sábado, 13 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 13.

Tengo dos sueños en los que ya no me encuentro. Hay agitación en las plazas. Nadie mira para no sentir desconsuelo. Qué más dará lo que se hace cuando no se busca hacer nada. Los colores de la vida desenmascaran la artificialidad. En lugar de ponerla en valor denuncian la hipocresía. La sonrisa y la palabra falsa ya no pueden ocupar más espacio. Crujen las ruedas de los carros que se van a desmoronar. Lo que hoy es fantasía terminará siendo ridículo polvo de olvido. Los más reales consiguieron escapar entre ruidos. Insultos les proclamaban solemnemente. Es la anormalidad del evento, la subnormalidad de la presunción, el hiperrealismo de la carcajada. Sigue musculado el truco. Todo se sostiene por el trato con sus siervos. Todo terminará esclavizantemente. Y se oirán cadenas sujetas por perros.


Si se pudiera renombrar la mirada. Si se pudiera volver a ponerle nombre. Si los ojos nos dejasen mirar hacia dentro y deshicieran las pantallas. Si las pupilas fueran realmente huecos por los que entrar agachados. Si las pestañas nos encerraran ahí dentro. Quién se atrevería a dar el paso y abrirse a lo desconocido. Si los esencial fuera -realmente- visible en ellos. Si se enmarcaran y abandonaran. Si se recortara todo lo demás en su contorno. Si la duda no fuera capaz de alcanzarlos. Si fuera capaz de protegerlos del sufrimiento. Si no pudiesen contemplar más que la vida y, en ella, solo lo más humano. Si no retuvieran tanto horizonte. Si no se perdieran en sus extremos. Si no estuvieran atentos a lo que ocurre. Si vivieran a merced del viento. Si no se empobrecieran con los años. Si no se enriquecieran con lamentos. Si todo fuera transparencia infinita. Si cabalmente hablaran así callados. Si se limitaran a su misión y al tiempo. Si se encontraran entre ellos novedades. Si el mundo solo fueran ojos, qué bello. 



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