sábado, 26 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 48. (Platón, 331c - 331e)

Protágoras se desentiende de la exigencia del diálogo y quiere convertirlo en una conversación sin más, en una charla de bar, que diríamos en España, en la que se puede hablar de cualquier forma porque da igual el resultado y a nadie comprometerá. La distancia entre la palabra y la razón aquí manifestada es, en resumen, supresión de la razón y, por lo tanto, vaciamiento de la palabra. Se puede decir cualquier cosa, todo queda en condicional y ese condicional resulta ser amargamente indefinido e inhumano, una construcción nada respetuosa con la realidad, fruto de una imaginación sin ideas, meramente un "relato". Protágoras quiere convertir el diálogo en relato y Sócrates, que lo ve venir, se detiene para pedirle que cambie, que no ceda, que se muestre como sabio si realmente lo es y no como un charlatán que habla vacíamente. 

No, ¡por favor!, dije yo. Pues para nada necesito lo de "si quieres" y "si te parece", al buscar una comprobación, sino solo a ti y a mí. Y digo esto de "a ti" y "a mí", pensando que sería la mejor manera de dar demostración al razonamiento, si se le quitaran los "si..."

μή μοι, ἦν δ᾽ ἐγώ: οὐδὲν γὰρ δέομαι τὸ ‘εἰ βούλει’ τοῦτο καὶ ‘εἴ σοι δοκεῖ’ ἐλέγχεσθαι, ἀλλ᾽ ἐμέ τε καὶ σέ: τὸ δ᾽ ‘ἐμέ τε καὶ σέ’ τοῦτο λέγω, οἰόμενος οὕτω τὸν λόγον βέλτιστ᾽ἂν ἐλέγχεσθαι, εἴ τις τὸ ‘εἴ’ ἀφέλοι αὐτοῦ. 

Lo diré al modo como yo lo entiendo. Existe, en el diálogo, una imperiosa necesidad de que lo que se dice no quede separado definitivamente de quien lo vive y siempre se tome así. Todo lo demás, vacío. Las personas pueden hablar, como he dicho en otros momentos, sin implicarse ellas, sin verificarlo primeramente en sí mismas, sin ser expresión de su vida. Pueden hablar de muchas maneras, tan distantes de sí mismas, tan separadas y tan divididas que constituya esto el auténtico fundamento de su fragmentación, convirtiendo la palabra y la razón en algo muy alejado de la expresión de sí mismo. No es un hablar por hablar, sino un hablar malintencionado, un hablar escondiéndose, un hablar privado de su propia razón.

Esta cuestión me parece últimamente muy importante. Quizá después de la relectura de algún libro contemporáneo que lo resalta. Lo que me parece también destacable es la conexión, además de la palabra, la razón y la vida del que está en la conversación implicado, entre la condicionalidad y lo indefinido, y cómo sin el esfuerzo por la definición la razón hace aguas por doquier o se puede mutar la realidad en otra alterando las mediaciones de las que disponemos para aproximarnos a ella constitutivamente. El peligro del "si..." daría para un auténtico tratado, como se ha hecho en parte en ciertas propuestas éticas cuyo carácter me resulta valioso para afrontar la tarea de ampliar la razón. El "si..." en su debilidad no favorece, curiosamente la ampliación de la realidad y la razón, sino su pérdida, su vaciamiento. 

Tras este aviso, Protágoras vuelve a la conversación. Pero todo lo anterior no es paja en el diálogo, sino su fundamento. Deja claro cómo la ética precede, sin lugar a dudas, al conocimiento. Y muchos errores del conocimiento son, en verdad, errores éticos de la persona, o falta de responsabilidad y de compromiso de la persona con su propia razón y con la realidad misma, por amplia que esta sea. El miedo, por decirlo de otro modo, de la persona que, al verse fuera del mundo ante la realidad en sí misma considerada en su amplitud y guiada por la razón, quiere retroceder ante el espanto y convertir lo que empieza a descubrir en una nada en la que gobierna el principio de la indiferencia. Palabras "clave": diferencia e indiferencia.  

Sin embargo, contestó él,  se parece algo la justicia a la piedad. También, desde luego, en cierta manera se parece una cosa a otra. Pues lo blanco, en cierto respecto, se parece a lo negro y lo duro, a lo blando, y así las demás cosas que parecen ser más contrarias entre sí. Y las que hace poco decíamos tener distinta facultad y que no eran una como la otra. Así que con este procedimiento puedes probar, si quieres, que todas son semejantes entre sí. Pero no es justo llamar semejantes a las cosas que tienen algo semejante, ni desemejantes a las que tienen algo diferente, por más que lo semejante sea muy pequeño. 

Y se dice a continuación que Sócrates se admira. Y al no llegar a acuerdo por el camino anterior, comienzan a examinar estas palabras. Lo cual es muy interesante, porque queda el diálogo flexibilizado mostrando, una vez más para quien quiera leerlo, que es más importante seguir el hilo de la vida que el del razonamiento, que es más crucial enganchar el diálogo en la persona que a la inversa. Salvo que sea ironía, como tantas, y cesión ante la debilidad de la razón. 

Lo que ha dicho Protágoras, en verdad, no tiene desperdicio. Aunque las palabras "justicia" se digan de muchas maneras, muy diferentes entre sí, apareciendo curiosamente en su diferencia lo auténtico. Pero se deja pasar y se apunta de soslayo. 

Protágoras afirma ahora que sí se parecen, como toda la realidad se parece aunque sea contraria. Y la diferencia salta por los aires para recuperarse después en su evidencia. "No es justo llamar semejantes a las cosa que tienen algo de semejante." 

Pues vamos entonces a estudiar la semejanza. 

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