lunes, 17 de octubre de 2022

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 6. (Platón, 19a - 19b)

Sencillamente, recupera Sócrates lo dicho antes. La calumnia como defensa. Es decir, que lo que dicen es una opinión torcida, diabólica, que rompe con la realidad, que no se adecúa, que no se ajusta, que no tiene correspondencia. Por lo tanto, vacía de verdad. Vivida en tanto que opinión, pero sin sustento que la apoye. La calumnia es el resultado de la acusación hecha contra él. 

Meleto es quien ha acusado a Sócrates. 

Y busca recordar las palabras que usan los que calumnian. Y para recordar, se lee la acusación. Se cita literalmente: 

Σωκράτης ἀδικεῖ καὶ περιεργάζεται ζητῶν τά τε ὑπὸ γῆς καὶ οὐράνια καὶ τὸν ἥττω λόγον κρείττω ποιῶν καὶ ἄλλους ταὐτὰ ταῦτα διδάσκων.

O sea, Sócrates hace-injusticia e hace mal con la vida de la tierra de abajo y del cielo y el débil discurso fortalece. Muchos temas, muchos en una única frase. La posibilidad de cometer injusticia de múltiples modos. Uno de ellos obrando sobre lo que hay en la tierra baja y en el cielo, y transformando la calidad de los discursos. Es importante subrayar la conexión entre las cosas -que no se nombran, salvo por su ámbito de pertenencia doble o diferente- y los discursos en su calidad. Hay cosas diferentes y discursos diferentes. Quizá las cosas no se dejen modelar, pero sí están sometidas a la acción del ser humano. Pero los discursos por sí mismos parecen más débiles que los demás, al menos los débiles, que pueden ser fortalecidos. Quizá a la inversa no sea posible. Por último, enseña estas todas estas cosas a otros o junto con otros.

Emociona profundamente leer este breve texto y su densidad. Hay algo que hacer con las cosas y con los discursos, y aquello que se hace o se habla, o ambos que van de la mano, puede ser o bien justo o bien injusto. Están en un tribunal. Es normal que hablen de justicia e injusticia. Pero Sócrates lo ha hecho mil veces más en el ágora donde solo se trataba de diálogo entre amigos o conocidos o con los que decían ser sabios y luego no lo eran tanto. En comparación con su ignorancia, podríamos añadir. 

No se trata del tribunal, sino de la persona. De la preocupación por estos temas es de donde puede surgir el tribunal. No a la inversa. La justicia es previa al tribunal y probablemente la injusticia sea anterior a la justicia. Por eso la primera palabra de la acusación que tiene que revertir. Si es que habla con elocuencia y convence a sus oyentes. Si los vence, será declarado justo y absuelto. Si no los convence, todo se vendrá abajo. De quién hablará entonces. ¿De él o de la justicia?

Sócrates avanza. ¿Cuál de todas estas cosas, que son una acusación compacta es la que miente, la débil por tanto como débil? ¿Podrá mostrar su debilidad y entonces, de algún modo, hacer de su debilidad su fuerza capaz de sacarlo indemne del juicio? ¿Se trata de esto cuando se habla de defenderse en el juicio?

El lugar más débil, sin duda, es qué se entiende por enseñanza y, por lo mismo, dónde se coloca Sócrates respecto a los que enseñan en su tiempo, es decir, los sofistas. Si se reconoce como uno de ellos o no. Y sigue.



domingo, 16 de octubre de 2022

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 5. (Platón, 19a)

Nos adentramos un poco más en el diálogo en este juicio singular. Sócrates sigue hablando, desde el inicio, y ahora -hecha la presentación general, en la que ha refutado a sus acusadores y los ha tildado de mentirosos o engañados- toma la palabra para defenderse. Literalmente, emprende su defensa obligatoriamente. No queda otra. Es "ya" el instante oportuno. 

εἶενἀπολογητέον δή ἄνδρες Ἀθηναῖοικαὶ ἐπιχειρητέον ὑμῶν ἐξελέσθαι τὴν διαβολὴν ἣν ὑμεῖς ἐν πολλῷ χρόνῳ ἔσχετε ταύτην ἐν οὕτως ὀλίγῳ χρόνῳβουλοίμην μὲν οὖν ἂν τοῦτο οὕτως γενέσθαιεἴ τι ἄμεινον καὶ ὑμῖν καὶ ἐμοίκαὶ πλέον τί με ποιῆσαι ἀπολογούμενονοἶμαι δὲ αὐτὸ χαλεπὸν εἶναικαὶ οὐ πάνυ με λανθάνει οἷόν ἐστινὅμως τοῦτο μὲν ἴτω ὅπῃ τῷ θεῷ φίλοντῷ δὲ νόμῳ πειστέον καὶ ἀπολογητέον.

En este "ya", sin embargo, hace notar dos asuntos cruciales. Por un lado, que defenderse será arrancar o quitar de ellos "la calumnia" (lo diabólico), "la mala opinión" (traducir opinión, dada la importancia de esta palabra en el conjunto de los diálogos, quizá no sea lo más adecuado). Lo cual significa que afirma que están instalados en el error, en el prejuicio, en una sentencia antes de su defensa, sin dejar por tanto que hable. No hay diálogo, sino mera señalización, mera determinación. Esto es fundamental. 

¿Se puede hacer esta terapia? ¿Se puede, en lugar de sacar verdad, como se cuenta que es lo que Sócrates hacía al modo de las parteras, extirpar la calumnia? ¿Cómo? ¿Confrontándola con otro discurso? ¿Moviendo a preguntas esenciales? ¿Aportando pruebas en otra dirección? 

Lo segundo importante es la temporalidad. De nuevo, el tiempo presente en clara separación de todo lo demás, tanto del pasado como el futuro. Instante. Esta es la palabra que mejor dice el presente, la pequeñez del presente aplastada por la historia y los grandes sueños del idealismo utópico. Instante enclaustrado y, sin embargo, libre para que todo el que quiera pueda importarse a él. Instante dado como se da todo lo demás en el tiempo. O se vive o no se vive. O bien, o bien. Este instante lucha contra todo lo demás. Será su defensa. Difícil defensa dada la fuerza de la rutina y el prejuicio. Sobre todo eso, de la historia que clausura, que no ofrece nueva oportunidad. Mejor dicho, en la que la persona no se concede acoger la nueva oportunidad, el nuevo tiempo, la novedad del otro. 

Se brega en este tiempo fracturados entre la realidad y la idea, entre la vida y la imaginación o representación. Lo representado no deja de ser un teatro en el escenario personal en comparación con la vida misma. Imposible, imposible tanta complejidad sin abrazar trágicamente la propia ignorancia de la vida misma. Que, sin embargo, vivimos, que es imposible no vivir. Pero que cuesta vivir en amplitud, en complejidad, en referencias abiertas más que dentro de un sistema de conceptos cerrados. Lo mismo, si no más, en la complejidad elevada a la enésima potencia del diálogo en el que todos pretenden hablar diciendo algo, cuando lo relevante y fundamental en relación con la vida seguirá siendo siempre acoger, acoger y acoger. O sobrecogerse, maravillarse, admirarse, prestar atención, buscar la comunión con la vida del otro. Es difícil y no pasa inadvertida la dificultad. 

Y tan es así que, contra todo lo esperado, se niega la mayor. Un amén inaugura la defensa dejando todo en manos de Dios, para que todos se dejen llevar y conducir amigablemente por él, familiarmente. Se puede pensar que es una muletilla o no. Porque la referencia anterior a los dioses -no al Dios, dicho sea de paso- ha sido el fundamento de todo prejuicio y calumnia. Esta amistad con Dios Sócrates la concentra en dos asuntos, que son deberes, que son respuestas por tanto: la obediencia a la ley y la defensa misma de uno mismo. ¿Son lo mismo, obediencia y defensa? ¿O son dos cosas diferentes y una se refiere a la ley por sí misma y la otra, la defensa, es para los oyentes, para la asamblea? Pienso que es más bien esto segundo que lo primero. Aunque lo primero se puede pensar bifurcado en dos. Como mínimo, es hermoso verlo así. 

Seria genial saber cómo escribió Platón este diálogo. O sea, el momento mismo, la revisión del texto. Cuánto tiempo llevó. Qué puso primero, qué después. Cuál es el núcleo y por qué se dedicó toda la vida a vivir y escribir con Platón de fondo. 



sábado, 15 de octubre de 2022

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 4 (18b - 18e)

Está claro que Sócrates, aunque no quiera participar en el juicio como alguien experto en el tema, conoce bien las formas y cómo dirigirse a la asamblea. En este momento de su intervención está golpeando duramente los prejuicios (nunca mejor dicho, puesto que estamos en el momento del juicio) de los oyentes, algunos de los cuales hunden sus raíces en la -se podría decir así- debilidad y excesiva exposición de la infancia y juventud. Los prejuicios son lo que se combate en este juicio. Se quieren dejar a un lado para que pueda hacerse un juicio limpiamente. Lo cual es realmente interesante. 

Una diferencia más en este paralelo que está exponiendo. Por una parte, lo dicho y lo mentado genera una opinión siempre, se representa de algún modo. En ocasiones, no directamente, sino indirectamente. Sin ceñirnos a lo que se dice exactamente, hacemos composición de lugar, de modo que tal o cual cuestión cuadra más en tal o cual contexto general. O sea, que mentado algo se tiende a colocar en un ambiente determinado, en un entorno o en una situación que también tiene su aportación y modifica la realidad que se percibe. Si decimos "jirafa" rápidamente se darán varios escenarios posibles y, de igual manera, varios colores, que se verán mejor o peor en tal o cual momento. Pero no tiene sentido que nadie se imagine "jirafa" en una habituación oscura y sin luz donde no se es capaz siquiera de distinguir forma y fondo, figura e imagen, apariencia y realidad.

Es lo que, al parecer, Sócrates denuncia que le ha ocurrido a él. Los oyentes comúnmente infieren de él algo que no es real por el hecho de exponer determinadas ideas en determinados diálogos. Fuera de contexto, la realidad se pervierte. Pero esto es aprovechado por el arte de la sofística para hacerse a sí misma más sabia combatiendo a los otros, en general, y especialmente a quienes pueden aportar algo distinto o contra ella. En el caso de este juicio, el tema es que de lo que Sócrates dice la gente puede inferir que no cree en los dioses, que no es piadoso, que no respeta la divinidad o que trae alguna nueva y propia bajo la manga fruto de su cosecha personal. 

Esto ocurre por la debilidad del oyente normalmente. Queda dicho también. Si fuera de otro modo, el oyente podría participar levantando la mano y haciendo alguna pregunta, o simplemente alzando la voz y criticando lo que se dice. Pero ocurre cuando todo está tan desprotegido y virgen que cada palabra que cae es casi una novedad de la que no se sabe bien cómo defenderse o cómo protegerse. Simplemente se van asimilando, se van recibiendo por la autoridad de quien las dice, en este caso el maestro sofista o el artífice de comedias o teatro o el personaje aplaudido por el éxito en la ciudad. El caso es que existe este momento en la vida y todos podemos reconocer el nuestro. Y ese reconocimiento, que es justamente lo que Sócrates está aquí queriendo que cada cual de sus oyentes trabaje consigo mismo y se diga a sí mismo, es una toma de conciencia que ya nos separa inmediatamente de lo que pensamos como incrustado en nuestro natural proceder. Estas palabras, bien oídas, son la esencia de la crítica a todo pensamiento común, a toda opinión general. No es que esté "fuera" y pulule por la polis caminando entre baldosas de piedra o los espacios públicos de reunión, sino que está en cada cual. Esta es la auténtica cuestión. 

Sin embargo, no se exime a nadie de responsabilidad. Esto sucedió así porque se da un "dar crédito", un "asentir fiducial", un "ponerse de acuerdo". Y, desde entonces, será punto de partida para todo lo demás. El grupo, en tanto que se está en un momento de máxima necesidad de pertenencia social, hará o hace el resto permanentemente para que esto siga siendo así. Y lo dominante sea lo común y no, en realidad, lo verdadero, lo justo, lo bueno, lo bello. Algo que, por cierto, en Sócrates está siempre presente. La filosofía debe buscar un "volverse a poner de acuerdo" saliendo de la convicción y prejuicio previo. Y cómo lo hace. Con preguntas, con insistentes preguntas, con preguntas inquietantes y que van de un sitio a otro haciendo chocar lo que entre sí tiene el alma de aceptado a pesar de ser contradictorio o frágil o débil. 

A diferencia de aquella situación antigua, en la que el auditorio era o bien niño o bien joven, ahora ya son adultos y pueden juzgar. Se deja en el anonimato a todos los sofistas, menos a uno: al comediante. Quizá para dejar claro, pero solo quizá, que este juega doblemente con malicia: por un lado, la minoría de edad de los oyentes, aunque sean adultos o digan serlo; por otro, el género literario que utiliza, que desprotege a los oyentes, haciéndoles que pasen, precisamente, a la minoría de edad y se rían de esto o aquello a conveniencia del que ha escrito discursos previamente pero no los vive, es decir, del engaño del escenario que convierte a todos en espectadores, esto es, menores de edad realmente en los asuntos de la democracia. Aquello era así, pero ahora hay un juico. Entonces había anonimatos, pero hoy hay delante rostros y palabras que se están diciendo y viviendo al momento. 

 δὲ πάντων ἀλογώτατονὅτι οὐδὲ τὰ ὀνόματα οἷόν τε αὐτῶν εἰδέναι καὶ εἰπεῖνπλὴν εἴ τις κωμῳδοποιὸς τυγχάνει ὤνὅσοι δὲ φθόνῳ καὶ διαβολῇ χρώμενοι ὑμᾶς ἀνέπειθονοἱ δὲ καὶ αὐτοὶ πεπεισμένοι ἄλλους πείθοντεςοὗτοι πάντες ἀπορώτατοί εἰσιν: οὐδὲ γὰρ ἀναβιβάσασθαι οἷόν τ᾽ ἐστὶν αὐτῶν ἐνταυθοῖ οὐδ᾽ ἐλέγξαι οὐδέναἀλλ᾽ ἀνάγκη ἀτεχνῶς ὥσπερ σκιαμαχεῖν ἀπολογούμενόν τε καὶ ἐλέγχειν μηδενὸς ἀποκρινομένου.

Entre los anónimos convocados al juicio como prejuiciadores están aquellos que usan dos malas artes: la envidia -intención torcida- y la diabólica -tergiversación, calumnia, engaño, mentira-. Queda claro y no se puede apelar a nada. Si estas dos cuestiones no quedan fuera, muy fuera, del juicio, todo estará perdido. Si se dan cita y toman carta de ciudadanía en el espacio público, no se podrá hacer nada digno de aquel ideal de convivencia que impulsó la democracia. Porque sería como dejar entrar al egoísmo o a la apariencia. Ambas, dicho sea de paso, se presentan aquí como nativas usuales del ágora e, incluso, con un espacio privilegiado. No se han expulsado, ni de lejos. Pero quizá el juicio pueda ser un momento y tiempo sin ellas, sin prejuicios de este orden, que a la razón sencilla y sincera repulsan fríamente. 

No está claro que no estén legitimadas por el mismo sistema que impone que la palabra se use solo para la convicción, en lugar de para el diálogo. Son dos caminos, supongo que se ve de lejos, diametralmente opuestos. 

Dice la traducción de Gredos que, en esta situación, en la que no se puede convocar como testigos siquiera a los prejuiciadores, aunque deberían de algún modo de ser juzgados y este juicio los juzgará y sentenciará también sobre ellos algo, esta situación es como luchar contra sombras. Algo del todo curioso y singular. Está subrayado para guiar un poco más. Porque el tema es, efectivamente, que no están y, sin embargo, son los primeros. Como una especie de causa lejana que lleva a comprender la situación actual y, sin los cuales, no se puede comprender nada, ni juzgar con acierto. La estrategia es, por lo tanto, desprenderse de ellos combatiéndolos primero, para después ir a lo menor, según Sócrates, que es la opinión actual de la asamblea. Aunque será ésta, y no aquellos, los que sentenciarán. El tema es delicado, como mínimo. Y las pretensiones muy elevadas. 

Creo que hay un esfuerzo por singularizar la asamblea que queda pendiente de hacer y que todavía no está hecho. Se habla a la masa. Lo cual no es habitual en los diálogos platónicos. No hay nadie, sino sombras, y da esa impresión de imprecisión precisamente. Queda dar el paso a la situación habitual en la que aparecen preguntas, respuestas y unas a otras se van enredando. De momento está todo claro y la exposición es meridianamente comprensible para cualquiera. Esto no es más que el escenario del drama que está a punto de suceder. 



viernes, 14 de octubre de 2022

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 3 (Platón, 18a - 18b)

Quiero retomar con fuerza el comentario personal del diálogo por dos razones. La primera, por escribir algo, por pensar escribiendo. La segunda, por no dejar algo a medio empezar y tener un compromiso diario más que sea constante en el interés y el trabajo. Veremos hasta dónde llego con ambas. Porque me martillea la idea de que no hay que escribir tanto y porque la constancia por la constancia es como la coherencia por la coherencia, que es motivo de barbarie y no de cultura. La cultura es abierta, la barbarie es cerrada. Hoy es el aniversario de Arendt y había que recordar que, aunque ella sea famosa por la crítica y el análisis del totalitarismo, la raíz de este aviso es mucho anterior. Quizá la crítica dio pie incluso a que los que ni sabían que eran totalitarios empezaran a pensar que podían serlo y que era maravilloso serlo. Es lo que tiene el poder, el animal político amasando poder y no sabiduría. 

En esta APOLOGÍA amanece Sócrates tomando la palabra y dirigiéndose a los atenientes. En tanto que refuta la posición anterior dejándola como mentirosa y disponiéndose él a decir toda la verdad, es fácil comprender que lo previo ha sido la acusación fundada en palabras, argumentada con razones. El acusador siempre procede de la misma manera, pensando ya en lo que quiere lograr de quien puede sentenciar. No es el juez, porque no tiene la última palabra, pero se parece mucho a él o quisiera parecerse a él en eso. 

Sócrates habla como tiene que hablar la defensa. Es lo esperado y lo que toca. Nadie se puede extrañar. Tanto si es verdad o no lo que dice, es lo que debe hacer un defendido. Ya dije ayer que con la salvedad de que sea inocente. Porque lo primero que resuena en su alegato es que la palabra se puede utilizar en múltiples direcciones y que no hay una correspondencia entre lo que se dice y la verdad. Quizá si la pueda haber, dicho sea de paso, entre lo que se dice y la propia percepción o interés, pero nada asegura que esto sea la verdad. 

De algún modo, según se expone, la verdad se vive. La posee quien la vive. A los demás esta verdad es ajena. Pero tienen que juzgar. ¿Cómo? ¿En qué se apoyarán? Y los atenienses tenían un sistema basado en algo muy simple: dos ojos ven mejor que dos. Está claro. Cuantos más están de acuerdo más verosímiles es que estén en relación con la verdad. Pero, claro, esto tampoco es tan directo. Por muchas personas con ceguera que juntes y sean capaces de hablar no verán. O, por poner otro ejemplo, por muchos franceses que juntes no sabrán qué dice o está diciendo un finlandés si cada uno de ellos solo tiene su lengua materna aprendida. Esto sirve entonces para poner todo patas arriba. Conviene quedarse con la falta de correspondencia entre la palabra y la verdad, y que esta ruptura, disociación y diabólica connivencia es imprescindible. 

Quedan las palabras, que no es poco. Queda la capacidad de expresarse y hablar. Queda la capacidad, por lo mismo, de ser atendido, escuchado y comprendido. En caso de que no se comprenda, tendrán que dialogar formulando preguntas. Así hasta que, al menos, se comprenda a quien habla y por qué dice lo que dice. Para eso es el tribunal. Y el tribunal, como la asamblea, tiene tiempo. Han hecho por disponer del tiempo necesario. 

Lo que a un tribunal le preocupa, fundamentalmente, es la justicia. No la verdad, tampoco las palabras. Al tribunal se acude para dilucidar algo y se aclaran fundamentalmente las relaciones de los individuos con la ley. No es para arreglar problemas que puedan surgir entre ellos, sino con la ley. ¿Quién puede ir al tribunal? Cualquiera. ¿Por qué? Porque sea acusado o porque se acuse a sí mismo. Aquí lo dejo. Porque es probable que no haya muchos casos de lo segundo. Se convierte el tribunal en un lugar, por tanto, de relación entre personas bajo un mismo código, que se han comprometido a cumplir y vivir según una ley. 

Algo peculiar, si lo pensamos bien, es nuestra incapacidad para asistir directamente a la justicia. Aunque la busquemos. Necesitamos una mediación y esta mediación será siempre humana. Uno de los nuestros. Alguien que no está fuera de la ley y la convivencia, sino dentro de ella. Uno o varios. Uno o muchos. Da igual. Pero no es la justicia misma. Sino que alguien se pone a ejercitar la justicia como si fuera la justicia misma. Y corre el riesgo de querer sustituirla de algún modo, siendo como es alguien que está bajo la ley y no sobre ella. Pero su conocimiento de la justicia debe ser tal que, según parece, tiene mejores oídos que nadie para escucharla. Incluso puede escuchar cosas nuevas. 

Para qué hablan entonces, se podría pensar, los que acusan y son acusados, si se tiene que oír solo a la justicia. Fácilmente se comprende que es para establecer si, en lo que está ocurriendo, hay algo que se salga de los márgenes que quedan prescritos. Pocas veces la ley es un "sí" y la inmensísima mayoría es un "no", un límite que no debe cruzarse, ni del que se debe salir. En pocos casos, muy contados, la ley es un "mandato positivo". Lo normal es que sea un "aviso negativo", una "orientación que marca un horizonte". De modo que, por lo mismo, la mayoría vivirá siempre dentro de los márgenes sin requerir positivamente a la justicia, ni verse en un tribunal. ¿Ha escuchado a la justicia? No. Ha recibido la justicia a través de las costumbres, las tradiciones, las formas de vida. Es su modo de aprender sencillamente qué es la injusticia y que lo justo es responder de la misma manera positiva como se recibe en el desarrollo de la vida en común. 

Dice Sócrates querer proceder con orden. Un orden curioso, no temático, sino personal. Primero los primeros, y los últimos los últimos. Un orden que atiende por tanto a la persona. Y usará en él las palabras comunes, su modo de expresarse habitual. De modo que, al menos esto, se podrá comprobar por parte de todos los que le han escuchado alguna vez por Atenas. Que, a tenor por la fama, debían ser todos o prácticamente todos de forma directa. Esto se puede comprobar. 

πρῶτον μὲν οὖν δίκαιός εἰμι ἀπολογήσασθαι ἄνδρες Ἀθηναῖοιπρὸς τὰ πρῶτά μου ψευδῆ κατηγορημένα καὶ τοὺς πρώτους κατηγόρουςἔπειτα δὲ πρὸς τὰ ὕστερον καὶ τοὺς ὑστέρους

Vemos ahora, en negativo, la parte del juicio que no leemos en el diálogo. Dice que ha tenido muchos acusadores: κατήγορος. Tiene su gracia que esta sea la palabra empleada, relacionada con el juicio y que tan buena fortuna ha hecho a lo largo de la historia de la filosofía. Pero estos acusadores, conocidos desde antiguo, son personas que, según Sócrates, no dicen ninguna verdad. ¿Qué dicen? Mejor, ¿qué hacen? Son, por supuesto, personas temibles, a las que tener miedo. Los antiguos mucho más que los de ahora, los de Ánito. 

ἐμοῦ γὰρ πολλοὶ κατήγοροι γεγόνασι πρὸς ὑμᾶς καὶ πάλαι πολλὰ ἤδη ἔτη καὶ οὐδὲν ἀληθὲς λέγοντεςοὓς ἐγὼ μᾶλλον φοβοῦμαι ἢ τοὺς ἀμφὶ Ἄνυτον, καίπερ ὄντας καὶ τούτους δεινούς:

Tenemos que pensar esta relación mucho mejor. Porque no es la justicia, según parece, algo que se deba tener. Sino que son otros. Entre los muchos otros, los acusadores, que son juzgadores prematuros y sentencian antes que el tribunal, porque, si no, no lo llevarían ante el tribunal. Los que juzgan son los peligrosos. En ese sentido hay que tener miedo. No por ellos, sino probablemente por lo que puedan hacer con su sentencia. No por la palabra, sino por la acción. Son personas de acción, no de discurso. 

Entre estos antiguos están, según Sócrates, los maestros de muchos de los que están presentes en el juicio. O sea, ¡cuidado! Cualquier persona razonable se da cuenta en este punto de que Sócrates no está teniendo una estrategia muy buena. Porque acaba de decir, de una u otra manera, que todos ellos están contaminados con enseñanzas falsas. Cuando eran "unos niños" esos maestros "los convencieron" para que aceptaran sus enseñanzas. Lo cual, según leo yo, en este momento es casi una oportunidad de reconciliación entre sí. Porque el acusado Sócrates está, de alguna manera, disculpando a los discípulos de sus acusadores antiguos que ahora se han vuelto acusadores más feroces que sus propios maestros y lo han llevado al tribunal. ¡Ojo a la relación y a la exculpación! ¡Eran niños! ¡Pero ahora no! ¡Ahora pueden escuchar y hablar por sí mismos! 

Sócrates está buscando la confrontación de forma muy directa. Ya se ha repetido más de una vez que "no hay verdad" en ellos, en sus palabras al menos. ¿Entonces mienten? Sí. ¿Por qué mentían? Gran tema. 

ἀλλ᾽ ἐκεῖνοι δεινότεροι, ὦ ἄνδρες, οἳ ὑμῶν τοὺς πολλοὺς ἐκ παίδων παραλαμβάνοντες ἔπειθόν τε καὶ κατηγόρουν ἐμοῦ μᾶλλον οὐδὲν ἀληθές,

Qué decían estos maestros. Lo siguiente. Primero, que Sócrates es un sabio. Segundo, que piensa en los fenómenos del cielo e investiga las cosas de la tierra. Tercero, que hace fuerte el discurso más débil. Y, sobre todo, como consecuencia: Sócrates reniega de los dioses. 

ὡς ἔστιν τις Σωκράτης σοφὸς ἀνήρτά τε μετέωρα φροντιστὴς καὶ τὰ ὑπὸ γῆς πάντα ἀνεζητηκὼς καὶ τὸν ἥττω λόγον κρείττω ποιῶνοὗτοι ἄνδρες Ἀθηναῖοιοἱ ταύτην τὴν φήμην κατασκεδάσαντεςοἱ δεινοί εἰσίν μου κατήγοροιοἱ γὰρ ἀκούοντες ἡγοῦνται τοὺς ταῦτα ζητοῦντας οὐδὲ θεοὺς νομίζειν.

Todo tiene su relevancia, porque conecta a Sócrates con la filosofía anterior a él y contemporánea, como uno más entre un grupo nutrido de "intelectuales" y "maestros" que se ganan la vida con enseñanzas de todo tipo, sobre todo prácticas. La fundamental, diría yo, es la retórica. No la capacidad de hablar y expresarse, sino de transformar discursos, de valerse de las palabras en su diferencia y distancia con la verdad para hacer de la verdad algo más débil todavía, mucho más débil. Por lo tanto, también el bien. Su conexión con el tema religioso es, desde el punto de vista griego y no de las religiones en general, un asunto de pertenencia a una comunidad y legislación, más que una relación personal con lo divino o una existencia religiosamente hablando al modo actual o judeocristiano. Conviene hacer la aclaración, que luego todo se mezcla. 

Son temibles, insisto, porque sentencian. Pero siempre ha sido así. Tampoco hay que darle mayor importancia, mientras se pueda seguir hablando y buscando la verdad, sin tenerla. 



jueves, 13 de octubre de 2022

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 2. (17a-18a)

Siendo un discurso tan importante, en algo muy diferente a todos los demás, resulta extraño que se presente a sí mismo Sócrates diciendo que es alguien, por así decir, de una sola palabra. La consideración de que lo que dice es verdad va de la mano de la justicia, que emparenta con la libertad espontánea, y sus enemigos son dos fundamentalmente: el adorno y la mala intención, que calculan y compiten, que son premeditados.

Por cierto, lo de "toda la verdad" impresiona. Quizá por lo peliculera que suele ser la escena en las películas modernas y considerar que está haciendo aquí Sócrates una especie de jura, con todas las consecuencias. De hecho, es así como se podría decir que concluye su primera intervención, con un ruego al auditorio después de dejar claro que pondrá toda la carne en el asador. 

De alguna manera Sócrates está diciendo, y creo que se puede leer así, que está viviendo el presente. No de un supuesto pasado, ni preparando un futuro concreto. En el juicio está a lo que está, es decir, al análisis, al examen de sí mismo. Ya tiene una edad, como para andar jugando con bromas, como los críos, como los jovenzuelos. 

En el contexto de un juicio, ¿quién está interesado en la verdad? Pienso que solo el inocente o el loco, pero también el culpable en algunos casos, si vive la culpa. Por regla general, sin embargo, diríamos casi que ninguno. Un juicio es una ocasión más para sacar provecho. Sea como sea, el juicio es la ocasión propicia para decir, más que en ningún otro sitio, que la verdad se vive o no hay verdad, que la verdad es según se vive o lo que queda es el engaño de una vida "como si". Esta expresión "como si" es tratada por un buen filósofo como el remedio que la sociedad plantea para la salida del impacto que provoca descubrir la propia subjetividad, más que la propia historia. 

Nadie esperaba que Sócrates acudiera al tribunal. Según parece, fue una sorpresa que se quedara en Atenas y no huyera a tiempo, como en otros casos más o menos parecidos, en los que el pueblo ejerce cohesionadamente su poder frente a quien se sale de la norma. Lo extraño es, insisto, que se quedará por allí rondando. Dada su edad se puede uno imaginar lo que significaría el traslado. Dada la libertad de movimiento y su fama ganada en el ágora y entre unos y otros, quizá no hubiera sido para tanto. La "democracia" amedrenta y es habitual plegarse a la opinión de los muchos. ¿Por qué no temerla, cuando parece connatural al ser humano mantener ciertas distancias con el prójimo, aunque legalmente y de boquilla se llame hermano? ¿Por qué no dar la razón al miedo al otro? 

Sócrates se queda y lo hace para hablar. Pide que se le permita expresarse en su lengua habitual, no en la forma como los juicios se preparan. Es decir, pide que sea solo un diálogo. Quizá con la esperanza de que por fin, en el tribunal, aparecerá la verdad dado que es el lugar en el que la palabra va ligada a la acción, es el lugar de la significación, es el lugar en el que la realidad se determina y define en forma de sentencia, de afirmación. ¿No ha sido eso toda su vida? ¿Será este un diálogo más entre todos esos que no llegan a acuerdo firme y cada cual se va por donde ha venido con un mareo impresionante y cargado de preguntas que chocan entre sí?

Sócrates se muestra como aquel que quiere decir la verdad. Probablemente, leído con calma, esto es terrorífico. Más cuando se hace en un espacio público, que hoy se nos haría, dicho sea de paso, más bien pequeño. Pero este espacio público va a traspasar todas las fronteras y todas las épocas, impactando sobre el resto de los espacios públicos. Sin duda alguna. Bien para ser escuchado, bien para ser criticado. Pero en cada uno de ellos está presente y consolidado. 

Veremos qué sucede y cómo termina. Poco a poco.