martes, 30 de noviembre de 2021

CRITÓN. Día 45. (Platón, 54b - 54d)

Última exigencia. Las leyes quieren convencer a Sócrates, persuadirlo. Persuadir es un verbo precioso. Es el último esfuerzo que hacen. No quieren que Sócrates haga lo que haga, deje de ser Sócrates. Y que, por lo tanto, su intención es cuidar de él hasta el final. Así al menos lo entiendo yo. Unas leyes que hablan con libertad para que con libertad se responda. Unas leyes, por otro lado, que saben que están hablando con quien es capaz de escuchar y dialogar con ellas, siendo el mejor de los de su época. Y unas leyes que, quizá, conocen todo lo que vendrá después y cómo hubiera sido la historia sin su humano y débil gesto. Pero esto es hipótesis y solo elucubración. 

Las leyes piden a Sócrates directamente fe, aceptación, crédito. A ellas porque ellas le han formado, sin que nada más pueda compararse con ellas: ni familia, ni honor, ni riqueza. Ellas están en otra situación absolutamente diferente a todo lo demás conocido, con lo que no se pueden comparar. Superan ampliamente todo lo demás, todo el mundo, todas las relaciones. 

Y el problema es el siguiente: no es que lo que vaya a ocurrir sea lo mejor de lo mejor, alcanzar el bien máximo por fin y sin que nadie más pueda arrebatarlo, ni nada por el estilo. De hecho, nada termina con su muerte. Lo que aquí se enuncia es que, pese a todo, las otras opciones no parecen ser mejores, ni más justas, ni más pías, ni nada de lo que ha estado persiguiendo. No sé cómo se puede expresar esto, pero parece una especie de descarte de toda opción que no sea cumplir el dictamen de las leyes nada más que por ser dictamen de las leyes. Mejor dicho, en este momento apoteósico: no está siendo condenado realmente por las leyes, que tienen en él al más justo de los atenienses, sino por los hombres. El problema es que, si se fuera, haría mal por mal, devolvería injusticia por injusticia, y mostraría de ese modo que tienen más razón los hombres con su comportamiento injusto que las leyes que intentan sanar semejante herida en sus hijos, los ciudadanos. Y, por si fuera poco, diría al final de su vida que es mejor escuchar a Critón y creer en Critón, que escucharlas a ellas y creer en ellas. 

Algo de lamento hay, por cierto, en esta última intervención por parte de las leyes, que se tienen que asumir a sí mismas en su precaria relación con los hombres, aunque sean los atenienses. Algo de esto hay.  

ἀλλ᾽ Σώκρατεςπειθόμενος ἡμῖν τοῖς σοῖς τροφεῦσι μήτε παῖδας περὶ πλείονος ποιοῦ μήτε τὸ ζῆν μήτε ἄλλο μηδὲν πρὸ τοῦ δικαίουἵνα εἰς Ἅιδου ἐλθὼν ἔχῃς πάντα ταῦτα ἀπολογήσασθαι τοῖς ἐκεῖ ἄρχουσινοὔτε γὰρ ἐνθάδε σοι φαίνεται ταῦτα πράττοντι ἄμεινον εἶναι οὐδὲ δικαιότερον οὐδὲ ὁσιώτερονοὐδὲ ἄλλῳ τῶν σῶν οὐδενίοὔτε ἐκεῖσε ἀφικομένῳ ἄμεινον ἔσταιἀλλὰ νῦν μὲν ἠδικημένος ἄπει,’ ἐὰν ἀπίῃςοὐχ ὑφ᾽ ἡμῶν τῶν νόμων ἀλλὰ ὑπ᾽ ἀνθρώπωνἐὰν δὲ ἐξέλθῃς οὕτως αἰσχρῶς ἀνταδικήσας τε καὶ ἀντικακουργήσαςτὰς σαυτοῦ ὁμολογίας τε καὶ συνθήκας τὰς πρὸς ἡμᾶς παραβὰς καὶ κακὰ ἐργασάμενος τούτους οὓς ἥκιστα ἔδεισαυτόν τε καὶ φίλους καὶ πατρίδα καὶ ἡμᾶςἡμεῖς τέ σοι χαλεπανοῦμεν ζῶντικαὶ ἐκεῖ οἱ ἡμέτεροι ἀδελφοὶ οἱ ἐν Ἅιδου νόμοι οὐκ εὐμενῶς σε ὑποδέξονταιεἰδότες ὅτι καὶ ἡμᾶς ἐπεχείρησας ἀπολέσαι τὸ σὸν μέροςἀλλὰ μή σε ’πείσῃ Κρίτων ποιεῖν  λέγει μᾶλλον  ἡμεῖς.’

Al terminar, Sócrates se hace a sí mismo caja de resonancia de la justicia y del bien. No el bien, ni la justicia, sino su caja de resonancia. Reconoce que lleva largo tiempo escuchando dentro de sí cómo hablan, habiendo llegado a no poder oír otra cosa que no sean ellas con idéntica fuerza. Es como si lo demás viniera de fuera, pero esto tuviera una extraordinaria interioridad y le habitara profundamente. Personalmente considero que esta sensibilidad extraordinaria de Sócrates es un cultivo cuidado de sí mismo y de sus relaciones. No cualquier cosa. Semejante disposición, semejante apertura, semejante acogida revelan algo más de lo que simplemente se dice, cuya resistencia se pone de manifiesto incluso ante la muerte. No cualquier cosa. No las primeras de cambio, ni las críticas de los cercanos que tanto saben de todo y de la vida suya y ajena, sino ante los que tienen poder para matar. Además, con una singularidad casi única, que jamás se negó al diálogo, pero que no claudica en su autonomía personal. 

Y los dos amigos terminan "homologados", unidos como la alianza pide estar unidos, en concordia racional y espiritual. 

ἀλλ᾽, ὦ Σώκρατες, οὐκ ἔχω λέγειν.

ἔα τοίνυν, ὦ Κρίτων, καὶ πράττωμεν ταύτῃ, ἐπειδὴ ταύτῃ ὁ θεὸς ὑφηγεῖται.

No tengo nada que decir, Sócrates. 

Ea pues, Critón, obremos en este sentido, puesto que por ahí nos guía el dios. 

Del dios, dicho sea de paso, ¿alguien ha oído decir algo? ¿No era Sócrates ateo y negaba los dioses de la ciudad? ¡Pues adelante, a obedecer!




lunes, 29 de noviembre de 2021

CRITÓN. Día 44. (Platón, 53a - 54b)

Se va silenciando todo. Parece que, después de mucho dialogar, a Sócrates le toca como nunca escuchar, o mediar entre él, la ciudad y la palabra. Un juicio que busca concordia, acuerdo y una victoria absolutamente diferente a la del odio, la culpa y el orgullo. Todo se ha callado, salvo las leyes. Sean lo que sean, en los momentos finales de la vida de Sócrates son las únicas que hablan. Y lo hacen de modo maternal y paternal, más que de otros modos. Sócrates acata. Filosofía y estado no coincidirán nunca. Filosofía y todo lo demás nunca serán homologadas del todo. O bien es parte de la arrogancia del filósofo que se cree siempre más allá de todo lo que hay, sin paz alguna que sea capaz de sostener por su parte, o bien es la misma condición humana que, expresada desde antiguo, revela una insatisfacción consigo misma y una imposible coherencia definitiva. Esto está así y mucho me temo que llegará generación tras generación a ser lo mismo. El caso Sócrates es, de esta manera, ni un inicio propiamente, ni tampoco un final. Solo una expresión exageradamente sangrante de tal disociación, de la fuerza de sus preguntas, de la existencia incómoda. 

Lo siguiente que viene, en este gran discurso de las leyes, es una especie de chantaje. Se puede leer perfectamente así, dándole la vuelta a lo que Critón exponía al principio. Si entonces la muerte de Sócrates era causa de un mal hacia los suyos y a la ciudad misma, incluso para otras ciudades que podrían servirse de él para continuar sus pasos, ahora aparece visto al revés. Si Sócrates huye, al convertirse en traidor, será una deshonra para su familia y mal visto donde vaya. Un traidor es un traidor, no cualquier cosa. Un traidor se convierte en tal al traicionar a otros, al entregarlos a su enemigo. Es decir, "enemigo del sistema". 

Sea como sea, parece que Sócrates no tiene salida fácil, ni cómoda. Está en tal tesitura que, con su ambigüedad, hará bien o mal, pero no absolutamente. Y deberá ser, por lo mismo, interpretado. De aquí que, aquello que no está directamente en su mano, quede expuesto. En semejante debilidad, será pasto de lo que hoy dicen las leyes de él: será interpretado. ¿Acaso hay otra opción diferente?

Dentro del chantaje se incluye de todo, hasta el destierro de sus amigos. Pero creo que lo más duro es lo que se refiere a Sócrates como un destructor, como un antisistema, como un antialiado. Y le recuerda que, de alguna manera, confirmaría con su acción, en el caso de que se escapara, que "parecería" igualmente que las acusaciones contra él son verdaderas: corruptor de jóvenes y de personas con poco espíritu. Lo cual, de paso, incluye también su falta de respeto a la ciudad y a los dioses de la ciudad, entre otras cosas. 

En ningún otro sitio encontrará Sócrates las condiciones de vida que Atenas le ha facilitado para preocuparse por la virtud y la justicia, e intentar con otros definirlas libremente dialogando en las plazas. Lo cual no era, dicho sea también de paso, el motivo real por el que todo empezó. 

El panorama que dibujan las leyes es apocalíptico. Fuera de Atenas no hay salvación para Sócrates. No encontrará lo que busca, ni podrá seguir siendo él. Si huye, se negará a sí mismo. 


 



domingo, 28 de noviembre de 2021

CRITÓN. Día 43. (Platón, 52d - 53a)

En la medida en que las circunstancias parecen oponerse a una vida tranquila y serena, en esa medida normalmente las personas comienzan a pensar en otras cosas y formas de vida diferentes y buscan un cambio. La inmensa mayoría de la literatura de "autoayuda" está instalada en esa premisa, sin cuestionarse nada de nada. Porque lo único que hacen es "fluir" con ese sujeto pusilánime y débil que, como una veleta, gira según el viento, sin preguntar ni de dónde viene el viento, ni a dónde lo conducirá. Solo eso, dejarse llevar. Así es como se forja un "esclavo", "el más vil intentando escaparse en contra de los pactos y acuerdos con arreglo a los cuales conviniste con nosotras -las leyes- que vivirías como ciudadano."

Sigamos. 

‘ἄλλο τι οὖν,’ ἂν φαῖεν,‘ἢ συνθήκας τὰς πρὸς ’ ἡμᾶς αὐτοὺς καὶ ὁμολογίας παραβαίνεις, οὐχ ὑπὸ ἀνάγκης ὁμολογήσας οὐδὲ ἀπατηθεὶς οὐδὲ ἐν ὀλίγῳ χρόνῳ ἀναγκασθεὶς βουλεύσασθαι, ἀλλ᾽ ἐν ἔτεσιν ἑβδομήκοντα, ἐν οἷς ἐξῆν σοι ἀπιέναι, εἰ μὴ ἠρέσκομεν ἡμεῖς μηδὲ δίκαιαι ἐφαίνοντό σοι αἱ ὁμολογίαι εἶναι. σὺ δὲ οὔτε Λακεδαίμονα προῃροῦ οὔτε Κρήτην, ἃς δὴ ἑκάστοτε φῂς εὐνομεῖσθαι, οὔτε ἄλλην οὐδεμίαν ’ τῶν Ἑλληνίδων πόλεων οὐδὲ τῶν βαρβαρικῶν, ἀλλὰ ἐλάττω ἐξ αὐτῆς ἀπεδήμησας ἢ οἱ χωλοί τε καὶ τυφλοὶ καὶ οἱ ἄλλοι ἀνάπηροι: οὕτω σοι διαφερόντως τῶν ἄλλων Ἀθηναίων ἤρεσκεν ἡ πόλις τε καὶ ἡμεῖς οἱ νόμοι δῆλον ὅτι: τίνι γὰρ ἂν πόλις ἀρέσκοι ἄνευ νόμων; νῦν δὲ δὴ οὐκ ἐμμενεῖς τοῖς ὡμολογημένοις; ἐὰν ἡμῖν γε πείθῃ, ὦ Σώκρατες: καὶ οὐ καταγέλαστός γε ἔσῃ ἐκ τῆς πόλεως ἐξελθών.

Nada de precipitación y decisión en el momento. Nada de eso. Sócrates se ha mantenido durante largas décadas. Nada fue de su elección, aunque elogiara otros lugares. Ni siquiera se lo planteó en serio. Escogió Atenas y pactó con ella. Pero, ¿no estará diciendo irónicamente lo contrario? 

La comparación con "cojos, ciegos y otros lisiados", hiriente en nuestro lenguaje moderno sin duda, sirve para reforzar que lo suyo era algo mayor que libertad y no fue imposición de ningún tipo. Podía moverse, sin embargo no lo hizo. 

El final de esta parte vuelve a ser incisivo, como en el caso anterior. Y a hablar con absoluta nitidez. Sócrates no ha sido, no será tampoco, un ateniense más, sino un ateniense muy especial. Tan especial que su función es descrita en términos prácticamente religiosos y sacerdotales, sin investidura alguna que no sea la del mismo diálogo en directo con las propias leyes. Leyes que él no solo escucha en sentencias, como otros. Leyes con las que no solo ha pactado por nacimiento, como otros. Leyes con las que mantiene un diálogo y es capaz de refutarlas, no como otros. Su posición, sin irse de la ciudad, será la de su superación, no su negación. No está Sócrates en una posición tal que quiera abolirlas, sino superarlas como hijo. ¿No será Sócrates, por quien hablan las leyes ahora mismo, parte de ellas mismas, parte de su consejo? ¿No será Sócrates, un "nomos" más con su propia vida?

El final es elocuente. Sócrates permanecerá, si obedece. Sócrates permanecerá, si escucha y hace caso. Sócrates permanecerá ligado a las leyes en esta ciudad. No será ridículo. Este contraste es sublime: permanecer no es permanecer, sin más, sino permanecer fiel a los acuerdos. Mientras que lo contrario es elegir vivir como un niño, ridículamente, en un juego que no es juego, sin haberse dado cuenta de nada, haciendo broma, sin ser irónico, con la vida misma. Esto es, agradecimiento que vincula contra el desagradecimiento orgulloso de la ignorancia infantil. 





sábado, 27 de noviembre de 2021

CRITÓN. Día 42 (Platón, 52a - 52d)

En efecto, Sócrates no es uno más entre los atenienses. Sabe que es singular, como pocos. Por un lado, no se trata de una ironía, aunque sí por otro. Por supuesto que tiene su lado irónico, como todo en él. 

Son las leyes las que se lo dicen incluso: "como muy pocos atenienses." Lo cual invita a pensar cuál es esa saga o estirpe de la que él procede y quiénes le han precedido. Entra la duda al pensarlo. Píndaro era de Beocia y tenía una definición de ser humano preciosa. No sé a quiénes se refiere. 

Las leyes aportan sus pruebas. Dicen que las tienen. Son grandes pruebas las que pueden aportar en el juicio. Del que han desaparecido, por cierto, todos los demás acusadores y ya no hay ciudad que valga ni se nombre. Tanto agrado ha encontrado Sócrates en ser ateniense y vivir en Atenas que jamás salió de ella para ninguna fiesta, salvo al Istmo, y a ningún otro territorio, si no fue para hacer la guerra. Esto puede bien ser la propia memoria de Sócrates haciendo examen de sí mismo. Pero las leyes hacen de observadoras y registradoras. Lo que sorprende es la mención, más allá del hecho, del agrado, del parecerle bien la ciudad. 

Esto es muy sencillo de entender, porque es una especie de discernimiento en la práctica. Dada la libertad de movimiento consciente, que luego otros usarán para otras cosas, si se está es porque agrada. El movimiento queda conectado de este modo con lo agradable y lo desagradable, con lo recibido o no, con la ausencia de ese placer o con el displacer. Y, quien es queda, se queda porque quiere, enlazando así la voluntad con su situación en el mundo, en la realidad. Las leyes hacen notar, de este modo, que ese Sócrates especial, que ha vivido de forma especial la recepción de la palabra de las leyes, se queda en Atenas porque quiere y porque le fue agradable. De modo que, si las leyes entonces le dieron todo lo que tenía y era, por qué ahora piensa en lo contrario. 

Ya sabemos lo que ocurrirá inmediatamente después de la muerte de Sócrates. Platón se va. Aunque después de darse un paseo por el ancho mundo, por aquí y por allá buscando y queriendo realizar su ciudad, siendo él el padre por lo tanto, vuelve a Atenas. Como hijo pródigo, que será igualmente bien recibido. Pero seguimos con el diálogo. 

Las leyes que formaron a Sócrates fueron elegidas por Sócrates. A la satisfacción añaden que "se encontraba bien" y fue fecundo en la ciudad. Se comportó como ciudadano en cada ocasión. Quizá, diría el amigo, como el mejor de los ciudadanos. Que paradójicamente, y esto es dolorosísimo, tiene que morir. Fue el mejor, pero morirá. Lo matará Atenas misma, la ciudad, su juicio, su ley. Y, en este trance tan doloroso, queda solo un camino, que es de muerte: o la muerte de Sócrates, o la muerte de las leyes. Y ellas, en su precariedad y en su debilidad, le piden a Sócrates que sea él el ofrecido como sacrificio. 

Este acto termina con una hiriente pregunta: "Respóndenos si decimos verdad al insistir en que tú has convenido vivir como ciudadano según nuestras normas con actos y no con palabras, o bien si no es verdad." Atención al punto crucial, porque unas leyes que hablan se convierten en quien las escucha en acción, en acto, en concreción, en definición de sí acorde con ellas. El compromiso de palabra implicaba un modo de vivir determinado. La alianza, que son las leyes en plural, hablan para ser encarnadas. 

El extraordinario amigo de Sócrates asiente con el tema fundamental del diálogo: "Necesariamente, Sócrates." Es un deber, hay que cumplir con él. Es una alianza, que hay que llevar hasta el final. No se puede cargar con la vida buena queriendo evitar estos momentos, así que... ¡adelante! Y el buen Critón, que al principio fue la tentación, ahora es un aliado de las leyes, aun con el dolor que comporta saber que condenan a muerte al amigo y que el amigo responderá con la vida misma recibida por las leyes, sin trueque alguno, sin engaño y de frente. Si a esto no se llama honestidad, no sé qué pueda ser entonces tal cosa. 

εἰ οὖν ἐγὼ εἴποιμι:‘διὰ τί δή;’ ἴσως ἄν μου δικαίως καθάπτοιντο λέγοντες ὅτι ἐν τοῖς μάλιστα Ἀθηναίων ἐγὼ αὐτοῖς ὡμολογηκὼς τυγχάνω ταύτην τὴν ὁμολογίαν. φαῖεν γὰρ ἂν ὅτι ‘ὦ Σώκρατες, μεγάλα ἡμῖν τούτων τεκμήριά ἐστιν, ὅτι σοι καὶ ἡμεῖς ἠρέσκομεν καὶ ἡ πόλις: οὐ γὰρ ἄν ποτε τῶν ἄλλων Ἀθηναίων ἁπάντων διαφερόντως ἐν αὐτῇ ἐπεδήμεις εἰ μή σοι διαφερόντως ἤρεσκεν, καὶ οὔτ᾽ ἐπὶ θεωρίαν πώποτ᾽ ἐκ τῆς πόλεως ἐξῆλθες, ὅτι μὴ ἅπαξ εἰς Ἰσθμόν, οὔτε ἄλλοσε οὐδαμόσε, εἰ μή ποι στρατευσόμενος, οὔτε ἄλλην ἀποδημίαν ἐποιήσω πώποτε ὥσπερ οἱ ἄλλοι ἄνθρωποι, οὐδ᾽ ἐπιθυμία σε ἄλλης πόλεως οὐδὲ ἄλλων νόμων ἔλαβεν εἰδέναι, ἀλλὰ ἡμεῖς ’ σοι ἱκανοὶ ἦμεν καὶ ἡ ἡμετέρα πόλις: οὕτω σφόδρα ἡμᾶς ᾑροῦ καὶ ὡμολόγεις καθ᾽ ἡμᾶς πολιτεύσεσθαι, τά τε ἄλλα καὶ παῖδας ἐν αὐτῇ ἐποιήσω, ὡς ἀρεσκούσης σοι τῆς πόλεως. ἔτι τοίνυν ἐν αὐτῇ τῇ δίκῃ ἐξῆν σοι φυγῆς τιμήσασθαι εἰ ἐβούλου, καὶ ὅπερ νῦν ἀκούσης τῆς πόλεως ἐπιχειρεῖς, τότε ἑκούσης ποιῆσαι. σὺ δὲ τότε μὲν ἐκαλλωπίζου ὡς οὐκ ἀγανακτῶν εἰ δέοι τεθνάναι σε, ἀλλὰ ᾑροῦ, ὡς ἔφησθα, πρὸ τῆς φυγῆς θάνατον: νῦν δὲ οὔτ᾽ ἐκείνους τοὺς λόγους αἰσχύνῃ, οὔτε ἡμῶν τῶν νόμων ἐντρέπῃ, ἐπιχειρῶν διαφθεῖραι, πράττεις ’ τε ἅπερ ἂν δοῦλος ὁ φαυλότατος πράξειεν, ἀποδιδράσκειν ἐπιχειρῶν παρὰ τὰς συνθήκας τε καὶ τὰς ὁμολογίας καθ᾽ ἃς ἡμῖν συνέθου πολιτεύεσθαι. πρῶτον μὲν οὖν ἡμῖν τοῦτ᾽ αὐτὸ ἀπόκριναι, εἰ ἀληθῆ λέγομεν φάσκοντές σε ὡμολογηκέναι πολιτεύσεσθαι καθ᾽ ἡμᾶς ἔργῳ ἀλλ᾽ οὐ λόγῳ, ἢ οὐκ ἀληθῆ.’ τί φῶμεν πρὸς ταῦτα, ὦ Κρίτων; ἄλλο τι ἢ ὁμολογῶμεν;





viernes, 26 de noviembre de 2021

CRITÓN. Día 41 (Platón, 51e - 52a)

Las leyes ya se han posicionado como las dadoras de todos los bienes, como la mejor madre y padre posibles, habidos y por haber. No tienen culpa, ni responsabilidad ninguna. Eso sí, su hijo morirá. El mejor de sus hijos, a decir de algunos. Pero ellas siguen ahí, enseñando hasta el final. O exigiendo hasta el final que su hijo se comporte honorablemente y con agradecimiento. Nada más y nada menos. Siguen examinando a Sócrates, porque todavía no se ha terminado todo lo que tiene que decir y hacer. No sea que su hijo se distraiga al final y se venga todo el edificio abajo. Sócrates puede destruirlas y lo saben. Y con ellas, la ciudad de Atenas. Aunque esto, que ocurrirá en otro momento, no pueda ser atribuible a Sócrates, sigo pensando que estaba dado de antemano. Por mucho que las leyes digan que pueden destruir son incapaces de tal cosa. Solo construir, si acaso. No por ellas mismas, sino en la medida en que otros colaboran con ellas y son aceptadas. Nada más. No hay herencia realmente, sino coherencia con ellas. Insisto, co-herencia. En unión con ellas se recibe lo que ellas mismas solo median, por mucho que ahora estén diciendo que son las primeras y las más importantes figuras en el universo. Que, también en ocasiones, las madres exageran y olvidan que son solo madres y poco más. Los padres igualmente. 

ὃς δ᾽ ἂν ὑμῶν παραμείνῃ, ὁρῶν ὃν τρόπον ἡμεῖς τάς τε δίκας δικάζομεν καὶ τἆλλα τὴν πόλιν διοικοῦμεν, ἤδη φαμὲν τοῦτον ὡμολογηκέναι ἔργῳ ἡμῖν ἃ ἂν ἡμεῖς κελεύωμεν ποιήσειν ταῦτα, καὶ τὸν μὴ πειθόμενον τριχῇ φαμεν ἀδικεῖν, ὅτι τε γεννηταῖς οὖσιν ἡμῖν οὐ πείθεται, καὶ ὅτι τροφεῦσι, καὶ ὅτι ὁμολογήσας ἡμῖν πείσεσθαι οὔτε πείθεται οὔτε πείθει ἡμᾶς, εἰ μὴ καλῶς τι ποιοῦμεν,’ προτιθέντων ἡμῶν καὶ οὐκ ἀγρίως ἐπιταττόντων ποιεῖν ἃ ἂν κελεύωμεν, ἀλλὰ ἐφιέντων δυοῖν θάτερα, ἢ πείθειν ἡμᾶς ἢ ποιεῖν, τούτων οὐδέτερα ποιεῖ. ταύταις δή φαμεν καὶ σέ, ὦ Σώκρατες, ταῖς αἰτίαις ἐνέξεσθαι, εἴπερ ποιήσεις ἃ ἐπινοεῖς, καὶ οὐχ ἥκιστα Ἀθηναίων σέ, ἀλλ᾽ ἐν τοῖς μάλιστα.’

El tema va dirigido a quien se quede, a quien participe, a quien esté meramente escuchando de ellas "cómo celebran juicios". Es interesantísima la referencia a la triple culpabilidad de quien no obedezca: por nacimiento, por educación y por conversación. De las dos primeras ya ha hablado antes y comportan una deuda impagable y una recepción casi pasiva, en doble condición. De la tercera, que es extrañísima, en el fondo están diciendo que los hijos deben buscar el bien de sus padres y mejorarlos una vez criados, una vez adultos. Y que es culpable quien no busca y hace tal cosa, sino que simplemente se queja sin más. Se puede convencer y persuadir a los padres, como a las madres, para que mejoren. Y un hijo debe hacerlo. Y si no lo hace, es culpable al cubo, triplemente. Porque esta tercera culpa no es ya infantil como las anteriores o fruto de la ignorancia o el sufrimiento, sino de su madurez. De las anteriores, dicho de paso, se puede escapar, pero no de esta última. De esta tercera se es plenamente responsable y consciente hasta el final. El que no mejora las leyes, es un mal hijo. 

Las leyes no son violentas, no ejercen violencia. Son pacíficas. Lo cual nos remite, una vez más, a que estamos hablando de algo escrito hace un par de milenios y pico, por redondear. No es algo de ayer, ni del siglo XIX, sino que tiene su historia y trayectoria y fue pensado con semejante amplitud hace no poco. Lo cual probablemente dé vértigo considerar. 

Su no violencia se basa precisamente en la apertura de opciones: obedecer o persuadir, que es una única en definitiva: obedecer finalmente, pase lo que pase, se dicte lo que se dicte, se juzgue lo que se juzgue, si es que se está allí. O sea, obedecer o irse. Porque obedecer es la forma de estar sujeto. Y sobre la posibilidad de irse, mucho me temo, que no se trata de algo meramente "corporal", material o físico, sino que se puede estar sin estar, estar habiéndose ido, estar queriendo figurar, estar sin escuchar. Obedecer y escuchar son lo mismo, por cierto. 



jueves, 25 de noviembre de 2021

CRITÓN. Día 40. (Platón, 51c - 51d)

Sócrates vuelve a arremeter contra el vacilante Critón. Aunque indirectamente está más que dicho, sobradamente expuesto, queda todavía más claro en lo siguiente que se habla, no de cualquier ciudad, sino de una en particular: Atenas, que es la que engendra, cuida y protege a los atenienses. Por si hubiera dudas. En cualquier caso, Critón ya no vuelve a intervenir prácticamente hasta el final. Y adelanto que es uno de los pocos diálogos que terminan de este modo, estando de acuerdo Sócrates y su interlocutor. Aunque entran dudas sobre quién habla ahora, ya que las leyes parece que han invadido a Sócrates poseyéndolo. Que, por otro lado, no dejan de examinar a Sócrates y Sócrates no deja de intervenir con ellas en la conversación. ¡No se calla este señor ni ante sus mayores!

Sea como fuere, vamos con el texto. Sócrates toma la palabra para que las leyes tomen la palabra en esa asamblea de ancianos curiosa que se ha formado. 

Examina, además, Sócrates, si es verdad lo que nosotras decimos, que no es justo que trates de hacernos lo que ahora intentas. En efecto, nosotras te hemos engendrado, criado, educado y te hemos hecho partícipe, como a todos los demás ciudadanos, de todos los bienes de que éramos capaces; a pesar de esto proclamamos la libertad, para el ateniense que lo quiera, una vez que haya hecho la prueba legal para adquirir los derechos ciudadanos y, haya conocido los asuntos públicos y a nosotras, las leyes, de que, si no le parecemos bien, tome lo suyo y se vaya adonde quiera. Ninguna de nosotras, las leyes, lo impide, ni prohíbe que, si alguno de vosotros quiere trasladarse a una colonia, si no le agradamos nosotras y la ciudad, o si quiere ir a otra parte y vivir en el extranjero, que se marche a donde quiera llevándose lo suyo. 

σκόπει τοίνυν Σώκρατες,’ φαῖεν ἂν ἴσως οἱ νόμοι,‘εἰ ἡμεῖς ταῦτα ἀληθῆ λέγομενὅτι οὐ δίκαια ἡμᾶς ἐπιχειρεῖς δρᾶν  νῦν ἐπιχειρεῖςἡμεῖς γάρ σε γεννήσαντεςἐκθρέψαντεςπαιδεύσαντεςμεταδόντες ἁπάντων ὧν οἷοί τ᾽ ’ ἦμεν καλῶν σοὶ καὶ τοῖς ἄλλοις πᾶσιν πολίταιςὅμως προαγορεύομεν τῷ ἐξουσίαν πεποιηκέναι Ἀθηναίων τῷ βουλομένῳἐπειδὰν δοκιμασθῇ καὶ ἴδῃ τὰ ἐν τῇ πόλει πράγματα καὶ ἡμᾶς τοὺς νόμους ἂν μὴ ἀρέσκωμεν ἡμεῖςἐξεῖναι λαβόντα τὰ αὑτοῦ ἀπιέναι ὅποι ἂν βούληταικαὶ οὐδεὶς ἡμῶν τῶν νόμων ἐμποδών ἐστιν οὐδ᾽ ἀπαγορεύειἐάντε τις βούληται ὑμῶν εἰς ἀποικίαν ἰέναιεἰ μὴ ἀρέσκοιμεν ἡμεῖς τε καὶ  πόλιςἐάντε μετοικεῖν ἄλλοσέ ποι ἐλθώνἰέναι ἐκεῖσε ὅποι ’ ἂν βούληταιἔχοντα τὰ αὑτοῦ

Por partes, que estoy abruma. Primero, "los nomoi" no dejan de hablar como Sócrates. Y lo hacen de modo que se les debe todo. El plural es realmente sorprendente. Pero no dejamos aquí. A mí este fragmento me recuerda efectivamente a un posible discurso del padre misericordioso a su hijo pródigo en el evangelio de Lucas. En resumen, te he dado todo y te lo he dado libremente para que hagas con ello lo que quieras. Tan libremente que puedes coger lo tuyo e irte donde te plazca si no te agrada estar aquí. Y libertad aquí significa precisamente esto y no otra cosa. No es quedarse, sino irse de Atenas lo que hace posible la libertad. Misteriosamente esta posibilidad hace que los que están estén libremente y que nadie les diga nada por estar, igual que a los que se van, que se van con los dones recibidos por Atenas, sin que nadie les pueda decir nada de la misma forma. Pensemos que no era así, ni de lejos, en el mundo antiguo. Que nadie se confunda con esto, no vayamos a pensar que hoy se pueda hacer así por las buenas lo que aquí dicen las leyes de Atenas. 

Eso, "los nomoi" hablan habiéndolo dado todo "desde la nada". El elenco es maternal y paternal a la vez, generador de fraternidad con otros hombres de la ciudad y poseedor de riquezas. Lo que las leyes reclaman es haber sido más que generosas, intentado dar bienes, todo lo bueno posible a cada uno de los suyos. Y que la libertad aparece cuando pasan a ser conscientes de los asuntos públicos y a escuchar lo que dicen ellas mismas o ellos mismos. 



miércoles, 24 de noviembre de 2021

CRITÓN. Día 39. (Platón, 50c - 51c)

Las consecuencias de todo esto, que Sócrates plantea como imagen-idea, son enormes. Todo queda envuelto en una realidad no tan material y muda como se considera habitualmente, sino que, en tanto que la persona se hace con el mundo, el mundo recibe igualmente de él la capacidad para hablar y escuchar. No es mundo como entendemos en ocasiones, sino que sale de la naturaleza un producto original y en segunda creación que podríamos denominar cultura. Algo que jamás debería haberse separado de la vida, pero ya sabemos qué ocurre con esa independencia falsamente otorgada y toda alienación humana: termina haciéndose dueña y señora de la vida del propio hombre y aplastando su humanidad, sin dejar resquicio alguno a novedad que no quede establecida en lo anteriormente objetivado, en tanto que independiente de la vida. Y así nos va, sumidos en la barbarie. Porque a mayor objetividad pretendida y alienada, mayor barbarie y deshumanización. No haría falta explicar mucho de esto, y sin embargo no termina de ser entendido por todos. 

Sócrates dialoga con las leyes, escucha a las leyes. Lo mismo que antes en sueños, ahora despierto plantea un diálogo posible con ellas y con la ciudad. El singular y el plural se confunden, los géneros igualmente y todo está difuso, salvo en la estructura del diálogo: un maternal o paternal "te pillé"; es decir, un filial he sido descubierto, no he podido ocultarme, no he sido capaz de engañar y mentir suficientemente bien. ¿Está diciendo Sócrates aquí la intención de cada cual no es solo suya? ¿Qué más da mientras no te vean, no te descubran, no te pillen? ¿Qué es eso "a dónde vas" "sin haber ido", de la decisión sin la acción, de la voluntad sin encarnación? ¿Con quién están hablando las leyes y la ciudad como testigos? 

Un tema que recorre, como es sabido, la obra entera de Platón y a la que se da formas muy diversas. Por cierto, que esta conversación privada entre dos amigos, en la que Platón no figura por ningún lado, aunque sea su nombre el que está acogiendo todo lo dicho, es algo así igualmente. Tiene la forma de entrar en la conciencia de Sócrates, sin estar Sócrates del todo presente o estar "dormido" en el sueño de los justos para siempre. Está sin estar. Se muestra como pura intención. Salvo por lo que ocurrió después y que todos comprobaron, la ciudad también puesta entonces en acto como testigo de sí misma, posteriormente acusada por lo tanto. Lo que ocurre en esta imagen de Sócrates es solo un aviso, al que, como todos saben, no da pábulo, ni por lo que se deja tentar en ningún momento. Critón es, con su visita, esta mala intención que queda descartada. 

Sigue Critón y pone a Zeus por testigo, lo cual irónicamente muestra que no ha terminado de comprender lo dicho del todo. 

De nuevo, largo discurso de Sócrates. De nuevo, hablan las leyes dirigiéndose a él, como responsable. Por cierto, que bien parecen un consejo de ancianos que se comporta reprendiendo como una madre. Dicen las leyes algo así como: "¿Hemos quedado en que hay que obedecer o en que no hay que obedecer? ¿Qué hemos acordado?" Y las leyes, de repente, se vuelven socráticas y pasan a examinar a Sócrates como Sócrates examinó a otros o ahora hace con su amigo Critón. 

Lo dicho. Primero de todo: "¿Tienes alguna acusación contra nosotras, las leyes?" Lo cual quiere situar a Sócrates en el marco mismo de un juicio, mejor dicho de la justicia, porque las leyes no saben de otra cosa, igual que las madres no saben de otra cosa que ser madres, o los profesores de ser profesores, o los amigos de ser amigos. Si las leyes son leyes, se entiende de sobra que entienden de justicia, o al menos así debería ser, como las madres, como los amigos, etc. El marco es un nuevo juicio, como si Sócrates no hubiera pasado ya por él o no se hubiera enterado. Pero hay que fijarse bien en lo que pregunta: "contra nosotras y contra la ciudad para intentar destruirnos." Van de la mano. Aprietan fuerte las leyes la mano de la ciudad, a la que traen consigo. No se quieren separar de ellas. Atenas, no se nombra, de momento. 

Ese "contra" es tan importante como importante es que lo diga la misma figura que pregunta. La pregunta pregunta por su contra, por su oposición, por si hay requerimiento o protesta, por si hay enfrentamiento contra ella. Es un "contra" activo, no simple posición disidente. Es un "contra" enérgico que combate, hiere y mata, que hace sucumbir lo que hay. Es un "contra" en el que las leyes revelan su vulnerabilidad, su debilidad incluso, e indican el camino a Sócrates, no ya para huir sin más, sino para quedarse destruyendo, dejando en nada lo que hay. Es un "contra" que llora y lamenta casi su situación. Porque si Sócrates se revuelve, las leyes saben sobradamente que no podrán hacer nada contra él, salvo lo que ya han hecho, que ha sido intentar mostrarle algo superior a sí mismas, y que Sócrates dice haber aprendido en esa síntesis sobre la que trataba hace un instante con Critón: "Jamás será un bien cometer injusticia." E injusticia es, precisamente, ir contra las leyes y lo que anida en las leyes y, de paso, contra la ciudad. 

Se anticipó aquí el nihilismo y Sócrates lo rechazó. No por debilidad de sí, precisamente, sino por la vulnerabilidad del otro. Especialmente de aquellos a los que menos daño habría que hacer y que sufrirían en el caso de que se huyese del sentido común, de la razón y de la verdad aquí descubierta. 

Las leyes continúan. Ahora con otra figura. Y preguntan: "¿No te hemos dado nosotras la vida y, por medio de nosotras, desposó tu padre a tu madre y te engendró?" ¡Atención! ¡Que se vuelva a leer esto de nuevo! 

Todo lo que viene después es una especie de figura de la presencia de las leyes en toda la vida de la ciudad, se sepa o no, se sea consciente o no. Dan vida, están presentes en la vida, están en toda relación fecunda, práctica, cotidiana, común. Están en todo, absolutamente todo. Lo inundan todo. Hacen que Sócrates sea Sócrates y, por eso precisamente, se ocupan ahora de él de este modo. Pero no solo dan vida, sino que a la vida vinculan lo que hoy denominaríamos libertad, un vivir sueltos, un vivir vinculados a la humanidad y la verdad, o a la humanidad a través de la verdad o a la verdad a través de lo humano. Así están puestos los cimientos de la ciudad, sin nombrar ninguna concreta, de la vida y de la libertad. Las leyes proveen de esto, no de otra cosa. Independientemente de cómo se reciba por quienes quieren zafarse de ellas o vivir como si no existieran o existir desagradecidamente como si nada hubieran hecho. Las leyes otorgan y procuran a los suyos vida y libertad. Configuran la vida y la libertad para que sean tales y no otra cosa, con forma humana. Y ellas pretender ser la figura de todo eso en la medida en que se vayan conociendo y la vida y la libertad se aproximen a ellas y no jueguen con ellas o no las abandonen como si tal cosa. 

El largo discurso de las leyes es muy interesante. Además, aparece algo así como patria. Que no es tampoco la ciudad. La ciudad sigue como testigo indicada de la conversación severa de esta madre con su pequeño, que ya no es tan pequeño y que, curiosamente, por añadir más dramatismo, sabe que va a morir por ella. No sé en qué punto una madre puede ver esto tranquilamente. Solo se me ocurren dos escenas antagónicas, que a su vez son muchos otros episodios de carne y hueso que no nombraré. Pero resulta demoledor. Contemplarlo sin sobrecogerse es difícil. Algunos filósofos de carrera, de los buenos, lo consiguen. No hay resquicio aquí para el sentimiento, según ellos. Aunque yo no puedo leerlo de otro modo. Sabe que va a morir. Está reprendiendo a su hijo que debe morir por ella. La madre está entregando a su hijo a la muerte. Y el hijo está dócilmente recibiendo la palabra de la madre, salvo por el amigo que ha venido a verlo medio en la noche. 

Sócrates avanza más en su diálogo de todo lo que las leyes y la patria y la ciudad y los demás y los otros pueden decirle, en caso de que se vaya de allí a escondidas e incumpliendo el juicio, desobedeciendo la ley. Y se recurre a algo difuso y confuso, como es el honor. Al menos para nosotros, en lo que a pertenencia y relación reflejan. Lo cual, para ejemplificarlo más, se coloca en la guerra, en la lucha, en el momento en el que el hombre antiguo sabía que estaba dando y arriesgando todo lo que tenía, por muy desconocido que sea para nosotros hoy en nuestro tiempo y lugar. Aquí hay algo hablando que exige reverencia sagrada, por encima de madre, padre y todo lo demás. Lo cual resulta igualmente extraño a la conciencia moderna, que se cree autocreadora de todo y cuya novedad en el mundo parece invalidar todo lo anterior. Pero eso es otro cantar. 

No resulta nada aburrido leer esta intervención socrática completa. Lo que resulta aburrido es que se saquen frases de contexto para mensajes fáciles en escaparates mediáticos. El tono es absolutamente serio. La bronca que está recibiendo "la intención" de Sócrates, que es la intención realmente de Critón, es apabullante. ¡Qué mal cuerpo deja escuchar esto como si fuera una madre, un padre hablando a su hijo ingrato, quien debe todo sin ser consciente de nada! A un niño, por cierto, normalmente se le habla sin que entienda muchas veces la mitad de lo que se dice. Pero Sócrates no es un niño, ni Sócrates trata a Critón de ese modo. Porque usa ironía. 

Al final, pregunta Sócrates a Critón: "¿Qué vamos a decir a esto, Critón? ¿Dicen la verdad las leyes o no?" Y esta verdad que se supone que dicen es algo así como que todo en Sócrates y en cualquier ciudadano debería ser vivido como regalado e indebido, sin hacer nada por ello y sin mérito alguno de su parte, y por tanto en respuesta toda persona, incluida Sócrates, no debería hacer otra cosa sino agradecer y obedecer y jamás contrariar la ley cometiendo injusticia. 

Y Critón responde, ya más suavemente que en otros momentos: "Me parece que sí." O algo así como que a él le aparece lo que dice Sócrates como una verdad que, por tanto, debe ser vivida y merece de su parte toda aprobación. ¡Poca broma! ¡A mí se me saltan las lágrimas! Una madre dice a su hijo: "Tienes que morir, ¿lo sabes?" El hijo responde: "Lo sé y lo haré."




martes, 23 de noviembre de 2021

CRITÓN. Día 38. (Platón, 50a - 50c)

La humildad de Critón en el punto anterior podría estirarse, en contraste con muchos otros diálogos y dialogantes, para mostrar que no hay saber sin ignorancia, que no hay saber que no pase por su propio no saber, que no hay saber sin subjetividad capaz de reconocer de qué está siendo capaz de recibir, absorber o recoger sobre sí. Algunas veces pienso que esto de la filosofía es entregar a un niño un "balón medicinal" para jugar con él, como si tal cosa; de modo que, cuando se entrega, lo que se hace es disparar sobre otros un proyectil que lo destruirá por completo. Algunos, de hecho, así piensan la filosofía, sin amor alguno por el otro, como un avance continuo en la destrucción del prójimo. Sócrates, sin embargo, me parece que opta por la prudencia de hacer preguntas, sin más. 

Sócrates le propone a Critón que lo considere de otro modo, menos sintético. Y más esclarecedor. Aunque, al igual que ha dado anteriormente a "la ciudad" la capacidad de escuchar y comprender, de someterse a "la razón", de rostro humano en cierto modo, ahora "las leyes", en plural, tendrán capacidad igualmente humana, como en analogía doble, de hablar, de decir, de mostrar, de revelar, de conducir, de examinar, de "comunión". Ambos viajes, con ellos en medio contemplando todo lo que está sucediendo. Pero situados en el mismo lugar en el que están, en la cárcel. Ese es el dibujo y la imagen, la idea en definitiva, que Sócrates está proyectando ante la mirada y el entendimiento de quien lo escuche, incluido también Critón, por supuesto. Platón es así.  ¡Atención, porque leyes y ciudad van juntos!

Considéralo de este modo. Si cuando nosotros estemos a punto de escapar de aquí, o como haya de llamar a esto, vinieran las leyes y el común de la ciudad y, colocándose delante, nos dijeran: "Dime, Sócrates, ¿qué tienes intención de hacer? ¿No es cierto que, por medio de esta acción que intentas, tienes el propósito, en lo que de ti depende, de destruirnos a nosotras y a toda la ciudad? ¿Te parece a ti que puede aún existir sin arruinarse la ciudad en la que los juicios que se producen no tienen efecto alguno, sino que son invalidados por particulares y quedan anulados?" ¿Qué vamos a responder, Critón, a estas preguntas y a otras semejantes? Cualquiera, especialmente un orador, podría dar muchas razones en defensa de la ley, que intentamos destruir, que ordena que los juicios que ha sido sentenciados sean firmes. ¿Acaso les diremos: "La ciudad ha obrado injustamente con nosotros y no ha llevado el juicio rectamente"? ¿Les vamos a decir esto?

ἀλλ᾽ ὧδε σκόπειεἰ μέλλουσιν ἡμῖν ἐνθένδε εἴτε ἀποδιδράσκεινεἴθ᾽ ὅπως δεῖ ὀνομάσαι τοῦτοἐλθόντες οἱ νόμοι καὶ τὸ κοινὸν τῆς πόλεως ἐπιστάντες ἔροιντο:‘εἰπέ μοι Σώκρατεςτί ἐν νῷ ἔχεις ποιεῖνἄλλο τι  τούτῳ ’ τῷ ἔργῳ  ἐπιχειρεῖς διανοῇ τούς τε νόμους ἡμᾶς ἀπολέσαι καὶ σύμπασαν τὴν πόλιν τὸ σὸν μέρος δοκεῖ σοι οἷόν τε ἔτι ἐκείνην τὴν πόλιν εἶναι καὶ μὴ ἀνατετράφθαιἐν  ἂν αἱ γενόμεναι δίκαι μηδὲν ἰσχύωσιν ἀλλὰ ὑπὸ ἰδιωτῶν ἄκυροί τε γίγνωνται καὶ διαφθείρωνται;’ τί ἐροῦμεν Κρίτωνπρὸς ταῦτα καὶ ἄλλα τοιαῦταπολλὰ γὰρ ἄν τις ἔχοιἄλλως τε καὶ ῥήτωρεἰπεῖν ὑπὲρ τούτου τοῦ νόμου ἀπολλυμένου ὃς τὰς δίκας τὰς δικασθείσας προστάττει κυρίας εἶναι ἐροῦμεν πρὸς αὐτοὺς ὅτι ‘ἠδίκει γὰρ ἡμᾶς  πόλις καὶ οὐκ ὀρθῶς τὴν δίκην ἔκρινεν;’ ταῦτα  τί ἐροῦμεν;

Las leyes y la ciudad cuestionan "la intención". Aquello que hace unas páginas era el principio de la acción que viene del principio, que se emparenta con él, que comulga con él. Entonces no decía Sócrates que "debía hacerlo" sin más, como un héroe, sino que "había que intentar vivirlo". Y se dice, tal cual, que hay cosas que depende de uno y otras que no. Que ya sabemos dónde llegará todo esto. Pero que aquí refieren a algo con lo que el filósofo debe cargar, precisamente por amor, precisamente por vivir con el principio que ha descubierto. Luego añade el hacer daño, que es destruir. Porque Sócrates con eso que tiene intención de hacer, en este dibujo, es capaz de destruir, de negar la ciudad y las leyes. Sobre todo, las leyes, o a la ciudad a través de la negación de sus leyes, que son su madre y su tradición. Da igual si es masculino o femenino, pero pensemos en el ascendente que están mostrando.

Si hemos leído bien, esto se parece mucho a un padre o un profesor que pilla a su hijo o a su alumno a las puertas de "liarla" y "cometer una injusticia" y "desobedecer" su orden. El lenguaje es muy parecido, y la estructura igualmente, a lo que ocurrió en el relato entre Adán y Eva y la serpiente y Dios, todo junto, cuando se van echando las culpas unos a otros, sin asumir culpa o responsabilidad alguna. Se puede, al menos, leer en ese tono. ¿Dónde vas Sócrates? ¿Qué estás haciendo? ¿No se romperá "el jarrón de la casa si juegas así"? ¿No se vendrá todo abajo en la vida cuando la vida te la tomas infantilmente como un juego? ¿No tienes tú que hacer lo que tienes que hacer independientemente de lo que hagan otros? ¿No estarás buscando una excusa, cuando te hemos pillado, cuando todos sabemos qué intención tienes? ¿No es la intención, así expuesta, algo sin manifestación, que puede vivirse en lo oculto contrariando todo lo demás, sin luz, sin claridad, entenebrecido? ¿No será la intención presa de este modo de una culpa que, independientemente de si se ve o no se ve, se expone y causa destrucción socavando todo, dejando todo sin sentido? ¿No es una forma de cobardía igualmente, al vivirse de espaldas a todo lo demás, incluido uno mismo con su conciencia, si pudiera vivirlo? ¿No es aquí donde mejor ha expuesto, por ahora al menos, Sócrates y no otro, la densidad de la conciencia y la conexión del deber con cada persona singular, con cada individuo en el conjunto de relaciones que tiene con otros, por lo cual "las leyes" traen ante su mirada a "la ciudad" como testigo, que sufrirá el mal? ¿No dice, eso sí que es duro verlo, Sócrates, que el mal se hace y puede ser causa de mal en otros, pese a ver negada esta misma afirmación en otros textos y lugares? ¿Qué hacemos con todo esto? 

La exposición es densa. La imagen es bella. La responsabilidad está puesta de manifiesto y es propia de la persona en su conciencia. Por esto, igualmente, esto solo puede decirse como en cierta metáfora. Pero las leyes hablan, la ciudad escucha, y toda persona que vive lo hace bajo un juicio y como juicio.  No es solo el cielo lo que pesa, con su infinitud, sobre Sócrates, sino que ante él aparece el rostro de la ciudad, lo más concreto de lo concreto, la singularidad del otro hombre.