miércoles, 31 de marzo de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (19)

Comienzo en 342a hasta 342c

Estamos en un punto importantísimo, en una pregunta decisiva. También para el siglo XXI, que está escribiendo un cambio radical de paradigma social (y antropológico). Las transformaciones en nuestro mundo escalan a una velocidad incomparable y no hay una meta definida, simplemente vamos cambiando y acelerando una historia que vincula lo humano y lo técnico. Mejor dicho, la humanidad se la juega en el progreso técnico.

Trasímaco es el loco que quiere mostrar a los otros a Sócrates enloquecido, descoyuntado; mientras este, que se ha encontrado en la conversación con él sin voluntad alguna, no sabemos si se pregunta por qué dio la vuelta hacia el Pireo en lugar de continuar su camino en dirección a Atenas. ¿Qué le hace mantenerse ahí y no darlo todo por perdido? ¿Qué obligación tiene? ¿Será que no puede "quedar mal" ante nadie? ¿O es algo mayor que eso, que ganar como gana el más fuerte? 

La situación está en la pregunta sobre "el arte", "la técnica" realmente, aquello que hace que las cosas sean lo que son. Y ahora, ¿una técnica se basta a sí misma o, para ser lo más completas posible, necesitan algo que es según su conveniencia?

ἆρ᾽ οὖν καὶ ἑκάστῃ τῶν τεχνῶν ἔστιν τι συμφέρον ἄλλο  ὅτι μάλιστα τελέαν εἶναι ;

Escribiendo frases con tal intensidad es difícil avanzar en el diálogo sin pararse. La cuestión aquí recae sobre la suficiencia de la técnica respecto de sí misma o la relación de la técnica con otras técnicas para alcanzar su fin último, la realización más elevada de su posibilidad más extrema, es decir, su perfección. Tal cual. ¿Un arte es un arte o son muchas artes, o la relación de muchas artes?

Lo siguiente es como si "el cuerpo" (soma) fuera un arte en sí mismo. Y la pregunta se dirige a saber si se basta a sí mismo o si necesita, según su precariedad, de más. Y parece correcto hablar de la medicina como "auxilio" del cuerpo, en sí misma un arte para la perfección del otro. En modo orgánico, en modo parte de algo mayor, en modo servicio. Según la necesidad que le da su propia debilidad. Es decir, que aparecen relacionados y, al mismo tiempo, se van acumulado a la par auxilios y nuevas precariedades, que deben por tanto ser medidas y vistas desde fuera de ellas mismas. 

Un Trasímaco, que no sabemos cómo está, responde afirmativamente. Sin más. Se supone que escuchando y siguiendo los pasos de Sócrates, su método. Algo más calmado, aunque su contención en la argumentación ha salido por peteneras reiteradamente en la conclusión. 

Sócrates continúa. Una vez comprendido el asunto de la insuficiencia de la técnica, ¿qué ocurre? Y pregunta. ¿Algún arte tiene necesidad de perfección, es decir, de alcanzar algo? ¿Luego hay algún arte que que examine lo que es conveniente? 

Siguen las preguntas luego. Pero ojo con el tema, que se va hacia el infinito. ¿Por qué? Porque se ha puesto lo perfecto como punto más de partida y tiene que ser a la vez punto de llegada. ¿Esto tiene algún sentido? ¿Necesidad de lo perfecto y de lo infinito para decir que algo que es realmente sea lo que es? Poca broma con el tema si lo contemplamos de este modo. ¿No será que más bien el arte, el que sea, es deficiente en sí mismo y la perfección no es lo suyo? ¿Hay un arte perfecto en cada arte por separado que examina realmente ese arte, como escala dentro de la misma realidad, pero sin salirse realmente de ella? ¿O será todo esto que ahora se dice, pero a la vez, en distintos planos de realidad, en distintas regiones de la realidad, en distintas generaciones de realidad? ¿Pero no decimos entonces que el arte es a la vez perfecto y precario? ¿Y qué decir, aunque no se nombra, de todo movimiento de un arte hacia su propia perfección? ¿De dónde proviene?

Trasímaco solo asiente. Está desaparecido. Escuchar esto debe ser infinitamente más complejo que leerlo. ¿Con qué se puede quedar alguien que solo escucha una vez algo de semejante magnitud? Lo dicho, asiente y Sócrates continúa tirando de él en este viaje más allá de sí mismo. 

Una técnica, tal y como estamos, no se ve a sí misma, sino al objeto. No reflexiona sobre su método realmente. Si lo hace, deja de ser tal. Sale del margen de su conocimiento y se abandona. Tal cual. Y esto es de una relevancia para la actualidad enorme, para el siglo XXI. Como decíamos arriba. ¿Quién mira las ciencias, las técnicas? ¿Bajo qué paraguas, dentro de qué ámbito se englobarían? Fundamental: ninguna técnica, ningún arte ve lo que conviene a sí misma. Son acción, no reflexión. Se vuelcan fuera de sí, en salida. ¿Cómo llamaremos a la vuelta de sí entonces? ¿Será una especie de técnica de todas las técnicas? ¿En qué plano de realidad y junto con qué otras realidades topará? ¿Al infinito?

Ya están de acuerdo, homologados, viendo lo mismo de la misma manera. En estas palabras, ya están ambos dentro del mismo arte. Aunque Sócrates apostilla que amargamente, porque Trasímaco no lo puso jamás fácil. Pero hasta ahí llegaron juntos al menos. ¿Cuál? Su conclusión, por ahora, es la siguiente: 

ἀλλὰ μήν Θρασύμαχεἄρχουσί γε αἱ τέχναι καὶ κρατοῦσιν ἐκείνου οὗπέρ εἰσιν τέχναι.






martes, 30 de marzo de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (18)

Comienzo en 340d hasta 342d

En este particular anti-resumen está hablando Trasímaco, que comenzó orgulloso de sí mismo y maldiciendo a Sócrates, y sigue ahí después de un primer insólito revolcón ante el "público". Lo que le duele a Trasímaco es quedar mal, redoblando su ignorancia. 

Toma la palabra y ahora quiere ser el que pregunta, al modo socrático, con ejemplos, pero aturulladamente. Lo importante, según él, es decir que el médico es médico cuando cumple su función, no cuando se equivoca. Lo mismo que el calculador, lo mismo que el gramático, lo mismo que el artesano, lo mismo que el gobernante. Y no podríamos decir, en verdad, que el médico, el calculador, el artesano, el gobernante se equivocan. Es decir, la perfección. Y concluye pidiendo a Sócrates que lo interprete de ese modo: 

"El gobernante, en tanto es gobernante, no se equivoca, y al no equivocarse establece lo mejor para sí mismo, y esto es lo que debe hacer el gobernado. De modo tal que, como afirmé desde un principio, declaro que es justo hacer lo que conviene al más fuerte."

El tono de "juicio final" es evidente. Ahora bien, ¡menos mal que los gobernantes se equivocan! ¡Menos mal! Están incapacitados, realmente y no por la realidad, para hacerse con el lugar del "arjé" absolutamente. Pueden jugar a ello, durante un rato. Pueden aparecer de ese modo, sin lograrlo. Es como si hubieran probado el fruto mismo del árbol mismo situado en medio del mismo Edén. Pero lo dejamos para otro día. Creen que pueden alcanzar lo que es inalcanzable para ellos o cualquiera de su especie. A lo mejor, digo a lo mejor, sin ser gobernantes se llega mejor que siéndolo al Arjé. Pero otro día, insisto. 

Sócrates pregunta a Trasímaco si sigue pareciéndole "un tramposo". Esta es la respuesta de Sócrates a tanto discurso. 

δοκῶ σοι συκοφαντεῖν ;

Todo acaba de cambiar. Da igual lo dicho y quedan delante las personas, el diálogo entre ellas y el esclarecimiento de las motivaciones. ¿Por qué Sócrates conversa con Trasímaco? Mejor dicho, aunque no es el objeto, ¿por qué Trasímaco se ha metido disputando? ¿Han sido las malas artes e intenciones de Sócrates, cuando pregunta a Trasímaco, las que han desquiciado la puerta que se abría en la concordia entre Sócrates y Polemarco? 

Hay que revisar bien cómo aparece aquí Trasímaco y si alguien puede pensar que Sócrates ha querido desprestigiarlo, o ha sido más bien al revés desde el principio de la conversación. Es un tramposo, que quiere poner a la gente de su parte haciéndose el débil y defendiendo a los fuertes. Es un cobarde absoluto, que se escuda bajo una piel de cordero. Ahora quiere darle la vuelta a su situación complicando a otros, a los espectadores. ¿Será capaz de amasar en torno a sí un buen tribunal contra el discípulo preguntón?

Demasiadas personas han leído más a Trasímaco sin saberlo, y han aprendido de él el odioso arte de la retórica podrida, que a Sócrates y su recta intención. Tenemos demasiados cómplices de Trasímaco actualmente, hijos suyos, sin duda alguna. ¡Ataquemos al débil haciéndonos débiles y que crea que somos de los suyos! ¡Empobrezcámoslos haciéndonos ricos! ¡Que nos defiendan los humillados del mundo sacando partido a su miseria! 

No olvidemos lo que dice, porque resuena hoy esta forma de argumentar: 

εὖ μὲν οὖν οἶδαἔφηκαὶ οὐδέν γέ σοι πλέον ἔσταιοὔτε γὰρ ἄν με λάθοις κακουργῶνοὔτε μὴ λαθὼν βιάσασθαι τῷ λόγῳ δύναιο.

Trasímaco siempre sabe. Sabe de la justicia y la injusticia, sabe de los gobernantes y los gobernados, y ahora también sabe de Sócrates y su intención. Que quede claro. Porque es el que realmente sabe en todo esto y no vacila en mostrarse una y otra vez así. Trasímaco es el conocedor absoluto, realmente el "arjé" de todo sin pudor ninguno. ¿Estará alguien dándose cuenta de lo peligroso que es este individuo? 

Sócrates retoma lo imposible, vistas las intenciones del interlocutor. No desespera, aunque dan ganas de abandonarlo a su suerte, si no fuera porque detrás de él va la ciudad entera y todo aquel que lo escuche y crea. Así que, vamos a definir algo de lo que dice. Y Sócrates pregunta, de las dos formas de referirse al que gobierna y es más fuerte, con cuál se queda. Atención, ¿cómo gobierna y en qué es más fuerte? (1) En la forma común de hablar. (2) En sentido estricto. 

¿Qué responderá Trasímaco? ¡Lo más estricto, claro! 

Yo no he entendido bien lo que dice Sócrates, sinceramente. ¿Cuál es el modo segundo? ¡Qué lío de frase, más complicada! A ver: "En el sentido estricto de los términos, según el cual acabas de enunciarlo, a saber, aquel a quien, por ser el más fuerte, será justo que el más débil haga lo que conviene." O sea, ¿que por ser el más fuerte, sin más, el más débil debe obedecerlo? ¿Es eso lo que quiere decir el sentido estricto? ¡Muy poco claro! 

Sigo pensando que nadie dice en qué es más fuerte el más fuerte, ni qué es eso de ser más fuerte de otros. ¿Respecto de qué? ¿En qué arte? ¿Es más fuerte en todo, totalmente todo?

La respuesta de Trasímaco va acompañada de algo más respecto a Sócrates. Repite que es "malvado", que obra "mal", que busca "desprestigiarlo" urdiendo tretas, engaños y demás, y utilizando "lo dicho". Y, como si fuera un grito de guerra herido convocando a la lucha contra él: "No serás capaz." 

Seguimos, con la humildad de Sócrates. "¿He enloquecido?" La metáfora es muy interesante: intentar tonsurar (cortar el pelo) un león es urdir tretas contra Trasímaco. ¡Cuántas resonancias tiene "el león" en la historia! 

Retomamos. Sócrates pregunta por el verdadero médico. ¿Mercadea o cura a los enfermos? El que cura. ¡Bien, no hay duda! Y el verdadero piloto, ¿es un marinero o el que manda a los marineros? El que manda, dice Trasímaco. Aunque es un marinero, lo propio de él, por lo que se llama piloto, es por su arte de gobernar y no solo por ir en el barco. Dos planos, que no deben confundirse. Como tan habitualmente ocurre. Si se quiere encontrar lo específico, habrá que situarse en lo más propio, aunque se puedan decir muchas más cosas de su realidad. Trasímaco asiente. 

Muy importante, para subrayar: "Hay algo que conviene a cada tipo mencionado." Lo que conviene ahora es lo específico, lo propio, lo que le dará el ser, lo que es. Por esta deriva se puede avanzar con determinación determinando. Quizá mejor poco a poco que con precipitación. 

Y a eso que se busca se le llamará "su arte". Ya sabemos qué quiere decir esta palabra: su técnica. 

οὐ καὶ ἡ τέχνη , ἦν δ᾽ ἐγώ , ἐπὶ τούτῳ πέφυκεν , ἐπὶ τῷ τὸ συμφέρον ἑκάστῳ ζητεῖν τε καὶ ἐκπορίζειν ;

 




lunes, 29 de marzo de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (17)

Comienzo en 339c hasta 340d

Estábamos con los gobernantes y las leyes que implantan. La cuestión parece ser que algunas leyes las implantan correctamente y otras incorrectamente, porque no son infalibles. ¿Cómo se entiende esto? Según Trasímaco, lo correcto es lo que beneficia a los gobernantes. Dicho lo cual, algunos de los gobernantes actuales deben tener esta frase grabada a la entrada de sus casas y enmarcada en sus despachos oficiales. 

Sócrates hace ver que las leyes son (casi) más para los gobernados que para los gobernantes. Que deben obedecerlas. Y, según parece, eso sería lo justo. Pero por otro lado de la misma cuestión. De tal modo, que ya no solo afecta la justicia a quien "hace" las leyes, según su acomodo o no, sino a quienes las "viven", sean gobernantes o gobernados. Dicho lo cual se muestra como evidente que las leyes son justas para los más fuertes y los débiles, entendiendo por tales los gobernantes y los gobernados. 

Si este es el momento de la historia en que gobernante se emparenta con el más fuerte y gobernado obediente como el más débil, qué flaco favor ha hecho a la historia Trasímaco y de cuánto es responsable con su opinión. Esta perversa vinculación a la fuerza y el poder es peligrosísima, como de hecho puede comprobar cualquiera. 

En dos cosas están de acuerdo, por ahora y al menos. Primero, que los gobernantes no siempre hacen lo mejor para ellos mismos. Segundo, que es justo que los gobernados hagan lo que los gobernantes les ordenan. Y así, a simple vista, la primera es clara. No lo es tanto la segunda. Como conclusión, por tanto, se puede extraer lo siguiente: Trasímaco se contradice. 

En este mismo instante, tanto Polemarco como Clitofonte intervienen asombrados: ¡Clarísimo! O sea, por allí había gente "tomando nota" y siguiendo el desarrollo. Quizá aprendiendo, quizá como en un juego. En las palabras que venimos usando, sería algo así como que hay participantes que gobiernan la conversación y gobernados que la escuchan y atienden. Tal y como se ha mostrado, unos activos respecto a la búsqueda del Logos y otros siguiendo sus pasos. Tal y como sucede en tantos otros ámbitos. Hablan de lo que escuchan, como quien comenta las noticias del día, pero no piensan el tema sino que discuten sobre lo dicho o no dicho. Como hermeneutas de conversaciones ajenas, incapacitados por sí mismos para ir a la fuente original, a las cosas mismas, al Decir. 

Clitofonte aclara: "Lo que Trasímaco consideró justo, Polemarco, fue lo que los gobernantes mandan hacer." Se lo aclara a Polemarco, delante del mismo Trasímaco y del mismo Sócrates. Da igual. Y Clitofonte responde a Polemarco y concluye: "Una vez acordadas tales cosas (las que Trasímaco asiente en el diálogo), en nada sería más justo lo que conviene al más fuerte que lo que no le conviene." Y yo pienso ahora, como cuando escucho a algunos jóvenes que reconstruyen conversaciones ajenas, que se mezcla todo y da igual lo que se mezcle, sea de aquí o de allá. ¿Qué estamos haciendo hablando y discutiendo de lo justo relacionado con lo fuerte y lo débil? ¡Que no es eso! ¡Qué desesperación! Nada tiene que ver. Y sobre lo fuerte y lo débil, tendríamos que ver si de alguien se puede decir, sin más y sin cambiar, que es fuerte o débil. Porque todos los que nacen, lo hacen extraordinariamente débiles y crecen durante muchos años así. Y eso que llamamos fuerza, que aquí no es fuerza física sino otra cosa, ¿por qué no mantenerla alejada de la humanidad para que siga siendo tal? 

Clitofonte ahora se defiende a sí mismo cuando defiende su comprensión de Trasímaco. Y esto es ya locura pura y dura. No ha pensado, pero está defendiendo que lo que él piensa de Trasímaco, y no de la realidad, es ajustado a lo dicho. ¡Qué tontería! ¡Nada pierde en contradecirse a sí mismo! Para defender a Trasímaco introduce "lo que los gobernantes piensan que les conviene", no sin razón. Y es ahí, donde se revela lo crucial de tantos y tantos asuntos. Que en obramos según lo que pensamos, que la idea (real como la vida misma) precede a la acción y de ella deriva porque la posee.

Sócrates, que ha escuchado el interludio de Polemarco y Clitofonte, quienes han comenzado evidenciando lo claro que ha sido todo y han terminado en dos intervenciones separados,  retoma por donde Clitofonte ha enunciado. Y, más gracioso aún por inesperado, Trasímaco dice que Clitofonte se confunde y no le presta ningún tipo de auxilio. Está visto que Trasímaco es para sí mismo y revela ese orgullo de quien no se deja ayudar ni por amigos, ni por familia, ni por enemigos. ¡Yo y solo yo!, pronuncia Trasímaco: "¿Crees que llamaría más fuerte al que se equivoca, cuando se equivoca?" ¡Locura! 

Yo sigo pensando eso, que lo de "más fuerte" o "fuerte" a secas debería ser excluido de la humanidad, que no nos corresponde en los términos de Trasímaco. Aquí todo el mundo se equivoca varias veces cada día. Si hay alguna fuerza en nosotros no puede ser esta, ni de lejos. De la debilidad, sin embargo, no tengo duda alguna. Sí nos define. 

Sócrates ahora le dice que está de acuerdo con Clitofonte, porque ha entendido lo que él cuando se hablaba de que los gobernantes no eran infalibles. Sócrates sí comprende la humanidad. No va a dejar a Clitofonte humillado. 

Contra él, Trasímaco le llama "tramposo en tus argumentos". ¡Qué valor! 




domingo, 28 de marzo de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (16)

Comienzo en 338d hasta 339c

Para Trasímaco, una misma frase sirve para dar sentido al poder, la ciudad y el estado: "¿Y no es el gobierno el que tiene la fuerza en cada Estado?" Dicho con otras palabras: poder, "el grupo" y "lo principio". 

οὐκοῦν τοῦτο κρατεῖ ἐν ἑκάστῃ πόλειτὸ ἄρχον;

Aunque lo formula como pregunta, no tiene duda de su razonamiento y sobre cómo se escalona la vinculación entre ellos. Es como si quisiera proponer que hay un poder que surge del trato entre personas que hay que dar forma o controlar, que hay que gobernar. Y el gobierno puede darse de múltiples maneras. Él recuerda tres, comúnmente conocidas; aunque en su segunda intervención quedan en dos: o todos, con la democracia; o uno, con la tiranía. 

Las leyes -νόμος, pero en plural- provienen del gobierno según su conveniencia, según lo conveniente para él. El verbo συμφέρω es muy interesante para investigar. Es muy flexible y amplio, pero crucial. Algo así como "comportar", que trae consigo, que contrae, confiere. El resto del discursito de Trasímaco está cargado de afirmaciones cuestionables. El gobierno decide las leyes, las leyes se implantan por el gobierno para todos y demuestran que lo que ha decidido el gobierno como bueno para el gobierno es bueno igualmente para los ciudadanos. Entendamos gobierno como ese poder que gobierna, como la fuerza ejercida en unos casos de un modo u otro para control del poder y de las relaciones. Y concluye que "lo justo es lo mismo en todos lados -vamos, que da igual cómo se organicen las relaciones-, lo que conviene al más fuerte (κρείσσων)."

Sócrates, que no se despista, sigue anclado a la búsqueda de "lo justo", la justicia en sí misma. Y está dispuesto a examinarlo, esa tarea que lleva haciendo sin descanso desde que ha pisado la casa a la que ha sido invitado. Tres cuestiones, que podríamos relacionar con las tres primeras: lo justo, lo conveniente, los más fuertes. ¿Hacemos algún tipo de paralelo o vinculación estrecha? Irónicamente le recuerda que él también ha dicho eso y que se lo prohibió en su momento: lo justo es lo conveniente. 

De este modo, Sócrates ha comenzado la disección de los discursos simples. ¿En qué concordamos y en qué discordamos? ¿En qué nos homologamos y en qué no? Punto de acuerdo: lo justo es lo conveniente. Punto de no acuerdo: lo relativo a los más fuertes. ¿Por dónde continuará el filósofo ahora? ¡Pues lo negativo! No se trata de un apéndice más, sin importancia. Lo transforma todo, absolutamente todo, hasta vaciar de contenido y llenarlo de otro modo. En el acento final, puede significar lo contrario y explosionar en su conjunto. Veamos. 

Trasímaco concede a Sócrates la libertad que este ya tiene: "Examínalo." Y allá vamos. Como un imperativo que suena condescendiente, sin dejar de ser un mandato. ¿Cómo se cumple justamente con esa orden? Haciendo preguntas. La primera, sobre la obediencia precisamente: "¿No afirmas que es justo obedecer a los gobernantes ("arjón", claro)?" 

Pensemos esta pregunta un momento. Mientras Trasímaco emparenta la justicia con el poder, ahora Sócrates va por la vía inversa, la de los ciudadanos y la de la obediencia (¿a qué es justo obedecer?). Intensa salida para el examen. Porque sabemos que vendrán más preguntas después. Pero esta lo trastoca todo, allí donde Trasímaco no ha pensado. Porque uno habló de leyes, más que de gobernantes a los que obedecer. No cabe duda de la intención dialéctica. Aquí solo hay una pregunta. A la que Trasímaco asiente. 

Dicho lo anterior, la evidente, la que todos pensamos en el fondo, aunque cueste resolver el dilema en el que nos metemos cuando entramos aquí a considerar el fondo de la cuestión. "¿Son infalibles los que gobiernan en cada Estado, o pueden equivocarse?" Otro nuevo giro, en el que intervienen ahora dos matices importantes: infalibilidad contra educación, y gobierno en el Estado contra gobierno de los ciudadanos. Sobre lo falibles que son como gobernantes, no hay duda razonable. Se equivoca innumerables veces respecto de... ¿De qué? ¿De sí mismos, porque no hacen lo que les conviene? ¿Del bien, porque no se ajustan al bien perfecto? ¿De los ciudadanos, porque no hacen lo que conviene a la personas relacionadas en el Estado? ¿Equivocarse un gobernante? En serio, ¿respecto de qué puede haber error en el gobernar, si se toma como "arjé" de todo lo demás? Si el que gobierna es "arjé", y se apodera de ella, ¿qué error puede comenter siendo él la referencia?

Por otro lado, lo dicho en la cuestión. ¿Qué gobierna un gobernante, qué ordena realmente o qué debe ordenar? ¿Cómo entendemos al gobernante y, otra vez porque me faltan las palabras, respecto de qué? ¿Cuál es su "materia" (perdón), la materia a la que debe dar "forma" (perdón) con orden, con poder, con acción, con palabra, con decisión? ¿Cuál? Aquí no se dice nada. Pero resulta inevitable preguntarlo. ¿O, sin más, damos por supuesto que debe existir un gobernante para...? 

No es, ni mucho menos, que yo me considere anarquista, en ningún sentido de esta palabra. Lo que sí cuestionaría es la relación de la persona y la comunidad con la "arjé" y si esta es apropiable, o más bien se trata de una relación de servicio respecto de ella. Es más, algo "casi natural" empuja a considerar la existencia de un "poder" que controlar en las relaciones humanas, que asumimos como replicantes de un mundo construido más allá de aquí que nos viene dado. ¿Por qué no cuestionarlo o verlo de otro modo, considerarlo más allá de "lo dicho" y repetido? ¿Y si nos ponemos a vivir y nos dejamos en paz del mundo? ¡Qué vida más expuesta y cuánto mundo del que protegerse! 

Las leyes -¿lo de los gobernantes?- actúan como sombra de una cierta luz que se supone que se ha prendido en alguien. O sea, como sombra de sombra, como tercera generación, por así decir. Es la distancia máxima que hay, como en cuatro grandes escalones como mínimo, entre la verdad, el bien, el auténtico orden, y su implantación, y la obediencia a la implantación. Está claro que el gobernante, por muchas luces que tenga, solo puede actuar como buscador respecto de algo mayor que quiere apropiárselo, como un servidor que emprende una tarea de preparar algo para el banquete en el que la comunidad está reunida. Su acción no es cosa pequeña. ¿Quién está preparado para ir tan lejos, en forma de explorador de lo máximo, y traer cargando consigo, ahora ya como "ley" que "dice" lo grande del "Discurso" último sobre la realidad concreta? ¿Quién? ¿Por sí mismo o por encargo de todos, incluso de los que no pueden o no quieren? ¿No tiene aquí este gobernante forma de profeta religioso o sabio de lo diferente de sí mismo? 

Si el gobernante fuera la ley tendríamos un problema tremendo. No buscaría nada, no haría ningún viaje, no conocería. Solo se dedicaría a implantar. 

Vamos. Los gobernantes de Trasímaco son los que implantan leyes correctamente, que son los que implantan las leyes que les convienen a ellos mismos. Luego lo correcto y lo justo será adecuarse y homologarse con... ¿el bien, las leyes o los gobernantes? Según Trasímaco, con casi lo mismo. Es más, los gobernantes de Trasímaco quieren sustituir -le falta poco para decirlo, creo- todo bien por sí mismos. Lo que hoy llamamos "relato", que es la sustitución de la "verdad", son los gobernantes que se hacen a sí mismo "principio" de todo lo demás y se presentan ante los ciudadanos con leyes para que les obedezcan a ellos y, de este modo, someterlos, esclavizarlos, confundirlos. ¡Que nadie busque la verdad que aquí no hay nada más que Trasímaco! 




sábado, 27 de marzo de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (15)

Comienzo en 338d hasta 338d

Los textos de Platón están organizados por números para citar con más facilidad los textos y comprobar rápidamente las referencias. Se llama clasificación de Stephanus. Comienza el volumen I por Eutifrón y le sigue Apología. En el II se encuentra República antes de Leyes. Las páginas que citamos del volumen II, por lo tanto, tienen los mismos números que Protágoras en el I y la carta VII en el III. Tiene su encanto y es del todo irrelevante. Algo así es lo que hace Trasímaco con Sócrates, habla de cualquier cosa, no del tema. 

A la claridad con la que Sócrates entiende lo que está diciendo Trasímaco, este joven de vida sofista responde con una tipología de Estados. "¿Acaso no sabes que en algunos Estados el gobierno es tiránico, en otros democrático y en otros aristocrático?" Con pereza, vamos a analizarlo. ¿Dónde quiere llegar? 

εἶτ᾽ οὐκ οἶσθ᾽, ἔφη, ὅτι τῶν πόλεων αἱ μὲν τυραννοῦνται, αἱ δὲ δημοκρατοῦνται, αἱ δὲ ἀριστοκρατοῦνται;

Diferenciar entre Estado y poder, por un lado, y dividir el ejercicio de ese poder en tres entre los que elegir va a ser costoso de entender. Una organización de personas independientes de otras en las que el poder se ejerce de una u otra manera, como simple constatación. El primer despliegue es importante, entre personas y poder. O la aparición del poder, al margen de las personas. Habría que considerarlo, si es o no ajeno al ser humano y su condición, y qué tipos de poder existirían. No se dice nada más. Así que todo son dudas. Un supuesto extraordinariamente común y brutal. 

Dado que hay un poder que ordenar y afecta a las personas, ¿cómo hacer? Tres opciones para no reducir a dos, que a lo mejor sería lo que habría que considerar. En las dos primeras, depende de un número: uno o todos. Si es uno, tiranía (sin el sentido que tiene hoy, probablemente). Si es todos, democracia (tampoco con un sentido actual, probablemente). Uno y todos irreconciliables en principio. Muy matizables en su ejercicio. Uno puede ejercer el poder en beneficio de todos y todos no tienen necesariamente que ejercer su poder en beneficio de todos, ni de lejos. No haré repaso histórico. Lo doy por probado. 

El tercero en discordia tiene un problema conceptual mayor. Aristocracia es el gobierno de los mejores. Y Trasímaco usa la palabra de mayor densidad y preocupación socrática: la excelencia, el bien. Diluído entre varios, pero el bien destacado por encima de otros, como si fuera medible al bondad, como si existiera una regla en "poder" (perdón por usar esta palabra aquí y de este modo divergente) de alguien capaz a su vez de reconocer el tamaño de la bondad de otros. ¿Quién tendrá más grande su bondad? ¿Le damos el poder o lo coge él por su bondad? En el primer caso, democracia (representativa). En el segundo, tiranía (compartida). 

En este dilema estamos inmersos y lo estaremos siempre. No cabe salirse de él, ni distancia suficiente como para valorarlo externamente. Todo el que habla lo hace dentro de una sociedad. Si habla, a lo mejor se trata de una tiranía benevolente. Si no habla, a lo mejor es una democracia excluyente. No hay salida global, salvo por el lado de la persona. Imagino. 

Sócrates afirma conocer la diferencia entre unas y otras "organizaciones". Cualquiera, probablemente. Según el ámbito social, el plano en el que nos movamos, estaremos bajo una u otra, o ejerceremos como parte de una u otra. Se dan ampliamente en la sociedad. ¿O no es así?

Un paso más. Hay distintas organizaciones. Ya estamos de acuerdo. Trasímaco ahora introduce su idea principal, la cuestión que le preocupa. ¿Quién tiene el poder? Sin haber dicho lo que significa todavía esto. En forma de pregunta: ¿Y no es el gobierno el que tiene la fuerza en cada Estado?

οὐκοῦν τοῦτο κρατεῖ ἐν ἑκάστῃ πόλειτὸ ἄρχον;

En el griego de su época, "poder" se dice "principio". Un término muy conocido en las originales búsquedas de la filosofía: arjé, arché... como se quiera. Esta palabra puede reconocerse arriba en "demo-cracia" o "aristo-cracia". 

Sin más, en serio, para no seguir analizando sin preguntar lo que quiero preguntar: ¿Existe esta "arjé" o es una invención humana perversa, a la que por desgracia nos hemos acostumbrado? No me lo callo: Si existe esta "arjé", ¿es apropiable por alguien o más bien es una farsa en la que alguien dice "ser el arjé" engañando a todos los demás, que escuchan borregamente? ¿No será un exceso, una idolatría y nada más, reflejo de la maldad aunque se acompañe de la palabra "aristós", y sea el anticoncepto en estado puro? Entonces, ¿qué queda? ¿Una utopía, un ideal irrealizable, una locura, una fantasía? ¿O la mayor de las claridades posibles: el "arjé" no es de este mundo?

No digo más. Veremos por dónde avanza mañana Sócrates. 


 

viernes, 26 de marzo de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (14)

Comienzo en 338a hasta 338d.

Estamos así, con Trasímaco que, después de introducirse a sí mismo anti-socráticamente, afirma que "lo justo no es otra cosa que lo que conviene al más fuerte." La negación me confunde un poco, pero me cuadra con su forma poco clara. Trasímaco debe ser alguien que para afirmar necesita negar. En cualquier caso, la justicia quedaría como el instrumento del más fuerte para hacer lo que él cree que más le conviene. 

Y como Sócrates ha dicho que da siempre las gracias a todo el que le enseña, Trasímaco quiere cobrarse rápidamente esta victoria para humillar un poco más si cabe a su oponente. Así es como se toman las conversaciones los trasimaquianos, por no dejar solo a este personaje en la historia, pues hay muchos. Hablan lapidariamente, con contundencia y brevedad, y en lugar de puntos finales levantan las manos en señal de triunfo por el que ser aplaudidos. No dejan ni pensar, o eso buscan. Aturden y dan por supuesto todo lo que otros deben pensar. 

El caso es que aquí ha encontrado hueso. Sócrates frena su modo de proceder serenamente y se limita a no salir de sus casillas. Antes de elogiarlo, habrá que examinarlo. Hablar no es lo mismo que decir algo. Hablan de casualidad los loros sin saber qué dicen. Y otros, que dicen saber lo que dicen, hasta que no toman conciencia de su maraña realmente pululan más que nada. Así que calma y sentémonos cómodamente. 

"Primeramente debo comprender qué quieres decir, pues aún no lo sé."

ἐὰν μάθω γε πρῶτον, ἔφην, τί λέγεις: νῦν γὰρ οὔπω οἶδα. 

Entender, se entiende. Juntas las letras, escuchas las palabras, y se entiende. Pero es verdad que es fundamental comprender su alcance, lo que realmente está detrás, debajo, en el fondo. Y sus consecuencias. ¿Qué está queriendo decir, si es que dice algo? Lo primero, por tanto, deber comprender. En general, para toda conversación, dicho sea de paso. 

Prescindiendo aquí de Trasímaco y el contexto, en no pocas ocasiones no se hace el esfuerzo por comprender lo que otros dicen y devienen problemas sin número fruto de "malentendidos". Aunque es casi peor tragarse la mentira de alguien como verdad, por mera elocuencia. O tomar decisiones por si suena bien o mal, gusta más o menos. El esfuerzo por la comprensión es una forma de respeto a otro, que también al otro le obliga a no decir ninguna tontería y a tomarse en serio las propias palabras y acciones. De esto se trata. De gravedad y no ligereza. Es fácil pensar rápidamente ocasiones en las que se ha hablado así, se ha dejado pasar lo que otros decían, y luego las consecuencias han sido desastrosas. Hablar por hablar no sale nunca gratis. Me espantan los ignorantes que banalizan la importancia de las ideas y de las palabras. Y hay no pocos. 

Pregunta Sócrates qué significa que "justo es lo que conviene al más fuerte", con una expresión que no repite exactamente sus palabras. Como se ve, ya está enunciado lo antes negativizado. Se deja escuálidamente la frase con su sujeto y predicado. 

Muy interesante es la mención al héroe Polidamante, el pancraciasta. En mi diccionario de literatura clásica no aparece, pero en Wikipedia sí, con las referencias exactas a Ilíada y Posthoméricas. Y es traído, con nombre y apellidos, al pelo. Un boxeador troyano que quiso devolver lo antes posible a Helena para impedir la guerra. Me declaro ya mismo su elogiador. Si a él le viene bien un tipo de carne, ¿nos viene bien a todos por ser más fuerte? ¿Es la fuerza del cuerpo, por tanto, o se refiere a otra forma de fuerza, más cercana a lo que hoy llamaríamos violencia, imposición y "poder"?

La pregunta se responde a sí misma. Aunque Trasímaco no cederá, con el corazón tan encendido como lo tiene. Imagino su cara. Porque con una simple pregunta ha hecho Sócrates su escudo y ahora debe responder lo que no quiere, salvo parecer un idiota delante de los demás, que es lo único que le importa a Trasímaco. Una única pregunta. Menos de dos minutos. Descubierto y desarmado. 

Sin responder, Trasímaco vuelve a ser juez y parte contra Sócrates: "interpretas la definición del modo que más puedas distorsionarla." De tal modo, como Sócrates solo pregunta lo que no comprende, parece no haber comprendido. O sí. Porque él dice: "Pero, mi excelente amigo, de ningún modo: expreso más claramente lo que quieres decir." Esto es, pone en evidencia y ante todos la intención de lo dicho y no se limita a repetir, porque no se trata de eso. En Sócrates no ha encontrado "eco" de sí mismo, sino palabra capaz de preguntar lógicamente. 

Me "enoja" que Trasímaco siga adelante sin dar la cara. Y salga ahora con otro tema. Así que, mañana más. Demasiado actual. ¿Será que mucha gente ha estudiado "La República" de Platón y por eso vivimos como vivimos? ¿O será que no la hemos estudiado y por eso seguimos como seguimos? ¿Esto tiene que ver con el tiempo de Sócrates o con la humanidad del ser humano y sus relaciones? ¿Tan intemporal es la persona, tan poco encarnada en su tiempo que puede leer con dos milenios de diferencia y seguir viéndose involucrada? 



jueves, 25 de marzo de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (13)

Comienzo en 338a hasta 338c.

Lo que ocurrió ayer es memorable. Trasímaco a golpes y mostrando su extraordinaria sabiduría, hasta el punto de que deberían pagarle por hablar, y Sócrates a la inversa radical, como contrario absoluto, dialéctica en acto: en saber que no sabe, en saber de su debilidad y del poder del otro, y poniendo a Glaucón por delante como alumno dispuesto a aprender de algo de Trasímaco y no a él mismo. 

La actividad de Sócrates es más considerar, el mismo pensar, que propiamente realizar sumas y restas de conceptos bien. Después de mucha vida y de conocer a mucha gente, ha descubierto que hay personas que realmente son expertos y sabios en lo que hacen, cuando hacen algunas cosas. Pero que, al dar el salto sobre la persona y la humanidad, se camina en incertidumbre y con mucha más precariedad. Lo que afecta a la persona es descomunalmente más complejo y tan complicado que se revuelve contra quien pretenda determinarlo absolutamente y situarse por encima dominante. 

El tema es Sócrates. Ya hemos olvidado todo lo demás. Quizá este sea el arte de Trasímaco y no lo ha dicho, su método para alcanzar su propósito y ganar dinero a raudales entre los ricos de esta o aquella ciudad. Saber manejarse entre ellos, deslumbrar con sus ataques, ridiculizar a los demás. Por supuesto, mentir cuanto sea posible rebajando. Así que, con estas andamos. Leerlo, si fuera una cuestión reservada a los libros, no deja de ser gracioso sabiendo algo del final. Lo que ocurre es que hay mucho más que escena, escenario, tragedias y máscaras. Aquí se refleja más vida que en los dos diálogos pacíficos anteriores, con sus asaltos y argumentos, con el miedo a salir de uno mismo y la inquietante tensión por peregrinar de un lado a otro determinando y limitando esto o aquello. 

Trasímaco dice qué es la sabiduría socrática, riéndose de ella: no estar dispuesto a enseñar, sino a aprender de los demás yendo de un lado a otro, sin siquiera darles las gracias. 

κἄπειτα , αὕτη δή , ἔφη , eta Σωκράτους σοφία : αὐτὸν μὲν μὴ ἐθέλειν διδάσκειν , παρὰ δὲ τῶν ἄλλων περιιόντα μανθάνειν kai τούτων μηδὲ χάριν ἀποδιδόνα.

Me asaltan palabras aprendidas de otros, que no quiero usar aquí. De lo más interesantes y clarificadoras. Pero es bueno escuchar el texto y solo el texto. No dicho por él mismo, ni por un amigo, sino por un detractor, enemigo enfrentado. 

¡Qué grande es el Sócrates que no acepta llamarse maestro, ni que se lo llamen otros! ¡Qué grande el Sócrates que se mantiene más en la amistad que en el pedestal, que actúa aquí o allá, que habla calmada y pacientemente! ¡Qué grande es el Sócrates que aquí no calla, ni se queda quieto y responde!

¿Qué responde Sócrates a su acusador? Que lo que dice es cierto, en parte, y equivocado, en parte también. No se confunde respecto de aprender de los demás. Y miente descaradamente en su falta de agradecimiento. Algo del todo gracioso. Su agradecimiento se llama "elogio", "bendición". Actuando siempre con rigor, con celo, con exigencia, con encendida pasión. Y así es su camino, no otro. El de no enseñar y siempre aprender. Cuantas veces se repita, será del todo insuficiente. ¿Por qué esto es así? ¿Por qué mantenerse en la disposición permanente de aprender? ¿Por qué no ceder al privilegio de enseñar, ser maestro, ya que la consideración "del sistema" lo trataba de este modo? ¿Por qué situarse al margen, no aceptar la opinión, ni la admiración de la mayoría? ¿Por qué no dar el paso por él mismo de su propia consagración? ¿De verdad, en serio, se puede vivir así o es la mayor de las ironías posibles? ¿Sócrates qué pensaría o preguntaría a quien habla así? Eso, ¿qué pregunta se haría Sócrates a sí mismo, en ausencia de los demás? O se trata precisamente de esa imposibilidad, la de no poder servirse de preguntas, si no es en compañía de los otros. ¿Tanta debilidad vive respecto a sí mismo, tanta precariedad? 

Pues Trasímaco se presenta ahora ya como glorioso, dispuesto a quedar por encima de todos los demás y ganar para sí la conversación y el aplauso. Ahora Trasímaco convoca a sus espíritus, para dejar deseosos a los demás de lo que él dice tener y de lo que ellos carecen: 

"Afirmo que lo justo no es otra cosa que lo que conviene al más fuerte. Y ahora ¿por qué no me elogias? Pero no, no estás dispuesto a ello."

ἄκουε δή,  δ᾽ ὅς. φημὶ γὰρ ἐγὼ εἶναι τὸ δίκαιον οὐκ ἄλλο τι ἢ τὸ τοῦ κρείττονος συμφέρον. ἀλλὰ τί οὐκ ἐπαινεῖς; ἀλλ᾽ οὐκ ἐθελήσεις. 

Lo que dice Trasímaco, por desgracia, es lo que viven muchas personas y en lo que realmente creen, sin saberlo. Hablan de la justicia de un modo, pero viven de otro. Y es lo agradezco a Trasímaco, su claridad y rotundidad, la brevedad de su exposición y la contundencia con la que lo dice. Porque ahora se podrá revisar. Es Trasímaco como la ley (no escrita, por escribir quizá) que modere y que pondere. Lo tiene claro, este joven carece de filtro. O no. A lo mejor lo que pretende es todo lo contrario, que los asistentes al diálogo abandonen su camino y durezas y se vuelvan de su parte, para así concederle aquello a lo que aspira y -ahora ya están puestas las cartas a la vista- compra más que el dinero y da mucho más poder: atrapar el alma ajena y su razón, tener autoridad sobre la vida de los demás y valerse de ellos para sí. 

Larga historia esta que se cuenta tan brevemente. Que no pertenece al tiempo de Sócrates, como tampoco al nuestro. Está más allá de esta aventura, de toda época, de la razón y lo humano. ¡Ojo, porque vamos a por todas! ¡Ojo, porque nada será igual después de esta conversación! 




miércoles, 24 de marzo de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (12)

Comienzo en 336e hasta 338a.

Trasímaco, el violento, después de escuchar la reacción de Sócrates a su primera intervención, identifica su ironía y se ríe de ella. Como ya sabía lo que Sócrates iba a decir, de segundas el mismo Sócrates le llama sabio. Y es así. A Trasímaco no ha llegado ninguna novedad, porque él ya lo sabe todo. Lo que quiere es que su interlocutor responda y lo haga lo más rápido posible. Cree que está en un juego de máscaras, de posiciones impostadas, de palabras sueltas y vagantes. 

Sócrates responde con algo muy interesante, como en analogía con los números, refiriéndose a todos y partes, a composiciones, a resultantes de relaciones, que pueden verse además de múltiples maneras para llegar al mismo punto. Y dependiendo de por dónde se empiece, por tanto, habrá que completar de una u otra forma. Pero lo dicho en las partes queda como relativo respecto de lo dicho en el todo, que sería el fin, la meta, lo absoluto que permite saber si las partes son adecuadas, proporcionadas y correctas. Y con esa exactitud quiere vivir la pregunta por la justicia. No porque la justicia sea matematizable, sino respecto al rigor. ¿Será posible algo así?

¿Dejará Trasímaco que los demás hablen de lo que consideran que es verdad y dar argumentos sobre ello? ¿Se dedicará a examinar los argumentos en lugar de imponer sus conclusiones antes de tiempo? Que se hable ya, nada más comenzar, de lo que se permite o prohíbe nos da buena muestra de lo que puede suceder aquí. Tan excitado y alterado está el elemento de la conversación que, creciéndose, propone ser él quien diga mejor que nadie qué es la justicia. Y, con la paz habitual, Sócrates se muestra dispuesto a escuchar y aprender, a ser castigado así por su ignorancia. 

La referencia al dinero no es asunto menor. Aquí se quiere o apostar, o recibir pago por enseñar, o comerciar con la sabiduría esencial que toda persona debería tener accesible, por bien de la ciudad. Aún así, se dice bien claro. Algo tendrá que pagar Sócrates. Al no tenerlo, saldrá Glaucón en su auxilio, con exceso. ¡Que no sea por dinero! Si es por dinero, ¡que hable Trasímaco y enseñe! 

E insiste nuevamente Trasímaco en refutar y desprestigiar el proceder de Sócrates, para que nadie lo tome por sabiduría: "Veo claro todo -protestó Trasímaco-. Lo hacen para que Sócrates consiga lo habitual: que él no responda, sino que, al responder otro, tome la palabra y lo refute."

Mañana comenzamos por la intervención de Sócrates, que aquí dejo para ir pensando: 

"¿Y cómo podría alguien responder, mi excelente amigo -señalé-, cuando, en primer lugar, uno no sabe, y después, si piensa algo, un hombre nada insignificante le prohíbe que hable de las cosas que está considerando? Más natural es que hables tú; ya que dices saber y tener algo que decir. No te niegues, pues, sino hazme el placer de contestar y no rehúses enseñar a Glaucón, que está aquí dispuesto, y a los demás."

πῶς γὰρ ἄνἔφην ἐγώ βέλτιστετὶς ἀποκρίναιτο πρῶτον μὲν μὴ εἰδὼς μηδὲ φάσκων εἰδέναιἔπειταεἴ τι καὶ οἴεταιπερὶ τούτων ἀπειρημένον αὐτῷ εἴη ὅπως μηδὲν ἐρεῖ ὧν ἡγεῖται ὑπ᾽ ἀνδρὸς οὐ φαύλουἀλλὰ σὲ δὴ μᾶλλον εἰκὸς λέγεινσὺ γὰρ δὴ φῂς εἰδέναι καὶ ἔχειν εἰπεῖνμὴ οὖν ἄλλως ποίειἀλλὰ ἐμοί τε χαρίζου ἀποκρινόμενος καὶ μὴ φθονήσῃς καὶ Γλαύκωνα τόνδε διδάξαι καὶ τοὺς ἄλλους.



martes, 23 de marzo de 2021

Leyendo "República" de Platón (11)

Comienzo en 335e hasta 336e.

Polemarco termina a lo grande, es decir, empequeñecido. Después de varias intervenciones culmina todo con una revisión profunda de su tesis inicial. Ya no defenderá que es justo andar por ahí beneficiando amigos y perjudicando enemigos; lo cual deberá acompañarlo con obras, no con meras palabras. Ahora, aliado con Sócrates, asume que "en ningún caso perjudicar a alguien es justo". Queda por saber, pero no continúa, la relación de la justicia con la deuda, de lo justo con lo que se debe, y qué es aquello que se debe. 

Han quedado aliados en un combate mayor y que les supera, con vivos o con muertos, hablantes o escritores. Da igual quién habló del modo como Polemarco entendió a Simónides o si fue alguien rico que se creyó con un gran poder. Parece que solo es posible hablar de beneficiar o perjudicar si alguien se cree mucho más de lo que realmente es, con una capacidad infinitamente más grande. Pero no dice nada más. 

Y cuando quieren continuar, ya en acuerdo, ya aliados y alineados, toma la palabra Trasímaco por la fuerza y se impone. Lo ha intentado varias veces, pero por fin se acabó su silencio aprovechando que otros callan. La ocasión se presenta y la agarra garrapatamente, se pega a ella y absorbe la atención desgastando el discurso ajeno y barriendo lo ajeno y poniéndose en primer plano. 

A parte de los insultos, que ya son significativos, su mal gusto se opone a la ironía y dulzura de Sócrates. Enfrenta, asola y aísla desde la imposición de su pregunta y respuesta, incomodando a quienes están apabullando. Veremos qué plantea a partir de ahora, si es capaz de ser más fuerte que la verdad, si puede imponer "su bien" (si es que esto existe) y saldrá de todo eso algo bello (por decirlo a las tres). 

La longitud de su intervención en el diálogo ya da muestra. Pidiendo brevedad por otro lado. Pero algo de esperanza hay por las palabras que usa, aunque no sea lo que son. 

Me quedo preguntándome lo que pregunta, porque tengo la sensación de que lo suyo es verdaderamente tontería: ¿Es más fácil preguntar que responder? Una experiencia, antes de empezar a escuchar a Sócrates y Trasímaco. Mientras sigo aprendiendo, preguntarme es fundamental. Hubo un profesor -qué suerte tengo, que solo lo digo de uno- que mató en mi todas las preguntas durante una asignatura. Explicaba tan mal que no quedaba nada detrás de su hora de clase. Otros, a la par, antes y después, provocaban en mí lo contrario. ¡Qué sensación aquella de salir de clase con ganas de buscar tres o cuatro libros, conocer a doscientas personas, sentarme a dialogar entre amigos, experimentar la urgencia de hacer algo por el otro, de vivir en amplitud! 



lunes, 22 de marzo de 2021

Leyendo "República" de Platón (10)

Comienzo en 335c hasta 335e.

Leer un diálogo tiene algo de mero espectador que produce confusión. Un libro que es una conversación debería dejar espacio para participar en él. Hay que encontrar esta rendija. Y aunque no fuera pensado así, creo que es en la capacidad para ir más despacio donde encuentra hueco el lector, donde puede aprender. Por lo demás, seguiré así. Porque es volver sobre lo que se dijo metódicamente cada día, recordar de dónde se viene. 

Sócrates pregunta lo absurdo. Comenzamos: 

"¿Puede un músico, por medio de la música, hacer a otros ignorantes en música?"  (ἆρ᾽ οὖν τῇ μουσικῇ οἱ μουσικοὶ ἀμούσους δύνανται ποιεῖν;)  

Responde Polemarco: "Imposible." (ἀδύνατον.) 

Y el segundo paralelo lo hace con los "conocedores de caballos" e, igual de contundente, Polemarco dice "no". La diferencia entre el primer y segundo ejemplo, aunque parezcan iguales, no es pequeña. A los músicos se refiere en el ejercicio de la música, pero a los domadores por su conocimiento. Aún así, sigue adelante hacia la justicia. Se supone que mantendrá el mismo discurso. Luego "los justos no pueden hacer injustos a otros (por medio de la justicia)", o sea, "los buenos no pueden hacer daño a otros por medio de la excelencia." Algo que habría que pensar con más cuidado. 

Todo bien, todo aquilatado y destilado. Se ha raspado el argumento y se le han quitado con pincel cuidadosamente aditamentos. Solo queda Polemarco por reconocerlo, a pesar de decir "sí" en cada caída. 

Seguimos con el paralelo entre lo justo y lo bueno, y su vinculación con la excelencia. La pregunta de Sócrates se queda corta, la verdad. Aunque sirve para comenzar. Al menos, si se hace justicia, sabemos que no se obra mal con nadie, que no se daña a nadie. Excepto apariencias, claro. Lo cual no es decir poco y ojalá se recibiera así siempre. 

En ocasiones, el que obra con justicia despierta y desata males por donde camina. Esto lo dejamos para otro momento. 

En el argumento, Sócrates se apoya en la naturaleza y fenómenos de su tipo. Una reducción y paralelo casi cómico. Como entre la justicia y los que trabajan entre animales. Y con esta referencia al calor y al frío, a lo húmedo y lo seco se cierra algo que hay que observar con más diferencia que semejanza. Aunque Polemarco no dice nada, porque no ve más que lo suyo y solo anda preocupado de no quedar demasiado mal en el auditorio silente y callado, que se supone que hay por ahí. 

Sócrates: ¿Acaso el justo no es bueno? Entonces, el justo no puede perjudicar a nadie, porque va en su naturaleza. Y ya no trata tanto de lo que hace, ni a quién, sino de quién soporta con su vida y carga con ella la cualidad de la justicia y del bien sin matices, el bien que siempre es bien y no se niega a sí mismo, la justicia incólume que es con los ojos siempre abiertos. 

A Polemarco le da igual ya todo. Le da la razón a Sócrates, aunque suponga negársela a sí mismo. Hasta que Sócrates se lo muestre, claro.