sábado, 20 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 20.

Los colores, que se hicieron a conciencia mudos, impulsaron el nacimiento de las palabras desde sus entrañas. Supieron conciliarse, ocuparon sus espacios. Las palabras quisieron destacar más y terminaron por tener su mundo propio. De vez en cuando, pocas veces y escogiendo entre los más a las mejores, aparecen como originalmente -creadas- amándose mutuamente sin rencores. Es entonces, solo entonces, cuando la mirada que ve el espectáculo guarda auténtico silencio, no dice nada de la nada y solo escucha todo de lo concreto. Duele en su encuentro todavía los rescoldos quemados de su falta de unidad. Imposible regreso al paraíso perdido. Nunca sabremos qué fue realmente lo primigenio. Quienes lo cuentan, nunca jamás pasearon allí, ni lo olieron. Ojalá vuelvan nuevos tiempos, dicen algunos, incomodándose en su sofá, prematuro asilo. Ojalá cambie el mundo para salir de casa y no ser sacudido por el mal gusto. Ojalá regrese, como el poeta, donde he nacido y me alimenten como recién parido. Ojalá pudiera olvidar lo que he visto. Ojalá la ternura danzara igual para todos con sus bellos ojos abrazándome calentito. Ojalá al tener hambre de verdad me lo explicaran todo como a un niño. Ojalá mi regla máxima fuera compartir sin sufrimiento haciendo amigos. Ojalá no tuviera que hacer más que recibir espíritu. Ojalá... Ojalá... En tanto ojalá aspirado por el egoísmo el día a día yace incómodamente perdido. ¿Qué tengo entonces que ver contigo, vida mía? Anuncia, si es posible, que todo será transformado por un niño. 


Los bucles en los que Borges encierra sus claros relatos estaban ahí previstos para ser destejidos con el asombro del hilandero y la pericia del alfarero. Traídos de allí hasta aquí, desterrados hacia suelo virgen en el silencio del lector entretenido. Es con él con quien juega el sabio compartiendo camino. Es con él con quien la maestra aprende del imprevisto. Es con él y con su desconocido espacio con quien nutre el discurso lo que vendrá o ha sido. Es con el observador clavado en el infinito con quien el arte dialoga revelando sus giros. Es con el amigo de la vida con quien la nube se refresca y se engrandecen los olvidos. Es con el amargo triturar del dudante con quien la inteligencia preguntas nuevas ha parido. Es con su amante respondona con quien se ensayan alentadores caminos que conducen la humanidad donde todavía no hay nada, ni ha vivido. Es en sus fértiles vestigios en la pausada travesía donde el reguero se incrementa y busca fin y salida. Será allí, en lo distinto, no aquí en la deshomología. Será el corazón cansado el que dé algo de justicia y orden en su quebranto. Será y no seré, será y no lo verán estos ojos. Será, lo digo confiado, más paz que descalabro. No será la utopía la que yo haya imaginado. Una única verdad firme y resplandeciente tengo: todas las personas buscarán de dónde vengo. 




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