sábado, 6 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 6.

Teresa terminó ayer. Salvo en la memoria, para quien puede volver a ocurrir lo previsto. Quedaron sin contar tres puntos de novedad que en una tarde sucedieron. Mañana será, si no está siendo. Quizá si nos paramos la podamos percibir o intuir o acompañar o vislumbrar o dibujar rompiendo el mundo desde dentro, sacándolo de sí, nublando los sentidos incapaces de posarse en algo o recibiendo el exceso de la realidad saturada. 

Contempló por última vez la calle que pisaba hasta entonces cuando tocaba. En sus huellas, otros pies en el mismo sitio exacto, otras personas que estuvieron a más de un kilómetro y con las que no se pudo encontrar y las que vendrán y caerán allí por donde ella se movía. Hay una causa interna en el tiempo coincidiendo con su consecuencia. 

Quedó aquí, si no quedó ahora. Y entre las piedras la arena que se desprendía sostenía sueños y anhelos, como hijos de la luz y del agua.   

Jamás será un apéndice en mi vida. Hoy la iglesia habla mucho de fraternidad, como condición esencial del ser humano. No le falta razón. Todos hermanos, por el Padre común. Ahora bien, entre los hermanos algunos son también amigos con quienes siempre contar, en los que siempre apoyarse, a los que siempre amar, con quienes la confianza es fácil y el diálogo y la búsqueda es mayor. Hermano y amigo Antonio, con tantas lágrimas como esperanza, un abrazo enorme. Nos vemos en Dios, compañero. 





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