domingo, 14 de febrero de 2021

Duermevelas y vigilancias. Día 14.

Concordia resbaladiza que no puedo controlar. El alma se me va contigo. Quiere alejarse del suelo quebrado y frío. Alegre el cielo desciende y empapa todo a tu lado. Densas cavernas se esconden en sus paraísos inmóviles. Se cierran sus puertas tras tus labios. Columna inclinada y frágil. El fondo se coló sin permiso en la foto. Molesto mundo que aparece siempre en todo. Mundo injerente que salpica la vida con su presencia. Olvídanos y aléjate. Apágate de una vez por todas. Quiero quedarme aquí merendando. Sangrando la existencia entre tus manjares ruinosos. Sacrifiquemos lo intocado a una única esperanza. Lleguemos al final antes de que termine. Reluznemos balaamdo inesperadamente envidiados por el ocio. Elegante orden del tiempo. En el centro está la espesa bebida de ti. Con eso bastaría si fuera eterno.  


Qué haces. Describir con saltos su presencia misteriosa. A qué te entregas. A los trazos que retengo. Hoy uno, mañana otro. Qué son las teselas. Para qué tantas. Lo desconozco. No sé si resto o sumo, si voy o vuelvo. Por qué te afanas. Por no preocuparme demasiado. Por evitar el agobio. Por huir del hastío. Para qué hablas sin saber qué decir. Para precisar el silencio, para acotar el misterio, para desgranar su encanto. Para volver a jugar despierto, para reírme de los tipos serios, para glorificar lo denso. De dónde sacas tiempo. Será de cuándo, querrás decir. Amargo reparto equiparante, todos disponen del mismo. Termino yo preguntándote a ti, pintura parlante, espejo del alma. ¿Permaneces ahí libre o encarcelado, solo o acompañado, entristecido o contento, pleno o todavía rasgado, sumando o restándote? ¿Qué haces dejándote ver con los ojos cerrados?



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