viernes, 18 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 40. (Platón, 328d - 329a)

Termina Protágoras su larga narración e interesante argumentación. Sus últimas palabras han sido que en los jóvenes -ciertos al menos, esos que tiene delante y llama por su nombre, hijos de renombres dorados y con múltiples posibilidades- todavía hay esperanzas.   

τῶνδε δὲ οὔπω ἄξιον τοῦτο κατηγορεῖν : ἔτι γὰρ ἐν αὐτοῖς εἰσιν ἐλπίδες : νέοι γάρ.

Comprendiendo perfectamente lo que dice Protágoras, sabiendo que hay tiempo en ellos y que habiendo tiempo quedan oportunidades, me voy dando cuenta, cada vez más, que es un pensamiento perezoso y profundamente egoísta. Si hay algo que hacer, algo que mejorar, algo que transformar en la realidad esto no se puede dejar en manos de los jóvenes. Alguien vivo no puede pasar tan pronto el testigo desentendiéndose. Alguien sabio estará comprometido con ello. En los jóvenes no hay, a decir verdad, ninguna esperanza por el hecho de ser jóvenes. Habrá esperanza por lo que haya de movimiento en ellos y de energía, pero no por ser jóvenes. Y dejar para los jóvenes lo que corresponde a los adultos es una enorme injusticia con ellos. 

Como educador, soy plenamente consciente de lo que estoy diciendo. Lo resumo, aunque dará lugar a malas interpretaciones siempre: pedimos a los jóvenes lo que no somos capaces de hacer nosotros. Esa es la única esperanza que algunos leen en ellos. Pero eso no es esperanza. Es escapismo. 

Sócrates toma la palabra sorprendido porque Protágoras ha terminado de hablar. No se lo esperaba. Le estaba gustando. No sabemos si lo que decía o cómo lo decía. Pero agradaba, fascinaba. El poder de la palabra bien dicha, de la expresión adecuada, de la búsqueda de pensamiento y razones. Sin duda, la cuestión es apasionante. 

Una vez quedó claro que Protágoras no continuaría, Sócrates despistado se da cuenta de que, en principio, le tocaría hablar a él y dar una respuesta, una primera aproximación y valoración de todo lo escuchado desde el mito de la creación de los hombres y el robo de Prometeo y todo lo demás. 

Entonces, Sócrates "se dice a sí mismo", aunque lo dice en público hablando con Hipócrates, el amigo que lo ha conducido hasta allí: 

ὦ παῖ Ἀπολλοδώρου , ὡς χάριν σοι ἔχω ὅτι προύτρεψάς με ὧδε ἀφικέσθαι : πολλοῦ γὰρ ποιοῦμαι ἀκηκοέναι  ἀκήκοα Πρωταγόρουἐγὼ γὰρ ἐν μὲν τῷ ἔμπροσθεν χρόνῳ ἡγούμην οὐκ εἶναι ἀνθρωπίνην ἐπιμέλειαν  ἀγαθοὶ οἱ ἀγαθοὶ γίγνονταινῦν δὲ πέπεισμαιπλὴν σμικρόν τί μοι ἐμποδών δῆλον ὅτι Πρωταγόρας ῥᾳδίως ἐπεκδιδάξειἐπειδὴ καὶ τὰ πολλὰ ταῦτα ἐξεδίδαξεν

Por un lado, una extraña gratitud filosófica que, encarnada en el amigo le ha conducido a escuchar a Protágoras. Por otro lado, una enigmática confirmación de lo que él creía anteriormente que ahora ha pasado a ser algo más que una creencia, una convicción. Es decir, que Protágoras en Sócrates ha confirmado justo lo contrario de lo que lleva defendiendo largo rato. No es que no hayan servido de nada sus palabras, porque sí han causado un efecto, pero justamente el opuesto. La exposición narrativa y la argumentación escuchada han llegado a Sócrates con su lado negativo. Pura ironía. 

Así que toca preguntar a Protágoras sobre esto que realmente interesa tanto. 

Se anticipa algo más que interesante. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario