miércoles, 3 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 3. Cientos de vidas de distancia

Otro lugar igualmente impermeable y finito. Ahogadas sucesivamente las novedades todo movimiento continua rectilíneo. Las pequeñas fricciones de las rutinas sirven para mejorar el sistema. No hay choques de ningún tipo imaginable. Lo que se ve, lo que se escucha reiteran lo mismo. Los primeros mensajes que la memoria pudo guardar vuelven una y otra vez. 

El mundo de Teresa se mantiene intacto. Ni el polvo se nota entre horas. Si fuera por el espacio no existiría ni tiempo, ni vida descontrolada. Un presente continuo como es capaz de percibirlo la gran memoria a través de los muchos objetos. Da igual la perspectiva. Todo era lo mismo, sin figura definida, sin fondo. Tangencialmente se trataban para cerrar mejor el círculo. La proximidad, si era mucha, terminaba en mezcla que no correspondía a ninguno de los dos. Pero el color era señal de su mismo origen. 

Teresa se vació aquella tarde de los colores con los que se había pegado por la tarde, en una falta de atención que desatendía su obligación con la humana humanidad y sus lejanos pactos. 

Desde su herida azul se recompuso. Esa luz de color invisible dejaba a su rastro escritas en muslos, brazos, vientre y frente límites que lo absorbían todo y no conseguían diluirse. Resistiendo con fuerza a lo ajeno, sin dejarse conquistar por los demás. Aunque quietos, dejaron estelas. Salían del fondo progresivamente rompiendo el albor, su fundamento y sustento. 

Se alojó momentáneamente en la viveza del amarillo, aquí sufriente e invadido. Un lamento suspiró un minuto y medio por sí misma, al verse perdiendo, quedando invadida por sus límites, siendo habitada por mordiscos. 

Todo eran destellos en los que ir descansando las preguntas de la mirada, dilatando matices de los que no conseguiría soltarse. En el punto central de la tarde, suspendido su periodo sin comprender lo que significaba del todo, se vio a sí sin color, ni combinación, ni forma, ni fondo. Como hueco desatendido y no deseado para el que no llegó, ni valió el pigmento. Sin aparecer, sin destacar, y a la vez apretada. 

Llegaba desde lo lejano la campana del cambio de hora. 



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