jueves, 24 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 46. (Platón, 330c - 331a)

Imaginaba hoy cómo un discípulo escribe sobre su maestro, a propósito de Platón respecto de Sócrates. Más aún cuando el maestro ya no está. Con esa libertad de, quizá por primera vez en la vida, no me corregirá. A discípulo de anchas espaldas le ocurriría algo similar respecto del incómodo preguntón. Supongo. La sensación de recibir un legado, de portearlo, de verlo ahí delante escrito. Con, además, la carga que tiene la escritura en la antigüedad y todas las reservas que hay sobre ella. Algo divino a la par que trágico. Algo que comienza a divulgarse y extenderse, aunque sigue siendo para pocos. En absoluto, imagino yo, con la intención de que hoy yo esté aquí frente a un libro que traduce aquel otro texto tan lejano. Supongo que nadie pensó en tanto por entonces. 

En el molde de la justicia, bien consolidado en la lógica más fundamental, vierte ahora la piedad. Otra virtud. Otra parte del rostro humano. La piedad es, existe. Es una realidad. Y es semejante a lo pío, porque lo contrario sería blasfemia, escándalo y locura. Así es. 

Ya hay dos ejemplos sobre la mesa. Habiendo dos puede entonces haber muchos más. No tiene sentido seguir la cadena y sumar y sumar. Porque el rostro daría prácticamente infinito y deforme. Muchas partes, demasiadas. 

Sigo insistiendo en la relación que establecen los contenidos propuestos, al margen de la lógica. Lo que aquí ha tratado directamente Sócrates es que tanto la justicia (horizontal, vamos a decirlo así) como la piedad (vertical, perdón por la reducción metafórica) comparten una racionalidad común, y como ejes probablemente después vertebrarán todas las demás en su línea estableciéndose como prioridades ejemplares, modélicas, moldélicas. Son el método, el camino para la proximidad de la persona en su racionalidad con una realidad trascendente en cualquier caso, con una realidad real al estilo como la razón nos presenta y cuestiona como reales, en nosotros mismos siempre, ambos polos, ambas llamadas. Y no me parece que esté dicho todo con ellas, evidentemente. Pero sí que se identifican las claves en las que la racionalidad queda ampliada radicalmente y responden a una verdad, si no tenida ya, sí muy buscada y deseada, bajo cuya protección todo tendría sentido, salvo el sinsentido, o todo lo humano tendría sentido en lo humano, salvo el sinsentido de lo no humano. Y apuntalado de esta manera el horizonte posible de toda verdad, volvemos sobre él a repasar lo que estamos diciendo. 

Lo semejante es algo así. Aunque la semejanza en la Biblia, por ejemplo, está situada de otro modo en el descubrir humano, en el desvelarse la vida ante él, en la revelación. Es de otro orden. 

Sócrates entonces pregunta, con tiento. Toca ahora algo fundamental que ya ha aparecido y a que al lector rápido y no dialogante se le puede haber pasado por alto. Sócrates resume: hemos dicho que las virtudes son diferentes entre sí y no se confunden entre sí (lo cual, ya sabemos, es mucho decir, muchísimo decir). Pero añade que Sócrates no lo ha dicho; lo ha dicho Protágoras y él solo ha preguntado. 

Sócrates se escuda irónicamente detrás de la pregunta con su fuerza, con la que ha ido guiando a supersabio Protágoras de aquí para allá, encorsetado en sus límites, incapaz de preguntar algo más, sometido bajo la evidencia de lo que se estaba diciendo, como sin riesgo alguno. Orientado, como me gusta decir, pacíficamente por la razón de sí mismo, por lo que la razón le presenta. 

Ojo, porque la diferenciación entre virtudes está encarnada, muy plásticamente, en la diferenciación entre Protágoras y Sócrates. Lo cual es muy interesante. Por si no os habíais percatado. Y si algo tiene Sócrates es que es socrático y Protágoras es protagórico. Y mientras uno tiene la capacidad de preguntar, el otro parece que tiene la de responder. Y ambos, según parece, se asemejan en algo, como la justicia y la piedad comparten la virtud. Y lo que comparten no es, según lo que Sócrates ha dicho, responder, sino entender y poseer razón y lenguaje, es decir, hacerse cargo de la forma de razonamiento anterior en la que están tratando sobre la virtud buscando la verdad sobre ella. Y que este razonamiento les lleva a preguntar para descubrir. 

Aquí se queda. ¿En la diferencia o en la semejanza? ¿La imagen es la idea?

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