viernes, 19 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 19

Renqueantes ojos con universales sueños se acercan al mirador. Por las escaleras, ni ascienden sin ancestros, ni descienden sin venideros. Solos se inclinan al llegar a la cumbre aparando de sí los colores y abriendo un fino hueco por el que rasgar las pinturas solaces. Los cambiantes tonos se desplazan a los márgenes resbalando en toda dirección haciendo ecos, replicando manías, turbando espantos que estaban escondidos. Mientras una línea se acelera buscando espacio sin principio ni fin, sin encanto. Lo estropea todo hasta acercarse a lo viejuno y rancio. Lo mancha todo con su claridad. Lo extraña todo sin preguntarse qué hace, qué hizo, qué provocará con su rabia.   



La música también reposa y descansa. Solo la escucha quienes ya la oyeron. Solo acurruca ahora los desvelos. Solo se deja ver por los cegados por la hermosura, probable hermana de sangre de la justicia. Su clamor ausente revela al mundo entero contra sí mismo presa de su incansable desaliento. La incapaz fuerza con la que rompe las piedras deja en el centro el corazón y su sensibilidad abierta. De nadie se sabe que haya podido resistir de pie y orgulloso ante su alcance. Confinada siguió bajando. Escrita sirvió de inspiración. Adicta a su quebranto continúa su misión, entrega el envío, destina al destinatario, empaqueta al autor, se hace carne en su preciso renglón. Avanza una vez más hacia arriba afinándose y haciéndose pequeña, estirándose alcanza lo inalcanzable sin romper ningún suelo, sin presumir de su dolorosa largura y estrecha menudencia. Se dobla tanto que espanta verla, para atender lo pobre que ya no se quiebra. Desciende haciéndose pesada y gravosa densidad y fuego que regresa para prenderlo todo con su contundencia y solemnidad. Desciende hacia lo superior que andaba caído en valles, depresiones y llanuras. Habla en su idioma para rescatar y reparar lo perdido. Embarga el interior amanecido. Arrebata del alma el desconsuelo. Teje y vuelve a cubrir con su belleza el mundo herido. Lo arropa con abrazo y lo recibe sonriente como nuevo. Ríe la última, entrega su último aliento. Triunfante se separa de su enemigo y de la muerte. lleva consigo a todo aquel que quedó herido.   



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