martes, 31 de agosto de 2021

La paradoja del final

Lo paradójico del final es que termina porque empieza algo nuevo. Y, por conocido que sea, tiene una cierta novedad, no es simple repetición, ni vuelta a lo de antes. Desde que dejamos la escuela (en mi caso, en otros será otra cosa) no ha se ha producido un desdoble en mí en el que otro josefer haya vivido no sé qué cosas, sino que soy yo, con mi verano ahora a cuestas, el que retomo lo que llevaba antes y no precisamente donde lo dejé. La escuela (en mi caso, sí) tiene siempre el componente de renovación en los alumnos, que se mantienen ahí con sus años correspondientes, mientras en mi caso sumo y sumo. Año tras año la diferencia es mayor. Este curso soy un año más viejo, sin embargo ellos son constantes en su juventud. Eso. Que algo termina porque lo supera algo más. Algo parecido dice Fichte. Por cierto, que una profesora de universidad se ha quejado de que no entren en el catálogo de temas importantes para ganar puntos en el currículo ni él, ni Schelling, ni Hegel. Y, con todos mis respetos, sin tener una profunda devoción por ninguno de los tres especialmente, reconozco que es una salvajada querer darles portazo tan pronto. Sobre todo si no los hemos criticado suficiente. Pero quién los leerá. Los han quitado por difíciles. ¡Evidentemente! Además, sus nombres siempre se pronuncian mal. 

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Hace unos días preguntaba sobre la duda en Twitter. ¿Se duda de lo que se sabe o de lo que no se sabe? Hay respuestas para todos los gustos. La duda no es un "fenómeno", no llega de fuera. Creo, sinceramente, que es la precaución del alma para no asentarse demasiado pronto en verdades que requieren confianza. Se duda, además, de lo que realmente importa. Lo que no, se puede dejar pasar tranquilamente. No hay reflexión sobre el olvido, salvo para detenerse en el olvido mismo, como si fuera una especie de puerta cerrada que dice: "Nada se perdió, pero no lograrás entrar. Todo está aquí." Se pueden seguir las pistas que han dejado las cosas olvidadas. Es otra tarea. Respecto a la duda, lo más importante es tomársela en serio, no despreciarla. La duda no puede vencer lo dudado, en cuanto duda. Sin embargo, lo que es dudado está como vivo. 

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Lo siguiente lo digo sin tecnicismos. Es más fácil. La verdad siempre es de la persona. No hay verdad en el mundo, entre los números, los libros, los cuadernos, la naturaleza. Allí no hay verdad. La verdad es, por tanto, siempre algo personal, vivido por la persona. Por ello, en cierto modo, es subjetivo siempre. Ahora bien, nuestra búsqueda de la verdad intenta reconocer en lo que vivimos la realidad que es vivida. Es decir, nos planteamos la objetividad de nuestra subjetividad, sin salir por ello del marco de nuestra subjetividad. Cabe replantearse la cuestión, casi ir hacia el inicio de todo. Y entonces es cuando aparece la petición de salir a las cosas mismas. En la reflexión, no fuera de ella. Insisto en que no se puede salir de sí. Es imposible. Ahora bien, recordemos que nadie empieza esto por sí mismo, que no es un capricho de mi subjetividad, sino que en ella se descubre algo más que la subjetividad misma. Algo así. 

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Metáforas varias. Hoy he publicado un artículo en Vida Nueva sobre una vida "en reserva" (coche) o "con reservas" (acumular). En síntesis, muchas personas viven lo primero, notan permanentemente que se agotan sus capacidades, sus fuerzas, sus esperanzas. Kierkegaard lo ha descrito perfectamente, a mi entender, como final de una etapa en la vida que pide un salto más, pero que no termina nada. Lo interesante está por llegar. Las personas, sin embargo, se pueden acomodar a esa vida sin vida por mera supervivencia. Es una paradoja. Pero la biología se revela. Si todo fuera biología pareceríamos setas sin alma, sobre todo en Occidente. 

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No termino de creerme que los que deciden la guerra en Afganistán, o la no guerra, no piensen con veinte años de proyección, mínimo. Sería interesantísimo conocer los "escenarios" que manejan. Una auténtica locura. Cómo decidirse entre tanto papel sin realizar, pura imaginación. Pero insisto en que no me creo que no haya planes a más largo plazo en el que todo tiemble fácilmente. Algún autor, de los que seguimos leyendo, ha diseñado seguramente para Europa un proyecto que se mostrará como inmediatamente irresistible, sin que podamos hacer nada para evitarlo. Nadie puede hacer nada contra el movimiento de placas tectónicas (sociales). Y de esto se trata a un cierto nivel de la política. 

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Tres libros a los que me falta dar un empujón final y terminar de re-leer. No diré cuáles son. Dos no quiero que terminen. Estoy comprendiendo mucho más que en la primera y segunda pasada. Además, me permito el lujo de conectar interiormente referencias de un sitio con otro, de este momento con aquel otro. Me imagino a ciertos grandes pensadores de la historia involucrados en un libro, descubriéndolo como hago yo tantas veces, pero a ellos les supongo la inteligencia que yo sé que no tengo. Es impresionante deambular por el despacho cargado de libros de Hermann Cohen mientras él pone caras y mira al techo con un ejemplar de Unamuno en las manos. Por supuesto, esta gente no necesita que nadie le traduzca nada. Entonces el viejo hombre sabio judío agacha la cabeza y hace una anotación al margen en alemán que dice: Wie groß bist du in mir! O algo por el estilo. Y sigue leyendo.

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Un amigo me vuelve a llamar para insistir en que quedemos para continuar estudiando. Algo que nunca he dejado de hacer, como si no hubiera salido de la universidad. Este año escogeremos un libro por definir para unas sesiones privadas entre cuatro o cinco. Están sobre la mesa pesos pesados. De momento los he leído todos. Luego estoy en la mejor disposición posible para escuchar.





lunes, 30 de agosto de 2021

Tenía respuestas para todo

Tenía respuesta para todo. Todo se acercó a él una mañana y le dijo airado que tenía una respuesta para él. Solo tenía que hacer la pregunta. Todo quedó de piedra, enmudecido. Nadie esperaba a solo por allí. Solo se juntaba solo con nadie y nadie sabía de él desde hace tiempo. Nadie supo jamás qué pensaba todo o si todo pensaba algo. El sabio que tenía respuesta para todo salió con la suya por la puerta de su casa.

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Coincidían cada día. Se veían siempre. Alguna vez miraban. Doblaban el cuello. Estaba ya torcido. Dolía la hermosura. Impactaban ajenos rostros. Sorprendían los cruces. Miradas que desaparecían. Se escondían temerosos. Avergonzados del dolor. Compasión muy exigente. Revelación sin amistad. Amistad de cotidianidad. Nunca un encuentro. Las ganas llegaban. Los dos querían. Insistían en cruzarse. Anhelaban algo diferente. Quizá fuera hoy. Pensaban entre nubes. Nubarrones con rayos. Palabras sin significantes. Ellos eran símbolo. Podía ser siempre. Quizá, tal vez. Se dio ocasión. Libraron gran batalla. Surgieron más unidos. No regresaron atrás. Se rompieron suelos. Se vencieron árboles. Nuevo paisaje apareció, ante ellos lo más hermoso y bello. 

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Hay siempre muchos motivos para madrugar y despertarse por las mañanas. Uno muy común es el cansancio. Es curioso, pero es así. El cansancio por haber descansado ya suficientemente. O el cansancio por la vida misma. Es decir, el cansancio por lo que hay o por lo que debe haber. Y día a día, nuevo trabajo. Pienso que es glorioso, muy glorioso que los cristianos recen -incluso varias veces al día- pidiendo el pan cotidiano, el pan de hoy, el pan de la acogida. ¡Danos hoy! ¡Pan! ¡Pan y nada más! Se pide así, a la vez, que Dios reparta sus dones con todos, que no me quede con lo que no es mío. Compartir entonces es dar lo propio, y no el algo más que me ha sobrado después de acaparar. ¡Qué pan das, Señor! ¡Cuánta gente con hambre!  

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Sin entretener. En mi casa, a la entrada, pone bien claro: "Dios bendiga a la persona que no me haga perder el tiempo." Años después me casé con la persona a la que se lo regalé. Dicen: "La vida se conecta hacia atrás." Falta decir: "Cuando eres un perezoso." Más bien la vida se teje hacia adelante, aunque no lo sepamos, en la confianza, la esperanza y el amor. ¡Esto lo saben hasta los niños! ¡Nos falta valor para decir lo que ya sabemos! 




domingo, 29 de agosto de 2021

PROTÁGORAS. Día 109. (Platón, 360e - 362a)

Llegó el final. Sócrates recuerda en su última intervención la posición global de uno y otro. Para Protágoras, para quien la virtud es similar a una ciencia, considera por eso mismo que debe ser enseñable. Una persona puede hacer virtuosa a otra, casi independientemente de que lo sea o no. Para Sócrates, al contrario, directamente no es enseñable, porque no es una ciencia.  

Ha sido un viaje largo en el que simple y llanamente se ha puesto en cuestión algo que todos pensamos que "es así": nuestra capacidad para enseñar a otros el bien, para hacer buenas a otras personas, para "educarlas" en sentido más estricto en el bien como un alfarero modela un cuenco. Hasta aquí cabe preguntar al modo socrático. Y nada de tratar sobre si se puede o no aprender de alguien, sino preguntar exageradamente si la virtud es una "ciencia" o no, y punto. La radicalidad socrática que marca el horizonte sin dibujar, como el espíritu que gobierna el mundo, en el que las palabras, las imágenes, las ideas significan con un brillo y clamor diferente. 

Con Protágoras, lamentablemente yo tampoco hubiera soportado demasiado este examen. Reconozco que Protágoras me parece, en cierto modo, un héroe al más puro estilo griego. Conociendo su destino, que se revela casi al inicio de este diálogo, asume martirialmente su condición para el bien de los que aquí seguimos en esta cierta estela y desvarío de la razón, imposibilitados para vivir sujetos a la mundanización en la que quiere atraparnos la cultura recibida, limitándonos, no al modo del concepto, sino de la opinión que hace garabatos en los bordes de la realidad. ¡El mundo quiere niños! ¡Nada de elevación! ¡Todo es para la enclaustración del alma en "el espíritu de la nación", "el espíritu de la economía", "el espíritu del comercio", "el espíritu de la cultura dominante", "el espíritu de la civilización" y, finalmente, "el espíritu de la guerra"!  

Lo dicho, no me hubiera agradado nada colocarme en el lugar de Protágoras. O, mejor dicho, aquí nadie hubiera aprendido nada. Yo llevaría horas acomodado en el silencio ante la presencia de Sócrates, mientras Sócrates a lo mejor hablaba consigo mismo desvariando, o permanecíamos los dos callados. Creo que llevaría tiempo ya huido del lugar, espantado. 

Da igual, sobre la virtud, diga Sócrates lo que diga, aquí se ha aprendido mucho. He aprendido mucho. Pese a todas las vueltas y vueltas, giros y giros, subidas y bajadas, arriba y abajo que aquí se da hasta ya no saber bien dónde se mira. Sócrates tiene siempre dispuesto un escenario en el que colocarnos, que varía plásticamente con enorme fluidez, pese a que las palabras siguen ahí casi sin resolver. Claros y oscuros, focos potentes y difuminados. Hasta hay momentos en los que parece que todo se va a resolver y que la cima es conquistable. De no ser, claro, porque el lector sabe que quedan páginas por delante y se ahoga la esperanza de terminar de necesitar la esperanza. 

Protágoras elogia a Sócrates. Lo cual es el mejor elogio que se puede hacer de Protágoras en la pluma de Platón. No sucede siempre así. Hay personajes en los diálogos mucho más desagradecidos y airados. Por no hablar de la "Apología", evidentemente. 

Yo, Sócrates, elogio tu interés y tu pericia en conducir los diálogos. Porque, aunque tampoco en lo demás creo ser mala persona, soy el menos envidioso de los hombres, y desde luego he dicho acerca de ti, a muchos, que te admiro de manera muy extraordinaria a ti entre todos los que he tratado, y más aún entre los que tienen tu edad. Y digo que no me extrañaría que llegaras a ser uno de los hombres ilustres por su saber. Y otra vez, si quieres, nos ocuparemos de eso. Ahora es ya tiempo de dedicarse a otros asuntos. 

καὶ  Πρωταγόραςἐγὼ μένἔφη Σώκρατεςἐπαινῶ σου τὴν προθυμίαν καὶ τὴν διέξοδον τῶν λόγωνκαὶ γὰρ οὔτε τἆλλα οἶμαι κακὸς εἶναι ἄνθρωποςφθονερός τε ἥκιστ᾽ ἀνθρώπωνἐπεὶ καὶ περὶ σοῦ πρὸς πολλοὺς δὴ εἴρηκα ὅτι ὧν ἐντυγχάνω πολὺ μάλιστα ἄγαμαι σέτῶν μὲν τηλικούτων καὶ πάνυκαὶ λέγω γε ὅτι οὐκ ἂν θαυμάζοιμι εἰ τῶν ἐλλογίμων γένοιο ἀνδρῶν ἐπὶ σοφίᾳκαὶ περὶ τούτων δὲ εἰς αὖθιςὅταν βούλῃδιέξιμεννῦν δ᾽ ὥρα ἤδη καὶ ἐπ᾽ ἄλλο τι τρέπεσθαι. 

El ramillete de contradicciones es enorme. Daría para empezar de nuevo, examinando ahora lo que dice Protágoras de sí, su expresión sincera. ¿Se conocieron realmente? ¿Sucedió este diálogo? ¿En estos términos? El encuentro ha sido, sin lugar a duda, extraordinario. 

Dejamos para otro día, cuando sea, la relación que aquí hay entre dialogar, la envidia y la sabiduría. Aunque sea, dicho ya, fundamental su unidad. Sobre la envidia, que suele hablarse poco o nada, tenemos mucho pendiente. La gran crisis occidental viene de esta inconfesable incompetencia para superar la competitividad, la guerra y la lucha. El enemigo se esconde en la envida no menos que en la pereza y así funciona nuestro sistema, para cuantos viven sometidos a él, incluso en el universo paralelo de la intelectualidad, donde los mejores diálogos se tienen lejos de la transparencia, lejos del gran público, en comunidades, entre amigos, en lo secreto, allí donde Dios sí ve y presta atención. 

El arte de conducir diálogos no es otro que hacer preguntas serias. A nadie le gustan las preguntas. Mienten los filósofos, cuando la filosofía es tal, sobre las preguntas auténticas, capaces de desbaratarlo todo. Y se callan. Muchas, las importantes, se callan o se tiñen de otras vinculadas a la actualidad, como queriéndolas mostrar sin mostrar, sin ir de frente, no sea que no tengan solución fácil. Nos gustan más las soluciones para todo, y en eso consideramos que hay grandeza, que los misterios y la convivencia con ellos, el trato asiduo áspero y exigente con las realidades que no permiten malabares y donde la contradicción es no solo de discurso sino con uno mismo, con la propia vida. Estas preguntas incómodas, que se recogen a lo largo y ancho de la tradición, es habitualmente más fácil tratarlas en esa intimidad y conversación que da un buen libro, sin agredir, sin aceleración, sin espasmos. Por eso hay buenos amantes de la lectura que se trabajan a sí mismos conforme avanzan y van comprendiendo algo. Pese a que la distancia sea siempre exageradamente grande con respecto a su realidad y en los libros no se ofrezcan "grados" adecuados para el camino que uno esté haciendo. Los mejores libros son así de bastos, quebrando la horizontalidad y la planicie como si los hubieran plantado para crecer exclusivamente hacia arriba. No para mundanizar, sino para elevar la conciencia, siempre de sí mismo, atenta a lo que en ella se muestra libremente. 

Bien, así ha de hacerse, si te parece bien. También a mí me parecía, desde hacía tiempo, que era ya hora de irme adonde dije; pero me había quedado por complacer al excelente Calias. 

Y, después de haber dicho y escuchado estas cosas, nos fuimos. 

ἀλλ᾽, ἦν δ᾽ ἐγώ, οὕτω χρὴ ποιεῖν, εἴ σοι δοκεῖ. καὶ γὰρ ἐμοὶ οἷπερ ἔφην ἰέναι πάλαι ὥρα, ἀλλὰ Καλλίᾳ τῷ καλῷ χαριζόμενος παρέμεινα.

ταῦτ᾽ εἰπόντες καὶ ἀκούσαντες ἀπῇμεν. 

¡Ni un abrazo! 



sábado, 28 de agosto de 2021

PROTÁGORAS. Día 108. (Platón, 360a - 360e)

Era la guerra. No lo sabíamos. El diálogo se resuelve en la guerra. No todas son iguales. Es la guerra de los valientes, claro. De los que se atreven, de los lanzados y de los lanzamientos. Es la guerra a la que no van los cobardes porque ignoran, según Protágoras, tanta felicidad, tanta belleza, tanto bien. Es la guerra de los hedonistas que encuentran en ella placer tras placer. 

¿Estamos locos o qué? Si alguien no se ha separado ya de Protágoras, que lo haga. Esto es inaceptable. ¿Acaso no piensa lo que dice? O es de esos que hablan por hablar, mantienen con cerrazón su error cueste lo que cueste. La guerra es eso, efectivamente. La afirmación de la ignorancia llevada al extremo del terror. La guerra de ahora tanto como cualquier guerra pasada. En las que, además, se participa habitualmente porque hay masas de gente no dispuestas ni a pensar lo mínimo y que obedecen a diestro y siniestro. 

Sócrates insiste. 

¿Y qué pasa con el valiente? ¿No va hacia lo más hermoso y mejor y más placentero?

τί δ᾽  ἀνδρεῖος ; οὐκ ἐπὶ τὸ κάλλιόν τε καὶ ἄμεινον καὶ ἥδιον ἔρχεται ;

Es mejor tomar esta frase por separado, fuera de todo lo demás. Lo siento, Protágoras. Bienvenido, Sócrates. Una pregunta cargada de contenido, en la que el valiente, el auténticamente valiente, ¿no es el que vive un compromiso fecundo y serio con la belleza, el bien y "el placer" (me gustaría borrar esta última palabra y cambiarla por "la verdad", está claro; pero está la verdad en la forma de la pregunta)? El valiente ¿es el que tiene fuerza, pero de tal grado que le gobierna internamente con virtud quedando atrapado por algo muy superior a él? El valiente aquí no es muy parecido a lo que decimos como "libre" en los tiempos modernos, al menos en papeles. El valiente ¿no será, precisamente por esto, más bien un mártir que un asesino? 

De manos del valiente descubrimos lo que ya sabemos. Que el mundo, la realidad, la vida se puede expresar en términos de belleza y de "lo mejor", resultando así que el término de su acción y su fin no es responder a lo que hay, porque por ese camino siempre se llegará a la guerra y la muerte, sino a lo que precisamente no hay y muchos ni esperan. Pero el valiente hace posible lo que en el diálogo habitual se toma por locura y por ingenuidad. Siendo, a poco que se piense, al revés. Pero esto, claro está, si no consideramos con Protágoras la existencia de una parte de la virtud llamada "valor" que está por encima de todo lo demás y, en absoluto, más allá de la sabiduría. Si se torna, como propone el sofista, mero empuje de la vida por la vida todo será posible. Que es precisamente lo que lamentablemente ocurre en el mundo. Los periodistas además nos animan día a día a descubrirlo sin pudor alguno, con imágenes de todo tipo que hacen vomitar. 

A Protágoras le parece que lo que dice Sócrates es, por supuesto, algo que es necesario reconocer. Es imprescindible reconocer esto. Que el valiente va en esa dirección. Pero a Protágoras no se le ocurre preguntarse nada a sí mismo. La palabrita de inicio se puede traducir como "no queda otra", "no hay otra salida", y también como una "necesidad" que excluye definitivamente la libertad, crea la persona lo que crea, piense lo que piense. Es "destino" en su sentido más fuerte. Es "el destino" del valiente. Pero Protágoras sigue sin poner delante lo que corresponde. Y, con todo, dice estar en "sintonía", "homología" con Sócrates. Lo cual es ridículo, irónico. ¡El que se dice sabio!

ἀνάγκη , ἔφη , ὁμολογεῖν .

Sigue Sócrates con nueva pregunta y nuevo matiz. 

¿En conjunto, por tanto, los valientes no sienten terrores bochornosos, cuando tienen temor, ni confían con vergonzosas confianzas?

Verdad es, dijo. 

οὐκοῦν ὅλως οἱ ἀνδρεῖοι οὐκ αἰσχροὺς φόβους φοβοῦνταιὅταν φοβῶνταιοὐδὲ αἰσχρὰ θάρρη θαρροῦσιν;

ἀληθῆ, ἔφη.

Sea como sea, tanto bajo el miedo como bajo la seguridad, los valientes no atienden a esas "impresiones" o esa "sensibilidad". Atienden más a su compromiso con "lo mejor" que a lo que inmediatamente viene sobre ellos. No digamos a la opinión de los demás, la cual aquí ni se nombra, y que muy probablemente esté debajo de todo miedo, interpretando las posibilidades que la persona no ha pensado por sí misma, que no ha reflexionado por sí misma, que no ha juzgado por sí misma. El valiente, tal es su orientación, atiende siempre a la posibilidad del bien. No sin dificultades, no sin obstáculos, pero claramente en atención a esa confianza citada aquí al lado de lo vergonzoso. ¿Será que el valiente ha salido de la vergüenza? ¡Imposible! ¿Será que el valiente está más atento, al menos? ¡Probable!

Es ofensivo que Protágoras diga "verdad", como liberación, como "¡lo veo!", como "me solté" cuando permanece tan agarrado a no reconocer que no sabe ni lo que está diciendo. 

El punto del "terror bochornoso" me suena a una página de un célebre escrito del siglo XX que hizo una exposición del miedo sublime, jugando con las palabras para procurar ver sus amplitudes. Es posible tener miedo a todo. Hasta al éxito. Y no digamos a quedar presa del mismo miedo. Eso es este "terror bochornoso", el miedo al mismo miedo. Algo que los valientes, según parece, ni contemplan porque están ya, por su misma virtud, por encima de esta situación asentados en otra confianza, no ridícula, aunque quizá no del todo confesable. Siguen ahí, pero por ser algo más que valientes. Ellos lo saben. Valentía es simplemente la exigencia de la fortaleza propia, dada a cada persona por el hecho de ser persona, es decir, su capacidad e impulso original, pero templada. Valentía es fortaleza templada, dirigida, orientada. ¿A qué? A lo mismo que la justifica internamente. ¿Tendrá razones para ser así? ¡Que las explique! ¡Habla valiente! Y el valiente calla porque no saben qué están preguntando, porque es probable que ni lo sepa. 

Son miedos hermosos. ¿Me lo explicas, Sócrates? Retos, simplemente eso. Conflictos, simplemente eso. Muros, simplemente muros a través de los cuales se puede pasar, aunque no por uno mismo ni probablemente de mano de las artes que habitualmente se usan para pasar muros. ¿Se puede atravesar una puerta o una pared, así por las buenas? Y mis alumnos dicen, siendo jóvenes, que sí, usando la inteligencia. Sea lo que sea lo que hay más allá del límite, de la determinación, del concepto colindante con algo que lo define, más allá racionalmente es algo más. Más allá de lo finito es lo infinito. Más allá de lo temporal es la vida, es decir, la eternidad. Y la razón lo sabe. Como no lo sabe ni los sentidos, ni los sentidos cuando dejan de sentir y se creen ellos mismos la razón especulativa y crean imágenes a partir de sus apariencias. 

Por lo tanto, Protágoras, no seas cobarde. Mira qué pasa.

Por tanto, ¿los cobardes y los alocados tienen, por el contrario, temores bochornosos y confían con vergonzosas confianzas?

Estaba de acuerdo.  

οὐκοῦν kai οἱ δειλοὶ kai οἱ θρασεῖς kai οἱ μαινόμενοι τοὐναντίον αἰσχρούς τε φόβους φοβοῦνται kai αἰσχρὰ θάρρη θαρροῦσιν ;

ὡμολόγει .

Nótese que Protágoras no habla, que es Sócrates quien esta vez responde por él. Ni necesidad, ni verdad. Solo "homología". En esto sí. Aquí sí. 

De los cobardes se puede decir cualquier cosa, porque aunque estén presentes no dirán nada en su defensa. A ellos, a los que temen algo, se les da siempre con dureza. Pero el valiente sabe que es su condición más propia. El valiente sabe de su cobardía más que ningún otro. Y de sus límites. El valiente tiene miedos, cómo si no se puede vivir. Y los miedos no dominan. Tiene algo diferente a una vida no ubicada en el miedo. Y el valiente no es valiente por ser valiente. Es valiente porque otros, que viven bajo el miedo, el miran y dicen: ¡Ey, que ahí está el que no es como nosotros y se ríe de nosotros!

Sigue Sócrates. 

¿Tienen confianza en lo vergonzoso y lo malo por alguna otra razón que por inconsistencia e ignorancia?

Es así, contestó. 

θαρροῦσιν δὲ τὰ αἰσχρὰ καὶ κακὰ δι᾽ ἄλλο τι ἢ δι᾽ ἄγνοιαν καὶ ἀμαθίαν ;

οὕτως ἔχει, ἔφη.

Los cobardes, claro. ¿Y los valientes? Algo no se está diciendo. ¿No serán los valientes los que responden a su vergüenza de sí mismos, los que saben mejor que nadie de su inconsistencia y algo más, de su ignorancia y algo más? ¿No será que no son sabios, como dicen los muchos, sino que sabio se es de otro modo que no se ve con claridad del lado de la prisión de lo inmediato? ¿No será más bien esto en lugar de estas preguntas sencillas de respuestas fáciles de las que Sócrates no consigue sacar a Protágoras y Protágoras no hace nada para salir de allí? 

El diálogo, que está a las puertas de terminar ya en sus páginas, da la sensación de que acabará con un: "¡Chicos, vamos a comer! ¡Dejar de jugar y lo que estéis haciendo, que luego recogemos juntos!" Bueno, esto es una burla. Pero vale para más de uno. 

Seguimos. Algo hace que el cobarde sea cobarde. Está claro. ¿Será la cobardía?  ¿Y no se dieron cuenta de que eran cobardes por ignorancia de lo temible? ¿Los cobardes entonces lo son por ignorantes? ¿Y la valentía es lo contrario? Entonces...

Y después de un rato... 

Por consiguiente, el conocimiento de lo temible y de lo no temible es contrario a la ignorancia de estas cosas. 

También asintió. 

οὐκοῦν ἡ τῶν δεινῶν καὶ μὴ δεινῶν σοφία ἐναντία τῇ τούτων ἀμαθίᾳ ἐστίν;

καὶ ἐνταῦθα ἔτι ἐπένευσεν.

Lo que venimos diciendo. Que el valiente parece un impostor, porque no es valiente sino que sabe que no debe temer lo que parece que muchos temen. O al menos quiere vivir así. Pero si es así, y realmente no sabe de temor, lo normal será que sea un alocado. Si no teme, no será humano. Será el temor, pero no el sometimiento al temor, un camino imprescindible para la verdad sin quedar sometido al temor más que a la verdad. Hay cosas, sin embargo, que aquí se mantienen como realmente temibles. ¿Qué puede ser? Esas que el valiente reconoce como tales. Pero no todo es temor y temor. Qué angustia la de la permanente precaución. 

¿El pensar destruye el miedo o lo incrementa? Conozco muchos que dicen que lo aumenta. Que sin pensar se vive mejor y sin miedo. 

Protágoras ni responde. Se queda callado hasta con el cuerpo. Deja de estar allí presente del todo. Se niega a participar. 

Aquí ya no quiso ni siquiera asentir con un gesto y se callaba. Y yo dije: 

¿Qué pasa, Protágoras, que ni asientes a lo que pregunto ni lo rebates? 

Concluye tú mismo, dijo. 

οὐκέτι ἐνταῦθα οὔτ᾽ ἐπινεῦσαι ἠθέλησεν ἐσίγα τε.

καὶ ἐγὼ εἶπον: τί δή, ὦ Πρωταγόρα, οὔτε σὺ φῂς ἃ ἐρωτῶ οὔτε ἀπόφῃς;

αὐτός, ἔφη, πέρανον. 

Pues una cosa más. Solo una cosa más. ¿Te parece, como al principio, que hay hombres muy ignorantes y, sin embargo, muy valientes?

Y atención, porque contra toda esperanza, Protágoras responde: 

ἕν γ᾽ἔφην ἐγώμόνον ἐρόμενος ἔτι σέεἴ σοι ὥσπερ τὸ πρῶτον ἔτι δοκοῦσιν εἶναί τινες ἄνθρωποι ἀμαθέστατοι μένἀνδρειότατοι δέ.

Que conste, por todo lo dicho, que es una lástima que Protágoras se haya tomado todo así y continuamente así, como una guerra. Es una lástima porque ahora es capaz de hablar por sí mismo. A fogonazos lo ha hecho de vez en cuando durante todo el diálogo. Que han sido unos cuántos días. No se trata de esto Protágoras. No es contra ti, en ese sentido. Esto no es la guerra. Ni hay victoria semejante. 

Que este sea el final... ¡No puede ser!

Al menos Protágoras se ha reconducido. Algo en él se ha reorientado. Y él lo sabe. Es un paso adelante que no tiene marcha atrás. Está claro. 





 



viernes, 27 de agosto de 2021

PROTÁGORAS. Día 107. (Platón, 359d - 360a)

El tema no es sobre la valentía, que nadie se engañe. Esto es solo una excusa para mostrar su insuficiencia, aprovechando la opinión de Protágoras respecto de su prioridad por encima de todas las demás "partes" de la virtud, que más bien son "reflejos" de la plenitud que comportaría la vida completa si alguien pudiera vivir algo así de perfecto. Virtud que, por tanto, nos ayudaría a estar en el mundo de tal manera que más bien viviéramos por encima de él, y éste no fuera ni nuestro límite, ni nuestra medida, sino sencillamente el ámbito de la expresión de nosotros mismos.  

Sócrates insiste. Los cobardes, a lo seguro. Los valientes, a lo temible. 

πότερον οἱ μὲν δειλοὶ ἐπὶ τὰ θαρραλέα ἔρχονταιοἱ δὲ ἀνδρεῖοι ἐπὶ τὰ δεινά;

Más que irse "hacia algo" parece que colocan encima o por encima, bien de la seguridad, o bien de lo temible. Pregunto, ¿no será más bien que colocan bajo el imperio de la comodidad y la seguridad, o el imperio del miedo? Es más, por seguir incordiando, ¿esto se puede escoger, se puede elegir el "mundo" en el que se vive, o se trata más bien de responder a él de algún modo? Porque me da la sensación que Sócrates conduce a Protágoras a que diga que más bien es nuestro fruto que algo recibido. Será en ocasiones, habrá que considerar distintas posibilidades. Tanto aquellas circunstancias que generamos, que están en nuestras manos, y las infinitas posibilidades que hay de que esto no sea más que construir casa sobre arena para luego quedarse a la intemperie permanentemente. La salida a estas confrontaciones probablemente esté en plantear mejor el problema. 

Sigo. Si cobardía y valentía son contrarios, opuestos, ¿también lo son el mundo de la comodidad y el mundo de lo temible? ¿Se trata de mundos o de imaginaciones del mundo, de anticipaciones del mundo? ¿No resultan, de alguna manera, formas impacientes de relación con la realidad, como de excesiva "sabiduría", cuando en verdad no sabemos ni siquiera de nosotros mismos? Y tornaría la cuestión un poco más hacia el modo como comprendemos y entendemos, como nos hacemos con la realidad. Aquí no hay mera epistemología, sino definiciones de alcance ontológico. ¿Lo cómodo y lo temible? Una cosa son las condiciones del conocimiento y otra, bien distinta, es que el conocimiento sea capaz de poner condiciones al mundo, que es ya pasarse, aunque se haya explorado o se esté explorando desde Protágoras y antes y después. 

Ayer me quedé, dentro del diálogo, en la astucia de Protágoras al devolver la pregunta a Sócrates según sus propios argumentos. Es imposible, por lo que se dijo alguien, que alguien avance hacia el temor opinando que es temor, porque precisamente la opinión general, la "sabiduría", viene a decir que hay que evitarlo todo lo que sea posible. 

Se vio que el dejarse subyugar era ignorancia. 

ἐπειδὴ τὸ ἥττω εἶναι ἑαυτοῦ ηὑρέθη ἀμαθία οὖσα.

Tengo la sensación de que al final del diálogo se están reservando muchas expresiones contundentes y densas, que vienen de otras páginas imbuidas y cargadas con grandes significados. No puedo detenerme mucho, pero supongo que se recuerda que la primera "subyugación" que se daba por supuesta era "la pasión", que venía a esclavizar e impedir a la persona libertad suficiente como para hacerse responsable o culpable de algo. Esta subyugación era un "no tiene que ver conmigo" y es más fuerte que yo. Sin embargo, hubo otra. Y ahora la subyugación a la ignorancia, entendida casi al revés. En lugar de sujetar a esa condición, a ignorancia es aludida por el sofista también al modo de excusa insalvable de un pobre sujeto insostenible en sí mismo. 

Seguimos. Porque la intervención de Protágoras no ha conducido a ningún lugar. Solo a dar una vuelta más para esta crucial intervención: 

Pero, desde luego, todos van, en cambio, hacia aquello en lo que confían, tanto los valientes como los cobardes, y de este modo, van hacia las mismas cosas los cobardes que los valientes. 

ἀλλὰ μὴν ἐπὶ ἅ γε θαρροῦσι πάντες αὖ ἔρχονται, καὶ δειλοὶ καὶ ἀνδρεῖοι, καὶ ταύτῃ γε ἐπὶ τὰ αὐτὰ ἔρχονται οἱ δειλοί τε καὶ οἱ ἀνδρεῖοι. 

Y con esto, una vez más, se deja claro que estamos hablando de realidad y no de meras actitudes en la vida. Se intenta describir la realidad, aunque sea esquemáticamente, para comprenderla. Este realismo insobornable del mundo antiguo tiene muchas ventajas para los lectores de mi siglo, tan vapuleados por relatos e interpretaciones, tan desprovistos de verdad y de realidad. Aquí Platón describe un mundo en el que se puede alguien asentar firmemente y no le tiemblan las letras de miedo cuando lo escribe. No dice "confianza" como lo podemos entender, tan tristemente. Aquí se dice más bien "roca firme". Y el lector debe darse cuenta de ello y no doblar demasiado el texto hacia una subjetividad podrida de sí. A la persona le aguarda, eso sí, ser valiente o ser cobarde. 

Curioso, los dos quieren lo mismo, buscan lo mismo, van supuestamente en la misma dirección, anhelan situarse en idéntica situación según parece. 

A regañadientes y comenzando a discutir, Protágoras quiere apuntar algún matiz. Que unos y otros, aunque van a lo mismo según parece, se enfrentan  a cosas contrarias. 

Pero, no obstante, dijo, es del todo contrario, Sócrates, aquello a lo que se enfrentan los cobardes y los valientes. De momento, los unos quieren ir a la guerra, los otros no quieren. 

ἀλλὰ μέντοιἔφη Σώκρατεςπᾶν γε τοὐναντίον ἐστὶν ἐπὶ  οἵ τε δειλοὶ ἔρχονται καὶ οἱ ἀνδρεῖοιαὐτίκα εἰς τὸν πόλεμον οἱ μὲν ἐθέλουσιν ἰέναιοἱ δὲ οὐκ ἐθέλουσιν.

No entiendo, confieso que no entiendo, por qué la guerra se repite una y otra vez como la situación en la que podemos ver realmente lo que son las personas. Como esas frases que hablan del sufrimiento y de la amistad, o que en la desgracia se ve mejor quiénes son fulanito o menganito. Estoy de acuerdo en que en la dificultad y en el sufrimiento se aprende. Lo tengo claro. Bajo la presión en la que la vida está cuestionada, la vida se expresa de otro modo o necesariamente. Pero repetir tanto, tanto la guerra, el enfrentamiento, el conflicto. Y, además, ser valientes por ir a ella con orgullo y pasión, como si quedarse sin "hacer la guerra" fuera de cómodos, no termino de compartirlo. El mundo tiene ya suficiente "mal cotidiano" como para incrementar aún más la dificultad. 

¿La guerra? Parece lo más cotidiano y normal. Y que hemos evolucionado mucho respecto al mundo de Sócrates en el modo de realizarla, pero no terminamos de alejarla. La guerra es una cuestión ética, acompañada de técnica, ciencia y conocimiento creciente. Ética y ciencia. Una ciencia muda que no cuestiona la guerra, sino que la acepta y sigue adelante. Ayuda en su desarrollo. Se elogia y se admira. Asumiendo que es socialmente inevitable la pregunta siempre se resuelve en cómo llevarla a cabo más y más. Generación tras generación se acumulan progresos técnicos, pero no se acumulan de la misma manera los éticos, que fluctúan mucho más. ¿No es evitable, sin más?

Por incordiar el diálogo, ¿no es más valiente quien ama que quien odia y responde con violencia a la violencia ajena?

Sócrates y Protágoras van por otro lado, bien diferente. 

¿Es que es hermoso ir a la guerra, o vergonzoso?, pregunté [Sócrates].

Hermoso, dijo [Protágoras].

Por tanto, si es hermoso, también será bueno, según hemos reconocido en lo anterior. 

Dices verdad, y también a mí, una y otra vez, me lo parece. 

Correcto, dije. Pero, ¿cuáles dices que no quieren ir a la guerra, que es algo hermoso y bueno?

Los cobardes, contestó.

¿Consecuentemente, si es hermoso y bueno, también será placentero?

Al menos está así reconocido, dijo. 

¿Es que los cobardes lo saben, al no querer ir hacia lo más hermoso y mejor y más placentero?

Si reconoces eso, dijo, destruimos nuestros anteriores acuerdos. 

El diálogo continúa. Sirva la estupidez de lo que aquí se dice para mostrar que todavía tenemos un poco de cordura, que no andamos leyendo Platón sin pensar en absoluto lo que dice o atendiendo solo a las formas lógicas distantes de sus contenidos. Y también que se muestre que la lógica lleva a absurdos e insensibilidades. Digo insensibilidades porque es así, porque la razón amplia no carece de trato directo con la vida, que es lo que provoca mayor sensibilidad. 

Quede claro igualmente a qué está dispuesto el sofista, que no teme el discurso general cuando conviene y cuyo horizonte, efectivamente, será la tensión y el conflicto, la guerra mejor que la realicen otros, porque lo suyo es más la sabiduría que la valentía, el temor que la valentía. El que teme ve la guerra como inevitable. 



jueves, 26 de agosto de 2021

PROTÁGORAS. Día 106. (Platón, 358e - 359d)

Seguimos. Se trata de ignorancia no por negatividad, porque nos sumiría en la desesperación. Es ignorancia en sentido más positivo, en el más acertado en cuanto a la vivencia de quien se conoce a sí mismo. Una ignorancia que topa con una realidad de tanta importancia y cualidad, desviándonos de la cantidad, que no es exagerado preguntarse por nuestra capacidad para recibirla. ¿Qué realidad en nosotros es capaz de hacerse cargo de ella? La ignorancia, permanecer en la sabiduría de la ignorancia. 

A todos les sigue pareciendo bien lo que Sócrates está argumentando, como último intento casi por provocar algún cambio en ellos. Tan es así, que se está mostrando como Sócrates es cualquier cosa menos un buen maestro. Es un pésimo maestro. No se hace entender ni cuando le dan la razón. Algo así, dicho sea de paso, como al Maestro. Pero no me meto ahí. Queda en evidencia, en cualquier caso, que la comprensión no se realiza desde fuera nunca, y que el escenario general a vencer no ayuda, sino que refuerza la posición de sabiduría ingenua en la que estamos habitualmente sumidos. 

En cualquier caso, si la sabiduría la igualamos normalmente con una cierta peculiaridad de la memoria (que no es recordar por recordar, que esto daría situaciones de lo más estridentes y surrealistas) que vincula el tiempo entre sí actualizando lo que no está en el olvido, a Sócrates nadie puede discutirle que es un sabio. Porque ahora vuelve hacia atrás y pregunta a Protágoras por aquello que dijo en aquel otro momento del diálogo sobre la virtud y las partes de la virtud, entre las que, según él, el valor era más relevante que la sabiduría. Que es precisamente todo lo contrario de lo que ha sucedido después. Veremos qué puede decir Protágoras, después de decir sí a tantas cosas, sin conocimiento. 

Sócrates lo que hace es repasar para sintetizar en argumentos un largo recorrido. Algo que Protágoras, allí presente, también recuerda. Coincidir en el recuerdo no es tampoco algo despreciable. Podría alguno dar marcha atrás, desdecirse, intentar convencer a otro de que no fue tal y como se dice. Eso, evidentemente, en el diálogo oral, en la auténtica conversación. Aquí, por escrito, se puede medir incluso cada palabra exacta. Lo único que ha cambiado en este recuerdo es su posición en el tiempo, la consideración nueva después de lo hablando entre medias. Es evidente que, por tanto, no se trata de repetir sin más. Se trata de ofrecer una nueva oportunidad a lo abandonado, para que no quede tal cual se dijo y se pueda reparar lo que sea posible reparar. ¿Cambiará algo?

Dividiendo paso a paso sería esto lo que se argumentó entonces: 

Eran cinco partes de la virtud y ninguna era como la otra, teniendo cada parte su propia capacidad. 

Esta es la percha general sobre la que se descuelga el resto del discurso. Sócrates no atiende a esta afirmación, sino a la siguiente. Continúa: 

Dijo que cuatro de ellas eran, hasta cierto punto, cercanas entre sí, pero que la otra era la única que se diferenciaba muchísimo de las demás; el valor. 

Las cuatro próximas entre sí eran sabiduría, sensatez-prudencia, justicia y piedad, siempre como partes de la virtud. La que se diferencia era el valor, la valentía, el coraje, la fuerza en definitiva. Pero sigue. El argumento que dio Protágoras en su momento para defender esta posición fue: 

Encontrarás hombres que son muy impíos e injustos y desenfrenados e ignorantes, pero muy valientes. En ello reconocerás lo mucho que difiere el valor de las otras partes de la virtud. 

El problema de esto que dice Protágoras, si es que se encuentra gente realmente así, es lo que entiende por valentía. Está claro que se parece más a una fuerza en la persona que, sin más miramientos, hace cualquier casi cualquier cosa. A eso le llama valor, que recibirá muchos nombres a partir de aquí a lo largo de la historia, algunos muy "curiosos", excesivamente descolgados de todo lo demás en la persona, de todas sus dimensiones, partes, capacidades. Esta es, por supuesto, la pregunta indirecta que provoca la afirmación de Protágoras. Porque, de alguna manera, lo que se plantea es su prioridad, tan próxima a la virtud, que es la perfección sin más de la persona, que parece haber dibujado ya la perfección como accesible, simplemente en el obrar, en la acción, y especialmente en la acción por la acción. 

La carga "ontológica" es amplísima. Se trata de poder por poder, por así decir. De un poder que expresaría el ser en la acción, casi sin preguntas, casi sin orientación, limitado al presente, abocado a ser como si nada pudiera pararlo, como si nada de lo que hay frente a él supusiera más obstáculo que alguien para sí mismo. Subjetividad airada, eso sería valentía.

Aunque a Pródico, a quien se ha citado en lo inmediatamente anterior para que no haga muchos juegos de palabras, adelantando matices sin atender a lo esencial del tema, ahora Sócrates pregunta, con su ironía habitual, algo que, sin entender lo que está diciendo, evidentemente se rechazará sin más reflexión: 

¿En qué fundas que los valientes son audaces? ¿En lo mismo que los cobardes?

Dijo que no. 

¿Por consiguiente, en otra cosa?

Sí, dijo él. 

¿Es que los cobardes avanzan a lo seguro, y los valientes a lo temible?

Así se dice, Sócrates, por parte de la gente. 

Seguirá después con más. Pero vayamos por parte. Una realidad queda definida, en primera instancia al menos, por lo que queda fuera de su límite, que sería su contrario. En este juego binario, de polos enfrentados y excluyentes, a una imagen de la virtud le correspondería también una cierta claridad sobre su antivirtud, sobre su frontera, sobre su límite. Pero como ir así por la vida exige mucha finura y detalle, porque donde se separan es al mismo tiempo donde se juntan y rozan, entonces vayamos allí donde las palabras pueden hacer un trabajo nítido. Por eso, allí donde hay valentía no hay cobardía. En primera instancia se oponen, al tiempo que se resuelven en una continuidad de lo mismo, que sin embargo Protágoras no acepta o no acierta a ver. Sí está clara la distinción, hasta ahí llega toda persona mínimamente sensata. Pero cuando llega la segunda pregunta parece que también hay que decir que no. 

Si son cosas diferentes, si hay por tanto tal fractura entre la valentía y la cobardía, se establece para Protágoras un dualismo fuerte. No se miden por lo mismo, no comparten espacio. Algo que a Sócrates parece que le da igual, tan igual que sigue sin discontinuidad con una pregunta "hacia delante", de la que ya no cabe salir airoso se diga casi lo que se diga. Como si de dos mundos diferentes fueran los que la persona tiene delante dependiendo, sujetos a lo que decidirá, entonces el cobarde elige "un mundo seguro" mientras que el valiente se inclina por "un mundo terrible". Algo tan ridículo y absurdo que solo bajo la ceguera protagórica se puede afirmar sin vergüenza. 

El valiente es tan temerario que se va hacia "un mundo terrible" continuamente, ¿es esto? No vale, si es virtud y no se trata de un solo acto aislado, que unas veces sea cobarde y otras valiente, ni en unos asuntos parezca que responde de un modo y luego en otro. Si es virtud se supone que empuja a la persona desde sí misma a realizar la acción apoyada en ella. Ya quedará para más tarde, dicho sea de paso, cómo se alcanza. Pero por ahora no se refleja. Solo la permanente oportunidad que la persona tiene de ir en una u otra dirección "hacia delante". ¡Siempre hacia delante!

Protágoras responde conscientemente como aquellos a los que hasta hace un momento criticaba, pero igualmente sin pensar. Ahora los trae aquí a colación, sin más, para encontrar refugio seguro. No es una estrategia visible, salvo cuando se dice tan claramente. En cuántas ocasiones, al decirse simplemente sin amparo de la fuente de donde llega y del mundo donde se acepta, está presente pero sin dar la cara por completo. 

De otro modo, ¿qué mide al valiente y por qué se llama así? ¿Por lo que hay, por lo que puede haber? ¿El conocimiento de lo que hay o de lo que puede y debe haber, a diferencia del presente? ¿El conocimiento de la fuerza de la persona para realizar otro mundo, que es posible, pese a lo que piensa "la gente"? ¿Es esto? ¿Es lo que sabe y dice acaso con la acción?

Por eso Sócrates continúa examinando la opinión de Protágoras y a Protágoras mismo, como siempre.

Dices verdad, dije yo, pero no te pregunto eso, sino ¿en qué dices tú que son audaces los valientes? ¿Acaso en lo temible, opinando que es temible, o no?

Y Protágoras quiere retomar el liderazgo de la conversación citando a Sócrates. 

Tal cosa, dijo, en argumentos que tú has expuesto se ha demostrado que es imposible. 



 

 


miércoles, 25 de agosto de 2021

PROTÁGORAS. Día 105. (Platón, 358d - 358e)

Encuentro un problema en la ignorancia, que es su definición en esta pregunta pasada. Que la ignorancia tenga definición en relación a la falsedad y el engaño. Comprendo ambas cosas de dos formas diferentes. Lo falso se puede entender como error en sentido amplio, como inadecuación, pero resulta de un juicio de la reflexión y no es directamente alcanzable en la expresión de sí mismo. En el engaño entran más cuestiones a valorar, especialmente quién engaña y cómo engaña. El engañado desconoce la falsedad, para él es verdad recibida y en la que confía. Si la verdad se puede sustituir en la vida por la mentira, sin atisbo alguno que la delate, el asunto es muy grave. Supongo que se comprende la magnitud de lo que supone. El engañador, además, resulta de toda confianza; se asume lo que dice sin remilgos. 

Sin lugar a dudas, se da. De ahí que la importancia del examen, de la reflexión sea capital. Y hacerlo con alguien que sea capaz de hacer preguntas rotundas y contundentes, sin miramientos. Alejarse, en este sentido, de quienes hablan diciendo verdades y enseñan tales, sin dar la herramienta capaz de trascenderlas, es decir, de criticarlas, al modo como hoy se usa esta palabra. Pero sobre todo trascenderlas, alejarse de ellas, descubrir el qué horizonte se emplean, cuál es su finalidad y no su cierre relativo a la cosa o al mundo de lo que hay. 

Seguiré con ello. No quisiera ser pretencioso y creer que se supera a Platón fácilmente. No quisiera darlo a entender en absoluto. Solo ahondar en lo que expuso, que me parece la vía imprescindible a la que filosóficamente he quedado incorporado, precisamente porque me invita permanentemente a salir de ella. La ignorancia aquí expuesta es, a mi entender, el modo más razonable de recibir el misterio en primera instancia. Y el saber de la propia ignorancia es un saber más allá de ciertos saberes considerados genuinos y primeros. Considero igualmente que sí hay superación del planteamiento según el cual somos medida de todas las cosas, precisamente en la imposibilidad de hacernos absolutamente con la realidad que presentada sinceramente nos desborda, y reconocerla como desbordante es, en cierto modo, esta ignorancia, tal y como yo la entiendo. 

Sócrates preguntaba sobre la ignorancia si era la opinión falsa y estar engañados. Después, por lo tanto, que nadie se dirige hacia el mal por su propia voluntad sabiendo que es un mal, sino por ignorancia. Hasta el punto de que "no cabe en naturaleza humana". E incluso en el caso extremo de elegir en la oscuridad absoluta, como si no existiera bien alguno, nadie elegiría el exceso de mal frente al mal menor. Algo que ha pasado a la historia del pensamiento y el acerbo popular sin la menor reflexión, siendo una especie de -aquí uso un lenguaje religioso- blasfemia, de radical desconfianza y desesperación, pues confiesa la victoria del mal antes de que nada ocurra, derrotando a la persona que así piensa, antes de realizar cualquier acción. 

A mis jovencísimos -cada vez más jóvenes, por cierto- alumnos en clase (excursus) les propongo lo siguiente. ¿Elegimos entre bien y mal? Y muchos dicen de primeras que sí. A lo que yo intento aclararles que no, porque ahí no hay nada que decidir realmente, sino la mera necesidad supuesta de tener que hacer algo con uno mismo. Lo realmente cotidiano no es, ni de lejos, lo que aquí propone como pregunta Sócrates, elegir entre el mal y el mal y sacar una balanza, sino que más bien todo se resuelve en una especie de presentación de bienes, a los que sí atendemos y deseamos, y la, ahora sí, obligación de ser libre limitándose humanamente a uno de ellos. Siendo esto así, el criterio según el cual se orienta la persona se llama "mejor". Y podemos limitarnos a comparar unas cosas con otras, en el marco de los deseos y las aspiraciones inmediatas, o servirnos del bien perfecto como horizonte último y que él, a diferencia de nosotros, sea quien revele con su especial brillo, que no es precisamente el de la intensidad y la luminaria del anuncio, por dónde continuar. Es decir, la misma libertad sitúa imprescindiblemente en la tesitura de algo que la filosofía considera casi imposible normalmente: la capacidad de escucha y acogida del Bien. Me parece que este olvido pretendido ha sumido y sigue sumiendo a la humanidad en el solipsismo y el nihilismo al que han abocado ciertas personas desde sus propias experiencias personales, creyéndose así toda la humanidad en su conjunto, sin considerar nada más que a sí mismo como criterio último de validez para orientar la historia. Y tal pérdida de horizonte y sentido resulta decisiva en la modernidad hasta nuestros días. Volver a Platón siempre es, en este caso, un alivio a la asfixiante fragmentación propiciada por la falta de suelo desde la que comprender la libertad y sus paradojas. 

Sigo. Porque como a todos le parecía bien lo que Sócrates estaba diciendo, en el fondo es como si nadie se estuviera enterando de nada de lo que está preguntando. Qué paciencia. 

Entonces, por si fuera poco, sigue con algo imprescindible a considerar, que se conoce suficientemente bien en nuestro tiempo, casi tanto como en el suyo. 

¿Y a qué llamáis temor y miedo? ¿Acaso a lo mismo que yo? Por ti lo digo, Pródico. Habla de una cierta expectación del mal, ya lo llaméis temor ya miedo. 

τί οὖν; ἔφην ἐγώ, καλεῖτέ τι δέος καὶ φόβον; καὶ ἆρα ὅπερ ἐγώ; (πρὸς σὲ λέγω, ὦ Πρόδικε). προσδοκίαν τινὰ λέγω κακοῦ τοῦτο, εἴτε φόβον εἴτε δέος καλεῖτε. 

Y en el mismo diálogo, Pródico, pese a las ironías que ha recibido en otras ocasiones, sigue en lo suyo. Así que...

En fin, dije, Pródico, no importa. Aquí está lo interesante. Si es verdad lo anterior, ¿algún hombre querrá ir hacia las cosas que teme, si le es posible ir hacia las que no teme? Sin duda que es imposible, según lo que hemos acordado. Porque está reconocido que cree que son males las cosas que teme. Y a las que cree males, nadie querrá llegarse ni tomarlas por propia voluntad. 

¿Qué decir del párrafo anterior? Pues repetir lo que es más que evidente. Que funcionamos mejor dando por "hecho" el mal que evitar y del que esconderse, donde sea, sobre todo si es un "gran mal" en tamaño y en expectativa, porque eso permite justificar casi cualquier acción. Y si esto se extiende, y se descubren todos los miedos y todos los males que se prevén, cualquier cosa será posible y quedará "racionalmente" encumbrada, incluso aplaudida y deseada. ¿Cómo no terminar entonces en guerra frente al posible enemigo? ¡Casi mejor empezar cuanto antes! 

Y Pródico, que siga con lo suyo. Lo fundamental es otra cosa. 

E insisto, ¿no decíamos que la ignorancia era lo principal respecto de los asuntos de mayor importancia? Porque parece que con el mal lo tenemos meridianamente claro. Y que además lo decimos sin rubor, dándolo por hecho incuestionable mucho antes de que ocurra cualquier cosa. Es más, queriendo impedir que ocurra cualquier cosa y erigiéndonos en dueños y señores de la historia bajo la lógica del poder, de la dominación, de la violencia si es necesario. Porque será, en cualquier caso, vivir bajo la presión del "mal menor". Ya sabemos entonces que, en este mundo y bajo esta lógica, aquello del "bien mayor, de lo mejor, del bien perfecto" es propio, claro que sí, de los ingenuos, de pobres personas inocentes, nada sabias, que no conocen lo que es realmente la guerra, el mal... 

Y con esto, vamos bien servidos para ir pensando.