lunes, 28 de febrero de 2022

LISIS. Día 41. (Platón, 212d - 213a)

De dónde viene Sócrates es la pregunta con la que comienza este diálogo. Sin más, un encuentro fortuito en la calle, rodeando las murallas, y ahora se las ve hablando de la amistad y del amor. La precisión con la que tratamos en ocasiones estas palabras viene precisamente de que alguien como él las problematizara. Es difícil comprender la evolución que han tenido. Aunque hay varias, no hay que pensar que se tratan con la finura con la que alguien, después de siglos de recorridos, puede pensarlas. Es más, quizá tanta vuelta nos sitúe de modo ignorante ante lo que vivimos, como en un juego dialéctico más que en la verdad y la realidad. 

Menéxeno intenta decir lo que puede y lo que le parece más sensato según el momento. Ya se encarga su interlocutor de hacer memoria de lo que va ocurriendo. Si en un diálogo tan breve hay contradicción, no digamos a la hora de vivir "de verdad". Parece que aquí está permitido todo, pero se trata de tomar la palabra para asegurar la vida. No al revés. Ya le ha avisado Sócrates de que ahora parece distinto lo que dice a lo que antes ha dicho. A ver qué hace. 

Seguimos. 

No hay, pues, amigo de los caballos, si los caballos no le aman, ni amigos de las codornices, ni amigos de los perros, ni del vino, ni de la gimnasia, ni del conocimiento, si el conocimiento, a su vez, no le corresponde. O ama cada uno a estas cosas no siendo en verdad amigos, y el poeta se ha confundido cuando dice: "Feliz aquel que tiene por amigos a sus hijos y tiene caballos de pezuña única y un huésped extranjero."

Al menos a mí no me lo parece, dije. 

Entonces, ¿a ti te parece que dice verdad?

Sí. 

O sea, el amado es amigo del amante, al parecer, oh Menéxeno, ya le ame o le odie. Es lo mismo que pasa con los niños que acaban de nacer que aún no aman, o con aquellos que odian si son reprendidos por su madre o por su padre, y que, incluso en el mismo momento en que odian, son extraordinariamente queridos por sus progenitores. 

A mí me parece que es eso lo que pasa. 

οὐδ᾽ ἄρα φίλιπποί εἰσιν οὓς ἂν οἱ ἵπποι μὴ ἀντιφιλῶσινοὐδὲ φιλόρτυγεςοὐδ᾽ αὖ φιλόκυνές γε καὶ φίλοινοι καὶ φιλογυμνασταὶ καὶ φιλόσοφοιἂν μὴ  σοφία αὐτοὺς ἀντιφιλῇ φιλοῦσι μὲν ταῦτα ἕκαστοιοὐ μέντοι φίλα ὄνταἀλλὰ ψεύδεθ᾽  ποιητήςὃς ἔφη—“ὄλβιος παῖδές τε φίλοι καὶ μώνυχες ἵπποι

καὶ κύνες ἀγρευταὶ καὶ ξένος ἀλλοδαπός;

οὐκ ἔμοιγε δοκεῖ, ἦ δ᾽ ὅς.

ἀλλ᾽ ἀληθῆ δοκεῖ λέγειν σοι;

ναί.

τὸ φιλούμενον ἄρα τῷ φιλοῦντι φίλον ἐστίν, ὡς ἔοικεν, ὦ Μενέξενε, ἐάντε φιλῇ ἐάντε καὶ μισῇ: οἷον καὶ τὰ νεωστὶ γεγονότα παιδία, τὰ μὲν οὐδέπω φιλοῦντα, τὰ δὲ καὶ μισοῦντα, ὅταν κολάζηται ὑπὸ τῆς μητρὸς ἢ ὑπὸ τοῦ πατρός, ὅμως καὶ μισοῦντα ἐν ἐκείνῳ τῷ χρόνῳ πάντων μάλιστά ἐστι τοῖς γονεῦσι φίλτατα.

ἔμοιγε δοκεῖ, ἔφη, οὕτως ἔχειν.

Necesito salir de los términos para verlo de otro modo. La amistad qué es. O antes, qué le ocurre a la persona para no bastarse a sí misma y andar, como a tientas, buscar asiento. Y que no le valga cualquier cosa, de las muchas que hay por ahí, y requiera un diálogo con otro, una relación con otro semejante. Porque Sócrates aquí anda con un "amor" por algo que es solo interés, curiosidad, preocupación, atención particular, cariño o similares. A los caballos se los ama, pero de un modo especial de amor. Y Menéxeno podría haber protestado y haber dicho que no todo es lo mismo. Porque se supone, por su misma experiencia, que el amor al otro es bien distinto al amor a tantas otras cosas o a la vida misma en ellas o a nuestro reflejo en ellas. No verlo, como no se ve, es natural. 

Porque el amor no se ve venir como amor. Como tampoco es fácilmente identificable en uno mismo. Por salir de nuevo de los términos en los que trata Sócrates el tema, se podría decir de muchas maneras diferentes esta "filía" respecto de unos y de otros. Quizá haya un amor específico de unos y otros y lo interesante sea ver cómo ese ímpetu en uno mismo hacia fuera de sí en todos ellos se mueve de forma diferente. De tal modo que solo hablemos del amor como una salida de sí mismo que busca asiento fuera, que lo pretende al menos, pero que no se da de igual modo en unos y en otros. En otras personas, en otros semejantes parece que es más fácil trasmitir y comunicar ese amor porque el otro, igualmente en nuestra situación y con su carne propia, buscará lo mismo. Parece que ambos comprenderán igualmente la situación, pero no es así. 

En el caso final que trata es evidente. El amor no se muestra melosamente como amor, porque el amor no es eso. El amor para mostrarse como amor tendrá que aparecer como algo distinto al amor mismo. De modo que la otra persona no ve ante sí amor alguno, sino algo diferente hacia lo que el amor mueve. El ejemplo de los padres con los hijos puede servir de paradigma, aunque con sus limitaciones. En esa relación no se dan más que presupuestos y obligaciones que no se saben cómo vivir. De hecho, lo más original es que un padre y una madre no sepan cómo amar a quien deben amar. En otros casos, fuera de este paradigma original, ambas personas suelen hacer camino con la pretensión de que ambos entienden lo que están viviendo y cómo hacer lo que deben hacer para amarse. No solo se trata de huir estrategias contra los egoísmos varios y sus muchas limitaciones y fracturas, sino de descubrir qué es amar juntos. 

En lo que no cedería, pero Menéxeno se ve arrollado por la situación, es a la confusión de todo bajo la palabra amor y a que el amor sea inútil y no haga nada, no provoque nada, no afecte de ningún modo. Por ingenuo que sea. El que ama se transforma en amante. El que se pretende como ser amado tiene también que hacer algo para recibirlo, y no siempre se responde rápidamente ante lo que sucede en la vida. Bien pudiera ser que coja por sorpresa que alguien nos ame. Bien pudiera ser que, a diferencia del amor, no hay tal ímpetu por "dejarse amar", por la pasividad. Precisamente porque lo propio de la vida es un dinamismo que excede a la persona y la saca fuera. El vacío que deja un dejarse amar pasivo totalmente, en el que la persona no es, ni aparece, ni se le espera, es terrible. En la mera pasividad no hay recepción del amor. 

Por lo tanto, perdón por lo que voy a decir, el amor a las cosas y a otros seres, en tanto que no reciben amor en tanto que amor, no son equiparables a la persona que ama y que se ve en la obligación de responder a quien la ama. 

Sorprende igualmente que la respuesta al amor pueda ser el odio. Pero es verdad. 

No puedo comentar algo importante, que solo anoto: el amor a la sabiduría. Añado que los casos son distintos. Y que ahora así, quien ama a la sabiduría se ve amado por la sabiduría en tanto que se transforma en una especie de amigo de ella, en un cercano a ella. A diferencia de otras realidades. Y vuelvo a repetir que el problema no es la reciprocidad, sin más, sino la capacidad de acoger el amor en tanto que amor. A la sabiduría se le supone distinguir lo verdadero de lo falso, por tanto reconoce el amor en tanto que amor venga como venga y de quien venga. 




sábado, 26 de febrero de 2022

LISIS. Día 40. (Platón 212c - 212d)

Es difícil encontrarse con alguien que quiera lo mejor y pida lo mejor. Lo normal es vérselas con alguien que, aunque diga que te aprecia y valore mucho, incluso te adule y halague y regale los oídos, termine diciendo que hay que relajarse un poco, no tomarse las cosas muy en serio y disfrutar de la vida. Lo normal hoy es que, por si fuera poco convincente, te muestre un montón de cosas de cómo funciona la vida en el mundo y cómo la gente mira solo por sí mismo. Y así. Hasta que, de vueltas, te tocas con alguien que te necesita de verdad y te pide que no te andes con remilgos, ni miramientos y que ofrezcas tu versión más elevada y posible. He pensado mucho sobre esto a propósito de otras lecturas, que ahora sé que también han leído bien a Sócrates y Platón y este Lisis. Como no suelo citar, seguiré sin hacerlo. Pero es verdad que esto es así. Muchos dicen que aman, pero revelan que no aman tanto porque, al final, se conforman con cualquier cosa y no buscan ni quieren lo mejor. Sin embargo, si eres de verdad amado, es decir, de verdad se te pide lo mejor, entonces las cosas se ponen difíciles. 

Quizá por eso Lisis termina donde termina, quizá por eso el diálogo con Menéxeno empieza por aquí, porque no va de otra cosa que de amor. No de dialogar sobre el amor, sino de intentar amar. Con Lisis uno termina entristecido porque se ha humillado muy por debajo de su humanidad. Con Menéxeno pinta mal, porque ha claudicado muy rápidamente, ha dejado de mirar al amor y se ha conformado con cómo funciona el mundo. Del amor no sabe, pero ya es experto en las cosas del mundo y no duda. A Lisis le humilló y perdió su ensoñación y gloria. A Menéxeno le ha derribado su plácida sumisión al mundo, sin mayor decisión. 

Seguimos. 

Y también en este caso, dije yo, uno ama y el otro es amado. 

Sí. 

¿Quién, pues, de ellos es el que ama?, ¿el amante al amado, ya sea correspondido o ya sea odiado, el amado al amante? ¿O, por el contrario, ninguno, en este caso, es amigo del otro, si ambos no se aman entre sí?

A primera vista, es así. 

Pero ahora nos parece distinto de lo que nos pareció antes. Porque entonces, si uno ama, aman ambos, pero ahora, si no aman ambos, no ama ninguno. 

Es muy probable, dijo. 

Así pues, no hay amigo para el amante, si no es correspondido. 

Creo que no. 

πότερος οὖν αὐτῶν ποτέρου φίλος ἐστίν; ὁ φιλῶν τοῦ φιλουμένου, ἐάντε καὶ ἀντιφιλῆται ἐάντε καὶ μισῆται, ἢ ὁ φιλούμενος τοῦ φιλοῦντος; ἢ οὐδέτερος αὖ ἐν τῷ τοιούτῳ οὐδετέρου φίλος ἐστίν, ἂν μὴ ἀμφότεροι ἀλλήλους φιλῶσιν;

ἔοικε γοῦν οὕτως ἔχειν.

ἀλλοίως ἄρα νῦν ἡμῖν δοκεῖ ἢ πρότερον ἔδοξεν. τότε μὲν γάρ, εἰ ὁ ἕτερος φιλοῖ, φίλω εἶναι ἄμφω: νῦν δέ, ἂν μὴ ἀμφότεροι φιλῶσιν, οὐδέτερος φίλος.

κινδυνεύει, ἔφη.

οὐκ ἄρα ἐστὶν φίλον τῷ φιλοῦντι οὐδὲν μὴ οὐκ ἀντιφιλοῦν.

οὐκ ἔοικεν.

No sé de dónde me saqué que el diálogo entero tiene problema en conjugar la gratuidad y la reciprocidad. Mi primera solución, a propósito de esta parte, fue pensar que mientras ambas se mantengan separadas no habrá amistad posible. Por cierto, que todo lo anterior es sobre la amistad, no sobre el amor. Que en ocasiones doy saltos inapropiados para un buen occidental formado, capaz de distinguir formas distintas de amor, pero no saber qué tienen todas ellas en común salvo que se enseñan en la misma taxonomía. Vuelvo al tema. Pensé que no eran conjugables por separado, pero cuando se juntan se produce algo extraño porque tienden a desaparecer una de las dos o a ser innecesarias. Es como si la reciprocidad matara la gratuidad y la gratuidad acabase con la reciprocidad. Es difícil salir de ahí teóricamente. Muy difícil. Con los años pensé que, inevitablemente, la prioridad era de la gratuidad. Se da lo gratuito y luego lo recíproco. Entonces se distingue el amor de la amistad, en ese salto. Pero la gratuidad se mantiene, salvo por el roce cotidiano. La reciprocidad, si no es en la gratuidad, es verdad que ahoga la gratuidad. Luego, sea como sea, la gratuidad debe mantenerse y solo se puede dar en el sacrificio de uno por el otro. Porque de no ser así la amistad termina por ser algo muy diferente del amor. Si quiere ser amor tiene que ser gratuito. Perdón por la reiteración y repetición permanente del deber y del tener que ser de tal o cual modo. No entiendo que pueda ser de otra manera. 

Es lo que aquí se discute, se debate. Todo inclina, como no puede ser de otro modo para quien ha aceptado los postulados de "la realidad inmediata" que hay distinción entre amante y amado y que, por tanto, es imprescindible la reciprocidad. Ahora, después de lo anterior, pienso sinceramente que ese comercio de amores y ese mal llamado diálogo entre ellos, es su forma más destructiva, porque entra en un cálculo que no le corresponde. El amor solo se da, solo se da y se recibe. Pero no hay intercambio entre amores. No se ama con el mismo amor que se recibe. Se recibe amor, como "ser amado". Se acoger como "ser amado", pero no se ama en ese momento. Es diferente, realmente diferente. Luego el que ama siempre lo hace gratuitamente, si es amor. Y siempre quiere lo mejor para el otro. El amor es salida de sí, no complacencia en sí mismo. 

Pero quizá Menéxeno no pueda saberlo todavía porque no ha examinado suficientemente bien lo que es el amor. 

El amor, en tanta gratuidad, es una locura. Lo han dicho muchos. Y deja de ser tal cuando se quiere hacer cuerdo. Su razón de ser, su racionalidad profunda, contradice directamente el cálculo, la mesura. Es esperanza porque se da, no por lo que espera. Y es amor porque ama y empieza, por tanto, se da cuando todavía no ha recibido. Y su dinamismo es ese. Y otra cosa diferente es ser amado. Insisto, diferente. Tan diferente que no se conoce, sorprende. Lo normal, dicho sea de paso, es rechazarlo. Coincido en que lo más difícil, y lo pienso desde hace mucho, mucho tiempo para lo poco que he vivido, es más difícil dejarse amar que creer que se ama. En quien cree que ama hay una potencia en movimiento. En quien debe dejarse amar lo habitual es que no sepa ni cómo se hace tal cosa, salvo confiando y exponiéndose. 



martes, 8 de febrero de 2022

LISIS. Día 39 (Platón, 212c)

No abandono la lectura de ayer, la irónica. La que plantea a quien habla bien del amor que siga así, pese a las dificultades. Y Sócrates asume aquí el papel de probador, de preguntador por lo que parece más inmediato, el que refleja la debilidad del amor que no es capaz de vencer, ni convencer siquiera a quien ama. Si es que realmente ama, no podrá dejar de amar. Porque el amor permanece, precisamente en tanto que el amante no se da a sí mismo el amor con el que ama. Y, sin embargo, está Sócrates cuestionando eso, para ver si Menéxeno sabe sobre lo que dice, o cambia de versión y la abandona. Si la abandona, deja solo incluso al amor, muestra que no sabe del amor del que dice saber, por tanto lo ignora. Y lo ignora porque no lo ha vivido. Porque quien lo ha vivido, lo sabe. El amor no puede dejar de amar. El amor no puede ser otra cosa que amor. Y quien es amado, no siempre sabe cómo recibirlo, cómo sabe qué hacer con él, no sabe de la gratuidad del amor que le ama y que solo se acoge con idéntica gratuidad. Así que Sócrates sigue. Y al seguir, Menéxeno se baja de la argumentación. Sócrates se ha hecho el ignorante del amor y ha examinado a Menéxeno que no ha visto en Sócrates un ignorante, sino que le cree sabio y, por tanto, deja el amor y se va con las palabras de Sócrates. En lugar de afianzarse en el amor, sucumbe a las preguntas. Qué lástima. Con lo fructífero que hubiera sido el camino que abandona. Qué pena que no diga que el amor es débil, porque es libre y busca libertad, pero que no puede dejarse de ser respecto de otro lo que es respecto de sí. Y que el amor al otro no es amor a sí mismo, porque si fuera amor a sí mismo entonces tendría que odiar a quien no se deja amar. Pero el amor es amor con otro como consigo, en debilidad. 

Odio y amor. ¡Qué mal se comprenden cuando, de forma tan natural, se ponen casi al mismo nivel o como dos caras de la misma moneda! ¡Qué difícil de vivir y explicar ambas! 

Sigue. 

¿Y no pasa también que el amante es odiado? Cosa así parece que tienen que soportar los enamorados por parte de sus predilectos; pues amando todo lo que pueden, unos, sin embargo, creen que no son correspondidos, otros, que son odiados. ¿O no te parece esto verdad?

Sí que me parece verdadero, dijo. 

Y también en este caso, dije yo, uno ama y el otro es amado. 

Sí. 

τί δέ; ἆρα ἔστιν καὶ μισεῖσθαι φιλοῦντα; οἷόν που ἐνίοτε δοκοῦσι καὶ οἱ ἐρασταὶ πάσχειν πρὸς τὰ παιδικά: φιλοῦντες γὰρ ὡς οἷόν τε μάλιστα οἱ μὲν οἴονται οὐκ ἀντιφιλεῖσθαι, οἱ δὲ καὶ μισεῖσθαι. ἢ οὐκ ἀληθὲς δοκεῖ σοι τοῦτο;

σφόδρα γε, ἔφη, ἀληθές.

οὐκοῦν ἐν τῷ τοιούτῳ, ἦν δ᾽ ἐγώ, ὁ μὲν φιλεῖ, ὁ δὲ φιλεῖται;

ναί.

Muchas cosas. Muchas de golpe. Paro. ¿Qué relación tiene el que uno sea amante y otro sea amado? ¿Que uno ame significa que el otro es amado, como quien da una bofetada y quien es abofeteado? ¿No será más bien que uno ama y, siendo eso cierto, el otro tiene que hacer algo para recibir el amor y que no vale con hablar tan fácilmente, y como si tal cosa, de "ser amado"? Es decir, ¿no será eso de ser amado algo mucho más activo que el pasivo en el que hablamos comúnmente? ¿No será dejarse amar lo que hace primeramente el amado y por eso es vencido y en él, con su libertad, el amor actúa? ¿Y no será el que llamamos que "es amado" alguien a la espera de su reacción respecto del amor, que todavía no ha empezado? ¿Y no será "ser amado" una forma más de "amar", de "confianza en el amor"? 

Entiendo, por cierto, que en todo esto hay una conversación que todavía no se ha dado sobre el amor, no solo sobre su naturaleza, esencia y demás en profundidad, sino sobre su realidad más palmaria. No una mera descripción de formas que comprendemos como amor, sino sobre el amor mismo. Una lógica ciertamente distinta, quizá nombrada sin ser realmente comprendida y muy misteriosa por sí misma. Qué es eso que se llama amor que es posible hasta dar la vida y que enfrenta a la muerte, que se deja matar y la ningunea. 

Pobre Menéxeno que se las ha visto tan rápido con la realidad sin estar del todo preparado para ella y aceptarla tal cual se presenta sin sentido alguno, sin dirección, sin nada. Es más, podríamos haber planteado al revés la cuestión y dejar en pie todavía la respuesta del joven. Que insisto en que, a mi entender, ha dicho la verdad más grande antes, y no ahora que repite que es verdad lo realmente no lo es. El amor une. La "filía" es unidad. El amor que ciertamente desconocemos muy habitualmente es unidad. Y encarnación es meterse bajo la piel, en la carne misma, y no una mera contextualización de las grandes cuestiones adaptándolas a la cultura del momento. Esto lo digo aquí en medio de otras muchas letras para que se lea poco. Que algunos parece que no saben de mayor realidad que la de su contexto, pese a que confiesan que todo ha sido creado por Dios. Yo sigo, un paso atrás. A Menéxeno se le pregunta, y él responde, como si fuera más amante que amado. Porque las personas se ven muy torpemente y muy rápidamente en el lugar del que ama y no en el lado del que recibe el amor. Y, pese a todo, si están vivos es porque primero fueron amados. Aunque lo hayan olvidado. Platón me permite en su distinción volver atrás y vérmelas con eso. Que el amante no es el primero, no es, en el caso de la persona, quien lleva la voz cantante. El que ama es primero, pero no es primero el hombre que ama sino el hombre que es amado. La persona, mejor dicho. La persona es tal en tanto que ha sido querida, si queremos, deseada. O fruto del deseo y del amor. Y no se trata de las personas que a su vez se aman, sino de otro amor primero. Que es el que luego descubrimos actuando en nosotros con los años, especialmente cuando nos enfrentamos a la muerte, con sus rostros. Lo digo aquí también, enredado en palabras. Que así se lee poco y nadie dice nada luego. 

Por cierto, que algo que sí que se debería considerar bien es que el amor y el bien, una vez que aparece, despiertan con frecuencia odio y mal. Que se lo pregunten al Señor Jesús. Evidentemente, Dios conoció a Sócrates. Religiosamente hablando es indiscutible. Pero no hace falta que nadie invoque estas dos "personas" de la "historia". Con que nos revisemos... Tanto como amantes como amados. Cuántas veces vemos ya, con absoluta claridad, que nos amaron mucho y reaccionamos con rechazo al amor. 



lunes, 7 de febrero de 2022

LISIS. Día 38. (Platón, 212b - 212c)

Como Menéxeno ha sido grandilocuente en su respuesta, rápidamente llega Sócrates con su pregunta problematizadora y de espíritu realista, pegado a lo concreto, queriendo salir de lo más concreto. Como el diálogo socrático son preguntas y respuestas, y no intervenciones sueltas, quien responde puede temer que le cuestionen y le interroguen, que diga lo que piensa y no que diga cualquier cosa. Es decir, que la pregunta va dirigida a que piensa lo que ha dicho, por empezar por algún sitio, no sea que realmente se esté creyendo que es su verdad o que la verdad es esa, lejos de la vida. Y este es el modo de entrar en la verdad, a través del golpe y el choque con una pregunta que te devuelve a la realidad. O la realidad que golpea en el discurso del diálogo. 

Menéxeno ha respondido que los amigos son iguales, y probablemente diga el ideal y su verdad mayor cuando hay amistad. Sócrates avanza. 

¿De qué hablas?, dije yo. ¿De modo que llegan a ser amigos entre sí, aunque sólo sea uno el que ame al otro?

A mí, al menos, así me lo parece, dijo. 

¿Cómo? ¿No ocurre, a veces, que el amante no es correspondido por aquel a quien ama?

Ocurre. 

πῶς λέγεις; ἦν δ᾽ ἐγώ: ἀμφότεροι ἄρα ἀλλήλων φίλοι γίγνονται, ἐὰν μόνος ὁ ἕτερος τὸν ἕτερον φιλῇ;

ἔμοιγε, ἔφη, δοκεῖ.

τί δέ; οὐκ ἔστιν φιλοῦντα μὴ ἀντιφιλεῖσθαι ὑπὸ τούτου ὃν ἂν φιλῇ;

ἔστιν.

Entonces... Extrañeza. Menéxeno dice una barbaridad y, aunque se pregunta por ella, sigue respondiendo que es así como piensa y como vive. Pero de segundas, con un ejemplo, de pronto se contradice. Así de sencillo para él. Que ha dicho ya dos cosas diferentes entre sí, aunque dice que sabe de lo que es semejante. Algo que no parece estar viviendo tal cual. Por un lado dice que son amigos semejantes y por otro que no lo son. El mismo Sócrates introduce la diferencia, que no va a borrar por ahora, al hablar de uno que es amante y otro que es amado. Y, siendo tan diferentes las dos formas, la activa y la pasiva, no se puede decir en modo alguno que sean semejantes. 

La pregunta de Sócrates se incrusta en la respuesta fácil y grandilocuente. No creo que Menéxeno haya dicho ninguna barbaridad, pero una vez más la realidad demuestra lo contrario. Entonces, con qué nos quedamos. Con la intuición directa de Menéxeno o con lo que hay. Sócrates se vuelve a lo que hay, que parece lo más evidente de lo evidente. Desde ahí, quizá, se deba construir una respuesta y no desde el corazón joven de Menéxeno. O no. Me quedaría con Menéxeno, si no tuviera que ver también lo que dice Sócrates. Porque lo real en el amor es cómo resisitr lo que Sócrates ahora presenta como lo más real y lo más evidente. Y seguir amando. Esa es la verdadera ironía en este diálogo. Tomar a Menéxeno en su primera intuición como alguien que dice la verdad, libremente. Y que viene, quizá, de un tiempo con el dios en las fiestas de esta palestra. Pero esta es mi torpe e ignorante interpretación. Y que Sócrates, lo que está haciendo, es ver si resiste un poco, al menos un poco. 

Menéxeno no resiste. Cede. Ahora le parece más evidente que quien ama no logra amar realmente y no transforma al amado. Y que el amado no siempre es agradecido, ni recibe el amor gratuitamente. Y entonces, quien es amado, tiene la culpa, al responsabilidad por no acoger el amor del amado. Quien ama es libre, quien es esclavo es quien no es capaz de recibir el amor. Esta es la ironía, insisto. Este diálogo es más profundo visto al revés, en su no evidencia, en su dialéctica, en la intuición directa del joven. 

Sigue Sócrates. Parece que a la primera Menéxeno aguanta. Pero no a la segunda. ¿No ocurre...? Ocurre. ¿Y lo que ocurre es la verdad? ¿Nos tenemos que quedar con eso, con que esa es la verdad? ¿La verdad la dice el que no acepta ser amado? ¿O la verdad la tiene quien ama? ¿Qué le pasa a quien ama y no es amado? ¿Deja de amar? ¿Por qué alguien se resiste al amor y cómo?

Seguimos. 

¿Y no pasa también que el amante es odiado? Cosas así parece que tienen que soportar los enamorados por parte de sus predilectos; pues amando todo lo que pueden, unos, sin embargo, creen que no son correspondidos, otros, que son odiados. ¿O no te parece esto verdad?

Sí que me parece verdadero, dijo. 

τί δέἆρα ἔστιν καὶ μισεῖσθαι φιλοῦνταοἷόν που ἐνίοτε δοκοῦσι καὶ οἱ ἐρασταὶ πάσχειν πρὸς τὰ παιδικάφιλοῦντες γὰρ ὡς οἷόν τε μάλιστα οἱ μὲν οἴονται οὐκ ἀντιφιλεῖσθαιοἱ δὲ καὶ μισεῖσθαι οὐκ ἀληθὲς δοκεῖ σοι τοῦτο;

σφόδρα γε, ἔφη, ἀληθές.

Oh. Menéxeno no lo ve, no es capaz de contestar a Sócrates sosteniéndose donde ha comenzado. Va cediendo. No comprende, como quizá muchos no comprenderán, que quien ama y no es correspondido deba seguir amando. Y que el problema está en quien no es capaz de recibir el amor. Y que el amor que pone Sócrates en marcha es un amor con predilecciones, es decir, un amor en cierto modo imperfecto, si es que amar a unos significa tener la posibilidad de no amar a otros o incluso odiarlos. Y que ese amor que no es a todos, sino con predilección, tiene su parte terrible y dolorosa. Y que no es un amor por tanto elevado a lo máximo, sino que es un amor caprichoso. Porque está aquí el juego. Porque es aquí donde está el asunto. 

Ahora Menéxeno dice que conoce el amor y también la verdad. Y yo voy pensando en esta pequeña meditación que si no van de la mano, ni el amor es tal, ni la verdad es tal. Pero es mi meditación. Ya digo que desde el prisma de la ironía socrática, queriendo Sócrates proba en Menéxeno si puede resistir en lo que dice y afronta el mal que se da en el mundo. Que no es tanto que no haya amor, sino que no se recibe. Para una persona cristiana, como es mi caso, es el gran mal, el origen de todo mal: no dejarse amar por el Amor y lo que se sigue directamente de ahí.  





domingo, 6 de febrero de 2022

LISIS. Día 37. (Platón, 212b)

Sócrates apela directamente a algo vivido. Pero al hacer reflexión sobre ello, ¿se mantiene lo que se vive tal cual o se puede mover su imagen y desdibujarse? Sócrates pregunta directamente a Menéxeno y Lisis por su vivencia mutual, por eso que llaman amistad y que no ponen en duda, precisamente porque algo hay que, al ser nombrada, se puede limitar y configurar, puede recibir una forma concreta y enmarcarse en un horizonte concreto de relaciones, pero ¿al mismo tiempo se pierde lo que tiene de directo, de real, de inmediato? ¿Es el paso por lo mediato de las palabras y del pensamiento una forma de examen sobre lo que hay, o también comporta una liberación y purificación en la idea, que se refleja precisamente en su vivencia, permitiendo otro campo distintos de comprensión y un horizonte diferente? ¿Qué le interesa realmente, la vivencia o la búsqueda de ese otro horizonte? ¿Qué es lo más real?

Al mismo tiempo, insisto en que toda la meditación sobre el "deseo" y la "voluntad", sobre el querer en sentido amplio, hoy es recibida con una subjetividad que, a mi entender, no se da en Sócrates como en nuestro tiempo. Hoy hemos hecho tal elogio de la subjetividad y hemos confundido lo personal y lo propio de tal modo que no notamos, si quiera un poco, que el querer aquí descrito hay algo que no nos pertenece. Lo decimos retóricamente, metafóricamente o literariamente como "ser habitados" sin tomar en serio esta inhabitación personal, de una vida que es vida personal y, por eso mismo, no meramente apropiada. La antropología actual recurre entonces a un problema de subjetividades dentro de una subjetividad que no termina de hacerse cargo de una dimensión personal que sea al mismo tiempo transpersonal y trascendente. A mi entender, la reducción inmanente de nuestro tiempo, como un pecado que justifica el egoísmo radical, no da cuenta del profundo significado de la persona y su vida. El alma de los antiguos no es la subjetividad. Es mayor que la subjetividad. Si la amistad es, por tanto, un alma en comunión en dos personas, una unidad por encima de diferencias y divisiones más que evidentes, ¿qué quiere decir en este caso "ser persona" o "ser personal"? 

Más que individuos aislados, con la responsabilidad ética y moral que conlleva, se trata de "ser personal", allí donde la persona aparece, donde la persona se muestra, donde "ser persona" se concreta. Y esto es algo que no se puede dar de modo tan individual como promete nuestro tiempo. No se revela sin comunión. Y a esta comunión libre, en términos un tanto pobres de libertad y autonomía, suele llamarse amistad. 

Por eso Sócrates llama "don" a lo que viven. Entiendo. Lisis y Menéxeno son vivientes de la amistad, por lo tanto es su vida la que deben reflejar y mostrar. Si es que hay amistad, aparecerá. Nunca perfecta. Ahí tendrán que vérselas con algo superior, con algo que les sobrepasa y desborda con su objetividad. No es la objetividad de la vivencia la que manda, sino la objetividad de lo que la vivencia apunta lo que gobierna la amistad, lo que la hace a un tiempo real y precaria, concreta y abierta, dinámica y siempre en riesgo y peligro. Junto con la vivencia de la persona está su libertad permanentemente abierta. 

Sigue Sócrates, preguntando. 

Dime, entonces. Cuando alguien ama a alguien, ¿quién es amigo de quién, el amante o el amado, o el amado del amante? ¿O no se diferencian en nada?

En nada, dijo, me parece que se diferencian. 

καί μοι εἰπέἐπειδάν τίς τινα φιλῇπότερος ποτέρου φίλος γίγνεται φιλῶν τοῦ φιλουμένου   φιλούμενος τοῦ φιλοῦντος οὐδὲν διαφέρει;

οὐδέν, ἔφη, ἔμοιγε δοκεῖ διαφέρειν.

Es muy complejo. Como es la primera pregunta, a las bravas y directa, queda entreabierta la cuestión, sin más. Dónde se pone el acento. En la acción. La acción que transforma la realidad o la reconoce. Más bien la reconoce. La acción que está motivada, como antes Sócrates apunta, por un deseo, por una voluntad. Cuál es la voluntad en la relación entre personas, la voluntad dominante. Puede haber muchas voluntades, quereres, deseos o intereses. No todas estas palabras reflejan lo mismo, pero todas hablan de algo que hay que se concreta en la acción. Es algo anterior a la vida de la acción que puede ser vida o no. El deseo profundo de Sócrates viene de la vida y se concreta como vida que busca vida. Pero qué pasa cuando la motivación primera no es la vida propiamente, sino el perro, el caballo, el dinero o la fama. Entonces es diferente, porque aunque en lo concreto pueda tener forma similar, no es en realidad lo mismo más allá del aparecer a simple vista. En un examen de su aparecer se verá, y es lo que Sócrates pone de manifiesto, que tendrá algo que nos indica que hay algo diferente. 

El amigo es el que hace amistad. No quien recibe la amistad. Esto no se da en reciprocidad, porque la acción es propia de cada persona. Una acción que se vuelca sobre sí mismo, como toda acción, en la que la persona se hace es una acción que, en el caso de las relaciones interpersonales, también hace en el otro algo, le afecta de algún modo. Una acción humana afecta decisivamente a la persona que la hace porque le revela, en algún grado su ser personal y su situación en el mundo, pero también afecta a otros. De ahí que, aunque ciertamente no haya objetivación brutal y brutal de las personas, que siempre quedan en el misterio, se da un aparecer y un cambio, un movimiento, un dinamismo. La acción es la posibilidad abierta para la persona. No es su tiempo, sino su forma lo que está en juego. 

Sócrates pregunta algo sencillo. ¿Quién es amigo: el que hace la amistad o quien la recibe? ¿Hay diferencia entre ambos?

En el caso de la amistad, lo singular es la reciprocidad. No puede darse una amistad como tal sin que los dos estén implicados en ella, sin que la amistad les supere, por así decir, o se sitúe en medio de ambos constituyendo a ambos de algún modo. No es vida que se exterioriza y se cosifica, sino espíritu que vincula, une y genera esta relación para ambos mutua. Vida que llama a la vida. Por eso es fundamental que las acciones de la amistad nazcan lo más puramente posible de la vida misma. Algo que, dada la edad de los participantes en este discurso, es imposible que conozcan reflexivamente todavía, pero igualmente es posible que se den en esa libertad. 

Menéxeno, que responde rápidamente, parece destruir con su respuesta al amante y al amado, como si no conociera en su propia vida la diferencia entre amar y ser amado, entre el don que se da y el don que se recibe. Lo cual es muestra de su precipitación, en la que pueden caer muchos de primeras. Sócrates ya le hará avanzar. Ya se ve el siguiente paso, irónico. Pero Menéxeno dice algo que hay que considerar bien. Y es que ambos están en una mutua relación. No es que no sean diferentes, que lo son, sino que están en algo mutuo y común, y ahí se ven de forma diferente a sí mismos. 

La respuesta es, sin duda, un tanto despersonalizante. Piénsatelo bien. Que todos conocemos la diferencia entre amar y ser amados y la sorpresa de que alguien que ama sea amado realmente. Por cierto, que el amor es más que una posesión de un espíritu, aunque tenga algo en el mismo amor que supere nuestra vida. Una vida que afronta la muerte. Cada día lo tengo más claro. El amor es lucha contra la muerte. El amor es la insignificancia de la muerte. 



sábado, 5 de febrero de 2022

LISIS. Día 36. (Platón, 212b)

Comienza la guerra en Ucrania. Lamento enormemente que estas cosas sucedan en el mundo. Ancianos de hoy en Ucrania que nacieron durante la IIGM y que no morirán en paz. 

Llevo días con este párrafo de Platón en la cabeza, dándole vueltas, viendo palabra por palabra. Por un lado se habla de la existencia de una voluntad honda, que nace de la persona, más allá de todo lo demás. Por otro, de una voluntad que se aferra a algo, de una voluntad que adquiere forma según lo que aspira, según aquello a lo que tiende. Por otro, de una voluntad, por tanto, que es configurada en tensión y diálogo con lo diferente a sí misma. Pero también de una voluntad que lo que quiere y busca es simplemente su querer y su búsqueda, y a eso le llamamos amor. Una voluntad que aspira, que tensiona, que no cede a nada del mundo y, surgida de la vida, aspira a la vida, pero ya no en sí misma, sino en otro. A eso llamamos amor. A la vida que se muestra deseándose a sí misma, pero en otro. Que conserva en ese movimiento su vitalidad al referirse a la vida misma y no dejarse atrapar en su salida por ninguna realidad del mundo, que resiste a su mundanización. No sé cómo decirlo mejor. 

Siempre me queda la incógnita de la lectura irónica de la obra de Platón, en su conjunto, y más cuando Sócrates habla tan tajantemente. Y solo percibo la ironía en la exageración, en el desprecio de todo lo demás. Porque no tengo a Sócrates por un ignorante de las condiciones de la vida en lo concreto. Pero sí que, como una bofetada dialética a todos los oyentes, se muestra a sí mismo como un ejemplo casi imposible de un ser que supera el mundo y que dice que es posible superarlo todo en el amor. Habría que recuperar la lectura de otros textos de Platón, que estos días también he ojeado.  

Se habla de "amistad", no sé si con la precisión y diferencias que hoy atribuimos a tal palabra. Percibo que esta traducción no es adecuada porque desvía la atención de lo importante, que sería una mutua pertenencia, una relación común. En cierto modo simétrica y a la vez asimétrica. Sin considerar que esto sea una negación, sino un modo precisamente de aludir a la unidad sin eludir la diferencia. Integración, quizá. Podría haber sido un camino que la palabra "filía" hubiera podido tomar como rumbo para mostrarse, más allá de la elección de un vínculo. De ahí que pueda ser extrapolable, como tal, a la humanidad entera más allá de lo selectivo del concepto actual, aunque se realice como posibilidad en lo concreto más que en lo universal. No puede darse, y esto también es asombroso, más que en lo concreto aunque la filía propiamente no lo sea. Y es identificable, definible, que le gustaría decir a Sócrates, en el rostro del otro. 

La ironía socrática resuena en el desprecio por todo aquello que, sin embargo, forma parte integral de la amistad, como se había examinado al inicio, con mayor ironía por ser el principio de la conversación con ambos jóvenes. Entonces se apelaba a su unidad en todo, de aquí que no hubiera diferencias en nada entre dos amigos. Ahora se exhibe algo paradójico respecto a aquello, puesto que ahora se muestra la amistad en una pureza imposible, prescindiendo de todo lo demás. A la vez que, por tal desprendimiento, se puede llegar a considerar realmente la amistad en sí misma, la persona en sí misma alejada de lo demás mundano. Por bien que siga sonando, encarnación no es contextualización, como vida no es mundo.  

Sigo pendiente de muchas dudas y preguntas. Tendré que seguir adelante. Sin olvidar este párrafo, ni la conversación rápida del inicio. 



viernes, 4 de febrero de 2022

LISIS. Día 35. (Platón, 211d - 212b)

No se puede decir lo primero que se ocurra y, sin embargo, es la única manera de probar y examinar nuestra verdad. Mientras no se exponga lo que realmente se piensa, y se guarde a buen recaudo, se podrá imaginar que uno vive de una forma, pero sin consistencia. La consistencia la da la exposición y el diálogo, la prueba y no el juego. No son cosas de niños, pero cuándo iniciar en todo esto. Después, cuando la vida tenga ya un rumbo, quizá solo un acontecimiento fuerte sea capaz de mover algo las bases que nos vamos poniendo, y no tanto. Incluso un acontecimiento y un golpe brutal, se puede encajar o sufrir durante un tiempo para luego abandonarlo y recordarlo "a medias", sin que haya transformado aquello para lo que vino. Entre jóvenes, por otro lado, se va viendo cómo se asientan algunos principios y se reciben unos fundamentos, por la vía práctica, que no se han pensado. Ni siquiera se da tiempo para pensarlos. No sé si se tiene siquiera capacidad para pensarlos. Nada, que decimos que no se puede enseñar, y sin embargo se enseña, se ofrece y se obliga a asumir lo que es creído por muchos. La fuerza es la de los muchos. Conste. Los muchos, y no el diálogo y no la realidad, es la que fuerza un camino que transitar. 

Se invita a Menéxeno al diálogo. Habla Sócrates. 



Ahora mismo voy a hacerlo. Contéstame, Menéxeno, a lo que te pregunto. Hay algo que deseo desde niño, como otros desean otras cosas. Quién desea tener caballos, quién perros, quién oro, quién honores. A mí, sin embago, estas cosas me dejan frío, no así el tener amigos, cosa que me apasiona; y tener un buen amigo me gustaría más que la mejor codorniz del mundo o el mejor gallo, e incluso, por Zeus, más que el mejor caballo, que el mejor perro. Y creo, por el perro, que preferiría, con mucho, tener un compañero, a todo el oro de Darío. ¡Tan amigo de los amigos soy! Viéndoos a vosotros, a ti y a Lisis, me asombro, y os felicito porque, tan jóvenes, habéis llegado a poseer tal don, de una manera tan rápida y sencilla. Has logrado rápida y fácilmente que él sea tu amigo y tú, el suyo. Pero yo estoy tan  lejos de tal cosa que no sé de qué modo se hace uno amigo de otro. Por ello, dada tu experiencia, quisiera preguntarte sobre todo esto. 

Dime, entonces. Cuando alguien ama a alguien, ¿quién es amigo de quién, el amante del amado, o el amado del amante? ¿O no se diferencian en nada?

En nada, dijo, me parece que se diferencian. 

ἀλλ᾽ ἐρήσομαι, ἦν δ᾽ ἐγώ. καί μοι εἰπέ, ὦ Μενέξενε, ὃ ἄν σε ἔρωμαι. τυγχάνω γὰρ ἐκ παιδὸς ἐπιθυμῶν κτήματός του, ὥσπερ ἄλλος ἄλλου. ὁ μὲν γάρ τις ἵππους ἐπιθυμεῖ κτᾶσθαι, ὁ δὲ κύνας, ὁ δὲ χρυσίον, ὁ δὲ τιμάς: ἐγὼ δὲ πρὸς μὲν ταῦτα πρᾴως ἔχω, πρὸς δὲ τὴν τῶν φίλων κτῆσιν πάνυ ἐρωτικῶς, καὶ βουλοίμην ἄν μοι φίλον ἀγαθὸν γενέσθαι μᾶλλον ἢ τὸν ἄριστον ἐν ἀνθρώποις ὄρτυγα ἢ ἀλεκτρυόνα, καὶ ναὶ μὰ Δία ἔγωγε μᾶλλον ἢ ἵππον τε καὶ κύνα—οἶμαι δέ, νὴ τὸν κύνα, μᾶλλον ἢ τὸ Δαρείου χρυσίον κτήσασθαι δεξαίμην πολὺ πρότερον ἑταῖρον, μᾶλλον δὲ ἢ αὐτὸν Δαρεῖον—οὕτως ἐγὼ φιλέταιρός τίς εἰμι. ὑμᾶς οὖν ὁρῶν, σέ τε καὶ λύσιν, ἐκπέπληγμαι καὶ εὐδαιμονίζω ὅτι οὕτω νέοι ὄντες οἷοι τ᾽ ἐστὸν τοῦτο τὸ κτῆμα ταχὺ καὶ ῥᾳδίως κτᾶσθαι, καὶ σύ τε τοῦτον οὕτω φίλον ἐκτήσω ταχύ τε καὶ σφόδρα, καὶ αὖ οὗτος σέ: ἐγὼ δὲ οὕτω πόρρω εἰμὶ τοῦ κτήματος, ὥστε οὐδ᾽ ὅντινα τρόπον γίγνεται φίλος ἕτερος ἑτέρου οἶδα, ἀλλὰ ταῦτα δὴ αὐτά σε βούλομαι ἐρέσθαι ἅτε ἔμπειρον. 

καί μοι εἰπέ: ἐπειδάν τίς τινα φιλῇ, πότερος ποτέρου φίλος γίγνεται, ὁ φιλῶν τοῦ φιλουμένου ἢ ὁ φιλούμενος τοῦ φιλοῦντος: ἢ οὐδὲν διαφέρει;

οὐδέν, ἔφη, ἔμοιγε δοκεῖ διαφέρειν.

Voy por partes. Empieza sin preámbulos, aunque esto es un preámbulo. Si se recuerda lo que ocurrió antes, esta conversación realmente ya estaba iniciada. Menéxeno se ha perdido todo lo que Lisis ha dicho. Quizá Lisis ahora comprenda de nuevo las palabras, puesto que le sirve de repaso, y se vea a leguas de distancia de su compañero. Pero veremos qué sucede. Sócrates retoma el asunto casi donde lo dejó, con memoria. Entonces todo era de todos, los amigos eran uno porque lo compartían todo. Muy por encima de todo lo demás se valoraba la relación, el ser ellos únicos y diferentes de todo lo demás en una alianza extraña con el otro. Al menos así quedó. Más o menos. 

Sócrates sí hace preámbulo. Está claro. No va tan rápido como quiere el joven y expone larga y calmadamente el problema. Aquí están dichas ya muchas cosas. Muchas. Tanto que marea un poco vérselas en una conversación de precisión con una intervención tan cargada de sentidos, afirmaciones y derivadas, en la que Sócrates aparece por sí mismo y no dejando al aire las afirmaciones. Hace una descripción de sí mismo que le hace vivir la amistad. O, al menos, así parece. Va con menos prisa de la que parece, aunque corriendo. Esto viene de antes. 

Segundo, se interpela a Menéxeno directamente, como en tantos otros lugares de los diálogos. Se pide que se conteste a lo que se pregunta y nada más, que se afiance en la dinámica y fuerza de la lógica de las preguntas y respuestas. Y se quede ahí, en las respuestas. Y, aunque no aparece en la traducción, se refiere repetidamente al amor, al eros, a la pasión. De esto van a hablar. 

Junto al amor, el deseo. Junto a esa forma de amor, que cada vez tengo más claro que oculta lo que no dice, porque hablamos del amor sin saber qué es realmente y la palabra nos engaña haciéndonos creer que sabemos algo que no sabemos, el deseo. Sócrates dice que él, desde niño, desea cosas que otros no desean. O sea, que se separa no solo de las cosas, sino de sus congéneres. En este punto, conviene recordar su singularidad, que está mediada por la pluma de Platón. O no, y que sea un recuerdo vivo de algo que el mismo Sócrates dijo de sí. Estamos en la palestra, el lugar de los niños, por lo que Sócrates se remonta y se sitúa en la conversación como ellos, haciendo evidente con su recuerdo lo que para otros está escondido o oculto. En esta primera etapa de la vida, que luego el mismo Sócrates reconoce que se va aplacando, aparecen deseos que impulsan en el alma misma movimientos, por tanto decisiones, por tanto acciones, por tanto búsquedas. La insatisfacción consigo mismos hace que se busque lo diferente de sí y, en esta salida de sí, se encuentran, en ocasiones, con el otro, amigo de sí mismo, con un vínculo que los completa y satisface, que los realiza, que los recibe, que no los separa de sí sino que ofrece unidad y calma. A esta relación de encuentro, que se llama amistad a diferencia del eros divino, se accede participando y no solo siendo movido o recibiendo. De esto va el asunto. 

Sócrates se ve agitado en su infancia por lo que otros no eran agitados. Insisto, más allá de lo mítico, entre niños y jóvenes en la escuela se nota ampliamente esta diferencia. La equiparación común de la infancia bajo idénticas categorías es una traición mayúscula y un sometimiento. Sócrates da muestra de su diferencia respecto de otros. Qué le hizo desear lo que otros no deseaban, o no desear lo que otros deseaban, o desear algo que otros también deseaban aunque no lo supieran, o no desear lo que otros tampoco deseaban. Dónde está el origen, no lo dice. Queda ahí. Solo reconoce en él, en el conocimiento de sí mismo, quizá ahora con retrospectiva y en el diálogo, una diferencia. Se conoce más fácil a diferencia. Y hay que ser valiente, más en ciertas edades, para verse diferente. Si la diferencia rompe la unidad, la unidad luchará contra la diferencia. Pero ahí queda dicho. 

Se habla de cosas. De posesiones. De poderes. El deseo desea poseer. Y entre las cosas se citan caballos, perros, oro y honores. Si el deseo desea lo similar, lo que se dice de quien desea caballos es algo diferente de quien desea riqueza y honores. Aunque tanto caballos como perros, igual que oro y honores, será igual una búsqueda de posesión de lo diferente. Pero está claro que lo que más se omite en este deseo es la persona que desea y el otro similar a uno mismo, que no se desea. Y para qué se desea tanto y ciertas riquezas y honores. Y por qué envuelven estos deseos a toda una generación, salvo excepciones, en toda la historia por igual. Y de dónde viene su raíz, de posesión y de poder. Pues no se dice. Solo se constata entonces y se puede constatar igualmente ahora. Personas enteras volcadas, en el momento de desplegarse en el mundo, sobre el mundo mismo, atraídos por el mundo mismo con ávido ánimo de posesión. Salvo en lo que significa de diferencia respecto de otros. Porque tanto la riqueza como el honor son formas de separarse de los demás, de distinguirse, de hacerse únicos. 

Sócrates dice que todo eso a él le daba igual, le dejaba frío, sin moverle. Es preciosa esta comparación. Todo eso que a otros provocaba no tenía nada que ver con él. Sin embargo, mientras no "padecía" ese deseo, sí amaba profundamente la amistad. Y ponía en ello y aparece dicho, el amor más amor de todos los amores y la voluntad, más que el deseo. El deseo se diferencia, perdón si me equivoco, de la voluntad en que el deseo es más bien una pasión y en la voluntad interviene la persona por sí misma, que se conoce a sí misma y se mueve a sí misma. Es movida la persona, efectivamente, pero en un querer más que en un deseo, aunque siempre acontezca en ella algo diferente. Pero mientras el deseo obliga a quien no se domina a sí mismo, la voluntad es una persona que comienza a vivir por sí misma, siendo responsable de sí misma, lo cual no es poco decir. Y entre los jóvenes se puede ver, quizá más que entre los adultos que ya dan por supuesta su propia gobernanza y autonomía, es decir, su libertad. Los jóvenes tienen, viven mejor dicho, este momento de desear su libertad que saben que no tienen del todo. Conste que aquí Menéxeno está en desventaja, porque Lisis ya sabe algo que él ignora que ignora. 

Mañana sigo por aquí. Que hay mucha tela que cortar. Y es un párrafo bellísimo. 

jueves, 3 de febrero de 2022

LISIS. Día 34. (Platón, 211c - 211d)

No se me olvida que Sócrates trata aquí con niños sobre temas que no son de niños y que constituyen, para bien y para mal, la ciudad en sus mismos fundamentos. Así como en otros lugares se puede leer que son -nada más y nada menos- que las Leyes y ciertos mitos, aquí se ve cómo al inicio mismo de todo ello estarían más bien las relaciones, los vínculos. Y que si fuésemos capaces de verlos, aunque sea por un momento, libres de todas esas experiencias que nos hacen dudar de que realmente son posibles muchas cosas que sí son posibles aunque pensemos que son imposibles, otro gallo cantaría. 

Lisis, que ha sido humillado, se describe a sí mismo como alguien que ha sido "parado", "frenado", "contenido". Lisis habla como si una fuerza mayor que su propio ímpetu hubiera detenido su avance a la ligera en el mundo de lo real. Porque quien realmente enseña es la vida. Y Sócrates hace que la vida aparezca como la vida se muestra, aunque sea con preguntas. La vida también pregunta, ciertamente, pero se nos olvida que responde, y tiene por tanto palabra. 

En este excursus literario de poco más de una página, en el que el diálogo se ha detenido, hablando de amistad ahora se nombra a Menéxeno como un contrario de la misma, como un beligerante conversador que ha aprendido artes de la guerra de los discursos. En lugar de proveer al joven de amistades profundas, de amores por los que morir, lo que se dice es que tiene habilidades con las que dominar, someter, vencer y quedar por encima. Estas palabras, así empleadas, incluso dentro del recinto de la palestra, que no es más que un invernadero de ciudadanos para luego poblar el ágora y las instituciones, ya se esfuerza en no atenderse más que a sí mismo para sí mismo, en formas de egoísmo y no de compasión, de relación, de entrega. ¡Qué pena! Quizá estoy volcando aquí las penurias de la escuela en la que vivo o quizá nunca ha dejado de ser así y es una constatación del empobrecimiento de la educación desde hace siglos. 

El discurso es débil, frágil. En el hablar buscando la verdad, que debería ser todo diálogo, se accede con humildad situándose en una situación y actitud diferentes a los del dominio y la esclavitud. Pero esto es otro cantar. La humildad de la búsqueda de la verdad, la fortaleza de la pregunta más que de la respuesta. 

Ctesipo, que no es un joven, interviene. 

Estábamos hablando de estas cosas entre nosotros, cuando preguntó Ctesipo: 

Eh, vosotros, ¿qué hacéis ahí solos, sin hacernos partícipes de lo que habláis?

Al contrario, dije, íbamos a comunicároslo, pues éste no entiende lo que digo, pero afirma que cree que Menéxeno lo sabe y me pide que le pregunte. 

¿Y por qué no lo haces?

Ahora mismo voy a hacerlo. 

ταῦτα οὖν ἡμῶν λεγόντων πρὸς ἡμᾶς αὐτούςτί ὑμεῖςἔφη  Κτήσιπποςαὐτὼ μόνω ἑστιᾶσθονἡμῖν δὲ οὐ μεταδίδοτον τῶν λόγων;

ἀλλὰ μήν, ἦν δ᾽ ἐγώ, μεταδοτέον. ὅδε γάρ τι ὧν λέγω οὐ μανθάνει, ἀλλά φησιν οἴεσθαι Μενέξενον εἰδέναικαὶ κελεύει τοῦτον ἐρωτᾶν.

τί οὖν, ἦ δ᾽ ὅς, οὐκ ἐρωτᾷς;

La conversación se interrumpe casi a voces por Ctesipo. Lo que ya muestra lo contrario de lo que trata el diálogo. Nada de amistad, sino una imposición, una implicación violenta y exigente. Si se lee con cierta paz, resulta agresivo Ctesipo al inmiscuirse de este modo, de lejos incluso. En el fondo, ¿cómo no contáis con nosotros para vuestra conversación, siendo nosotros los que realmente sabemos de estas cosas? Da la sensación de que se trata como si fuera un partido, un juego de los que había en la palestra, o una carrera a la que no se les invita por miedo a que ganen como siempre. Desde esta prepotencia se irrumpe. 

Coincide, por otro lado, con la salida hacia ellos, pues ya se estaba hablando de que estaban cerca. Así que, con tranquilidad, se incluye en la conversación a Menéxeno, dejando a Ctesipo que considere que esta es su primera victoria. Y se hace por el camino por el que el mismo Sócrates ha criticado anteriormente a Hipotales: la adulación. Y es verdad que a quien se adula, si no tiene consistencia, se hincha y se pierde aún más. Así que esta primera palabra de Sócrates hacia Menéxeno y su maestro sofista son ya un primer debilitamiento, un primer golpe que va a recibir creyendo lo que no es y confundiendo, facilitando de igual modo que se sitúe en la conversación con tranquilidad y así sea visto lo que sabe realmente. Menéxeno se sienta abrigado por Sócrates. Realmente se dice que parece que el joven "tiene ideas", que "entiende", que "posee imágenes" de lo que se está tratando, que "ha visto" lo que ellos están buscando. O algo así. Pero queda por encima. 

Aquí, como en tantos otros diálogos, se va en busca de quien sabe. Recordemos el motivo por el que Sócrates sale al ágora y a la ciudad. Si alguien dice que tiene idea de algo, si cree que tiene idea de algo, hay que preguntarle. 

Qué impaciente se muestra Ctesipo. 

Y así empieza la conversación con Menéxeno, ante la atenta mirada de su maestro. ¿La tomará en serio o hará de ella un ejercicio más de su dialéctica? ¿Bajará y descenderá a su propia verdad, se humillará?



miércoles, 2 de febrero de 2022

LISIS. Día 33. (Platón, 211b - 211c)

Todo este parón que hay en la conversación filosófica es una especie de metaanálisis de la conversación filosófica. Me faltan conocimientos para adentrarme en todo lo que se dice con detalle. Me gustaría poder hacerlo. Solo atisbo unas cuántas diferencias. La conversación que no se da sin las personas con sus propiedades, con sus cualidades, con su disposición para el diálogo, pase lo que pase. A lo que podría llamar apertura, frente a la cerrazón de quien entra en la conversación para que nada ocurra y dar solo su opinión sin intención alguna de modificar nada y salir victorioso. Mejor dicho, la cerrazón de quien entrará en la conversación para no mover su posición personal creyendo que así es como mejor se muestra y como alcanza el bien. O, dicho de otra manera, quien participa en un diálogo sabiendo todo y usando ese momento de encuentro para imponerse a los demás, como en una batalla. Por eso el título que se da a Menéxeno es particularmente llamativo, frente a lo que se dice de Lisis y a la actitud dócil de Sócrates que va y viene, viene y va. 

Sorprende, por otro lado, que Sócrates haya dado por felizmente terminado el encuentro con Lisis y que no lo quiera retener más, mientras que el mismo Lisis humillado sea quien desee más conversación y que se digan más cosas, y que se use ese mismo diálogo con Menéxeno para ver cómo responde. 

Recuerdo que todo esto trata del amor. Luego hay alguna relación entre el amor y el diálogo. Supongo que algunos puntos son para todos evidentes. Otros quizá queden ocultos y tengan que esclarecerse. Porque no puede ser que nos movamos en estos términos siempre. Es más, parece que algunos conviene, después de este diálogo, deshacerse de ellos lo antes posible. 

Más allá de que Menéxeno sea un "disputador", un "guerrero en la conversación", alguien de guerra más que de paz, alguien de enfrentamiento, se apunta que es discípulo de un sofista, de Ctesipo. 

Por partes. ¿Para qué quiere Lisis que Sócrates dialogue con Menéxeno?

Por Zeus, que lo sé dijo, y de qué manera; por eso, quiero que tú dialogues con él. 

¿Para que haga el ridículo?, le dije. 

No, por Zeus, sino para que lo frenes. 

¿Cómo?, le dije. No es nada fácil, pues es un hombre hábil, discípulo de Ctesipo. Por cierto, que ahí lo tienes, ¿no lo ves?, al mismo Ctesipo. 

En griego. 

ναὶ μὰ Δίαἔφησφόδρα γεδιὰ ταῦτά τοι καὶ βούλομαί σε αὐτῷ διαλέγεσθαι.

ἵνα, ἦν δ᾽ ἐγώ, καταγέλαστος γένωμαι;

οὐ μὰ Δία, ἔφη, ἀλλ᾽ ἵνα αὐτὸν κολάσῃς.

πόθεν; ἦν δ᾽ ἐγώ. οὐ ῥᾴδιον: δεινὸς γὰρ ὁ ἄνθρωπος, Κτησίππου μαθητής. πάρεστι δέ τοι αὐτός—οὐχ ὁρᾷς; — Κτήσιππος.

En la pregunta de Sócrates, ya que Lisis insiste, se ve si Lisis quiere que haga con Menéxeno lo mismo que ha hecho con él, pero parece que no. Lo que Lisis interpreta de lo ocurrido no es humillación, sino "un frenar", "un apaciguarse", "un resistir" su ímpetu. Quiere que pase eso, que sea accesible, que no se muestre así. 

Se dice de él que es hábil, siendo discípulo. O precisamente como discípulo. Es decir, que bajo la influencia del sofista Ctesipo ha ido ganando orgullo en su escuela, entre los discípulos, como orador difícil de resistir, como alguien que se impone en la argumentación fácilmente. No sabemos si esto se da solo entre los niños o si se ha convertido en un niño que también somete a los adultos. Es decir, la encarnación del convincente, del que se presenta como sabio y al que todos recurrirán y entregarán lo que tienen, pronto a realizar el éxito de someter familia, vecinos y ciudadanos. Alguien, por lo tanto, sin amigos, que no trata en igualdad a nadie, alguien cuya dignidad se ha tornado orgullo. Casi da miedo ponerse a hablar con él, porque según parece sabe mucho del arte de hablar para gobernar.

Y lo mejor es el detalle que viene ahora.

No te preocupes de nadie, Sócrates, dijo, sino ve y habla con él. 

Así que soy yo el que he de hablar, le dije. 

μηδενός σοι, ἔφη, μελέτω, ὦ Σώκρατες, ἀλλ᾽ ἴθι διαλέγου αὐτῷ.

διαλεκτέον, ἦν δ᾽ ἐγώ.

Tremendo consejo. Que hace reír y recuerda la defensa de Sócrates. Un buen momento, sin duda. O sea, que Sócrates debe hablar sin que nadie le preocupe, sin preocupación por nada, sin temor de los otros. Solo dialogar, hablar con él. Nada más. Es decir, que ande sin cuidado de nadie, que de nadie se preocupe. 

Quizá el diálogo mejor de todos los posibles sea ese en el que se habla sin poner demasiado cuidado y diciendo las cosas que hay que decir, centrados únicamente en la pregunta y la respuesta, en la búsqueda de la verdad. O, al menos, sin perder de vista esto, sin atender demasiado a la complacencia del que oye, sin hablar para adular y complacer. Quizá sea el mejor diálogo para la filosofía misma, no tanto para el prestigio de quien dialoga, ni mucho menos para buscar complacencias en otros. Hablar sin miedo tiene su repercusión. Y ya sabemos cómo termina. Aunque al principio, quizá a unos pocos y solo a unos pocos, pueda resultar agradable, esto termina en juicio. Y si en la defensa se mantiene la misma actitud, entonces termina en cicuta. No hay que olvidarlo. Este diálogo entre jóvenes se escribe sabiendo lo que vendrá después. Y que el compromiso con filosofía es un compromiso con la verdad que no teme y lucha contra la muerte. 



 

martes, 1 de febrero de 2022

LISIS. Día 32. (Platón, 211a - 211b)

Lisis acepta. Será "como Sócrates" para Menéxeno. Así que, como se puede leer, se da por cerrado el diálogo de alguna manera. Es una retirada socrática en toda regla, que se deja ver en un segundo plano por un instante. Como diciendo que la conversación siga, que continúe. Y, con cierto humor, le pide a Lisis que, en el caso de que algo se le olvide, que pregunte sin miedo la próxima vez que se vean. No le falta humor. Por dos motivos. Primero, porque trata a Lisis con la misma ingenuidad que Lisis quiere tratar a Menéxeno, como queriendo reproducir la conversación en los mismos términos. Segundo, porque le pide a Lisis que, en la mecánica de la conversación, no se pida nada. Algo que no tiene mucho sentido. Lisis cree que todo será igual siendo él quien responda a siendo él quien pregunte. No tiene ningún sentido. Pero se va. Sócrates se va de la conversación igualmente. 

Procura, entonces, le dije, recordarlo lo mejor que puedas para que se lo comuniques todo claramente. Y si llegases a olvidar algo de ello, pregúntame de nuevo la primera vez que me encuentres. 

Así lo haré, Sócrates, me dijo, y con todo detalle, puedes estar seguro; pero dile alguna otra cosa que yo pueda escuchar también, hasta que sea hora de ir a casa. 

No tengo más remedio que hacerlo, dije, puesto que tú lo mandas; pero mira cómo me puedes ayudar, caso de que Menéxeno intente contradecirme, ¿o es que no sabes lo disputador que es?

πειρῶ τοίνυν, ἦν δ᾽ ἐγώ, ἀπομνημονεῦσαι αὐτὰ ὅτι μάλιστα, ἵνα τούτῳ σαφῶς πάντα εἴπῃς: ἐὰν δέ τι αὐτῶν ἐπιλάθῃ, αὖθίς με ἀνερέσθαι ὅταν ἐντύχῃς πρῶτον.

ἀλλὰ ποιήσω, ἔφη, ταῦτα, ὦ Σώκρατες, πάνυ σφόδρα, εὖ ἴσθι. ἀλλά τι ἄλλο αὐτῷ λέγε, ἵνα καὶ ἐγὼ ἀκούω, ἕως ἂν οἴκαδε ὥρα ᾖ ἀπιέναι.

ἀλλὰ χρὴ ποιεῖν ταῦτα, ἦν δ᾽ ἐγώ, ἐπειδή γε καὶ σὺ κελεύεις. ἀλλὰ ὅρα ὅπως ἐπικουρήσεις μοι, ἐάν με ἐλέγχειν ἐπιχειρῇ ὁ Μενέξενος: ἢ οὐκ οἶσθα ὅτι ἐριστικός ἐστιν;

Se introducen varios temas. El primero, creer que la conversación puede prescindir de quienes hablan en ella y se puede reproducir sin más con otros interlocutores. Como si Sócrates fuera prescindible para la conversación socrática. Y Lisis para la conversación lisiática. Aunque Sócrates deja hacer sin más, para ver si, quizá de ese modo, se dé cuenta de que la imitación en este caso es imposible. En la conversación solo cabe implicarse en primera persona. Lo cual ya lo hemos escuchado en otros momentos, en los que Sócrates pide que la persona con la que se hable hable siempre por sí misma y diciendo la verdad. Esto es imprescindible. Lo otro no es una conversación. Será otra cosa. Pero no una conversación. Sin embargo, da muestra de hasta qué punto la educación "sofística" estaba presente en la ciudad y cómo la "memoria" y el "olvido" son "usados, más que vividos." No me detengo en esto último. 

Segundo tema, la intervención de Lisis. Se compromete al "todo detalle" y pide también a Sócrates que diga algo más para que él pueda escucharlo. Como un niño, "hasta que pueda ir a casa". Revela de forma interesante cómo todavía no distingue entre la diatriba y la filosofía. Simplemente está ahí. Le pone término, como si se pudiera hacer eso. No tiene vínculo y relación con todo lo demás. Pero quiere "escucharla". 

Tercero, se introduce una cuestión importante, para ver si Lisis se da cuenta. Menéxeno no es igual que Lisis. A la atención y docilidad en la conversación que ha mostrado, quizá por la edad, se contrapone la actitud de Menéxeno que todos conocen. Él disputa. Por lo tanto, dificulta el diálogo. Siempre me quedará la duda de cuál es lo que Sócrates admiraba más. Si el mero responder a preguntas o si realmente quería una conversación en la que hubiera preguntas de otra parte. Porque él no responde casi nada. Está claro que quien pregunta no es que estorbe, sino que profundiza. Pero también hay conversaciones que no se pueden dar porque hay enredos, porque quien tiene que participar lo embarra todo, lo impide. 

En este sentido, Lisis hace posible el diálogo y Menéxeno se presenta como el que lo impide. Lisis es afortunado entonces porque puede vivirlo, aunque vivirlo sea sufrirlo. Y no parece que le haya hecho daño la humillación causada, el despiste general. Se muestra vigoroso y deseando más. Lo cual sirve para dejar claro que todo intercambio de palabras no es una conversación, no es un diálogo. En esto tendríamos que tener evidencia de que las palabras no siempre se dan y se ofrece, sino que se pueden usar para impedir el diálogo mismo desde dentro del diálogo mismo. Hay palabras que ofrecen resistencia a la misma razón, al otro.