lunes, 8 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 8.

Si te fijas bien, solo son pinceladas de colores. No dejan ver el lienzo que lo sostiene. Pensó por última vez Teresa, que despertaba con la intención de saber qué había detrás de todo aquello. Qué mérito tiene conservar una imagen tan pobre, con tanta gente sufriendo, incapaz de hacer lo que quiere, sometida a su tiempo. No hay nada más que tonos reunidos y ordenados. Árboles verdes escorados y en decadencia, que solo sirven para rellenar. La gente se va perdiendo. Carece además de humanidad, queda anulado el rostro incluso en quienes miran a quien podría algún día mirarlo. Quien lo pintó, volvió a decirse, fue cruel conservador. Este fotograma significaba, en la pared, el recuerdo permanente de lo miserable que es la vida. Espaldas dobladas quemadas entre el fuego. Sol radiante que se apaga y se desluce a sí mismo al chocar por las pisadas. El hogar siempre lejos. Aquí nadie se reconoce ni distingue, porque las personas valen poco. ¿Quién se acuerda de quien vivió hace doscientos años? ¡Lo mismo ocurre generación tras generación!

Al acercarse al cuadro un poco más dentro de su imaginación pudo leer una frase escrita por el mismo autor: Si te atreves, píntalo tú.    


Te voy a contar un secreto. Juegas contra quien ya sabe que va a ganar, así que no sonrías tanto. Ingenioso y pobre ignorante, el truhan a quien te enfrentas te acuchillará con un rápido gesto mientras tú contemplas con orgullo una falsa gloria. Perdiste de vista el conjunto, quedaste encerrado en tu sueño. Te aviso por lo que pueda pasar. Apostaste tu alma y llegaste a tu fin. Volverás a confundirte con el color de tus ropas. Serás espejismo elegante y nada más. Adorna tu movimiento como quieras y lúcete en tu última mano. Más atento está el lobo calculando el instante para arrojarte a tu confusión y enredo. Niño infantil escucha, que tengo más edad que tú. Levántate como rayo justo ahora y no lo dejes pasar. Ahora es la última oportunidad que tienes para ser libre. Quémate. Ojalá se pudieran borrar algunos tiempos, masculló imberbe. 

Una escena antitrinitaria de discordia y engaño. El padre le cuenta al hijo cómo el odio les separará para siempre. Ya no habrá remedio. ¡Por no haber mirado bien! ¡Por estar siempre distraído! El padre desvela finalmente el verdadero secreto en su palabra: ¡Te lo dije! ¡Te avisé! ¡No me hiciste caso!




No hay comentarios:

Publicar un comentario