miércoles, 30 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 52. (Platón, 332c)

Hace unos instantes, o un instante, hablábamos de la prudencia y ahora, de golpe, el bien, la belleza, la voz es. Como somos más que modernos, esto queda como fruto de nuestra lastimera subjetividad que, pese a todo y con su sabiduría, no quiere encontrarse sola consigo misma, sin más. Los más que modernos culturales nos referimos en el Occidente a todo eso como cuasicreación humana o, como mínimo, dependiente de nosotros mismos. Veremos por qué este diálogo es tan importante en breve. Somos nosotros quienes pensamos alcanzar, con algún tipo de capacidad, el bien, la belleza. ¿Qué ocurriría si es al revés? ¿Qué ocurriría si es el bien, la belleza quien despierta con su impacto en nosotros ese hueco? ¿Qué pasa si es el bien y la belleza quienes han querido ponerse en "contacto" con nosotros y no a la inversa? ¿Por qué tratar si no de la voz? 

La prudencia, vamos a exagerar un poco más por si me he quedado corto, es una forma de sabiduría platónicamente considerada que, de algún modo, tiene por tanto un objeto propio que hace suyo. La sabiduría tiene contenido siempre. Se es sabio en algo, incluso en alguien. La sabiduría no está en el "molde" y la prudencia no es una metodología para nada, sino un trato -y aquí sí que se puede usar muy bien esta palabra como en el momento en el que Protágoras habla de sí mismo- consigo mismo en su verdad, en el que se nota -se recibe nota, se deja tocar- una belleza y un bien, o, sin más, la belleza y el bien, en el alma. El alma nota a través de la prudencia, de su lentitud y quizá también de una cierta voz, la presencia del bien y la belleza y su impacto en ella. No es ningún rayito de luz a lo que me estoy refiriendo, ni ninguna experiencia mística sobrenoséqué. Mi abuela, mis padres, mis alumnos saben en más de un instante de esto. Mis hijos probablemente no. Les falta tiempo. 

Lo que Platón está tratando aquí, bajo el asentimiento de Protágoras, es la realidad del bien. Hoy diríamos de muchas maneras esto. Y tener este trato como experiencia intelectual reservada a unos pocos preparados y duchos, sino más bien en el modo como cualquier persona que actúa se toma en serio su misma acción, o como toda persona que siente y es afectada siente y es afectada por algo que capta su atención, de un modo más o menos comprensible, asumible, haciendo girar la cabeza sobre ello. Una realidad, sin más. Algo en sí. En presente. Algo vivido por la persona. 

Lamento no detenerme aquí un poco más. El caso es que lo que a Platón le interesa ahora resaltar es, habiendo tratado la semejanza, la contrariedad. Existe algo que es y algo que no es lo que es y es otra cosa y llamada por tanto de otra forma. Por eso las parejas, si bien no son tales. Porque una realidad no tiene exclusivamente un contrario, en este modo de ver las cosas, sino muchos en la medida en que no son lo otro que es. De ahí que una realidad una despeje la duda que se cierne sobre los muchos. 


martes, 29 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 51. (Platón, 332a - 332c)

Aunque se dijera muy rápido, y ayer tampoco hiciera mucho énfasis en ello, el tema de la rectitud y lo debido es como para pensarlo más detenidamente. Al obrar así, se es sensato. ¿También lo parecerá? Sea como sea, nada podrá hacer sensatas a las personas si no es la sensatez. Luego las personas no son sensatas. Necesitan de la sensatez. Qué precariedad, estando tanto tan dependiente de ello. Necesitan sensatez que no tienen y tampoco sabrán cómo adquirirla probablemente. A lo mejor se puede pasar uno la vida simplemente queriendo esta sensatez sin alcanzarla, porque se busca en un pajar algo que se desconoce. Sea como sea, insisto, nada podrá hacer a las personas sensatas si no es la sensatez. Algo que Protágoras y Platón coinciden en que viene dado por la rectitud y lo debido. 

En español, a "lo debido" llegamos por dos caminos diferentes que convendría, a mi entender, contemplar juntos para que no se convierta en un concepto aplastante. Sabiendo, en cualquier caso, lo que Platón está queriendo decir aquí, que no es esto precisamente. De un lado, "lo debido" es la obligación a la que hay que responder y punto. Que si no se cumple con ella, uno está fallándose a sí mismo y al otro. Pero también, "lo debido", es estar en deuda. Y aquí siempre recuerdo un filósofo, para mí mismo, que me hizo ver que esta deuda se contrae desde el nacer, desde antes incluso al ser cuidado y pensado, incluso antes al ser deseado y querido, y esperado. Y esto, sin conocernos. Y la deuda se contrae entonces, no luego. Aunque solo después de mucho vivir, y después de muchas cosas, "lo debido" puede aparecer ante nosotros con ese rostro tan humano, y nuestra deuda tan enorme como impagable. Si la prudencia de la que habla Platón tiene que ver también con esto, y algo hay en su imagen de "ophelós", la prudencia adquiere también una conexión interna con el otro que desborda el cálculo presente y su mediocridad. Pero esto es otro cantar. 

A Platón y Protágoras les interesa destacar que la acción tiene una cualidad que hace que sea lo que es, que por tanto la puede "comparar" tanto con la prudencia como con la imprudencia, la sensatez y la insensatez. Ese algo es tan evidente para cualquiera, así en abstracto, como realmente incomprobable desde fuera de cada uno, salvo exageraciones y, aun en esos casos, quien mire estará sometido a la misma regla de la "prudencia" para poder decir que algo es así o del modo contrario. Y probablemente, sin pensarlo bien, Protágoras, que no pregunta esto, esté deteniendo un viaje al infinito porque se supone que alguien, desde fuera, puede saber de la prudencia de otro a través de la suya propia, que a su vez se mediría con alguna otra prudencia más allá de ambas, accesible y compartida por ambos. O quizá Platón no quiera decir nada de esto al poner a Sócrates y Protágoras en esta tesitura y hacerles responder con esa contundencia lógica, e imprudencia práctica. 

Luego habla de veloz y lento. Y veloz me parece la respuesta que da Protágoras sin preguntar. Y lento sería haberse detenido un poco más en todo esto y no tratarlo tan ligeramente, tan sin gravedad. 

La lógica, una vez más, que comparten los ejemplos es donde Sócrates quiere llevar a Protágoras para que vea con la razón lo que solo después de mucho mirar se atisbaría. 

"¿Y si una cosa se hace de la misma manera, se hace por efecto de lo mismo, y si de modo contrario, por efecto de lo contrario?"

kai εἴ τι δὴ ὡσαύτως πράττεται , ὑπὸ τοῦ αὐτοῦ πράττεται , kai εἴ τι ἐναντίως , ὑπὸ τοῦ ἐναντίου ;

Lo que llega ahora, es tremendo. Si tenéis por ahí este libro, leed con calma 332c, con mucha calma. Sin precipitación alguna. Entregados a lo que la razón muestra como aquello que en verdad existe. Es lo bello, es lo bueno. La belleza es. La bondad es. Sin más. La frase no se corta. Es todo lo que tiene que decir. Que es. Qué es. 

φέρε δή , ἦν δ᾽ ἐγώ , ἔστιν τι καλόν ;

συνεχώρει .

τούτῳ ἔστιν τι ἐναντίον πλὴν τὸ αἰσχρόν ;

οὐκ ἔστιν .

τί δέ ; ἔστιν τι ἀγαθόν ;

ἔστιν .

τούτῳ ἔστιν τι ἐναντίον πλὴν τὸ κακόν ;

οὐκ ἔστιν .

Hoy no llego a más. 


lunes, 28 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 50. (Platón, 332a)

Cuando leo aquí "prudencia", de manos de la sabiduría, y por otro lado "imprudencia", que termina entonces siendo ignorancia de lo fundamental de la vida aunque muy inteligente probablemente en otros campos, lo primero que me pregunto es con qué trata la prudencia y, más aún, si trata con algo diferente de uno mismo. 

Las traducciones de "prudencia" cercanas a equidistancias, términos medios, no mojarse, permanecer al margen, próximas al miedo a la decisión, a la acción, al pensamiento, no tienen mucho recorrido. Porque en unos casos la "prudencia" dictará según las circunstancias y solo atendiendo a las circunstancias. Y eso no me parece, al menos así de primeras, nada de excelente. Más fruto del miedo al otro, que de amor al otro. 

Si se entiende "prudencia" del lado del respeto a los demás, sin dañar a nadie, sin que nadie se ofenda, como queriendo quedar bien con todos, entonces la prudencia tampoco hará nada por amor del prójimo cuando la persona tenga que vérselas en exigir o en corregir. Creo que ambos estilos de prudencia están muy presentes en lecturas actuales. 

Digo entonces, si la prudencia está del lado de uno mismo consigo mismo, entonces la prudencia no tiene nada de sabiduría. Ahora bien, entiendo que la prudencia con uno mismo también puede ser comprendida como lo siguiente: conociendo quién soy, conociendo cómo soy y que no soy excelente, busco la excelencia con la prudencia que me da entenderme no solo en relación a la virtud y lo más elevado, sino en relación con mi propia debilidad e ignorancia. Entonces sí. Entonces me cuadra como sabiduría de uno mismo, no por cobarde, sino por aquello que me pone en contacto conmigo mismo en la verdad y en esa relación tan particular de ser responsable de otros sabiendo quién soy, cómo soy y el "peligro" que tengo cuando me olvido y desconecto de esto. Prudencia, religiosamente hablando, expresada como "ni soy nada, ni soy Dios". 

Hoy me detengo aquí. Para no seguir de cualquier modo. Porque la conexión entre la prudencia (humildad, quizá también) y sabiduría es mucho mayor de lo imaginado. Nadie sin esa disposición estará abierto de tal modo a la realidad y la vida como para adquirirla como es, sin la capacidad posesiva que nuestra razón ejerce con fuerza sobre las cosas, con la distancia necesaria para que la realidad en trato con ella revele, en la  medida de lo posible, lo que es, con la enorme apertura requerida para no reducir a uno mismo, los propios esquemas y sesgos la vida que se presenta como tal tanto en mí mismo como en los demás. Y así sucesivamente. 

A esto le llamaríamos sabiduría, por eso prudencia (valentía, quizá también). Para no completar con las propias heridas los huecos de la realidad que no es porque yo sea, sino que yo soy en ella. 



domingo, 27 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 49. (Platón, 331e - 332a)

Se hace difícil hacer un resumen general. Comienza en 309a, unas cuarenta páginas atrás, con un amigo de Sócrates que le visita urgido por la presencia de Protágoras, a quien quiere escuchar. Sócrates, que ya está enterado y no muestra ningún ansia por el encuentro con el que dice que es tan sabio y a todos admira, se dedica con Hipócrates a dar vueltas por el patio aclarando alguna que otra pregunta, antes de exponerse en exceso al impacto con Protágoras. En concordia, llaman a la puerta donde se encuentra el extranjero rodeado de pupilos y próximos discípulos acaudalados, interrumpen todo, generan una situación formalmente democrática y se inicia el diálogo entre Protágoras y Sócrates, a petición de alguno de los presentes. Por lo demás, Protágoras ha hecho un largo discurso que ha convencido a Sócrates de lo contrario de lo que defiende y ahora está el anciano preguntón examinando punto a punto a Protágoras, aunque este esté un poco desanimado y poco implicado en la exigencia racional del diálogo que ahora sí está empezando. Con paciencia llegaré a 362a, que es el final del libro. 

Volvamos al punto concreto. Sócrates se admira. Protágoras dice estar incómodo con cómo presenta Sócrates a semejanza y este último, complaciente, cambia de tercio. ¡Qué detalle! Se conoce que hablar de piedad y justicia, y semejanza -qué importante es esta palabra y cuántas traducciones tiene-, resulta muy duro. Cambiemos de tercio. 

Sócrates vuelve a preguntar. 

¿A algo llamabas insensatez?

ἀφροσύνην τι καλεῖς; 

Protágoras no responde, Sócrates narra y sigue. 

¿Y todo lo contrario a eso no es la sabiduría? 

τούτῳ τῷ πράγματι οὐ πᾶν τοὐναντίον ἐστὶν  σοφία

Continúa. Conviene no perderlo de vista. 

¿Cuando los seres humanos obran con rectitud y debidamente, entonces te parece que son sensatos al obrar así, o al contrario?

πότερον δὲ ὅταν πράττωσιν ἅνθρωποι ὀρθῶς τε καὶ ὠφελίμως, τότε σωφρονεῖν σοι δοκοῦσιν οὕτω πράττοντες, ἢ εἰ τοὐναντίον ἔπραττον; 

Es importante subrayar un detalle, que salta a la vista. Comenzamos con "lo privativo", con "lo negativo". Donde la in-sensatez es la no-prudencia. Sin embargo, lo opuesto es algo positivo, no directamente la sensatez o la prudencia, en el texto, sino que se habla de sabiduría. Y se usa el término propio con el que se está tratando en todo el discurso a Protágoras y su arte, el que dice transmitir a otros. Señalar el contenido de la prudencia es tan difícil como el de la sabiduría. Si por ellos mismos no son capaces de hablar, quizá en diálogo con otros sí puedan hacerlo. Y el sofista Protágoras aquí es alterado por el insensato, que quizá sea bueno decirlo y verlo así, Sócrates. Porque Sócrates está alterando hasta tal punto la situación irónicamente que las consecuencias son ciertamente ya previsibles. Hay un contenido "teórico" que está siendo vapuleado continuamente con un contenido "práctico", obligado a ejercitarse y mostrarse en la acción para ver si realmente hay detrás algo que merezca la pena tal nombre o no. Y, por ahora, tenemos a un Protágoras disgustado (δυσχερής) frente a un apoteósico incitador. 

La contrariedad es la contradicción. Y no se trata de algunos asuntos, sino que pretenden delimitarlos todos de tal manear que ninguno se escape. Todo lo imprudente por un lado, todo lo sabio por otro. Todo. Tal será el alcance de una buena definición, que ahora se establece por oposición de unos con otros, por diferenciación de unos con otros, por una claridad tal, con tal criterio que no haya confusión. Y mientras unos queden aquí, los otros quedarán allí. Repito: imprudentes por un lado, sabios por el otro. ¿Será posible?

Y qué es lo que convierte algo en prudente o imprudente. La acción humana. Toda acción humana, de momento se dirige en esta dirección, tiene por tanto un valor, un "algo", una "realidad" que la diferencia. Pero es tan difícil decir una, que ya adelanta el diálogo al menos dos, la confluencia de dos: rectitud y deber. De la mano ambas palabras: ὀρθός y ὠφέλιμος. Adjetivos ambos, pertenecientes a la acción humana. Se supone, por lo tanto, que cuando una persona obra conforme a ellos, con rectitud y debidamente, son sensatos. Se supone que, igualmente, cuando está ausente la rectitud y lo debido, son insensatos. 

Dos paradas y termino. Por un lado, que tanto la rectitud como el deber se refieren a algo que no puede quedarse fuera de la conversación, y el ímpetu formal de Sócrates, o bien lo da por supuesto porque es del todo conocido por los que escuchan aunque a mí me sea oscuro, o bien la omisión obliga a volverse sobre la dirección a la que señalan y qué provocan en la acción humana, o bien Sócrates los trata como expresiones vacías de contenido y está haciendo una crítica durísima a la democracia en su conjunto al obligar a actuar al albur de lo que diga el primero que se dé cuenta de esto y sea dueño con sus artes de darle algo de contenido a estas formas difusas porque todas las personas buscarán responder a ello. Esto está puesto encima de la mesa y habrá que tenerlo bien presente. Porque de lo contrario estaremos en la nada. 

Del otro lado, la misma conversación tendrá que estar dirigida, si es prudente y sabia, por estas dos compañeras de camino. Y serán ellas las que balanceen en esa dirección la acción humana o en la otra. 

El juego de palabras entre lo que "parece" y lo que "es" es realmente son ilustrativas. Lo que es se muestra como tal, aparece. El juicio de la persona está condicionado por este realismo del que estamos tan distantes actualmente los más que modernos y posmodernos. Nuestro tiempo no entiende esto de igual modo, al modo como están hablando estos dos o tres o varios griegos antiguos. Y resulta maravillosa esta ingenuidad o libertad que contempla la acción humana dotada de una intención que le da, de algún modo, ser, y cómo este ser se aparece a la persona -ahora sí, sabia- capaz de juzgar y diferenciar entre lo prudente y lo imprudente. 

Esto último es casi una maldad y no debería decirse. Pero en este fragmento del diálogo se podría decir de Protágoras algo poético: "Me encanta cuando callas." Porque va tan dócilmente conducido por Sócrates que a veces dudo qué significa diálogo. En realidad no dudo. En realidad un diálogo no es una conversación sino ver al logos conducir a las personas a través de él. 

Parece que no quiero terminar. A la pregunta de hoy de Sócrates, a la última que aparece arriba, aunque se pueda responder muy claramente que es así, tal y como dice, igualmente nos vale hacer lo que Sócrates haría consigo mismo. Y, entonces, decirle que pare, que no siga adelante, que hay que ver antes qué quiere decir cada palabra. No sea que estemos hablando por hablar, jugando con cosas "comunes" al modo como "los muchos" tratan todo danto por entendido lo que realmente no han pensado. ¡Qué difícil es saber si alguien obra con rectitud y debidamente! Como alguna vez digo, esto le queda a cada uno consigo mismo en un conocimiento difícil o a Dios y solo a Dios. Y Dios, que ve en lo secreto, es quien realmente sabe de todo esto de lo que queremos saber los demás sin más y que siempre se protege de nuestra inteligencia, de nuestra razón y de nuestro interés, que vaya usted a saber por qué lo tenemos y qué pretendemos con él. 



sábado, 26 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 48. (Platón, 331c - 331e)

Protágoras se desentiende de la exigencia del diálogo y quiere convertirlo en una conversación sin más, en una charla de bar, que diríamos en España, en la que se puede hablar de cualquier forma porque da igual el resultado y a nadie comprometerá. La distancia entre la palabra y la razón aquí manifestada es, en resumen, supresión de la razón y, por lo tanto, vaciamiento de la palabra. Se puede decir cualquier cosa, todo queda en condicional y ese condicional resulta ser amargamente indefinido e inhumano, una construcción nada respetuosa con la realidad, fruto de una imaginación sin ideas, meramente un "relato". Protágoras quiere convertir el diálogo en relato y Sócrates, que lo ve venir, se detiene para pedirle que cambie, que no ceda, que se muestre como sabio si realmente lo es y no como un charlatán que habla vacíamente. 

No, ¡por favor!, dije yo. Pues para nada necesito lo de "si quieres" y "si te parece", al buscar una comprobación, sino solo a ti y a mí. Y digo esto de "a ti" y "a mí", pensando que sería la mejor manera de dar demostración al razonamiento, si se le quitaran los "si..."

μή μοι, ἦν δ᾽ ἐγώ: οὐδὲν γὰρ δέομαι τὸ ‘εἰ βούλει’ τοῦτο καὶ ‘εἴ σοι δοκεῖ’ ἐλέγχεσθαι, ἀλλ᾽ ἐμέ τε καὶ σέ: τὸ δ᾽ ‘ἐμέ τε καὶ σέ’ τοῦτο λέγω, οἰόμενος οὕτω τὸν λόγον βέλτιστ᾽ἂν ἐλέγχεσθαι, εἴ τις τὸ ‘εἴ’ ἀφέλοι αὐτοῦ. 

Lo diré al modo como yo lo entiendo. Existe, en el diálogo, una imperiosa necesidad de que lo que se dice no quede separado definitivamente de quien lo vive y siempre se tome así. Todo lo demás, vacío. Las personas pueden hablar, como he dicho en otros momentos, sin implicarse ellas, sin verificarlo primeramente en sí mismas, sin ser expresión de su vida. Pueden hablar de muchas maneras, tan distantes de sí mismas, tan separadas y tan divididas que constituya esto el auténtico fundamento de su fragmentación, convirtiendo la palabra y la razón en algo muy alejado de la expresión de sí mismo. No es un hablar por hablar, sino un hablar malintencionado, un hablar escondiéndose, un hablar privado de su propia razón.

Esta cuestión me parece últimamente muy importante. Quizá después de la relectura de algún libro contemporáneo que lo resalta. Lo que me parece también destacable es la conexión, además de la palabra, la razón y la vida del que está en la conversación implicado, entre la condicionalidad y lo indefinido, y cómo sin el esfuerzo por la definición la razón hace aguas por doquier o se puede mutar la realidad en otra alterando las mediaciones de las que disponemos para aproximarnos a ella constitutivamente. El peligro del "si..." daría para un auténtico tratado, como se ha hecho en parte en ciertas propuestas éticas cuyo carácter me resulta valioso para afrontar la tarea de ampliar la razón. El "si..." en su debilidad no favorece, curiosamente la ampliación de la realidad y la razón, sino su pérdida, su vaciamiento. 

Tras este aviso, Protágoras vuelve a la conversación. Pero todo lo anterior no es paja en el diálogo, sino su fundamento. Deja claro cómo la ética precede, sin lugar a dudas, al conocimiento. Y muchos errores del conocimiento son, en verdad, errores éticos de la persona, o falta de responsabilidad y de compromiso de la persona con su propia razón y con la realidad misma, por amplia que esta sea. El miedo, por decirlo de otro modo, de la persona que, al verse fuera del mundo ante la realidad en sí misma considerada en su amplitud y guiada por la razón, quiere retroceder ante el espanto y convertir lo que empieza a descubrir en una nada en la que gobierna el principio de la indiferencia. Palabras "clave": diferencia e indiferencia.  

Sin embargo, contestó él,  se parece algo la justicia a la piedad. También, desde luego, en cierta manera se parece una cosa a otra. Pues lo blanco, en cierto respecto, se parece a lo negro y lo duro, a lo blando, y así las demás cosas que parecen ser más contrarias entre sí. Y las que hace poco decíamos tener distinta facultad y que no eran una como la otra. Así que con este procedimiento puedes probar, si quieres, que todas son semejantes entre sí. Pero no es justo llamar semejantes a las cosas que tienen algo semejante, ni desemejantes a las que tienen algo diferente, por más que lo semejante sea muy pequeño. 

Y se dice a continuación que Sócrates se admira. Y al no llegar a acuerdo por el camino anterior, comienzan a examinar estas palabras. Lo cual es muy interesante, porque queda el diálogo flexibilizado mostrando, una vez más para quien quiera leerlo, que es más importante seguir el hilo de la vida que el del razonamiento, que es más crucial enganchar el diálogo en la persona que a la inversa. Salvo que sea ironía, como tantas, y cesión ante la debilidad de la razón. 

Lo que ha dicho Protágoras, en verdad, no tiene desperdicio. Aunque las palabras "justicia" se digan de muchas maneras, muy diferentes entre sí, apareciendo curiosamente en su diferencia lo auténtico. Pero se deja pasar y se apunta de soslayo. 

Protágoras afirma ahora que sí se parecen, como toda la realidad se parece aunque sea contraria. Y la diferencia salta por los aires para recuperarse después en su evidencia. "No es justo llamar semejantes a las cosa que tienen algo de semejante." 

Pues vamos entonces a estudiar la semejanza. 

viernes, 25 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día. 47. (Platón, 331a - 331c)

El tema era el siguiente. Vamos sobre partes encontrando relación con la unidad. Y parece que las partes se asemejan, se parecen, comparten algo. Al menos responden de modo igual a dos cuestiones fundamentales: son reales y las cosas que son de este modo, son de este modo. Perdón por si parece redundancia, pero no lo es. Tampoco se lanza hacia el infinito en una cadena. Termina ahí. Entonces, si hay diferentes virtudes, cada virtud es y es virtud en tanto que coincide con sí misma, al tiempo que se asemeja a la virtud. Es una especie de edificio construido en tres alturas, si no más. 

Muy bien. Estábamos en estas hablando de justicia y piedad. Muy brevemente. Pero aparece en el diálogo una distorsión que rompe la lógica que se ha mantenido hasta el momento. El elemento es "carnal": son el mismo Protágoras y el mismo Platón quienes hablando se han convertido en elementos dentro de la conversación. Aquí está claro que en relación a la virtud de la sabiduría. Y Protágoras que sí sabe, se supone entonces que está en relación consigo mismo y al mismo tiempo con la sabiduría. Y Sócrates, que dice siempre no saber, parece que está igualmente en relación con la sabiduría. Entonces, lo que nos vale para la virtud de la justicia y la piedad, sin duda alguna, no nos vale para Protágoras y Sócrates, porque ellos se distancian. 

Protágoras sabe. Qué dice saber: la virtud tiene partes y no son iguales. La justicia coincide con la justicia, la piedad con la piedad, y ambas se diferencian. Queda dicho. 

Así que Sócrates pregunta y es muy sencillo verlo: 

¿Por consiguiente, no es la piedad una cosa justa ni la justicia algo piadoso, sino algo no piadoso? ¿Y la piedad, algo no justo, sino, por consiguiente, injusto; y lo justo, impío?

τί οὖν, ὦ Πρωταγόρα, ἀποκρινούμεθα αὐτῷ, ταῦτα ὁμολογήσαντες, ἐὰν ἡμᾶς ἐπανέρηται:‘οὐκ ἄρα ἐστὶν ὁσιότης οἷον δίκαιον εἶναι πρᾶγμα, οὐδὲ δικαιοσύνη οἷον ὅσιον ἀλλ᾽ οἷον μὴ ὅσιον: ἡ δ᾽ ὁσιότης οἷον μὴ δίκαιον, ἀλλ᾽ ἄδικον ’ ἄρα, τὸ δὲ ἀνόσιον;’ τί αὐτῷ ἀποκρινούμεθα; ἐγὼ μὲν γὰρ αὐτὸς ὑπέρ γε ἐμαυτοῦ φαίην ἂν καὶ τὴν δικαιοσύνην ὅσιον εἶναι καὶ τὴν ὁσιότητα δίκαιον: καὶ ὑπὲρ σοῦ δέ, εἴ με ἐῴης, ταὐτὰ ἂν ταῦτα ἀποκρινοίμην, ὅτι ἤτοι ταὐτόν γ᾽ ἐστιν δικαιότης ὁσιότητι ἢ ὅτι ὁμοιότατον, καὶ μάλιστα πάντων ἥ τε δικαιοσύνη οἷον ὁσιότης καὶ ἡ ὁσιότης οἷον δικαιοσύνη. ἀλλ᾽ ὅρα εἰ διακωλύεις ἀποκρίνεσθαι, ἢ καὶ σοὶ συνδοκεῖ οὕτως. 

Y sin más, Sócrates apunta lo que él mismo piensa contra la opinión de Protágoras. A saber, que la piedad es justa y la justicia es piadosa. Pero, irónicamente, le hace decir a Protágoras usando su nombre lo mismo que él. Una forma de "homología" un tanto radical, apelando a que Protágoras no podrá negarse a afirmar esto aún estando contradiciéndose a sí mismo, sabiéndolo o no. 

El caso es peliagudo, de detalle. No son lo mismo, pero qué comparten si es que comparten algo que nos permita ver entre ellas, la justicia y la piedad, algo semejante, algo que, al comparar, coincidan ambas en ello como antes ha ocurrido en el aspecto "formal", "racional". ¿Cuál es el tema? Y, a la vez, qué permite diferenciarlas, si es que algo permite diferenciarlas. ¿Dónde está el asunto y por qué es tan crucial pensarlo bien? Es más, lo siguiente será: ¿Solo ocurre esta semejanza entre la piedad y la justicia, o también entre otras cosas que son, por el hecho de ser y pertenecer, aunque aquí me adelante algo, a determinado ámbito de la realidad? ¿Son ámbitos de realidad lo que tenemos abiertos ante nosotros gracias a otros órganos de realidad que nos permiten alcanzarlos? ¿Qué queda fuera, por así decir, aunque sea malamente, de esta disposición del ser humano hacia la realidad?

Bajando un poco el nivel de abstracción, por qué es tan importante esta cuestión y por qué ha dado tanto que hablar. Lo más sencillo que puedo decir es que las cosas nos parecen diferentes entre sí hasta que las pensamos un poco. Es decir, que en el momento en el que comenzamos a pensar la proximidad entre la realidad nos aparece como enorme, más compleja que su diferencia incluso. Dicho de otra manera, el primer paso en la racionalidad será muy parecido, en palabras del mismo Platón, a ver por primera vez a la luz del sol las cosas y, por tanto, sufrir una especie de ceguera. Que ya veremos si se puede o no reparar, si tiene o no cura. El daño a lo anterior es tal que ya no se vuelve a ver de la misma manera jamás. No cabe. Y se comienza en la razón sin ser muy consciente de ello, dicho sea también de paso. 

Por esto, precisamente, es tan importante este momento de la conversación y conviene estudiarlo con mucho detalle. 

Lo dejo aquí, justo en el que Protágoras ha dejado la elocuencia y la verborrea para señalar algo fundamental, que sí refleja por fin lo que está viviendo de primera mano: 

No me parece, Sócrates, contestó, que sea el asunto tan sencillo, como para conceder que la justicia sea piadosa o la piedad justa, sino que me parece que algo diferente hay en esa asimilación. ¿Pero qué importa eso? Si quieres, pues, sea para nosotros la justicia piadosa y la piedad justa. 

οὐ πάνυ μοι δοκεῖ, ἔφη, ὦ Σώκρατες, οὕτως ἁπλοῦν εἶναι, ὥστε συγχωρῆσαι τήν τε δικαιοσύνην ὅσιον εἶναι καὶ τὴν ὁσιότητα δίκαιον, ἀλλά τί μοι δοκεῖ ἐν αὐτῷ διάφορον εἶναι. ἀλλὰ τί τοῦτο διαφέρει; ἔφη: εἰ γὰρ βούλει, ἔστω ἡμῖν καὶ δικαιοσύνη ὅσιον καὶ ὁσιότης δίκαιον. 

¿Qué decir de esto? Que Protágoras ya está puesto en el punto de partida, lo suficientemente destacado y amplio, como para abordar la necesidad de una definición de lo que se está hablando. Y que el mismo Protágoras advierte, y que quede dicho bien claro, que su actitud será la de quien no se tomará en serio lo que aparezca con tal de que siga la conversación sin más, se hable sin más, no se ajuste demasiado la realidad a la realidad, y todo siga adelante. 

La expresión "¿qué importa eso...?" importa tanto, pero tanto, tanto... 


jueves, 24 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 46. (Platón, 330c - 331a)

Imaginaba hoy cómo un discípulo escribe sobre su maestro, a propósito de Platón respecto de Sócrates. Más aún cuando el maestro ya no está. Con esa libertad de, quizá por primera vez en la vida, no me corregirá. A discípulo de anchas espaldas le ocurriría algo similar respecto del incómodo preguntón. Supongo. La sensación de recibir un legado, de portearlo, de verlo ahí delante escrito. Con, además, la carga que tiene la escritura en la antigüedad y todas las reservas que hay sobre ella. Algo divino a la par que trágico. Algo que comienza a divulgarse y extenderse, aunque sigue siendo para pocos. En absoluto, imagino yo, con la intención de que hoy yo esté aquí frente a un libro que traduce aquel otro texto tan lejano. Supongo que nadie pensó en tanto por entonces. 

En el molde de la justicia, bien consolidado en la lógica más fundamental, vierte ahora la piedad. Otra virtud. Otra parte del rostro humano. La piedad es, existe. Es una realidad. Y es semejante a lo pío, porque lo contrario sería blasfemia, escándalo y locura. Así es. 

Ya hay dos ejemplos sobre la mesa. Habiendo dos puede entonces haber muchos más. No tiene sentido seguir la cadena y sumar y sumar. Porque el rostro daría prácticamente infinito y deforme. Muchas partes, demasiadas. 

Sigo insistiendo en la relación que establecen los contenidos propuestos, al margen de la lógica. Lo que aquí ha tratado directamente Sócrates es que tanto la justicia (horizontal, vamos a decirlo así) como la piedad (vertical, perdón por la reducción metafórica) comparten una racionalidad común, y como ejes probablemente después vertebrarán todas las demás en su línea estableciéndose como prioridades ejemplares, modélicas, moldélicas. Son el método, el camino para la proximidad de la persona en su racionalidad con una realidad trascendente en cualquier caso, con una realidad real al estilo como la razón nos presenta y cuestiona como reales, en nosotros mismos siempre, ambos polos, ambas llamadas. Y no me parece que esté dicho todo con ellas, evidentemente. Pero sí que se identifican las claves en las que la racionalidad queda ampliada radicalmente y responden a una verdad, si no tenida ya, sí muy buscada y deseada, bajo cuya protección todo tendría sentido, salvo el sinsentido, o todo lo humano tendría sentido en lo humano, salvo el sinsentido de lo no humano. Y apuntalado de esta manera el horizonte posible de toda verdad, volvemos sobre él a repasar lo que estamos diciendo. 

Lo semejante es algo así. Aunque la semejanza en la Biblia, por ejemplo, está situada de otro modo en el descubrir humano, en el desvelarse la vida ante él, en la revelación. Es de otro orden. 

Sócrates entonces pregunta, con tiento. Toca ahora algo fundamental que ya ha aparecido y a que al lector rápido y no dialogante se le puede haber pasado por alto. Sócrates resume: hemos dicho que las virtudes son diferentes entre sí y no se confunden entre sí (lo cual, ya sabemos, es mucho decir, muchísimo decir). Pero añade que Sócrates no lo ha dicho; lo ha dicho Protágoras y él solo ha preguntado. 

Sócrates se escuda irónicamente detrás de la pregunta con su fuerza, con la que ha ido guiando a supersabio Protágoras de aquí para allá, encorsetado en sus límites, incapaz de preguntar algo más, sometido bajo la evidencia de lo que se estaba diciendo, como sin riesgo alguno. Orientado, como me gusta decir, pacíficamente por la razón de sí mismo, por lo que la razón le presenta. 

Ojo, porque la diferenciación entre virtudes está encarnada, muy plásticamente, en la diferenciación entre Protágoras y Sócrates. Lo cual es muy interesante. Por si no os habíais percatado. Y si algo tiene Sócrates es que es socrático y Protágoras es protagórico. Y mientras uno tiene la capacidad de preguntar, el otro parece que tiene la de responder. Y ambos, según parece, se asemejan en algo, como la justicia y la piedad comparten la virtud. Y lo que comparten no es, según lo que Sócrates ha dicho, responder, sino entender y poseer razón y lenguaje, es decir, hacerse cargo de la forma de razonamiento anterior en la que están tratando sobre la virtud buscando la verdad sobre ella. Y que este razonamiento les lleva a preguntar para descubrir. 

Aquí se queda. ¿En la diferencia o en la semejanza? ¿La imagen es la idea?

miércoles, 23 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 45. (Platón, 330b - 330c)

El diálogo con Protágoras está comenzando. Las primeras e inocentes preguntas están siendo ágilmente respondidas. De momento, se han separado las virtudes en algo, no sabemos bien qué. Pero la multiplicidad se hace más que evidente. Está claro que no son iguales unas a otras, ni se puede hablar rápidamente de ello. 

Propone Sócrates ir poco a poco, por separado. Ya que se han distinguido las virtudes, vamos a verlas. Comenzando por la justicia. ¿Cuál puede ser la primera pregunta, que todavía hoy resuena?

φέρε δήἔφην ἐγώκοινῇ σκεψώμεθα ποῖόν τι αὐτῶν ἐστιν ἕκαστονπρῶτον μὲν τὸ τοιόνδε δικαιοσύνη πρᾶγμά τί ἐστιν  οὐδὲν πρᾶγμα; ἐμοὶ μὲν γὰρ δοκεῖτί δὲ σοί;

Así, con las cosas claras, preguntemos directamente: ¿Es algo real o no? Vamos a ver. Porque podría haber dudas. Que según parece, aunque en la Grecia de entonces se conoce que no tenían muchas, a lo largo de la historia pareciera que todos los esfuerzos se han dirigido en la respuesta contraria. Sócrates lo tiene claro, le parece evidente. Lo es, es real. O es. Sin más. Y Protágoras asiente. Lleva un tiempo descansando en las respuestas breves después del largo monólogo. 

No solo es. Sino que la justicia es justa. En esto también están de acuerdo. No podría ser de otro modo. Esta realidad que llamamos realidad es justa. Y ya se ve por dónde va el tema. Es una realidad que no puede contradecirse. Es la definición de lo que es y no puede dejar de ser lo que es para ser otra cosa, su contrario. Lo que es, es. Y veremos por qué resulta tan fundamental esta afirmación, asentando el principio de identidad, como se le llamará luego. Y que conviene entender bien para no hacerse líos sistemáticos. Conjugarlo con la profundidad de la pertenencia, de la participación por así decir, para no confundirlo en planos idénticos, porque se trata de eso, de ganar realismo y no perderlo. 

Cuando Sócrates aquí dice que es una realidad que es no está diciendo cualquier cosa, no está mostrando nada más que algo que en su tiempo era evidente y que pasada la modernidad se nos ha vuelto confuso, si no irrecuperable. Pero no podemos leer Platón meramente desde aquí si queremos comprenderlo bien. Su realismo no es el nuestro, empobrecido y juzgado. El suyo es una puerta abierta en búsqueda y capaz de cuestionarlo todo, desde la cercanía y la distancia a la persona y muy emparentado con su razón, con algo más que el entendimiento y la inteligencia y que está ahí como región despierta y abierta. 

La justicia coincide consigo misma. Lo que es, es. Podría parecer aquel otro filósofo anterior que todavía se lee y al que se seguía. Estamos en algo menos poético, más vivo, más dialogante, más contrariado. Estamos más en el verse la persona a sí misma ante estas cuestiones, preguntándose por el exceso. 

Ahora desdoblamos algo importante y lo vemos de otro modo. La justicia es justa. En esta frase ya están dichas dos verdades por orden: es y es justa. Y después del desdoblamiento lo unimos: ser justo. Diferenciar y unir. No de una vez, sino de dos, en dos tiempos. La diferenciación y la imposibilidad de mantener esa diferencia, la sustracción de algo y su vuelta a la realidad unida. El ejercicio acogedor y elástico de la razón impactada e impactante, que permite emerger y que se ve inmersa, que mantiene distancia y queda involucrada. Primero, la existencia de algo real, de una realidad, del ser, de lo que es y no solo está. Segundo, el ser que coincide consigo mismo, cognoscible, capaz de mostrarse y aparecer, capaz de ser para otros y para sí sin dejar de ser. Más que coincidencia, más que expresión. 

Hasta aquí la justicia. Se tendría que decir mucho más. Pero no hay contenido, diríamos. No hay tema tratado, sino forma o lógica. Pura y dura. Se cuando se camina despacio en el texto. Así de sencillo. Y una vez que respecto de la justicia ya tenemos un buen molde, una buena forma, un orden, una razón, entonces se vuelve Sócrates hacia otra virtud, de las que han sido reconocidas por Protágoras con el mismo nombre, como partes del uno. Así de sencillo. Torna sobre otra virtud, que es la piedad y preguntará lo mismo, para ver si coinciden. ¿Coinciden?

martes, 22 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 44. (Platón, 330a - 330b)

Si la cuestión de uno/todo y partes se toma como una simple cuestión de prioridades personales, hay algo que no está del todo bien explicado. Aunque claro que ocurre e impacta de este modo en la vida corriente y ante lo extraordinario en toda persona, en todo momento. Porque cuando se piensa algo, al modo como algún moderno quería hacer, se hace una especie de repaso desde lo que se dispone hasta encontrar algo satisfactorio desde donde resolver el tema presente. Si es que se puede resolver. Pero la pretensión es esa. Y la confusión también puede ser la misma. Creyendo que algo presente puede ser resuelto por sí mismo, sin la complicación de verse implicado en ello. O mezclado con otros aspectos que no se han visto con la calma necesaria. O alterado por la cercanía de un fenómeno personal o no que gravita alrededor. O cambiado velozmente como hace el trilero para vaciarlo de sentido y así gozar del error del ingenuo que apuesta lo que tiene. 

No es un tema de prioridades, porque no es solo el sujeto quien domina con su ímpetu la realidad y no puede hacerlo hasta el final, aunque con lo inmediato sepa manejarse suficientemente sabe, de sobra, que hay mucho más que lo que él está haciendo sin poder por ello dejar de actuar. Sigue ahí. Sin saber cuánto tiempo seguirá siendo así. Y continúa. Y mirar algunas verdades con la hondura que requieren no solo llevan tiempo, sino alma y vida. Y despojan. Como bíblicamente está expresado en infinidad de lugares. Porque lo último que se revela en la consideración del uno es la trascendencia en la que se está inserto y no en ese más allá en el que dando dos o tres explicaciones más o menos simples podemos encajar las piezas fácilmente a una profundidad de 3 metros que ya nos parecen muchos en medio de un mar sin fondo alguno conocido. Nos alegra inmiscuirnos y hacer algunos paseos de hondura conteniendo la respiración para luego salir de allí, nos sentimos así orgullosos y satisfechos en comparación con tantos otros que se incomodan haciendo pie en el agua. Pero queda la trascendencia en serio, la trascendencia trascendencia. Y no hay que irse muy lejos. En cada prójimo probablemente. 

La sabiduría de este diálogo no está en el trato con las cosas, no es la excelencia de la técnica que trabaja objetos, inventa cosas. La sabiduría aquí era algo relacional, político, de lo común, del espacio de encuentro al que llamamos "público" en el que no hay posesión de nadie porque nadie mínimamente serio consigo mismo dice que haya posesión de otro. En presencia del otro hay, incluso, desposesión de sí mismo. Poco más. Primer principio fundamental. 

En todo esto está ya apuntada la diferencia y la falta de diferencia, y las distintas relaciones que se dan entre uno y partes. No es el momento. 

Vamos al tema. Las virtudes son distintas entre sí, cada una tiene su facultad propia. Esto responde Protágoras. Comienza el debate por la cuestión decisiva. Y apunto ahora algo más, que es vivir la diferencia como desconexión, considerar la parte aislada del todo, quebrada y separada, quebrando y separando la unidad. Lo que en términos de la ilustración es el combate entre la libertad y la igualdad, que olvida la fraternidad, el vínculo. Visto en lo humano y lo social. Aunque ahora se plantea en el orden metafísico desde lo ético. 

Siendo diferenciadas, pregunta Sócrates, son tan diferentes entre sí que no tienen nada en común. ¿Tan, tan diferentes son? ¿Tanta separación hay entre ellas? Y Protágoras ahora se vuelve contra sí mismo, a la segunda pregunta, y responde que tanto no. ¡Tan pronto ha encontrado su propia contradicción! pero no es consciente de ello. Ahí lo dejo. Aquí lo dejo hoy. 

Hay dos movimientos, por tanto, uno que sería la diferenciación, que parece evidente y da lugar a la multiplicidad. Por otro lado, la vinculación con la unidad establecida la diferencia. Y en ese doble viaje, enfrentándose la persona a la realidad, se ha perdido algo por el camino, que todavía no tiene nombre, pero que ya ha quedado señalado como fundamental, como piedra de toque. Porque la diferenciación que aparece se revela imposible totalmente en cuanto aparece la razón con su pregunta fundacional: ¿Qué es? El viaje de vuelta ya no se puede hacer del mismo modo una vez que lo original se ha olvidado y no se puede recuperar directamente tras la primera afirmación. Desencajada la realidad, las piezas ya no vuelven a encajar igual, la tarea se vuelve decisiva, el esfuerzo. Y dos posibilidades por tanto: lo dejamos todo como está, separado por tanto, tal y como viene supuestamente en forma de fenómenos y objetos sueltos; o bien intentamos, aunque solo sea intentarlo, ir ahora sí hacia las cosas mismas en su profundidad, en su unidad. 

Y hasta aquí. Ya queda planteada la cuestión. Y los resúmenes y las síntesis ya no valen. 

lunes, 21 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 43. (Platón, 329d - 330a)

Ayer volví sobre "uno y partes", en esa clara intuición de que, por muy diferentes que nos veamos del mundo, nos vemos a un tiempo alejados de todo lo demás, sin que nadie nos lo haya explicado nunca, y unidos, especialmente con otros, a pesar del riesgo de confundirlos con todo lo demás. Algo que, a decir verdad, aprendemos en la experiencia cuando somos tratados por otros. Quizá esto tenga también mucho que ver con la diferencia en cómo Protágoras y Sócrates se sitúan en presencia de otros y permiten que otros se presenten, hablando. 

El rostro aquí es un ejemplo. También algo más. El rostro presentado falsamente tiene partes, porque no es la suma. O al menos las partes no actúan entre sí por separado, ni se pueden contemplar por separado. Se pueden tratar, claro, pero no como rostro. Las partes no contienen el todo. Fijándose en la parte se anula la presencia del todo. Aunque deberíamos estar atentos a no olvidar el uno, el rostro, la persona al tratar con lo humano. Algo que ocurre con extraordinaria frecuencia. Por ejemplo, un alumno o un profesor son expresiones de una parte de la persona. Si se olvida, al ver una parte el uno, entonces desaparece la persona y pueden, como si fueran cosas, aparecer otras ciencias diferentes a la que nos permite realmente tratar a las personas como personas. Hay una despersonalización, deshumanización en la parte que olvida el uno. 

La pregunta es entonces si quien tiene la virtud, siendo una, tiene el resto de partes. O si no ocurre esto. Aquí comienza un verdadero reto. Porque si se dice que sí, se va por un camino. Si se piensa que no, se va por otro. Y esto que se intenta conocer no está tan presente de primeras como pueda parecer. Hay que tratar mucho estos temas, con mucha libertad y distancia, e intentar vivirlos para hacer algo de luz en ellos, para tener alguna claridad. De primeras, reconozco que todo es pérdida y sacrificio. Me sorprende que Protágoras responda tan rápido, en lugar de retirarse un poco a meditar. Pero como es un sabio, que debe demostrar que es sabio, no puede callarse, irse y pensar. Estos sabios que hablan siempre de cualquier cosa son peligrosos. Y conviene no olvidar que Sócrates ha llegado a Protágoras después de tratar el tema con Hipócrates, dando un paseo. 

Sócrates pregunta si quien es virtuoso en algo también es virtuoso en todo lo demás, es decir, si quien posee virtud en lo uno tiene virtud en cada una de las partes. O si hay excelencias diferentes, sabidurías por tanto diferentes, realidades por tanto diferentes que exigen cosas diferentes. O eso que es uno, que intuitivamente pensamos unido, tiene una unidad diferente a la que se considera sin más como suma o como participación. ¿Hay sustracción de esta realidad participando de ella?

Parece que la primera respuesta es que la virtud es una realidad y solo son partes de la virtud la sabiduría y la valentía. A estas alturas. Algo así como, por poner un ejemplo, si el amor no fuera una única realidad y fuera diferente amar al amigo, al prójimo, al hijo, al alumno, a la pareja. ¿Son tan diferentes en el amor? ¿Son tan diferentes por tanto las virtudes? De lo que ha respondido Protágoras se desprende que sí. Vamos a ver. Porque Protágoras acaba de decir que las virtudes van, en cierta manera, por separado. 

Van por separado, pero un buen sofista tiene que decir que la sabiduría es más virtud que otras. Luego, contradiciéndose, acaba de decir que es una parte que participa del uno, aunque antes ha dicho lo contrario. Literalmente: "La principal de las partes es la sabiduría."

Sócrates pregunta si se distinguen unas de otras. Y Protágoras dice que sí. 

Si se distinguen, qué nos ayuda a distinguirlas. Cuidado, porque no es lo mismo distinguir que separar. Se puede distinguir lo que participa de lo mismo. Separar es otra cosa. Si se separa una parte, el todo desaparece. Si se distingue, la tarea es más de detalle, más de conocimiento, más de nuestra situación en la vida respecto de la realidad, pero sin romperla. Es simple y llanamente nuestro modo de estar, completamente distinto a separar. Distinguir y separar no son lo mismo. Se puede distinguir los números y los pares y los impares, pero cuando vamos a separar ya no hay orden de profundidad y todo se sitúa en el mismo e idéntico nivel, conjunto, orden de realidad, dimensión. Lo humano allí ya carece de ámbito propio que permita, por ejemplo, diferenciar entre vida y mundo, entre personas y cosas. 

Sócrates sigue sacando de Protágoras, con respuestas breves, el fundamento de todo lo dicho. Y le va colocando. Aunque Protágoras está siendo muy favorable a las preguntas de Sócrates por ahora y no discute, solo asiente. Parecen muy bien homologados, parecen muy unidos y comprendiéndose. No hay contraste alguno. 

Si hay partes, ¿también tienen facultades propias para ellas? En un párrafo memorable que muchos, por ignorancia, no asocian con Platón sino con otros autores. Lo escribo: 

-¿Entonces también tiene cada una de ellas su facultad propia, como las partes del rostro? No es el ojo como los oídos, ni la facultad suya, la misma. Tampoco de las demás ninguna es como la otra, ni en cuanto a su facultad ni en otros respectos. ¿Acaso así también las partes de la virtud no son la una como la otra, ni en sí ni en su facultad? ¿Evidentemente que será así, o no encajará con el ejemplo?

Hago notar la expresión "en sí". Que aquí unen metafísica, ética y conocimiento. Insisto, unen. 

 

domingo, 20 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 42. (Platón, 329c - 329d)

Sócrates pregunta si la virtud es "una cierta unidad" con "partes". Algo que, de primeras, puede sorprender. Qué más da meterse en este jardín tan complicado. Supongo que muchos, al llegar a este punto o similares, han cerrado el libro o han desconectado. Sin embargo, es crucial. En clase, a mis jóvenes alumnos, les pongo este ejemplo, sacado de la vida cotidiana con mis hijos pequeños. ¿Se pueden separar números y pares? ¿Se pueden separar, en ese bote de imanes con el que los niños juegan, letras y vocales? ¿O no?

En la vida cotidiana tratamos así los objetos que se nos presentan directamente, con una claridad que no tenemos para otras mayores, para las ideas. En ese mundo, que en gran medida Occidente debe su iluminación al maestro de Platón y a su esfuerzo por escribirlas, la ordenación no es tan sencilla. Un pequeño puede intentar separar números y pares o letras y vocales, pero la manipulación le dará la respuesta. Mis alumnos en clase tampoco dudan cuando se lo planteo abstractamente. Al menos no todos, de primeras. E insisto, esta claridad es fundamental para la vida. Porque lo primero que enseña es que existe una dimensión de profundidad en la realidad que lo ordena todo, de algún modo. 

Llevado a la vida social, el drama supone, por ejemplo, mezclar todo en un único plano superficializando toda la cuestión de las migraciones o ridiculizando la posibilidad del amor y la amistad social o trastocando la educación al manipular la importancia y situación en la que se encuentran la familia, el colegio y otras tantas relaciones. Y así un sin fin de temas en los que no quiero entrar explícitamente. Pero la reserva está hecha. Y sería interesante mantener la distancia respecto de las ideologías con esta simple pregunta: ¿En qué orden de realidad están hablando? ¿O no se dan cuenta de la existencia de esa profundidad de la realidad que hace que las realidades que se presentan formen parte de una misma realidad siendo partes o esclareciéndose en partes? 

Hablar de "partes" es más adecuado que hablar de "todo". Efectivamente, prefiero también "unidad" de la cual "se participa", "se es parte". Sin que esto tenga que dar lugar a sumas, ni multiplicaciones, ni escenas. Porque una parte, como en un cuadro, puede estar sin ser vista a simple vista al carecer de profundidad y reflejar una única mirada. Algo de lo que la persona es difícil que escape al tener siempre un único punto de vista a disposición, por mucho empeño que haga en lo contrario. El diálogo -qué intuición más profunda la socrática- es el que da profundidad al tema. En cristiano sería, sin paliativos, la oración sincera que incluye a Dios y su Palabra en la existencia. Es ahí donde gana profundidad real la consideración de toda persona respecto de cualquier tema que peligrosamente se presenta como plano o visto desde un único punto. Cuesta ver, pero con el tiempo se hace, que además la persona queda incluida en esta cuestión. Y que llegar al conocimiento de uno mismo es, ahora sí, el verdadero punto de partida para la consideración general, siendo al mismo tiempo el punto de llegada de una primera etapa. 

Lo de Protágoras es tremendo. Va y responde lo siguiente: 

Fácil es eso de responder, Sócrates, contestó, que de la virtud, que es única, son partes las que preguntas. 

Lo de fácil debe ser algo de los dioses, porque de fácil no tiene nada. Y una vez visto te puedes dar cuenta de la cantidad de errores que hay entre las personas. Fácil, si acaso, el juego de mis hijos pequeños. Pero ir así de directo hacia la virtud, no es tan fácil. A lo mejor es que Protágoras es muy humilde y no se da cuenta de su enorme capacidad y del tiempo que lleva llegar a una conclusión así. Un amigo preguntaba que si todo era uno, entonces dónde está la verdad. Y es lo que le va a ocurrir a Protágoras, aunque a Protágoras le da igual la verdad. 

Y Sócrates continúa su análisis de Protágoras. Porque se puede ser parte de diversos modos: como la boca de la cara o como las porciones de oro del conjunto del oro? 

Protágoras responde que como partes del rostro. 

Rostro, esa palabra que tantas resonancias tiene en muchas personas que hemos leído con agradecimiento y esfuerzo a Levinás durante años. Rostro, ahora lo entenderá mejor más de uno, como infinito, no como suma; no como totalidad, sino como infinito. 

Lo dejo aquí, que es domingo. Un abrazo a todos. Especialmente, diría yo, a los que no rompen la comunión y se hacen responsables de ella, y la sufren. No sé cómo expresarlo mejor. Me entiendo. 

sábado, 19 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 41. (Platón, 329a - 329c)

Un discurso contrario confirma el inicial transformándolo con una cualidad que no tenía antes. No se mantiene igual propiamente. Ha llegado para asentarlo. Según parece, las afirmaciones en las que las personas sostenemos la vida tienen cualidades diferentes y pueden variar en robustez o hacerse más débiles. Algo así como la firmeza y la consistencia. 

Eso es terriblemente delicado y se puede vivir también de muchas maneras. Con un referente o sin él. Con más allá de sí mismos o vueltos sobre sí mismos. En el caso de los segundos, por los que intentaría comenzar a describir la cuestión, el discurso se puede ir reforzando a sí mismo y la opinión haciéndose progresivamente más dura, consistente y cerrada, inamovible y tautológica. Pienso que en estos casos no hay propiamente conocimiento alguno, simplemente mecanismos que impidan ver más allá y se tome como todo la exclusión de algo diferente. Sin duda alguna, esta maniobra, que puede darse y de hecho se da, no contempla rendija alguna y, como una especie de albañil, trabaja desde el interior del discurso para que no se vea nada más que una belleza fabricada interiormente, sin salida alguna. Su reiteración se correspondería en su verdad y no habría nada más que sí mismo. En este sentido, se robustece el discurso conforme al cual después se vive, defendiéndose de todo lo demás. 

Más delicado es el primero. Sería un discurso que, dicho en sí mismo y para sí mismo, se exige apertura a algo más refutando su propia suficiencia y necesidad al impedir que pueda permanecer cerrado. Diría que le corresponde señalar, indicar y apuntar, más que poseer. Una afirmación que vincula más allá de sí misma con una realidad que la conforma y confirma, que le ofrece su forma y firme donde apoyar, cuya verdad (eso que llamamos verdad, que intuimos que es la verdad) está más en la relación vinculante que en la apropiación de una realidad, por tanto, muy alejada del dominio. Al hablar de esta firmeza del discurso, mejor dicho de la firmeza que apoya el discurso en la apertura y precariedad que le corresponde, se diría que está claramente más allá de sí mismo, escapa a sí mismo y no se compone tanto de piezas como de aspectos en sí variables y más allá de sí mismos iluminadores. Es más poseído por lo otro que posesión de lo otro, más atracción que distracción. Esto es difícil de explicar sin la vida que le corresponde y desde fuera no se ve. 

El libro se caracteriza por lo cerrado y se entiende de algún modo a sí mismo. Sin embargo, al hablar y dar vida a ese discurso ya no está en el discurso lo relevante, pero tampoco en su "contenido" propiamente, porque no lo contiene, sino en el lugar de vida en el que se pronuncia y es él mismo contenido, visto, escuchado, vivido, sustentado, apoyado. Y esta relación es la que normalmente decimos que es verdad en algún sentido y a lo que se aspira como tal. 

Sócrates compara la rigidez lamentable y clausurada de los discursos bellos e incapaces de dialogar, con la situación en la que está Protágoras, a quien se le ha dejado hablar largamente y que ahora, sin embargo, además dispone de la ocasión favorable para sentarse calmadamente y dejarse preguntar, respondiendo por momentos y brevemente al examen que se avecina. Tras este elogio, en el que se puede notar una enorme adulación y preparación del interlocutor para lo que llega, Protágoras queda al margen de todos los demás y se le exige, con buenas palabras, que diga qué hay en él que realmente merece la pena contemplar. Y no se quede, porque esto nos devolvería a la magistral torpeza del libro, al que hacerle preguntas es tener que vérselas interpretando imaginativamente lo que diría. Como me ocurre a mí con el mismo Platón, aunque no lo escriba normalmente. Sin embargo, la conversación directa y abierta, el diálogo y el debate son de otro orden. Al menos reflejan aquello en lo que desean encontrarse los discursos que es la verdad, que es la vida. 

El vacío es el siguiente. ¿Uno y partes? ¿Partes y uno? Dónde se sitúa la virtud, dónde quedan la justicia, la piedad, la honradez, la prudencia, la sabiduría, el conocimiento. Qué orden tienen y qué las ordena. Y más preguntas que llega. Pero hay que entender bien esta pregunta. Porque no da igual dónde se sitúe, si en el todo o una parte. Si el todo queda esclarecido o no. Si se habla solo de una parte de algo mayor, que interesaría más. Y a esto se le llama unidad. Y a la relación entre todos y partes se le pone el nombre de mereología. Pocas veces atendida justamente. Y determinante para todo, incluida cada persona y su vida, su verdad y la comprensión de la realidad, su decisión y libertad. 

Es esencial y muy mal explicada, o muy mal entendida. Incomprensible, a mi modo de ver, cuando se hace solo como quien quiere escribir palabras para un libro bonito e interesante, pero carente de vida. Aquí el acceso a la cuestión solo se puede hacer viviendo y pensando, por ese orden. Muchos, sin vida y sin pensamiento, se excluyen ya en este punto del diálogo. Lo sepan o no, sigan hablando o no, sigan la conversación o no. Intuyo que ya no comprenderán nada de nada. Por supuesto, todos aquellos que buscan discursos cerrados sobre sí mismos, siendo partes y considerados como un todo, igualmente. Pero esto, insisto, sin vivirlo es imposible saber de qué se está hablando realmente. 

viernes, 18 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 40. (Platón, 328d - 329a)

Termina Protágoras su larga narración e interesante argumentación. Sus últimas palabras han sido que en los jóvenes -ciertos al menos, esos que tiene delante y llama por su nombre, hijos de renombres dorados y con múltiples posibilidades- todavía hay esperanzas.   

τῶνδε δὲ οὔπω ἄξιον τοῦτο κατηγορεῖν : ἔτι γὰρ ἐν αὐτοῖς εἰσιν ἐλπίδες : νέοι γάρ.

Comprendiendo perfectamente lo que dice Protágoras, sabiendo que hay tiempo en ellos y que habiendo tiempo quedan oportunidades, me voy dando cuenta, cada vez más, que es un pensamiento perezoso y profundamente egoísta. Si hay algo que hacer, algo que mejorar, algo que transformar en la realidad esto no se puede dejar en manos de los jóvenes. Alguien vivo no puede pasar tan pronto el testigo desentendiéndose. Alguien sabio estará comprometido con ello. En los jóvenes no hay, a decir verdad, ninguna esperanza por el hecho de ser jóvenes. Habrá esperanza por lo que haya de movimiento en ellos y de energía, pero no por ser jóvenes. Y dejar para los jóvenes lo que corresponde a los adultos es una enorme injusticia con ellos. 

Como educador, soy plenamente consciente de lo que estoy diciendo. Lo resumo, aunque dará lugar a malas interpretaciones siempre: pedimos a los jóvenes lo que no somos capaces de hacer nosotros. Esa es la única esperanza que algunos leen en ellos. Pero eso no es esperanza. Es escapismo. 

Sócrates toma la palabra sorprendido porque Protágoras ha terminado de hablar. No se lo esperaba. Le estaba gustando. No sabemos si lo que decía o cómo lo decía. Pero agradaba, fascinaba. El poder de la palabra bien dicha, de la expresión adecuada, de la búsqueda de pensamiento y razones. Sin duda, la cuestión es apasionante. 

Una vez quedó claro que Protágoras no continuaría, Sócrates despistado se da cuenta de que, en principio, le tocaría hablar a él y dar una respuesta, una primera aproximación y valoración de todo lo escuchado desde el mito de la creación de los hombres y el robo de Prometeo y todo lo demás. 

Entonces, Sócrates "se dice a sí mismo", aunque lo dice en público hablando con Hipócrates, el amigo que lo ha conducido hasta allí: 

ὦ παῖ Ἀπολλοδώρου , ὡς χάριν σοι ἔχω ὅτι προύτρεψάς με ὧδε ἀφικέσθαι : πολλοῦ γὰρ ποιοῦμαι ἀκηκοέναι  ἀκήκοα Πρωταγόρουἐγὼ γὰρ ἐν μὲν τῷ ἔμπροσθεν χρόνῳ ἡγούμην οὐκ εἶναι ἀνθρωπίνην ἐπιμέλειαν  ἀγαθοὶ οἱ ἀγαθοὶ γίγνονταινῦν δὲ πέπεισμαιπλὴν σμικρόν τί μοι ἐμποδών δῆλον ὅτι Πρωταγόρας ῥᾳδίως ἐπεκδιδάξειἐπειδὴ καὶ τὰ πολλὰ ταῦτα ἐξεδίδαξεν

Por un lado, una extraña gratitud filosófica que, encarnada en el amigo le ha conducido a escuchar a Protágoras. Por otro lado, una enigmática confirmación de lo que él creía anteriormente que ahora ha pasado a ser algo más que una creencia, una convicción. Es decir, que Protágoras en Sócrates ha confirmado justo lo contrario de lo que lleva defendiendo largo rato. No es que no hayan servido de nada sus palabras, porque sí han causado un efecto, pero justamente el opuesto. La exposición narrativa y la argumentación escuchada han llegado a Sócrates con su lado negativo. Pura ironía. 

Así que toca preguntar a Protágoras sobre esto que realmente interesa tanto. 

Se anticipa algo más que interesante. 

jueves, 17 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 39. (Platón, 327c - 328d)

Avanza Protágoras para defender algo así como que por el mero hecho de nacer en la ciudad y conocer las leyes y los tribunales, simplemente con eso, de nacimiento y de crecimiento, ya se es justo en comparación con los otros que nacen fuera de la ciudad y por tanto desconocen absolutamente el sistema. 

La tesis básica ahora es reducida al ambiente. Incluso aunque nadie enseñe directamente, por el hecho de nacer algo se aprende. Si además, como ocurre según su parecer en Atenas, ha habido un esfuerzo por establecer un clima conforme a la justicia, entonces todo el que nazca en Atenas y se introduzca desde pequeño en su mundo será más justo que el que nazca fuera de él. Así de simple. Así de sincero. Y no le falta razón. Porque sí hay un progreso moral que en cierto modo se consolida en normas y leyes y se va transmitiendo de este modo de generación en generación, de generalidad en generalidad. Todo esto es verdad, salvo que te toque ser singular y quieras además serlo, o salvo que el ambiente y el sistema en el que te introduzcas tenga apariencia de justo y poco más porque no se hayan pensado las leyes conforme a la justicia sino a la conveniencia de algunos, siempre unos pocos respecto al conjunto de quienes conviven. Esto también es un hecho. 

Otra cosa es confundir, como Protágoras hace, que esto es la justicia que puede alcanzar una persona o que una persona, sin libertad real y solo minéticamente, esté haciendo algo justo cuando carece de intención y de conciencia de todo ello. Es decir, que, desprovisto de lo humano, las acciones posteriores no serían humanas sino simplemente para garantizar la paz del conjunto. Y alguno quiere, como puede ser dentro de la caverna, que todo esté en orden y en paz, pero que nadie se salga de ahí y sigan las cadenas ferozmente sujetando a las personas frente a las paredes. Todo estará en calma y poco más. La paz, con todo, será desconocida. Y la justicia, sin libertad, exactamente igual. No es justicia sino mala copia de ella. 

Perdón por el mal paralelo anterior. Ha salido así. 

Para ilustrarlo más saca a relucir la comedia "Los salvajes". El caso es que la maldad de unos no puede ser, para Protágoras, comparada con la maldad de otros. Y queda visto que aquí no hay naturaleza humana buena en la consideración de Protágoras, aunque de alguna manera se haya ya refutado a sí mismo en un discurso tal largo y prolongado. 

Efectivamente, hay realidades que se aprenden por "osmosis", por el trato. Como la lengua. Que nadie enseña a nadie, sino que meramente se ejercita y por la escucha y atención se va recibiendo. Y luego se corrige poco a poco. Sobre todo en este tipo de mundos, con una oralidad tan destinada a lo cotidiano y que reserva los discursos para expertos. En el nuestro sigue sucediendo algo parecido. La referencia al aprendizaje de la lengua es interesante. Revela que ya se están preguntando cuestiones fundamentales que en el siglo XX todavía no estaban pedagógicamente claras. Al menos respecto a algunos saberes, confundidos con su ejercicio y desprovistos del conocimiento de su posible enseñanza. 

La virtud, como es inhabitual, tampoco dispone de muchos maestros. Protágoras se considera uno de ellos y se presenta como tal. ¡Aquí estoy! Y, como prueba, remite a su salario. O bien le pagan directamente cuando han aprendido y valoran lo aprendido, o bien van a un templo y entregan allí, bajo juramento, lo que consideran que vale. 

Termina su discurso apelando a las posibilidades de algunos de los presentes, todavía por debajo de sus padres, pero con posibilidades de crecer porque son jóvenes. Sobre ellos no sería justo hacer un balance duro todavía, porque la edad les da esperanzas no ganadas, ni merecidas. Tienen tiempo, según creen. 

Sócrates narra el final. Mañana seguimos. 


miércoles, 16 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 38. (Platón, 327b - 327c)

Siendo la justicia lo imprescindible para la sociedad, y reconociéndolo por encima de todo lo restante, Protágoras utiliza la belleza del mutuamente. No es una enseñanza unilateral, del sabio al ignorante, sino que unos a otros, con alma y ánimo, se educan, se preocupan y se esfuerzan por cultivarla. Como tocar la música. Porque de qué habla el ciudadano comprometido con la ciudad si no de esto antes que de otra cosa. 

El panorama es idílico y roza la simpatía. Pero a mí me da que no ocurre precisamente esto. No hoy solamente. Ni siquiera en el contexto de libertad y ocio que algunos hombres disfrutaban en el tiempo de Sócrates y Protágoras, a diferencia de todas las demás personas esclavas. Porque si fuera de ese modo, si la enseñanza fuera continua y permanente, lo primordial y el ejercicio común, al menos del diálogo saldría algo muy beneficioso. Sin embargo, no es así. La enseñanza no es diálogo, sino que tal y como lo cuenta es la imposición de algo muy diferente a la justicia que podríamos llamar formas compartidas de vida. Por ejemplo, respecto a los esclavos y al valor de su vida, para lo cual los griegos eran ciegos, o se lo hacían. Y perdonad el anacronismo fácil. 

Hay un empuje de la naturaleza que no puede ocultar en su reflexión, de donde procederá después una catalogación que resultará evidente en clases de personas. Pese a ser la justicia para todos y todos poder adquirir sus rudimentos, unos tienen un "virtuosismo" natural, mientras otros están incapacitados para grandes logros. 

Sinceramente, esta cuestión de qué es capaz la persona cada vez me resulta más crucial. Porque al tiempo que se dibujan capacidades en la descripción se abren también horizontes en los que la misma persona se construye. Y también conviene ver la relación entre capacidades, no sea que alguna de las que se consideran prioritarias y "de gobierno del alma" no tengan tanto alcance, mientras otras sean restringidas por su situación de desconsideración elevada. Por ejemplo, ya que está Protágoras con la música, las capacidades diversas que atañen a la sensibilidad. ¿Dónde se sitúan, en qué dirección, de qué nutren el interior del alma humana, es decir, cuál es su importancia? 

En resumen, para Protágoras la misma capacidad de justicia en unos alcanza la virtud y probablemente en otros, dada su restringida capacidad en comparación con los otros, quede tan limitada que no resulte ni bella. 

martes, 15 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 37. (Platón, 326e - 327b)

Sin duda, Protágoras está dando una lección de saber dónde está y con quién habla, y qué sistema ordena la convivencia en la ciudad. Algo que a una mentalidad como la mía, con siglos de distancia nos cuesta percibir, es la no consideración de todas las personas en igualdad de condiciones. Hoy, por lo menos, lo tenemos como principio rector teórico, aunque bien sabemos que en la práctica se baila con otro son. El caso es que Protágoras sabe que no habla para todos. Se debe escuchar así. 

Se repite. Otra vez con eso de que la virtud es enseñable. Por eso todos se afanan en ello, en lo privado y lo público, en casa y fuera de ella, estando en casa o yendo de viaje. Le ha faltado decir eso. Tanta preocupación no puede ser banal. E interpela directamente a Sócrates, a quien de vez en cuando se dirige y olvida a todos los demás en la escena. Recuerdo que había mucha gente, ya difuminada. 

τοσαύτης οὖν τῆς ἐπιμελείας οὔσης περὶ ἀρετῆς ἰδίᾳ καὶ δημοσίᾳ, θαυμάζεις, ὦ Σώκρατες, καὶ ἀπορεῖς εἰ διδακτόν ἐστιν ἀρετή; ἀλλ᾽ οὐ χρὴ θαυμάζειν, ἀλλὰ πολὺ μᾶλλον εἰ μὴ διδακτόν.

Es tozudo, pero es el tema. ¿De qué habla cuando habla de virtud? ¿De una rutina y un hábito que se puede imitar y repetir? ¿De un acto concreto? ¿De una forma de pensar? ¿De qué está hablando? ¿A qué se refiere con lo de justicia: a comportarse como la ley dice o algo más? ¿A dónde conduce la virtud, si es que conduce en alguna dirección? 

Ahora llega una gran pregunta y una gran lección. La pregunta: ¿Por qué, entonces, de padres excelentes nacen muchas veces hijos vulgares? La respuesta: Sobre unos flautistas que deben tocar la flauta para que la ciudad siga en pie y se esfuerzan en transmitir a todos, porque depende de todos, el flautismo, porque sin flautismo se destruiría; no cualquier flautismo, sino un buen flautismo, porque no vale con hacer sonar la flauta, que no requiere aprendizaje alguno, sino hacer música con ella y buena música, claro. 

Hay, por tanto, un saber que sostiene la ciudad y una acción asociada a ese saber, siendo la acción y no el saber el que sostienen la ciudad, aunque no hay acción sin saber correspondiente. Y la pregunta es si esta relación determinante respecto del saber y la convivencia es transmitible. Pero yo preguntaría si hay ciudad realmente por el hecho de vivir juntos, sin más. O si no es que la vida tiene que defenderse de ella de algún modo en la ciudad, para no quedar absorbido en las comunes prácticas impuestas a todos desde el saber de unos que llegan de antes y que lo transmiten a los de después. O algo por el estilo, mejor expresado. No tengo tiempo de redactarlo mejor. Sigo. 

A Protágoras le parece evidente que todo pende de un saber y que sin ese saber la convivencia sería imposible como proyecto común. Y, sin decirlo, establece un saber como constitutivo de la convivencia para la que la persona no está preparada por sí misma con las herramientas propias de su vida y, por lo tanto, debe aprender a amoldarse y a comportarse según la ciudad. Y aceptar de buen grado, porque ahí también hay parte de esta justicia, el aplastamiento que genere su acomodación al medio, la adaptación. E, insisto, nada dice de cuál es el origen de todo esto. Porque él sabe dónde quiere llegar. 

Protágoras tiene una intuición que, tomada por sí misma, es espléndida. La virtud y la justicia nos benefician mutuamente. Tras esta pista, si pudiéramos seguir sin más, llegaríamos lejos. En más de una ocasión me he referido al "mutuamente" y lo crucial que es en todas las dimensiones. Y me parece que el vínculo de lo justo con la virtud, respecto de las relaciones con otras personas es imprescindible y casi la misma palabra, aunque no del todo. Porque la justicia sigue entendiéndose como bien, pero no se llama así finalmente aún pudiendo ser una concreción de todo esto en dirección a la esencial. O la justicia encamina a la virtud o la justicia nace de la virtud.  

λυσιτελεῖ γὰρ οἶμαι ἡμῖν  ἀλλήλων δικαιοσύνη καὶ ἀρετή

Cuando se trabaja sobre el "mutuamente" se produce algo misterioso. Queremos condensar en esta palabra más de lo que la palabra puede albergar y transmitir y la damos por supuesta y reconocida. Pero no puede haber mutuamente sin un origen y tampoco la justicia se expresa en la igualdad en la balanza, para dar lo que se recibe y recibir lo que se da y después devolverlo. La referencia bíblica, para mí fuente del auténtico "mutuamente", es el lavatorio de pies. Solo después de lo abrupto y provocador que es que el maestro lave los pies a los discípulos, y solo entonces, se habla allí del mutuamente en una comunidad formada bajo el más que signo del amor de Dios. Aquí Protágoras, aunque quiera, no sabe cómo alcanzar ese origen en la convivencia que después despierte, no la reciprocidad, sino la donación de unos hacia otros. Que es probable que sea, y queda dicho también, el único ejercicio sincero en el que alguien puede mostrar a otro la virtud y así, a lo mejor y solo a lo mejor, el otro pueda hacerse con ella interrogándose por lo que ha sucedido. No es una enseñanza al modo como queremos las personas enseñarnos las cosas incapacitándonos a la vez para la auténtica virtud. 

Entre los que escuchan, recuerdo, algunos están sin más sentados escuchando. Y esta es toda su actividad. Ojalá que estén prestando la atención que, según el mismo Protágoras, es imprescindible para hacerse cargo de algo en una conversación que pretenda enfocarse en la dirección en la que se puede iluminar en algo el misterio que quieren esclarecer. 

Inmediatamente después de citar el "allelón" y ponerlo encima de la mesa, desaparece. Porque ya alguien está confundiendo lo justo con lo legal. 

Hay algo en las palabras de Protágoras, con las que hoy termino, que creo que sería la pista por la que Sócrates debería empezar la refutación. Dice Protágoras algo así como que no ponemos el esfuerzo suficiente en enseñar, que lo hacemos a medias, sin la dedicación y generosidad que corresponderían a semejante actividad, noble entre las nobles. Como lo hacemos pobremente el resultado es igualmente pobre. Sin embargo, si comenzamos por ahí, por el empeño y la dedicación y la entrega que se puede dar en alguien que quiera enseñar a otro, siendo sabio quien enseña, quizá el sabio sea el primero en confesar abiertamente que esto es imposible en esta dirección y al modo como otras cosas se comunican entre las personas; que igual que no es posible dar vida a nadie una vez nacido, ocurre con la virtud y la sabiduría en última instancia. Y el sabio que lo intente, siendo sabio sabrá reconocerlo. A lo mejor el ignorante no. A lo mejor el que no lo intenta siquiera puede hablar de cualquier modo. Pero el sabio que lo desee realmente, porque esté la vida de su amor en juego, lo sabrá perfectamente. Es imposible y solo cabe sufrir y acompañar. 

El "mutuamente" ha sido de los temas filosóficos que más entrega me pide, desde hace tiempo. De los que se hablan en positivo. Para mí conecta perfectamente con su cara oculta, la envidia. De la cual he hablado ya alguna vez. Voy tomando nota. Ojalá alguien se dedicara con verdadera capacidad a ello. Sería una tesis doctoral preciosa. Y nuestro tiempo está muy necesitado de ello.