martes, 22 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 44. (Platón, 330a - 330b)

Si la cuestión de uno/todo y partes se toma como una simple cuestión de prioridades personales, hay algo que no está del todo bien explicado. Aunque claro que ocurre e impacta de este modo en la vida corriente y ante lo extraordinario en toda persona, en todo momento. Porque cuando se piensa algo, al modo como algún moderno quería hacer, se hace una especie de repaso desde lo que se dispone hasta encontrar algo satisfactorio desde donde resolver el tema presente. Si es que se puede resolver. Pero la pretensión es esa. Y la confusión también puede ser la misma. Creyendo que algo presente puede ser resuelto por sí mismo, sin la complicación de verse implicado en ello. O mezclado con otros aspectos que no se han visto con la calma necesaria. O alterado por la cercanía de un fenómeno personal o no que gravita alrededor. O cambiado velozmente como hace el trilero para vaciarlo de sentido y así gozar del error del ingenuo que apuesta lo que tiene. 

No es un tema de prioridades, porque no es solo el sujeto quien domina con su ímpetu la realidad y no puede hacerlo hasta el final, aunque con lo inmediato sepa manejarse suficientemente sabe, de sobra, que hay mucho más que lo que él está haciendo sin poder por ello dejar de actuar. Sigue ahí. Sin saber cuánto tiempo seguirá siendo así. Y continúa. Y mirar algunas verdades con la hondura que requieren no solo llevan tiempo, sino alma y vida. Y despojan. Como bíblicamente está expresado en infinidad de lugares. Porque lo último que se revela en la consideración del uno es la trascendencia en la que se está inserto y no en ese más allá en el que dando dos o tres explicaciones más o menos simples podemos encajar las piezas fácilmente a una profundidad de 3 metros que ya nos parecen muchos en medio de un mar sin fondo alguno conocido. Nos alegra inmiscuirnos y hacer algunos paseos de hondura conteniendo la respiración para luego salir de allí, nos sentimos así orgullosos y satisfechos en comparación con tantos otros que se incomodan haciendo pie en el agua. Pero queda la trascendencia en serio, la trascendencia trascendencia. Y no hay que irse muy lejos. En cada prójimo probablemente. 

La sabiduría de este diálogo no está en el trato con las cosas, no es la excelencia de la técnica que trabaja objetos, inventa cosas. La sabiduría aquí era algo relacional, político, de lo común, del espacio de encuentro al que llamamos "público" en el que no hay posesión de nadie porque nadie mínimamente serio consigo mismo dice que haya posesión de otro. En presencia del otro hay, incluso, desposesión de sí mismo. Poco más. Primer principio fundamental. 

En todo esto está ya apuntada la diferencia y la falta de diferencia, y las distintas relaciones que se dan entre uno y partes. No es el momento. 

Vamos al tema. Las virtudes son distintas entre sí, cada una tiene su facultad propia. Esto responde Protágoras. Comienza el debate por la cuestión decisiva. Y apunto ahora algo más, que es vivir la diferencia como desconexión, considerar la parte aislada del todo, quebrada y separada, quebrando y separando la unidad. Lo que en términos de la ilustración es el combate entre la libertad y la igualdad, que olvida la fraternidad, el vínculo. Visto en lo humano y lo social. Aunque ahora se plantea en el orden metafísico desde lo ético. 

Siendo diferenciadas, pregunta Sócrates, son tan diferentes entre sí que no tienen nada en común. ¿Tan, tan diferentes son? ¿Tanta separación hay entre ellas? Y Protágoras ahora se vuelve contra sí mismo, a la segunda pregunta, y responde que tanto no. ¡Tan pronto ha encontrado su propia contradicción! pero no es consciente de ello. Ahí lo dejo. Aquí lo dejo hoy. 

Hay dos movimientos, por tanto, uno que sería la diferenciación, que parece evidente y da lugar a la multiplicidad. Por otro lado, la vinculación con la unidad establecida la diferencia. Y en ese doble viaje, enfrentándose la persona a la realidad, se ha perdido algo por el camino, que todavía no tiene nombre, pero que ya ha quedado señalado como fundamental, como piedra de toque. Porque la diferenciación que aparece se revela imposible totalmente en cuanto aparece la razón con su pregunta fundacional: ¿Qué es? El viaje de vuelta ya no se puede hacer del mismo modo una vez que lo original se ha olvidado y no se puede recuperar directamente tras la primera afirmación. Desencajada la realidad, las piezas ya no vuelven a encajar igual, la tarea se vuelve decisiva, el esfuerzo. Y dos posibilidades por tanto: lo dejamos todo como está, separado por tanto, tal y como viene supuestamente en forma de fenómenos y objetos sueltos; o bien intentamos, aunque solo sea intentarlo, ir ahora sí hacia las cosas mismas en su profundidad, en su unidad. 

Y hasta aquí. Ya queda planteada la cuestión. Y los resúmenes y las síntesis ya no valen. 

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