viernes, 30 de abril de 2021

Dilemas sociales en salida (1). Todos y partes.

Tal y como yo lo veo -aunque no solo yo-, la sociedad hoy enfrenta se enfrenta a retos profundos. Ya hemos pasado en otros momentos grandes cambios como humanidad. Se habla de cambios de paradigma de calado. Lo que no tenemos claro es desde dónde los miramos o qué capacidad tenemos para abordarlos. La debilidad de la raíz, el punto de partida, es notorio. Como un salto en el ritmo que nos pilla a contrapié. Con influencias directas notables de otros modelos sociales. 

Tengo la convicción firme de que la dinámica histórica no es automática e independiente. Dicho más suavemente, la historia no se escribe sola, ni es fabricable. Aunque la acción humana está siempre involucrada en ella. Es decir, que no "llegan novedades" del futuro impuestas, sino que son fruto de la acción humana, cuya razón debe intervenir y, de hecho, interviene. Lo cual no quiere decir que todas las personas participen en ello. Ni mucho menos. Para una gran mayoría se trata de mera imposición sin su concurrencia directa, aunque sí indirectamente o por omisión o por mera aceptación resignada del designio decidido por otros. No es fácil. 

El punto de partida hoy, en cuanto abro los ojos y me pregunto por la sociedad, creo que debe ser la diversidad real que existe en el mundo Occidental. Es en el que vivo y al que miraré primeramente. No es poco señalarlo como el dato de partida de esta reflexión y supongo que en otros análisis, como he leído, condiciona gran parte del pensamiento y salidas posteriores. No miro a Occidente caprichosa e individualmente, sino históricamente y en conjunto. 

Hablo de diversidad en el sentido de formas de vida diferentes que se dan sincrónicamente y comparten ámbitos, en todas las dimensiones de la persona. El Occidente construido sobre la tradición de Jerusalén-Atenas-Roma ha involucrado progresivamente la libertad como factor fundamental sin el cual la dignidad no puede ser comprendida, ni la vida humana se considera tal. Dicho lo cual, comprender que la libertad aquí ha llegado a emparentarse semánticamente con el derecho y su ámbito, esto es, adquiriendo ciertos límites generales dentro de los cuales es aceptable socialmente una forma de vida y distinguiendo de esta manera la forma de vida y la persona misma. 

Diversidad y separación no son lo mismo, no hay identidad directa, ni la una exige la otra. Es más, convendría reparar en lo que no es separable realmente y que, cuando se ha intentado alguna vez, lo que se ha producido es la exclusión o el exterminio. Hay intentos de separación que, aunque sutiles, revelan que la sociedad no es solo un espacio en el que las personas se encuentran seguras respecto de la naturaleza, sino que se enfrentan a la humanidad en su complejidad y a la maldad en no pocas ocasiones. Llegando a casos extremos, en los que no puedo detenerme y que espero que quien lea esto entienda perfectamente. 

La configuración de las ciudades ha sido decisiva para esta comprensión y vivencia de uno mismo en una sociedad de identidades múltiples y relaciones de pertenencia limitadas y elegidas a su vez, a la par que permitiendo la movilidad, el cambio, el contraste con otros, la búsqueda de una cierta novedad en el marco de una sociedad de progresivo consumo, oferta-demanda, búsqueda de sentido. 

Desarraigados de una tradición global común que servía de punto de partida, ahora se ha desplazado esta prioridad socialmente hacia lo contrario. El mundo rural, sin grandes contrastes y repetitivo generación tras generación, de ritmo lento y poco acostumbrado a lo diferente, hacía que la diversidad originaria de cada individuo tuviera escasa repercusión sobre el conjunto y la escasez de posibilidades uniformara en muchos aspectos a la vida de los ciudadanos a lo común. 

Por lo tanto, la gran pregunta ahora no es sobra individualización y fragmentación de la sociedad, sino más bien lo contrario: ¿Es posible un proyecto común que englobe a toda la sociedad?

Alguno se preguntará qué necesidad hay de esto, poniendo aún más en crisis la sociedad democrática occidental. Alguno habrá llegado a esta pregunta como sobresaltado o pensando que es mejor que cada uno haga lo que quiera con su vida. Alguno estará ahí. Pero me gustaría hacerle pensar sobre lo siguiente: vivimos juntos, pero no es posible vivir solo juntos y que luego cada uno se vaya por donde quiera. Hay cuestiones que afectan a todos, las relaciones son constituyen de forma esencial y hemos llegado a la conclusión de que, si queremos que sea viable, todos participen. 

Aquí es donde llega la democracia, como mejor sistema posible, vinculado a lo mejor de la persona. No creo que sea el mejor de los males o el peor de los bienes, sino lo mejor de lo mejor, lo más humano. Algo que intentaré comentar próximamente, pero vaya por delante mi convicción, que razonaré en los días sucesivos. 

Entiendo que hay asuntos que se sitúan con profundidad en distintos órdenes y planos de realidad. La superficialidad de muchos análisis políticos impide ver esto. Por no hablar de las noticias y debates mediáticos. Ser capaz de atisbar la realidad en distintos niveles es propio de la persona y ejercitarse en ello es necesario. Vamos a ver, como digo en mis clases, si a mi hijo le pido que separe números y pares, me dirá que es imposible. Si le digo que separe números e impares, igual. Pero si descubre que sí se puede poner orden en partes, sin que dejen de ser partes de un todo, comprenderá que los números aceptan categorías distintas de orden separable. Lo mismo sin introduzco además letras. Ya tendríamos tres planos. O más signos, igual. 

Resulta espeluznante ver cómo se enfrenta muchas veces a ciudadanos entre sí, incapaces de llegar a entenderse, por colocar en el mismo plano cuestiones que son diferentes y, por lo tanto, estar situados ante un problema sin salida, porque el problema no existe salvo en la razón limitada y primaria de la sinrazón. 

A donde quiero llegar, en esta primera mirada, es que no todo participa de igual modo en la misma realidad. Llevado al terreno social, existe la posibilidad de considerar partes y todo, estudiar la relación entre partes y de partes con el todo, cómo unas construyen a otras permitiendo que sean en una globalidad ordenada. Cuando esto no sucede, como diré más adelante, se abrazan partidismos o totalitarismos por exageración, extralimitación, deshumanización, irracionalidad. 

Lo primero, por poner un punto claro desde el que mirar, es la existencia de partes y pertenencias múltiples en una sociedad organizadas a su vez en relaciones que globalizan o que humanizan. En lo humano, esta jerarquía de todos y partes tiene dos claras tensiones siempre presentes, que impulsan la amplitud de la razón y la acción humana. Por un lado, "hacia arriba" sería la tensión "hacia la humanidad". Por otro lado, "hacia abajo" sería la tensión "hacia la persona". A lo primero llamamos humanización, a lo segundo personalización. No son opuestas, sino movimientos que confluyen. Y están presente en todo. Desde lo más pequeño, hasta lo más elevado. Además, afectan a una única realidad que es la persona, ella misma persona y a su persona como concreción y vínculos con la humanidad que realiza de modo individual. 

Me parece fundamental considerar lo anterior, cuantas veces sea necesario. Porque si no, el esquema de todos y partes no tiene sentido alguno más allá de palabras vacías que no analizarían nada o sin conexión con la realidad, que no se puede comprender sin su profundidad. 

Volviendo a lo anterior, el esquema de todos y partes permite ir reuniendo, más que disgregando y permitiendo a su vez la comprensión de la diferencia. Entendemos socialmente que la libertad, en cuanto tal, en cualquier dimensión o aspecto de la vida que se considere, genera por sí misma y en cuanto a sí misma una amplitud de posibilidades en crecimiento continuo, cuyo límite desconocemos en la primera consideración inmediata. 



jueves, 29 de abril de 2021

Personas y sus historias (1)

Cuentan que aquella mujer salió de casa temprano. Porque tenía una cita. A la que no iba especialmente alegre. Aunque con mucha decisión. Sabía perfectamente qué  le esperaba y no titubeó. De madrugada, como quien dice. Al salir el sol, casi rozando el horizonte. Las ojeras delataban su urgencia. Entre tanta incomprensión y hasta olvidos. Adelantaba con sus pasos la angustia y lo que se venía encima. El tacto ya herido. El olfato detestando anticipadamente. Con amargo regusto. Pues de eso se trataba. Dejaría de ver, de oír. Sin embargo, quedan las llagas para siempre. Y al llegar, nada. No estaba y no tenía sentido esperar. Buscar aquí o allá, ir de un sitio a otro, peregrinar por aquel lugar a la intemperie, caminar dejando de ver por la inesperada ausencia, desconcertada y ansiosamente angustiada. Sin poder vivir lo que sabía que le correspondía, lo que le tocaba, como instante señalado para la eternidad. Allí estaba, incapaz de cumplir su promesa, sin entregar lo último, sin la última palabra, sin su esperada despedida. Todo se iba apagando, ocultándose aún más en la negrura del corazón perdido, fuera de sí, extirpado y rasgado. Lo inimaginable. Un mal sueño en el que no hacía pie y se retorcía a sí mismo hasta el desconcierto. Vuelta, parada, estancia, circunstancia que la expulsaba de su propio sentido. Cortina azul que velaba su rostro por completo. De rodillas, postrada y como muerta, derrotada y en su interior preguntando aquí o allá qué era todo aquello, qué acontecimiento cruel se prolongaba aún más en el tiempo quebrando su aliento, rasgando su interior. De rodillas, escuchó su nombre, se dio la vuelta desde dentro y corriendo abrazó con fuerza sus pies. Lo nuevo y tan distinto fue para ella lo más comprensible de todo, la voz más clara, la palabra más profunda, el trato clave, la cercanía inseparable. No volvió jamás a sí misma. Nada de lo anterior. Allí puso ahora su tienda, para la eternidad. Sembró su corazón en el jardín y brotó para que todos puedan seguir viéndolo.  



miércoles, 28 de abril de 2021

Proindicaciones (5)

Salva a la vista. Cae de tuyo. Acercamiento infinito. Áspera caricia. Móvil quieto. Luz que acalla. Voz que germina. Semilla que brilla. Canto que golpea. Palabra que se desconoce. Idea que escapa. Viaje que llega. Semejanza que desconcierta. Parecido novedoso. Y así una y otra vez, juegos de palabras o realidad que se abre con ellas. Comprensión diferente, razón abierta, límite traspasado, finitud quebrada. Interrogantes que se dejan ahí por un momento para verlos mejor en compañía. Se dejan solas letras que, cuando llegas con un amigo, estar colocadas como por sorpresa. Y me pregunto si no habrá sido el viaje y la distancia la que trastocó todo, si no habrá sido la pausa la que tranquilizó su presencia. La vida va por otros derroteros, habitualmente sin la agitación de los grandes discursos y más pendiente de lo pequeño, más cuidadosa de los detalles. Entre unas cosas y otras, las ocupaciones aplastan con cemento de intereses creados las rendijas por las que cabían auténticas preguntas. Para qué pararse, piensan unos. El mundo ya tiene lo suyo, dicen otros. No sirve para nada, argumenta el sabio. No vayas por ahí, que a lo mejor te pierdes. ¿Libertad? 



martes, 27 de abril de 2021

Proindicaciones (4)

Coincido contigo en todo lo demás, no luchemos por esto. Partamos de lo que está acordado, sigamos adelante. Volvamos a encontrarnos otro día y, mientras, vivamos a fondo. A lo mejor, cuando nos sentemos aquí de nuevo algo haya cambiado. ¿Te imaginas que se da la vuelta el tema, y vienes a decirme lo que yo te digo ahora y luego soy yo el que no me entiendo y que comprendo mejor lo que decías? No sería la primera vez en la que lo mejor de una buena conversación es hacer la pregunta oportuna. Sigamos adelante. O disfrutemos un paso atrás de la discordia de lo que es posible poner en común. Reforcemos ese camino y vayamos por él. Será entonces primero lo fundamental, probablemente. O mejor aún, qué tal si nos preguntamos por eso que decimos que es tan compartido y lo discutimos un rato, ahora que los parecemos estar de acuerdo. ¿Encontraremos matices nuevos? A lo mejor, tú aportas algo nuevo, que no había considerado. A lo mejor, yo te digo lo que no habías visto. Y se hace todo más luminoso y claro, más bello de lo que antes nos parecía, más gozoso, glorioso y disfrutable. ¿Te imaginas que este fuera la forma habitual en la que las personas se encuentran, para reforzarse, para aplaudirse, para elogiarse, para animarse? Pero sinceramente, claro. No por adular, no para seducir, no para adormecer. Desde la libertad, desde la capacidad de cuestión, desde la concordia, desde la verdad. Que la primera verdad sea la persona, el otro, el encuentro. Que todo lo demás, con nuestros aciertos y opiniones vengan después a colaborar en ello. Que nada haga dudar de nuestra mutua presencia, del reconocimiento. Y todo lo que venga, que abrace antes de esté a este nivel. 





lunes, 26 de abril de 2021

Proindicaciones (3)

Belleza. Gesto certero, encuentro fértil, suave choque, exigente inquietud, verso callado, párrafo roto, frase sin punto, letra irreconocible, aumento en la presencia que soy por la presencia que no soy con rostro inidealizable y concreto y que se funde en su propio cuerpo y huesos y sangre con vida incontenida y desbordante que está ahí moviéndose ante mis ojos y llega al alma descrita en la noche en la que se confunden las escuchas con párvulas y libres dichas entre cantares y sueños. No pierdas el ideal, aférrate a lo más íntimo, cuenta lo que está por venir por mucho más que el compromiso de unos, la entrega de otros, los saltos confiados que se adentran en las ventanas que se dejaron abiertas en las estrechuras de una realidad que bate las palmas y grita advirtiendo lo que puede acercarse tanto que encienda el alma y prenda todo colgando aguas suaves que caen sobriamente en el lugar que les corresponde y allí se absorben nutriendo de novedad el duro pedregal que germina sin explicación y con dudas. Belleza que sueña locuras en quien queda envuelto sobrecogiendo la calma y pacificando la exaltación desmesurada siempre. Suspira incómodo desviviéndose quien se acerca a la Vida con el sabio temor del que ya ha sido desvanecido y ha partido tan lejos que jamás se volverá a encontrar a sí mismo sin decir adiós a nada, rendido, por fin derrotado en la lucha que supo que nunca vencería y tocaba polemizar. Por fin, más palabra. 


 

domingo, 25 de abril de 2021

Proindicaciones (2)

Hoy me está costando escribir. Me debato entre lo de todos, golpeado por la situación y las noticias, y lo que realmente deseo y no soy capaz de expresar. Percibo exceso de cansancio, de agotamiento en muchos casos. 

Va triunfando la deriva que se inició con la indignación y la emotivización de la sociedad. Movimiento de liberación que nos ha devuelto a una minoría de edad pasional en la que la confusión y el caos se extienden entre alegatos, ruidos y desenfrenos. Esta última palabra reclama un final que no puede darse a sí misma la sociedad, aunque el acontecimiento vendrá de dentro como extraño y ajeno. Así es como se percibe hoy la persona moderna, así de desesperada entre sus lamentos, quejas, preocupaciones, incertidumbres, incapaz de convivir con su contingencia y queriendo luchar sin claros fines ni metas. 

Se pregunta hoy algún intelectual de renombre por la libertad. Ahora comienza por aquí la crítica social, por su pérdida de sentido. Algo peligrosísimo. Raíz de nuestras formas diversas de vida. Impulso que se dio en medio de un contexto liberador, más que deliberador, que reclamó explorar los impulsos confundiéndolos con la vida, por agarrarse a algo al quedarse sin raíces y desechar toda la humanidad que le precedió. Tal desprecio por el pasado, cómo podía convertirse en gloria de ningún futuro. Se creyeron mejores por quitarse supuestas cadenas o grilletes, cuando es posible que fuera lo que les aferraba más a su humanidad que ninguna otra cosa. 

La confusión de un plano con otro, querer tratar todo por igual en expresión del máximo igualitarismo concluyó en una nada de superioridad e inferioridad en la que la persona es incapaz de comprenderse, soportarse incluso en lo propio o lo ajeno, de convivir. 

Se quiere entonces tomar un camino más perdido aún. Dejemos a un lado la vida, que fue la promesa. Recobremos la naturalidad y espontaneidad. Algo quedará que no ha sido visto todavía. Se trata de pasar el tiempo, sin más. Se trata de no desear porque no existe final. Algo tan ilógico como doloroso.



Ojalá recuperemos un poco de atención a la vida misma, dejemos por un momento el mundo en su negatividad y tantos mensajes interesados. Hace falta un parón, una distancia, un paréntesis, una suspensión, un silencio, una escucha, una atención, una cierta calma, un querer ver verdad, un querer percibir bien. 

sábado, 24 de abril de 2021

Proindicaciones (1)

Estamos hechos para el diálogo, para vivir a través de la razón, para expresarnos sin agitación con palabras y el saber nos sitúe y modere. Estamos hechos para recibir. Surgimos así, nacemos así. Esa marca, más que herida, revela quiénes somos. Quedamos inmersos en esta intriga enigmática, plagada de abismos, sin contornos definidos, colmada incesantemente de sorpresas que no siempre se abrazan y el testimonio ingente de los que nos precedieron en la humanidad, a los que hemos quedado vinculados con similar destino. 

Tan acertadamente el diálogo nos define que, en bajito siempre y sin cuchicheos baratos, nos soportamos en esta tensión permanente de preguntas y respuestas y más preguntas incluso con nosotros mismos. Y así continuamos, en una acción concreta tras otras y ante otras formando una cadena de historia incapaz de servirse en extremo de una inercia que le haga olvidar quién es o no le permita el instante último para cuestionarse sin miradas juiciosas. 

Anteriormente a la primera gran pregunta hay una forma sin compromiso alguno incapaz de ser esculpida de nuevo. Toda la existencia comienza así a doblarse de tal modo que escuchar una voz, levantar el rostro sobrecogido y sufrir el exigente impacto del encuentro es la mejor manera de describir el despertar. No hace de reflexión alguna, ni pensamiento. Remite de nuevo a la vida. Una sola voz o palabra vale para llenar la oquedad que se iba creando y alentar esperanzado. Estamos hechos para el diálogo. 

Practicar el diálogo es retomar la humanidad que no se examina, ni se deja ver. Igual que la libertad, que no tiene más órgano que la persona entera. Igual que el espíritu, que jamás se posa definitivamente y siempre acompaña. Queda claro que el supuesto, el prejuicio era todo lo anterior a las buenas palabras, a las razones por esclarecer y examinar. Acertar tiene más que ver con expresarse y liberarse de uno mismo que con atender o poner cuidado. El método no es la meta, el medio no es la finalidad. 

La salida no nos hace débiles, solo muestra lo que ya sabemos. Alguien tiene que empezar. Por eso la prudencia junto con la valentía son las dos grandes virtudes del primer paso que nunca percibe que es segundo respecto de nada y todo lo inaugura, al modo como se hacen nuevas todas las cosas y el tiempo no es cosa alguna que hayamos creado, sino que nos vemos inmersos en él, mucho más que en cualquier espacio que pueda rodearnos e identifiquemos. Y, en el tiempo, la vida es de otra dimensión, permanece aferrada en algo bien diferente e inconfundible, incapaz de cambiar de plano. 

La primera señal es esta. Nos encontramos entre personas, más que arrojados al mundo, que será secundario continuamente y decadente. La proindicación es la señal que avisa, no como freno, ni como límite, sino como guía. Y son muchas las proindicaciones que aparecen con el diálogo. 



viernes, 23 de abril de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (41)

Comienzo en 353d hasta 354c.



Es posible, y Sócrates ha hecho un ejercicio claro en esta dirección, conocerse a uno mismo. Ha quedado para el final lo que, de modo más tranquilo y pausado, debiera haber sido el inicio. El obstáculo era, lo que hemos visto, la rápida exterioridad, la excesiva exterioridad de quien sale de sí precipitadamente llena de miedos y preocupaciones: la ignorancia. Es aquí donde conviene situar, con enorme discreción, la separación entre la razón y los sentidos, que miran sin saber de su mirada, que escuchan sin saber la raíz a la que conduce y donde termina. 

¿Hacia dónde iría una sociedad que se conoce a sí misma? La justicia no puede tratar de otra cosa, sino esta. Y no hay sociedad que se conoce sin personas que en ella se conocen a sí mismas y conocen a otras, es decir, dialogan. Así como el alma tiene bellas capacidades, la sociedad sería en su expresión un orden que capacitaría aún más con la riqueza, la fuerza y el apoyo de los otros. Ahora bien, igual que la persona se desconoce a sí misma por estar dividida y encavernada, de igual modo la sociedad se corrompe con el fraccionamiento y la separación. 

¿El Sócrates que se esfuerza por conocer el alma es el mismo que se compromete absolutamente con el diálogo con el otro? ¿Tan profundamente conoce Sócrates su propia alma que en ella atisba, en su misma capacidad, una llamada al otro, un vínculo común y compartido? ¿Será esto eso que se llama "conocerse"? ¿En esta tarea se aprende a tratar al otro conforme a su dignidad? ¿Cuál es la escuela de libertad para todo esto?

Trasímaco asiste al boceto de la excelencia del alma en el que no había reparado ni lo más mínimo. Sólo había descubierto que las personas tenemos algo que nos convierte en únicos: la capacidad de acción, la acción. Con esa capacidad, cabe una pregunta muy sincera: ¿Tenemos voluntad suficiente para investigar la verdad y libertad suficiente para reconocerla? ¿Dónde si no en el alma está la verdad, se puede ver? 

Sin excelencia, "imposible". 

Así de simple, así de exigente. Por encima de la "fuerza" de la persona, existe una fuerza superior que se impone. La vida es la auténtica maestra, a la que cabe preguntar e interpelar, pero no llamar a dar testimonio por sí sola, sino en las personas. Una y otra vez, lo mismo. Así de sencillo. 

ἀνάγκη ἄρα κακῇ ψυχῇ κακῶς ἄρχειν καὶ ἐπιμελεῖσθαι, τῇ δὲ ἀγαθῇ πάντα ταῦτα εὖ πράττειν.

ἀνάγκη.

Lo que llamamos "destino", tan malamente comprendido, es precisamente lo innegable de la conclusión: del alma mala, acciones malas; del alma buena, acciones buenas. ¿De cuál de las dos opciones, sin que quepan más, está la justicia y de cual la injusticia? ¿Qué alma reflejan cada una?

Conclusión: el alma buena hace vivir bien y ser feliz. Trasímaco ya no puede más, al escuchar que la justicia es más provechosa: "¡Bien, Sócrates, ya tienes tu festín para honrar a la diosa Bendis." La diosa de la caza, que apresa. ¿Sarcasmo? 

Y Sócrates responde, con su connatural ironía. El último párrafo, lo copio por su riqueza enteramente. Es la traducción Gredos la que he ido leyendo y usando. Un esfuerzo que agradecer cuantas veces se presente la oportunidad de hacerlo. Ahí va, para seguir aprendiendo. ¿Volvemos a ... y allí lo veremos de nuevo?

"A ti te lo debo, Trasímaco -dije- por haber sido tan amable conmigo y cesar de irritarte. Si a pesar de eso no lo disfruto, no es por tu causa, sino por la mía. En efecto, tal como los glotones engullen vorazmente cada nuevo manjar que les sirven, antes de saborear en el anterior de modo adecuado, así me parece que yo, antes de hallar lo que debíamos examinar primeramente, o sea, qué es lo justo, lo he dejado de lado y me he abocado al examen de si lo justo es ignorancia o sabiduría y excelencia; y luego, al ocurrírseme la cuestión de si la injusticia es más provechosa que la justicia, no he podido de abstenerme de pasar del asunto anterior a éste; de modo que el resultado del diálogo es que ahora no sé nada. En efecto, puesto que no sé qué es lo justo, mucho menos he de saber si es excelencia o no, ni si quien lo posee es feliz o infeliz." 

ὑπὸ σοῦ γε, ἦν δ᾽ ἐγώ, ὦ Θρασύμαχε, ἐπειδή μοι πρᾷος ἐγένου καὶ χαλεπαίνων ἐπαύσω. οὐ μέντοι καλῶς γε εἱστίαμαι, δι᾽ ἐμαυτὸν ἀλλ᾽ οὐ διὰ σέ: ἀλλ᾽ ὥσπερ οἱ λίχνοι τοῦ ἀεὶ παραφερομένου ἀπογεύονται ἁρπάζοντες, πρὶν τοῦ προτέρου μετρίως ἀπολαῦσαι, καὶ ἐγώ μοι δοκῶ οὕτω, πρὶν ὃ τὸ πρῶτον ἐσκοποῦμεν εὑρεῖν, τὸ δίκαιον ὅτι ποτ᾽ ἐστίν, ἀφέμενος ἐκείνου ὁρμῆσαι ἐπὶ τὸ σκέψασθαι περὶ αὐτοῦ εἴτε κακία ἐστὶν καὶ ἀμαθία, εἴτε σοφία καὶ ἀρετή, καὶ ἐμπεσόντος αὖ ὕστερον λόγου, ὅτι λυσιτελέστερον ἡ ἀδικία τῆς δικαιοσύνης, οὐκ ἀπεσχόμην τὸ μὴ οὐκ ἐπὶ τοῦτο ἐλθεῖν ἀπ᾽ ἐκείνου, ὥστε μοι νυνὶ γέγονεν ἐκ τοῦ διαλόγου μηδὲν εἰδέναι: ὁπότε γὰρ τὸ δίκαιον μὴ οἶδα ὅ ἐστιν, σχολῇ εἴσομαι εἴτε ἀρετή τις οὖσα τυγχάνει εἴτε καὶ οὔ, καὶ πότερον ὁ ἔχων αὐτὸ οὐκ εὐδαίμων ἐστὶν ἢ εὐδαίμων. 

jueves, 22 de abril de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (40)

Comienzo en 353c hasta 353d.



Leer tiene su propio ritmo. Estos textos formaban parte del elenco de enseñanzas de la Academia. Más que memoria, sin más, tenían vida. Continuaban allí donde las dejó el discípulo preguntón del que todos decían aprender sin que él enseñara nada, salvo un par de cosas. La historia comenzó por la sabiduría en Delfos y enigmáticamente, es decir, lo que en la persona hay más allá de sí misma, capaz de trasportarle y darle algo más que mero conocimiento.

Sócrates sufre el "más" en su vida, que lo escala todo. Acepta que hay grados en la realidad, que no toda es igual, que no se puede conocer todo con los mismos instrumentos o herramientas, que se resiste el misterio cuando se fuerza y no se deja esclarecer, ni rozar siquiera por quien no está dispuesto y preparado para ello. El "más" brega entonces por una excelencia que arrastra como obligación y mide como criterio. Las preguntas, de hecho, ya tienen parte de la excelencia que se persigue porque abren las apariencias para investigar lo que es. 

Lo dicho ayer, que los sentidos, conforme a su excelencia, no yerran. Pero la posibilidad de equivocarse, engañar, confundir, ocultar está siempre presente y no puede disiparse ingenuamente. O excelencia, o falencia. O cumplen su función, o se vuelven disfuncionales. Con el peligro de no ser capaces de distinguir lo real de lo aparente. Con el peligro, ahora sí, de esclavizar y condenar, en lugar de servir de encuentro y deliberación. 

Hay bien y mal. Por lo tanto, mejoramiento o empeoramiento. Esto es, hacia la excelencia o hacia el malogro. Y, sea como sea, sin excelencia no cumplirán su función. Sean los ojos, sean los oídos, sean los ciudadanos o los gobernantes. A cada realidad le corresponde su excelencia para ser funcional armónicamente. ¿Es así? Trasímaco se deja llevar. Y Sócrates insiste, ¿aplicaremos a todas las cosas el mismo argumento? O, lo que es lo mismo, toda la realidad se rige por lo igual en sí que es distinto de todo lo demás, capaz de generar multiplicidad conservando en ellas el ser. 

Trasímaco dice que sí. 

Y Sócrates pregunta por el alma. ¿También el alma, Trasímaco? ¿También la vida, el principio de la vida, la vida original en cada persona, en toda la realidad viviente? ¿De qué está hablando Sócrates ahora? Hace un instante trataba de vista y ver, de oído y oír, de podadera y podar. ¿De dónde ha salido el alma?

ἴθι δήμετὰ ταῦτα τόδε σκέψαιψυχῆς ἔστιν τι ἔργον  ἄλλῳ τῶν ὄντων οὐδ᾽ ἂν ἑνὶ πράξαιςοἷον τὸ τοιόνδετὸ ἐπιμελεῖσθαι καὶ ἄρχειν καὶ βουλεύεσθαι καὶ τὰ τοιαῦτα πάνταἔσθ᾽ ὅτῳ ἄλλῳ  ψυχῇ δικαίως ἂν αὐτὰ ἀποδοῖμεν καὶ φαῖμεν ἴδια ἐκείνης εἶναι;

Bien. Después de esto, debemos examinar lo siguiente: hay funciones del alma que ninguna otra cosa distinta de ella podría cumplir. Por ejemplo, el prestar atención, el gobernar, el deliberar y todo lo de esta índole: ¿será correcto que atribuyamos estas funciones a otra cosa que al alma y diremos que son propias de ésta?  

¿El alma tiene algo que hacer en las personas? ¿El alma da a las personas la vida de personas, es la concreción primera, es un modo de decir encarnación de la vida? ¿Se trata de una locura? ¿El alma no es lo que no se ve? ¿Algo que no puede verse puede hacer algo, involucrarse entre lo que se ve de este modo? 

Ya sabemos del problema que trae esta palabra por todo lo que se ha intentado decir de ella a lo largo de la historia, por lo dicho. ¿No es el alma la apertura radical de la persona, su ser y también su historia y su capacidad última? ¿No es el alma para la persona su función primera y última? ¿No está ahí la vida?

Las funciones que cita ahora Sócrates del alma son tres y pueden ser muchas más. La primera: prestar atención. La segunda: gobernar. La tercera: deliberar. Se dirá de muchas maneras estas potencias y capacidades, estas posibilidades y "talentos". 

El poder, que fue el elemento distorsionador, envuelto entre dos enormes columnas. Platón se ha reservado para el final semejante maravilla. Lo primero es más poner cuidado y ser cauteloso que la atención al modo como sufrimos su ausencia en el siglo XXI. Tiene más relación con la prudencia que con mirar fijamente, aunque algo de fijación en cuanto a permanencia sí que tiene. Va de la mano del detalle, del examen fino, de la pregunta certera. El alma, según parece, igual que la podadora poda, capacita para filtrar y ejercer de criba. ¡Cuidado con lo que se deja pasar dentro, con lo que se escucha, porque se sufre y padece! ¡Con los sentidos por delante!

La deliberación, tal y como viene escrita, suena a ese encuentro público en el que conjuntamente se dirimía la marcha de lo común. La forma más antigua de decidir entre todos: juntarse, hablar y escuchar, presentar razones y tomar riendas y rumbos del destino, es decir, liberarse entre todos. De ahí, una vez más, la traducción nos conduzca en esa dirección y camino: de-liberación. ¿Quién y cómo se ejerce la libertad? Pues más en el espacio público que en la reserva personal, más en el encontronazo que es la vida y el despertar del alma que en la meditación solitaria de quien elude el compromiso. 

Del poder, atrincherado, ya no hay que decir más. Su potencia es la fuerza de la decisión custodiada, para que el alma no se embrutezca, para que el alma humana responda a su auténtica función, capacidad, altura, dimensión. La cerrazón del instinto y la respuesta pasional al margen de todo ello, pues obra sin distancia y sin respeto. Aquí, si hay algún poder que salga del alma, estará lógicamente ejercido y deberá ser fiel a la obligación que marca eso que después hemos dicho tantas veces y nombrado como "conciencia". ¿No es, en cuanto al alma, la palabra más certera para hablar del "poder auténticamente humano"? ¿Tiene algo que ver la conciencia con la sensibilidad, la finura y la atención? ¿Está, en sí misma, tan abierta al otro que se expanda en la deliberación? ¿Necesita esa "fuerza", compartida con la naturaleza, de atención y concordia? 

Si volvemos al párrafo, última cuestión que comento: hay una obligación que, de esta parte de la realidad que llamamos mundo, solo le corresponde al alma humana; nadie, sino las personas podrán hacerlo. Sustituir el alma por otros instrumentos menos apropiados para esta responsabilidad, ¿a dónde conduce sino a lo que llamamos desorden, incluso "mal"?¿A qué sigue sonando la expresión: "desalmado"?

miércoles, 21 de abril de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (39)

Comienzo en 352d hasta 353c.


La sensibilidad se educa permaneciendo, dejando resonar dentro lo que no nos corresponde íntimamente en su totalidad y que vemos que interfiere, modifica y los altera. Trasímaco y Sócrates lo han vivido en todo el diálogo una y otra vez. Semejante alteración, permaneciendo en ella, afina la sensibilidad en su capacidad de acogida y comprensión. Aunque nunca cerradamente. La discreción, como la finura, se afina. Y el encuentro, el choque con el otro, se profundiza. La comunión, la concordia, el acuerdo solo son posibles en la medida en la que habita en cada persona una presencia desbordante que se comunica a sí misma y nos hace -ahora sí- tan inteligente como inteligibles, para nosotros y para otros. 

Trasímaco no comprende. Luego es razonable. 

Sócrates ha preguntado, de otro modo, por la excelencia y el ejercicio de la excelencia. A vueltas con el caballo y el domador de caballos, siente pasión por los animales, al parecer. Es fácil recordar que sus últimas palabras unieron el destino de un gallo y el dios con quien se sabía endeudado. ¿El caballo tiene una función propia? ¿Es lo que él hace o lo que hace mejor? Y Trasímaco no comprende. 

Trasímaco no está afinado, no anda fino, todavía desconoce a Sócrates tanto como el contenido y sentido propio de sus preguntas, en las que no divaga, sino que peregrina. Trasímaco se defiende, esta vez más calmado que en otras ocasiones y sin atacar. Quizá aquí, otra vez, haya esperanza. Y esté diciendo lo que piensa y es, según las condiciones anteriormente puestas. Trasímaco no duda de su ignorancia. ¿Se agarrará a ella? ¿Se quedará ahí? ¿Hará algo más?

Sócrates vuelve al diálogo, pero de otro modo. Dejemos los caballos y vayamos a Trasímaco mismo, a la conciencia de sí, a la experiencia que tiene de sí mismo. ¿Se conocerá?

Veamos de este modo: ¿puedes ver con otra cosa que con los ojos? ¿Y puedes oír con otra cosa que con los oídos? ¿Sería correcto que dijéramos que ver y oír son funciones de esos órganos?

Tres preguntas, tres respuestas afirmativas. Se comprende ahora bien la cuestión de la "función", lo que le corresponde, lo que "debe hacer bien" si es que está en buen estado, si es que cumple con su obligación, con su sentido, con su "naturaleza", con su realidad. Palabras todas complejas y difíciles que, cuando salimos del terreno del ejemplo para mirar dónde apunta el sabio, quedan escasas. Sin embargo, queda indicado el horizonte. Vamos por ahí a investigar, a ver qué hay detrás de algo tan común y normal como que el ojo ve, el oído oye y todo lo demás responde a lo que es, todo actúa dinámicamente sin perderse. 

Sin embargo, bien sabemos que no es del todo claro, ni "tan así". Los muchos ojos ven, pero ven "de aquella manera". Y no digamos de los oídos, que van muchas veces por libre. Aunque sabemos ya que no es del todo así. Ambos son la persona, en realidad, constituyen su sensibilidad. Y es la persona, de algún modo, quien se vive a través de ellos, en no pocas ocasiones sin respetar ella misma su propia función y excelencia. Y, al ocurrir esto, al no dejar que vista o oído se den en lo que es su función propia, progresivamente se van deteriorando, corrompiendo, extralimitando, excediendo. O es la persona la que dice vivir esto a través de ellos, sin que ellos tengan culpa alguna en nada, ni hagan nada que no les corresponde realmente, ni puedan salir de su ser. 

Lo de antes hay que decirlo más claro. 

Por otro lado, hay tareas que se pueden hacer con múltiples instrumentos. A diferencia, claro, del oído que no puede ver, o la vista que no escucha. Es decir, caminos específicos e inespecíficos. ¿Se puede podar con diversos instrumentos o solo sirve uno? Y Trasímaco, que ahora sí lo va entendiendo, se deja conducir. En los ejemplos no hay riesgo. Aunque se pueda podar con cuchillo, cincel u otras herramientas "análogas", ¿alguna ha sido específicamente diseñada para ello?

Muchos matices, muchos. Realidades según su función, unas dadas en la persona y otras fabricadas por ella. La cuestión de la "analogía" planteada escuetamente, muy bien descrita desde la realidad misma. Es la vida la que lo plantea. Está tan ahí como en mí. ¿Despierto? ¿Comprendo el problema? ¿Las cuestiones? ¿Hacia dónde van, si no van en todas las direcciones? ¿Y la justicia?

Ahora sí comprenderás, Trasímaco. Ahora sí. Y Sócrates muestra cómo comprende bien a su interlocutor y sabe poner, al menos eso, los ejemplos concretos. Un humilde "creo", "opino", "percibo íntimamente" tu alma. ¿Pero hacia dónde extravían? 

νῦν δὴ οἶμαι ἄμεινον ἂν μάθοις ὃ ἄρτι ἠρώτων, πυνθανόμενος εἰ οὐ τοῦτο ἑκάστου εἴη ἔργον ὃ ἂν ἢ μόνον τι ἢ κάλλιστα τῶν ἄλλων ἀπεργάζηται.

ἀλλά, ἔφη, μανθάνω τε καί μοι δοκεῖ τοῦτο ἑκάστου πράγματος ἔργον εἶναι.

Para quien no recuerde la diferencia entre "tonto" e "ignorante", ahora Trasímaco es, según Sócrates, un auténtico "aprendiz" comprensivo y dispuesto. Es la justicia de Sócrates, que no discordia, la que lo ha hecho posible o lo va haciendo posible en el mismo diálogo. Lo más deseable, no salir de él jamás, no abandonarlo, no ceder ni darlo por perdido, continuar y perseverar, persistir, permanecer, continuar unido a la cepa, sin que nada ni nadie pode esa relación y su sabia. 

Sigue, sigue. ¿Cuál será la función de Sócrates y de Trasímaco? ¿Y del diálogo? 

ὀφθαλμῶν, φαμέν, ἔστι τι ἔργον;

ἔστιν.

ἆρ᾽ οὖν καὶ ἀρετὴ ὀφθαλμῶν ἔστιν;

καὶ ἀρετή.

La acción y la excelencia. ¿Tienen una "acción propia"? ¿Tienen entonces una excelencia, que apunta en alguna dirección, una finalidad por tanto, algo que realizar? ¡Sí!

No es complacencia, como en otros casos. Tanta brevedad es contundencia. Como aquello que se dice, que la respuesta no pase del "sí" o del "no", que quizá todo lo demás, por mucho matiz y sabiduría que pretenda mostrar, excede tanto a la persona que lo complica en raíz que termina dividiendo e incordiando, impidiendo la "homología", la unidad de vivientes y Vida-Razón. Al límite. Trasímaco al límite. Falta un paso para salir de sí y no volver a cerrar la puerta jamás. 

¿De los oídos? También. ¿De todas las demás cosas? Lo mismo. 

Hablando así, hablando ya "de todo" se habla de lo que es más común por tanto, de lo que más emparenta, aunque análogamente. ¿Y el término que permite hacer semejante afirmación? 

τί δὲ πάντων πέρι τῶν ἄλλων; οὐχ οὕτω;

οὕτω. 

En todo lo real hay una disciplina seria que aprender hacia la excelencia, la incapacidad de negarse, de contrariarse, de "airarse" o elevarse contra sí, de desdoblarse hasta perderse, de creerse lo que no se es, de salir de su contingencia alegando necesidad, de establecerse como fin de sí y todo en lugar de camino, de... ¡Se llama excelencia! Y no como se usa precisamente hoy, como disputa contra el resto de la humanidad por destacar, sino más bien al contrario: en nuestro caso sería tanta humanidad que encontrar concordia con todos los demás y la realidad entera; y no precisamente porque el justo no se encuentre con la injusticia, sino porque será el que jamás se separe del injusto o lo abandone a su suerte y destrucción, porque será el justo quien reconcilie impidiendo toda separación absoluta. Por eso la justicia es Nombre más de alguien que de algo.  

martes, 20 de abril de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (38)

Comienzo en 352a hasta 352d.



Curioso contraste. Sócrates habla de la amistad con los dioses, que posibilita la justicia, y Trasímaco se niega a responder maduramente por no volverse odioso (quizá ya lo ha conseguido) ante los amigos de Sócrates, a los que ni siquiera incluye como suyos, sino que los aleja, aparta sutilmente prefiriendo quedar solo. Así es él. A su lado Sócrates no disminuye su presencia. 

Que la respuesta de Trasímaco no oculte lo anterior. Porque la vida justa, tal como se está examinando, con la finura con la que se está mostrando, es apertura y relación más allá de uno mismo en concordia y reconocimiento. Lo cual es asombroso y está muy lejos de lo que se considera hoy bajo este concepto, como un ajuste de la persona meramente al margen que dan las leyes, sin que se hable tan a las claras de su "más allá humano". Los dioses quedan como amigos, tan cierto como que el injusto no quiere tener nada que ver con ellos. Pero lo mismo cabría decir de la realidad entera, si llegara el momento. La justicia es concordia que se extiende más allá de sí, pase lo que pase, reciba lo que reciba. 

Sócrates toma la palabra para hacer una gran intervención, aunque hace poco dijo que se limitaría a preguntar, sin más. Es probable que la posición de Trasímaco de lugar a esto. Y vuelve otra vez a empezar. Primero, que los justos se muestran sabios, mejores y más capaces de actuar; los injustos no pueden hacer nada juntos. Y anota algo, que ya ha dicho en relación al justo, que no hay probablemente una "pureza en la justicia", como está claro que no la hay en los injustos. Si fueran injustos, y solo eso, no harían nada. Luego, si hace algo, es porque no lo son absolutamente, no encarnan el mal absoluto, sino que cuando obran lo hacen desde otro flanco desde el que hay que revisar esa acción. 

Con una esperanza en el discurso que puede parecer incluso obscena llevada a esta o aquella realidad, se pone encima de la mesa algo fundamental: 

"Evidentemente anidaba en ellos algo de justicia."

ἀλλὰ δῆλον ὅτι ἐνῆν τις αὐτοῖς δικαιοσύνη,

¡Evidentemente! ¡Claro que sí! ¡Claro como la clara luna! ¡Cómo no se me había ocurrido antes! ¡Al injusto lo conocemos porque quiere obrar con justicia! ¡Qué lástima de intención, tan dolorosa!

Dan ganas de decir: "¡Que se quede con su injusticia y no aparezca nunca más! ¡Por favor!" Pero se conoce que lo de Sócrates va por otro camino, bien diferente. Porque todo lo que aparezca de Trasímaco lo hará, en su lógica, desde esa cierta justicia que es la única que permite obrar. Y así, si lo repite muchas veces y sigue dialogando durante mucho rato, algo se resitúe. 

Si lo pensamos bien, la justicia posee a las personas, según esto, de tal modo que jamás los abandona para siempre, ni en el peor de los casos, con tal de que hagan algo. Por así. La acción les sacará de la injusticia abismal, que los cerraría hacia sí de tal modo que solo cabría pensar en el egoísmo más aterrador. Pero, como un rayo de conciencia, toda acción necesita de la justicia, hasta la injusta. Y, si se hace, se hace pretendiendo la justicia más que la injusticia. Y Sócrates, cual columna, dice lo indecible, pronuncia lo insospechado e inesperado, la lógica se muestra tan radical como ilógica e incomprensible, misteriosa en estos derroteros. 

No ha terminado, la injusticia perjudica, como se puede ver. Pero no de tal modo que aniquile. Solo corrompe, cercena, empeora. Y, por si fuera poco, se queda tan cómodo y libre al decir que comprender mejor al discurso que está siendo pronunciado por él que al mismo Trasímaco. Cuando, a decir verdad, todos entenderán mucho mejor al joven sofista que al alumno preguntón ahora que está queriendo decir algo. A Sócrates la debilidad de la injusticia le parece evidentemente probada como incapacitante en grado elevadísimo, como egoísmo brutal, como cerrazón oscura y negra de la que no se puede salir; salvo que haya un rayo de justicia permanente e imborrable en lo profundo del alma humana; ese rayo, en el caso más oscuro posible, siempre dejará paso a una posible rehabilitación, a una nueva compostura. 

ταῦτα  μὲν οὖν ὅτι οὕτως ἔχει μανθάνωἀλλ᾽ οὐχ ὡς σὺ τὸ πρῶτον ἐτίθεσο:

Pura ironía, ironía y nada más. Queda en poco Trasímaco como parlanchín sin sentido al mismo tiempo que se hace comprensible el discurso que está lleno e incomprensible lo que está vacío. Lo hueco, expuesto, no se puede contener, recibir, ni hay palabra en esa voz que resuena. Sin embargo, el Discurso se escucha en la razón y en ella se convierte, como eco, en palabra. 

Tal es así, que Sócrates ni se detiene y avanza. Con largo recorrido, dilata la justicia para examinar su relación con temas cruciales: ¿Vida mejor? ¿Felicidad? Y, aunque ha quedado claro según él, vamos a volver a darle un repaso. Por si quedaran flecos, que siempre quedan, y todo se resolviera en la incapacidad de dar por cerrado algo de tanta seriedad y magnitud. 

Vamos con la pregunta: 

εἰ δὲ καὶ ἄμεινον ζῶσιν οἱ δίκαιοι τῶν ἀδίκων καὶ εὐδαιμονέστεροί εἰσιν,

Y es fundamental, porque dependiendo de lo que se considere, así se ve afectado el modo de vivir. La prioridad de la razón sobre la acción, que no está tan clara ni mucho menos, queda explícitamente tratada. Si todo fuera de otro modo, si lo pensásemos de otra manera, no viviríamos como vivimos. A las claras, para que no haya duda. No se trata de un "intelectualismo moral", como se vende comúnmente, sino de una "ética metafísica y viceversa", porque las ideas no son pensamientos, sino realidades con la vigencia en la persona que ni ella misma puede negarles presencia, entrada, ejercicio y cumplimiento de lo que son. Esto, que alguna pretendida filosofía quiere negar, es, en realidad, el inicio mismo de la propia filosofía. Darle un golpe y hacerlo desaparecer es algo así como querer seguir en pie con pies segados (ni siquiera de barro). Por eso la filosofía socrática -y toda la razón en su amplitud- trabaja en verdad con respeto sagrado por la realidad en su conjunto y jamás debería haber sucumbido a la tentación de crear nada.