lunes, 22 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 22.

Quién dirías que vive ahí y por qué razón quisieras verlo. No interrumpirás la paz de esta persona o familia de una sola puerta, techo austero, habitáculo tan limitado, ventanas humildes, rodeados de malezas. Parece tan coherente y armonioso todo que temo que termine al llegar. Qué prisa hay por llegar, si todavía no los conocemos. Quedarse observando sin hacer nada es de mirones y rastreros ladrones que roban sin coger nada, que importunan vigilantes, que cotillean anotando como para un juicio. Qué más necesitas saber, sino que hay alguien que quizá sin saberlo te estaba aguardando. Si no eres bien recibido, tendrás tu paga. Si te acogen, darás las gracias. Si te echan, no era tan idílico. Si están en las nubes, que bajen a estar contigo. Si ya no pueden caer más bajo, te irás por el mismo camino. Si no tienen más habitaciones, el sitio será compartido. Si la casa es grande y sin roces, no será buen refugio. Si nada hay de valor por dentro, serás tú el sacrificio. Si cocinan para no salir de casa, entra con precaución y sigilo. Saben quizá demasiado y andan construyendo su fortaleza. De momento no les va mal, según parece aguardan al lobo defendidos. 




Siendo claro, este cuadro expresa bien lo que sé de algunas personas que tengo muy cerca cada día y a las que veo. Es como si escribiera entre pinceles y con trazos lo que conozco de ellas. Diría una cosa, probablemente otra después, comenzaría a darle forma con generalidades y terminaría garabateando dudas, imprecisiones, líneas que empiezan y no terminan en forma de discursos incompletos, carentes de final y, muy probablemente, sin acierto. Los colores son, para empezar, los que yo tengo, de los que dispongo y no me los invento. Si tuviera otros, otro gallo pintaría. Y de gallo venido a menos se va tantas veces por la vida que asusta pensar lo que se ha pensado de otros. Luego, los pinceles en otros momentos ya martillados, despeluchados, limpios solo de aquella manera, que han perdido el grosor del inicio y no flexionan igual al decirles lo que deben hacer, pese a saber más ahora que al principio. El resultado final tendría que invitarnos a callar, nada más ver esto. En este sentido le doy razón a muchos críticos de arte: hay piezas magníficas que invitan al más prudente silencio. Si esta fue su intención, correcto. Aquí ya no sé si hay un león, una mujer lastimada y llorando, un gato de nariz prominente o un ser humano atrapado. Contemplo después de este viaje mis dudas. Qué nota pondré ahora, que sé que no sé. Qué epojé me ha visitado. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario