lunes, 15 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 15.

Fácilmente cincelaron la oscuridad y penetraron en otro orden. Una mano tejía los trazos dándole unidad. El espanto se trasladó de escenario. Sucumbieron a la victoria. Derrotaron su normalidad. Victimizaron su asombro. Dibujaron con sus ojos lo que ocurría. El maestro continuó su explicación. El alumno pensó que iba demasiado bien vestido para la ocasión. Lo sencillo venció la gloria. El misterio se escribió rápidamente en pocas palabras. Lo decían todo. No había nada más necesario. El discípulo rápidamente quiso copiar. Con la mano al aire bailaba distraído. Se abandonaron las florituras. Aquello fue demasiado. Había entrado un niño en el mundo. Todavía ni había nacido. Así de pequeño era el crío. Sin edad ni gusto para aquellas fiestas. Se pidió silencio. Todos se sentaron.  


En la casa de mi amigo hay muchas habitaciones. Nos deja pasear como invitados por ellas cuando no nos ve. La única condición es disfrutarlo. Unos se reúnen en otro a nada. Otros musiquean improvisando quebrantos. Otros se alejan superiores para no mancharse. Otros simplemente descansan aturdidos. Los más cogen pinceles, aburridos. No hay marco para la estufa. El sofá permanece acogedor. La silla lo contempla todo. Las cortinas airean el humo sesudo. Las paredes se llenan de color para mirar y se esconden entre los marcos para no ser vistas por nada. La mesa se retira discreta abriendo espacio. El techo soporta lo que haya encima. El suelo soporta el traqueteo. El aire salta de uno a otro. Los sonidos vagabundean inquietos. De allí no sale nada. Todos dejan sin querer sus dedos.  




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