro sitio. Por aquí pasó dejando sus palabras. Por aquí para hacerse entender.  



Sentarse y compartir soledades. Viejos caminos lejanos, lugares inhóspitamente habitados, huellas frágiles y cuidadas, vertientes del alma desconocidas, cumbres cercanas a todo, escondidos rincones del abismo, dudas de árboles poblados, páramos silentes con nieblas cargadas de temerosos aullidos. Alma que explota fuera de sí, volcada irremediablemente allí donde late, respira y siente. Alma alejada, distante de todo, inconfundiblemente entrando en un ajeno mundo para hacerlo suyo, dominarlo y apoderarse, ponerle nombre y rendirlo a sus pies. Alma despojada capaz de ser espacio prolongado y horizonte en el tiempo. Esperanza en cada acción noble, en cada paso auténtico, en la exigencia del instante, en la imperiosa libertad que sigue siendo aliento de ser, permanecer, alcanzarse como vida en todo lo intangible. Esperanza como belleza. Belleza que nutre la esperanza, esperanza que sobrevive en la belleza. 




miércoles, 17 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 17.

Ser palabras escasas, excederse en lo que no se deforma y tritura con al viento. Ser tímidas afirmaciones, prudenciarse absolutamente y entre cuidados. Vocear la carne, piel y huesos. Despegarme del cuerpo valiéndome, dignificándome, queriendo alcanzar a otros. Mejor dicho, queriendo ser intemperie desvalida que repose acogida en otro. Fuera, infinitamente fuera. Así peregrinamos floreciendo en los límites del mundo y más allá de ellos.  


Consolida en mí tu frescura. Rózame y no me aísles. Cúbreme por dentro. En el sabor de tu ser navego escuchando las ondas separándose de mí. Se llevan, en mí naciendo, lo que ya no veo. Simplemente me dejo hacer, inundar. Siento ya la herida que provoco en tu paz. Esta agitación me contagia de ti y nos vamos confundiendo. Tú, a cambio, calmas mi mal calladamente, respetas mi tiempo con paciencia, despiertas el bien nuevo en mí. No saldré siendo el mismo. 




martes, 16 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 16.

Árboles camaleónicos en los que confundirse. Los detalles no se ven a primera vista. Hay que estar en la escena. Llenarse de su fuerza y vitalidad. Trabajar la esperanza desde dentro. Temer la uniformidad, variarse según se camina. Dejar y recibir conjuntamente. Sin distinguir demasiado. Sin figurar. Sujetarse siendo objeto. Saber lo que es un cruce. Aceptar cabalmente la mezcla. Soplar cuando cambia el tamaño. No confundir forma y fondo.  



Preferimos no seguir caminando para acompañar al caminante. Preferimos detener el paso parando donde teníamos que llegar. Abrir las puertas a quien se sumó a la escapada y cenar. Amasar la relación puesta antes al fuego. Disfrutar su final cuando el horno cantaba a su fin. Abrir y ver qué había dentro. Volver a mirar aún más dentro. Regresar a la memoria. Cotejar los gestos. Sobrecogidos por haber visto dejamos de ver. Iluminados por la pasión desandamos de noche lo que avanzamos de día. Desgajados de la comunidad cuando nos partimos tornamos a habitar la comunión. Se mostró paciente y humilde el que da la Vida. Se quedó para siempre con nosotros. 




lunes, 15 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 15.

Fácilmente cincelaron la oscuridad y penetraron en otro orden. Una mano tejía los trazos dándole unidad. El espanto se trasladó de escenario. Sucumbieron a la victoria. Derrotaron su normalidad. Victimizaron su asombro. Dibujaron con sus ojos lo que ocurría. El maestro continuó su explicación. El alumno pensó que iba demasiado bien vestido para la ocasión. Lo sencillo venció la gloria. El misterio se escribió rápidamente en pocas palabras. Lo decían todo. No había nada más necesario. El discípulo rápidamente quiso copiar. Con la mano al aire bailaba distraído. Se abandonaron las florituras. Aquello fue demasiado. Había entrado un niño en el mundo. Todavía ni había nacido. Así de pequeño era el crío. Sin edad ni gusto para aquellas fiestas. Se pidió silencio. Todos se sentaron.  


En la casa de mi amigo hay muchas habitaciones. Nos deja pasear como invitados por ellas cuando no nos ve. La única condición es disfrutarlo. Unos se reúnen en otro a nada. Otros musiquean improvisando quebrantos. Otros se alejan superiores para no mancharse. Otros simplemente descansan aturdidos. Los más cogen pinceles, aburridos. No hay marco para la estufa. El sofá permanece acogedor. La silla lo contempla todo. Las cortinas airean el humo sesudo. Las paredes se llenan de color para mirar y se esconden entre los marcos para no ser vistas por nada. La mesa se retira discreta abriendo espacio. El techo soporta lo que haya encima. El suelo soporta el traqueteo. El aire salta de uno a otro. Los sonidos vagabundean inquietos. De allí no sale nada. Todos dejan sin querer sus dedos.  




domingo, 14 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 14.

Concordia resbaladiza que no puedo controlar. El alma se me va contigo. Quiere alejarse del suelo quebrado y frío. Alegre el cielo desciende y empapa todo a tu lado. Densas cavernas se esconden en sus paraísos inmóviles. Se cierran sus puertas tras tus labios. Columna inclinada y frágil. El fondo se coló sin permiso en la foto. Molesto mundo que aparece siempre en todo. Mundo injerente que salpica la vida con su presencia. Olvídanos y aléjate. Apágate de una vez por todas. Quiero quedarme aquí merendando. Sangrando la existencia entre tus manjares ruinosos. Sacrifiquemos lo intocado a una única esperanza. Lleguemos al final antes de que termine. Reluznemos balaamdo inesperadamente envidiados por el ocio. Elegante orden del tiempo. En el centro está la espesa bebida de ti. Con eso bastaría si fuera eterno.  


Qué haces. Describir con saltos su presencia misteriosa. A qué te entregas. A los trazos que retengo. Hoy uno, mañana otro. Qué son las teselas. Para qué tantas. Lo desconozco. No sé si resto o sumo, si voy o vuelvo. Por qué te afanas. Por no preocuparme demasiado. Por evitar el agobio. Por huir del hastío. Para qué hablas sin saber qué decir. Para precisar el silencio, para acotar el misterio, para desgranar su encanto. Para volver a jugar despierto, para reírme de los tipos serios, para glorificar lo denso. De dónde sacas tiempo. Será de cuándo, querrás decir. Amargo reparto equiparante, todos disponen del mismo. Termino yo preguntándote a ti, pintura parlante, espejo del alma. ¿Permaneces ahí libre o encarcelado, solo o acompañado, entristecido o contento, pleno o todavía rasgado, sumando o restándote? ¿Qué haces dejándote ver con los ojos cerrados?



sábado, 13 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 13.

Tengo dos sueños en los que ya no me encuentro. Hay agitación en las plazas. Nadie mira para no sentir desconsuelo. Qué más dará lo que se hace cuando no se busca hacer nada. Los colores de la vida desenmascaran la artificialidad. En lugar de ponerla en valor denuncian la hipocresía. La sonrisa y la palabra falsa ya no pueden ocupar más espacio. Crujen las ruedas de los carros que se van a desmoronar. Lo que hoy es fantasía terminará siendo ridículo polvo de olvido. Los más reales consiguieron escapar entre ruidos. Insultos les proclamaban solemnemente. Es la anormalidad del evento, la subnormalidad de la presunción, el hiperrealismo de la carcajada. Sigue musculado el truco. Todo se sostiene por el trato con sus siervos. Todo terminará esclavizantemente. Y se oirán cadenas sujetas por perros.


Si se pudiera renombrar la mirada. Si se pudiera volver a ponerle nombre. Si los ojos nos dejasen mirar hacia dentro y deshicieran las pantallas. Si las pupilas fueran realmente huecos por los que entrar agachados. Si las pestañas nos encerraran ahí dentro. Quién se atrevería a dar el paso y abrirse a lo desconocido. Si los esencial fuera -realmente- visible en ellos. Si se enmarcaran y abandonaran. Si se recortara todo lo demás en su contorno. Si la duda no fuera capaz de alcanzarlos. Si fuera capaz de protegerlos del sufrimiento. Si no pudiesen contemplar más que la vida y, en ella, solo lo más humano. Si no retuvieran tanto horizonte. Si no se perdieran en sus extremos. Si no estuvieran atentos a lo que ocurre. Si vivieran a merced del viento. Si no se empobrecieran con los años. Si no se enriquecieran con lamentos. Si todo fuera transparencia infinita. Si cabalmente hablaran así callados. Si se limitaran a su misión y al tiempo. Si se encontraran entre ellos novedades. Si el mundo solo fueran ojos, qué bello. 



viernes, 12 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 12.

Muérdeme. Déjame probar tus palabras y la culpa. No las escondas donde no llego. Configuraré con ellas el cielo al que no llego. Teoría con pendientes dependientes de tu cuello. Compartimos los cabellos cercenados. Pretendemos puzlear el universo. La suma desvirtúa los colores. Opusculando la agudeza y el redondeo. Nuestros labios son un cono que no cuadra. Coincidimos en la mirada que se cruza. Abandonas la llamada en este sueño. Achacas a la impresión lo inmemorable.


Por fin podemos salir, aunque sea al campo. No dan permiso si rezamos. Pedimos perdón a Dios por lo que no hicimos y recogemos los frutos enterrados en el cielo. Agachamos la cabeza y fragmentamos. El corazón y la cabeza en dos universos. De la mía salen nubes que traerán tormentas. Hacia la tuya fluyen rápidamente entre pausas. Lejos está nuestro descanso, otra vez. Con mucha ansia lo expulsamos. Imposición tenaz de una evidencia atractiva. Un hito geométrico explica la intimidad que forja en el aire. Pesadumbre de esta vida según sus adaptaciones. Ahora preguntamos si algún día regresaremos. Así somos de elegantes y sufridos. Así de infantiles acunados. Merced de los delirios de las noticias. Llegan sin dejarse ver por las ventanas. No subsisten ni las sombras entre las que vagamos. Quedan signos de lo que jamás tendremos. 





jueves, 11 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 11.

Resumiendo mucho, hacía tres minutos que había terminado el tiempo. Ahora reposaba, genialidad en mano. Se venía sobre él la ola de frescura que había creado. Aliviaba el tormento con su abundante lágrima. Cepillaba desgarrado en colores la vida que había dejado. Recibirá de vuelta la onda de su encanto, la magia de lo común, lo asombroso del deslumbramiento. En medio y quieto, dibujado. La tenaza del espacio le doblaba haciendo con él un muñeco. Cobró de nuevo conciencia con su corazón.   



No me toques demasiado, que sueno. Quiero llevarte a lo que no verás. Sígueme y cuélgate de mi mundo conectado. Diré algo interesante para degustar y te sacaré de ti dando saltos. Cuidado con el vacío. Agárrate fuerte. Si te pierdes aquí o te caes no podré recuperarte. La araña interior es lenta. Nada surge sin novedad, sin materia. El compás con que trabajo no es muy grande. La tarea no quedará completa. Cartógrafo paginero sigo aprendiendo. Colócate aquí, bien dispuesto. El laberinto se recrudece sin dirección. Continúo hasta el principio. Comencé oscuramente iluminado, sin saber que no sabía se abrió la puerta y quedé sumido. No encuentro la salida que ventila musicalmente. Los cruces pivotan posibilidades. Un hilo me sujeta a la realidad y con dos palabras enfrentaré la muerte. Todo lo que pinto en sus paredes será polvo cuando soples fuerte. Olvido, eres mi rescate y ungüento. Memoria, mi locura. Inteligencia viva, mi inocencia y despertar cada día. Qué baza se ocultará en mi mano. Puede ser solo el saludo, puede ser solo el abrazo. Olvido de mí, mi rescate. Memoria de mí, mi locura. Saber de ti, mi inocencia y motivo. 






miércoles, 10 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 10.

Había tan poca luz que esta vez prefirió fijarse en las estrellas. Desconsolada encontró reflejos de vida espesa que la envolvieron victoriosamente y el tiempo, su gran problema, se inclinó a su favor. Atisbó huellas. Caminó relatos. Redondeó páginas. Hirió llamas. Vistió la noche de locuras y no quiso romper su encanto, ni quebrantarse con su palabra. Escuchó los rayos que llegaban, abrió la puerta de su imaginación completa. Atentos surcos del universo sirvieron como pistas por las que bajaron nuevos puentes y siguió siendo ella. Se apoyó en lo que sabía para desconocer lo que esperaba. Rezó de modo extraño, como jamás lo había hecho. 


Bajó la vista molesta por las gotas que subían y con ellas robaban las almas. No quiso participar del encanto, ni la denuncia. Inundadas de trabajo las mentes de la gente blanquecían sin inquietudes ni desparpajos. Los solitarios juntos enmudecieron y presagiaron silencios ahorcados que impedían el movimiento desde el ser de la garganta. Idénticamente diferentes se copiaron originalmente. Sombras, muchas sombras de una misma humanidad que fueron. Compartían escenario sin tocarse dibujando montañas de cumbres sin altura. Lo divino les había dejado la herencia de su expulsión y el olvido. Se alargaron de orgullo cuando se largó de su presencia. No pudieron elevarse, pues no tenían corazón sino oquedad y anhelo desprotegidos.  

Se lee mejor al revés, cambiando las palabras de sentido. Entonces, en su negativo, que es el negativo del negativo, el positivo atrae por esperanza. Es absolutamente cierto e incuestionable que los llama, los engancha, los rescata. Hay que dar la vuelta a todo para comprenderlo. Su reclamo es locura. 


martes, 9 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 9.

Se colocó y pensó como línea que termina y empieza. Se creyó única en sus límites y sin mucho contorno. Realmente, una especie de resbalón y quebranto. Da igual si fue un adulto harto de todo, una mujer iluminada o un crío aburrido, como ella frente a la castigada pared. Dio igual si fue primero, después, en medio, si tachó o fue tachada. Dará igual para generaciones venideras. Daría igual qué se hiciera con ella. Ocupaba su espacio, peleaba por él, se suspendía y resistía al conjunto y no quería ser mirada así. Reivindica su lugar intemporal, ya que estaba ahí. Reivindicó distancia y quiso protegerse de abusones, acorraladores, agitadores bulímicos e inconformistas que querían más. Reivindicará que se fijen tanto en ella que la tomen en serio, pero será imposible. Se colocó frente a la vida y pensó que no tenía ni color, ni tono, ni grosor suficiente para llamar tanto la atención. A nadie importa una línea, dure lo que dure. Ni el punto, ni la superficie, ni la pirueta. Estalló de pasión por sí misma. 

No se puede mirar de lejos el mundo, no se puede salir de él. El tiempo es débil, se vence a sí mismo, se muerde las uñas empezando por los pies y se rasca la cabeza haciendo herida sin ser capaz de escapar. Sin agobios, caminante, es un juego y nada más. Gigantesca ludoteca, paseo entretenido, sin lugar donde mirar, en ocasiones solo, en otras acompañado o reunido, despejado el horizonte o mirando la espalda. Siendo mirado. Lo que no es posible, de ningún modo pese al juego, es salir y mirarse desde arriba. Eso es capricho de dioses que a las personas está absolutamente cerrado. Ahí termina el juego, liberado. 


lunes, 8 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 8.

Si te fijas bien, solo son pinceladas de colores. No dejan ver el lienzo que lo sostiene. Pensó por última vez Teresa, que despertaba con la intención de saber qué había detrás de todo aquello. Qué mérito tiene conservar una imagen tan pobre, con tanta gente sufriendo, incapaz de hacer lo que quiere, sometida a su tiempo. No hay nada más que tonos reunidos y ordenados. Árboles verdes escorados y en decadencia, que solo sirven para rellenar. La gente se va perdiendo. Carece además de humanidad, queda anulado el rostro incluso en quienes miran a quien podría algún día mirarlo. Quien lo pintó, volvió a decirse, fue cruel conservador. Este fotograma significaba, en la pared, el recuerdo permanente de lo miserable que es la vida. Espaldas dobladas quemadas entre el fuego. Sol radiante que se apaga y se desluce a sí mismo al chocar por las pisadas. El hogar siempre lejos. Aquí nadie se reconoce ni distingue, porque las personas valen poco. ¿Quién se acuerda de quien vivió hace doscientos años? ¡Lo mismo ocurre generación tras generación!

Al acercarse al cuadro un poco más dentro de su imaginación pudo leer una frase escrita por el mismo autor: Si te atreves, píntalo tú.    


Te voy a contar un secreto. Juegas contra quien ya sabe que va a ganar, así que no sonrías tanto. Ingenioso y pobre ignorante, el truhan a quien te enfrentas te acuchillará con un rápido gesto mientras tú contemplas con orgullo una falsa gloria. Perdiste de vista el conjunto, quedaste encerrado en tu sueño. Te aviso por lo que pueda pasar. Apostaste tu alma y llegaste a tu fin. Volverás a confundirte con el color de tus ropas. Serás espejismo elegante y nada más. Adorna tu movimiento como quieras y lúcete en tu última mano. Más atento está el lobo calculando el instante para arrojarte a tu confusión y enredo. Niño infantil escucha, que tengo más edad que tú. Levántate como rayo justo ahora y no lo dejes pasar. Ahora es la última oportunidad que tienes para ser libre. Quémate. Ojalá se pudieran borrar algunos tiempos, masculló imberbe. 

Una escena antitrinitaria de discordia y engaño. El padre le cuenta al hijo cómo el odio les separará para siempre. Ya no habrá remedio. ¡Por no haber mirado bien! ¡Por estar siempre distraído! El padre desvela finalmente el verdadero secreto en su palabra: ¡Te lo dije! ¡Te avisé! ¡No me hiciste caso!




domingo, 7 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 7.

La memoria, de tanto recordar y recordar, termina asimilando y absorbiendo sin dejar rastro de realidad o diferencia. Se coloca tan intensamente sobre la víctima que evita todo rayo de luz y todo movimiento en salida. Solo tolera el negro hasta ser pesadamente vacío. Y con semejante poderío sigue avanzando en la historia. Es entonces cuando mastica la sopa, que es su mismo veneno. 


Quienes lo han visto, lo saben. Temen hacer cualquier gesto petrificándose y resistiendo. Se acomodan y así dicen luchar. Se envuelven en sus trapos para no ser detectados. Acuerdan pactos de indiferencia para no mirar a otro lado. Se dejan acompañar como animales. No se salen, son correctos. No se desvían encarnando rectitud. Se ajustan a los plazos y escuchan de este modo el tiempo. Se acurrucan infantilmente con miedo a casamientos. No se enganchan, ni son enganchados. Ni caen, ni levantan. Quedan permanentemente tan en el medio que el bien no les templa el ánimo, ni reciben su aliento. Con el invierno no saldrán y así es como murieron. 


Hermano y amigo, Antonio. Hoy no iba a escribir. Me he acordado tanto de ti ayer y hoy que no se me olvida que un día tuvimos tan claro el aprecio y libertad que nos movía que supimos que, en este mundo, seríamos incapaces de vivir en la misma casa. No mermó ni un ápice nuestra fraternidad, nuestro mutuo amor y nuestra amistad profunda. La casa que compartíamos era el mundo a la espera de las moradas eternas del Padre. No has muerto, lo sé; has recibido más Vida, con ese "más" tintineante del maestro Ignacio de Loyola. Reza por los que todavía somos peregrinos.  



sábado, 6 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 6.

Teresa terminó ayer. Salvo en la memoria, para quien puede volver a ocurrir lo previsto. Quedaron sin contar tres puntos de novedad que en una tarde sucedieron. Mañana será, si no está siendo. Quizá si nos paramos la podamos percibir o intuir o acompañar o vislumbrar o dibujar rompiendo el mundo desde dentro, sacándolo de sí, nublando los sentidos incapaces de posarse en algo o recibiendo el exceso de la realidad saturada. 

Contempló por última vez la calle que pisaba hasta entonces cuando tocaba. En sus huellas, otros pies en el mismo sitio exacto, otras personas que estuvieron a más de un kilómetro y con las que no se pudo encontrar y las que vendrán y caerán allí por donde ella se movía. Hay una causa interna en el tiempo coincidiendo con su consecuencia. 

Quedó aquí, si no quedó ahora. Y entre las piedras la arena que se desprendía sostenía sueños y anhelos, como hijos de la luz y del agua.   

Jamás será un apéndice en mi vida. Hoy la iglesia habla mucho de fraternidad, como condición esencial del ser humano. No le falta razón. Todos hermanos, por el Padre común. Ahora bien, entre los hermanos algunos son también amigos con quienes siempre contar, en los que siempre apoyarse, a los que siempre amar, con quienes la confianza es fácil y el diálogo y la búsqueda es mayor. Hermano y amigo Antonio, con tantas lágrimas como esperanza, un abrazo enorme. Nos vemos en Dios, compañero. 





viernes, 5 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 5.

Crujió el mundo y se escuchó rápidamente en el alma de los habitantes de la pequeña comunidad. Teresa vivió señalada, como los que se fueron antes que ella. Sin lágrimas, sin anticipadas despedidas. Era la rareza de la circunstancia, por todos conocida, la desembocadura se iba haciendo angosta y rigurosa. 

No hay tiempo perdido, sino solo abandonado. Las migajas que reparte se dan con extremada equitatividad. Dolorosa e injusta. Sin capacidad de más, la restricción y la obligación definen las imposibilidades futuras. Teresa ya lo tenía en el paladar en forma de desagradable bocado y no conseguía tragar con todo, ni vomitar. Destruida su rutina y su patria, no supo seguir sin regresar. 

Sobre las líneas que dibujaron su mundo golpeó primero el fuego y luego sonó la conciencia rompiendo el cielo. Desde muy lejos, kilómetros de tormentos ennegrecieron el ambiente que ya no tenía pulso. El dedo que giraba en espiral para encontrar el norte quiso guardar sus hermanos protegiéndolos y terminaron olvidados hacia el sur. Dejaron de mirar a Teresa, porque fue la única que permaneció erguida para siempre, con corazón resistente no abandonó a los suyos y, ella recuperó la memoria de los olvidados a los que nadie quiso salvar. 

Pestañeó y salió del cuadro de arena y una mota empañó con una lágrima poderosa los labios. Teresa se desconoció una vez más en tan solo veinte segundos. Lo justo en el abismo que la incordiaba cada día en las paredes que para ella eran más ventanas que espejos. 

Ansiaba que alguien cogiera su mano y tirara de ella hacia dentro, para volver a la línea de la que todos huían descalzos y ensangrentados. Prefirió ser indiferente a cualquier escena y se empujó a sí misma al margen de todos los demás, aunque nadie testificara su movimiento. 


 

jueves, 4 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 4.

Teresa despertó aburrida ignorándolo. Después del despertar, venía el aseo. Luego la costumbre. No hacía falta ni mirar la agenda. Se incorporó en su ayer o mañana. Nunca nadie preguntó qué eran realmente los cuadros de colores llamados días, ni por qué eran siete, ni por qué los nombres, ni para qué los nombres si todo era igual. Homologado, homogéneo, homolítico. Palabras y raíces como piedras. Todo el día partido en líneas segmentadas y violadas, regulares y muy ordenadas. Siendo todos lo mismo, no había razón para comparar nada con nada. Estando todo calculado y pesado, se violaba sin descanso el contenido. La victoria estrangulaba, terminó venciendo. 

Como un castigo, anticipó el dolor de la pared que solo a ella parecía fusilarla. Las casillas carcelarias de las horas, aunque iguales desde fuera, engullían las personas con distinta densidad. Teresa miraba alrededor y solo veía lo mismo. Si eran horas viscosas, movedizas, ahogantes, duras, nadie lo decía. El invento de las horas democratizó la realidad. Una hora sin lo único humano es una hora y nada más. Y todos pensaban en horas. Semejante ignorancia convertía todo en tan pacífico como moribundo. 

De nuevo, Teresa quedó clavada en un instante duradero hablando con tablas y manchas, usando palabras extrañas y ajenas. Diez segundos de intemperie cayando (cayendo y callando a la vez) fuera del recuadro de lo obligado, involucrada en un cubo que la envolvía con lo nuevo y la protegía con aristas de lo común. No supo verse en una, sino en todas. La torsión y el ángulo se construían más allá de sí, y ni se desgajaban, ni se caían. Su imperfección y deformidad no atentaban contra nada, daban testimonio impuro y simbiótico del contagio de lo más cercano e íntimo. Parecían bailar sin música. Paradoja estética antiplana. En esa corriente de vida, sin confundirse, fue comprendida en lo que miraba como única.

Controló el impulso por abrir los brazos y siguió adelante con el resto de su hora. Teresa quedó marcada. Contra la no-inteligencia no había dialéctica. Resistió apretando los dientes y sin mascullar. Destapó la boca finalmente y dejó salir la esperanza con un grito apabullante. A buen seguro al llegar la tarde, su impacto se fue a la basura de los sentimientos en la limpieza interior cuando la noche levantó su mazo. 





miércoles, 3 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 3. Cientos de vidas de distancia

Otro lugar igualmente impermeable y finito. Ahogadas sucesivamente las novedades todo movimiento continua rectilíneo. Las pequeñas fricciones de las rutinas sirven para mejorar el sistema. No hay choques de ningún tipo imaginable. Lo que se ve, lo que se escucha reiteran lo mismo. Los primeros mensajes que la memoria pudo guardar vuelven una y otra vez. 

El mundo de Teresa se mantiene intacto. Ni el polvo se nota entre horas. Si fuera por el espacio no existiría ni tiempo, ni vida descontrolada. Un presente continuo como es capaz de percibirlo la gran memoria a través de los muchos objetos. Da igual la perspectiva. Todo era lo mismo, sin figura definida, sin fondo. Tangencialmente se trataban para cerrar mejor el círculo. La proximidad, si era mucha, terminaba en mezcla que no correspondía a ninguno de los dos. Pero el color era señal de su mismo origen. 

Teresa se vació aquella tarde de los colores con los que se había pegado por la tarde, en una falta de atención que desatendía su obligación con la humana humanidad y sus lejanos pactos. 

Desde su herida azul se recompuso. Esa luz de color invisible dejaba a su rastro escritas en muslos, brazos, vientre y frente límites que lo absorbían todo y no conseguían diluirse. Resistiendo con fuerza a lo ajeno, sin dejarse conquistar por los demás. Aunque quietos, dejaron estelas. Salían del fondo progresivamente rompiendo el albor, su fundamento y sustento. 

Se alojó momentáneamente en la viveza del amarillo, aquí sufriente e invadido. Un lamento suspiró un minuto y medio por sí misma, al verse perdiendo, quedando invadida por sus límites, siendo habitada por mordiscos. 

Todo eran destellos en los que ir descansando las preguntas de la mirada, dilatando matices de los que no conseguiría soltarse. En el punto central de la tarde, suspendido su periodo sin comprender lo que significaba del todo, se vio a sí sin color, ni combinación, ni forma, ni fondo. Como hueco desatendido y no deseado para el que no llegó, ni valió el pigmento. Sin aparecer, sin destacar, y a la vez apretada. 

Llegaba desde lo lejano la campana del cambio de hora.