miércoles, 30 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 52. (Platón, 332c)

Hace unos instantes, o un instante, hablábamos de la prudencia y ahora, de golpe, el bien, la belleza, la voz es. Como somos más que modernos, esto queda como fruto de nuestra lastimera subjetividad que, pese a todo y con su sabiduría, no quiere encontrarse sola consigo misma, sin más. Los más que modernos culturales nos referimos en el Occidente a todo eso como cuasicreación humana o, como mínimo, dependiente de nosotros mismos. Veremos por qué este diálogo es tan importante en breve. Somos nosotros quienes pensamos alcanzar, con algún tipo de capacidad, el bien, la belleza. ¿Qué ocurriría si es al revés? ¿Qué ocurriría si es el bien, la belleza quien despierta con su impacto en nosotros ese hueco? ¿Qué pasa si es el bien y la belleza quienes han querido ponerse en "contacto" con nosotros y no a la inversa? ¿Por qué tratar si no de la voz? 

La prudencia, vamos a exagerar un poco más por si me he quedado corto, es una forma de sabiduría platónicamente considerada que, de algún modo, tiene por tanto un objeto propio que hace suyo. La sabiduría tiene contenido siempre. Se es sabio en algo, incluso en alguien. La sabiduría no está en el "molde" y la prudencia no es una metodología para nada, sino un trato -y aquí sí que se puede usar muy bien esta palabra como en el momento en el que Protágoras habla de sí mismo- consigo mismo en su verdad, en el que se nota -se recibe nota, se deja tocar- una belleza y un bien, o, sin más, la belleza y el bien, en el alma. El alma nota a través de la prudencia, de su lentitud y quizá también de una cierta voz, la presencia del bien y la belleza y su impacto en ella. No es ningún rayito de luz a lo que me estoy refiriendo, ni ninguna experiencia mística sobrenoséqué. Mi abuela, mis padres, mis alumnos saben en más de un instante de esto. Mis hijos probablemente no. Les falta tiempo. 

Lo que Platón está tratando aquí, bajo el asentimiento de Protágoras, es la realidad del bien. Hoy diríamos de muchas maneras esto. Y tener este trato como experiencia intelectual reservada a unos pocos preparados y duchos, sino más bien en el modo como cualquier persona que actúa se toma en serio su misma acción, o como toda persona que siente y es afectada siente y es afectada por algo que capta su atención, de un modo más o menos comprensible, asumible, haciendo girar la cabeza sobre ello. Una realidad, sin más. Algo en sí. En presente. Algo vivido por la persona. 

Lamento no detenerme aquí un poco más. El caso es que lo que a Platón le interesa ahora resaltar es, habiendo tratado la semejanza, la contrariedad. Existe algo que es y algo que no es lo que es y es otra cosa y llamada por tanto de otra forma. Por eso las parejas, si bien no son tales. Porque una realidad no tiene exclusivamente un contrario, en este modo de ver las cosas, sino muchos en la medida en que no son lo otro que es. De ahí que una realidad una despeje la duda que se cierne sobre los muchos. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario