jueves, 11 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 11.

Resumiendo mucho, hacía tres minutos que había terminado el tiempo. Ahora reposaba, genialidad en mano. Se venía sobre él la ola de frescura que había creado. Aliviaba el tormento con su abundante lágrima. Cepillaba desgarrado en colores la vida que había dejado. Recibirá de vuelta la onda de su encanto, la magia de lo común, lo asombroso del deslumbramiento. En medio y quieto, dibujado. La tenaza del espacio le doblaba haciendo con él un muñeco. Cobró de nuevo conciencia con su corazón.   



No me toques demasiado, que sueno. Quiero llevarte a lo que no verás. Sígueme y cuélgate de mi mundo conectado. Diré algo interesante para degustar y te sacaré de ti dando saltos. Cuidado con el vacío. Agárrate fuerte. Si te pierdes aquí o te caes no podré recuperarte. La araña interior es lenta. Nada surge sin novedad, sin materia. El compás con que trabajo no es muy grande. La tarea no quedará completa. Cartógrafo paginero sigo aprendiendo. Colócate aquí, bien dispuesto. El laberinto se recrudece sin dirección. Continúo hasta el principio. Comencé oscuramente iluminado, sin saber que no sabía se abrió la puerta y quedé sumido. No encuentro la salida que ventila musicalmente. Los cruces pivotan posibilidades. Un hilo me sujeta a la realidad y con dos palabras enfrentaré la muerte. Todo lo que pinto en sus paredes será polvo cuando soples fuerte. Olvido, eres mi rescate y ungüento. Memoria, mi locura. Inteligencia viva, mi inocencia y despertar cada día. Qué baza se ocultará en mi mano. Puede ser solo el saludo, puede ser solo el abrazo. Olvido de mí, mi rescate. Memoria de mí, mi locura. Saber de ti, mi inocencia y motivo. 






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