lunes, 21 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 43. (Platón, 329d - 330a)

Ayer volví sobre "uno y partes", en esa clara intuición de que, por muy diferentes que nos veamos del mundo, nos vemos a un tiempo alejados de todo lo demás, sin que nadie nos lo haya explicado nunca, y unidos, especialmente con otros, a pesar del riesgo de confundirlos con todo lo demás. Algo que, a decir verdad, aprendemos en la experiencia cuando somos tratados por otros. Quizá esto tenga también mucho que ver con la diferencia en cómo Protágoras y Sócrates se sitúan en presencia de otros y permiten que otros se presenten, hablando. 

El rostro aquí es un ejemplo. También algo más. El rostro presentado falsamente tiene partes, porque no es la suma. O al menos las partes no actúan entre sí por separado, ni se pueden contemplar por separado. Se pueden tratar, claro, pero no como rostro. Las partes no contienen el todo. Fijándose en la parte se anula la presencia del todo. Aunque deberíamos estar atentos a no olvidar el uno, el rostro, la persona al tratar con lo humano. Algo que ocurre con extraordinaria frecuencia. Por ejemplo, un alumno o un profesor son expresiones de una parte de la persona. Si se olvida, al ver una parte el uno, entonces desaparece la persona y pueden, como si fueran cosas, aparecer otras ciencias diferentes a la que nos permite realmente tratar a las personas como personas. Hay una despersonalización, deshumanización en la parte que olvida el uno. 

La pregunta es entonces si quien tiene la virtud, siendo una, tiene el resto de partes. O si no ocurre esto. Aquí comienza un verdadero reto. Porque si se dice que sí, se va por un camino. Si se piensa que no, se va por otro. Y esto que se intenta conocer no está tan presente de primeras como pueda parecer. Hay que tratar mucho estos temas, con mucha libertad y distancia, e intentar vivirlos para hacer algo de luz en ellos, para tener alguna claridad. De primeras, reconozco que todo es pérdida y sacrificio. Me sorprende que Protágoras responda tan rápido, en lugar de retirarse un poco a meditar. Pero como es un sabio, que debe demostrar que es sabio, no puede callarse, irse y pensar. Estos sabios que hablan siempre de cualquier cosa son peligrosos. Y conviene no olvidar que Sócrates ha llegado a Protágoras después de tratar el tema con Hipócrates, dando un paseo. 

Sócrates pregunta si quien es virtuoso en algo también es virtuoso en todo lo demás, es decir, si quien posee virtud en lo uno tiene virtud en cada una de las partes. O si hay excelencias diferentes, sabidurías por tanto diferentes, realidades por tanto diferentes que exigen cosas diferentes. O eso que es uno, que intuitivamente pensamos unido, tiene una unidad diferente a la que se considera sin más como suma o como participación. ¿Hay sustracción de esta realidad participando de ella?

Parece que la primera respuesta es que la virtud es una realidad y solo son partes de la virtud la sabiduría y la valentía. A estas alturas. Algo así como, por poner un ejemplo, si el amor no fuera una única realidad y fuera diferente amar al amigo, al prójimo, al hijo, al alumno, a la pareja. ¿Son tan diferentes en el amor? ¿Son tan diferentes por tanto las virtudes? De lo que ha respondido Protágoras se desprende que sí. Vamos a ver. Porque Protágoras acaba de decir que las virtudes van, en cierta manera, por separado. 

Van por separado, pero un buen sofista tiene que decir que la sabiduría es más virtud que otras. Luego, contradiciéndose, acaba de decir que es una parte que participa del uno, aunque antes ha dicho lo contrario. Literalmente: "La principal de las partes es la sabiduría."

Sócrates pregunta si se distinguen unas de otras. Y Protágoras dice que sí. 

Si se distinguen, qué nos ayuda a distinguirlas. Cuidado, porque no es lo mismo distinguir que separar. Se puede distinguir lo que participa de lo mismo. Separar es otra cosa. Si se separa una parte, el todo desaparece. Si se distingue, la tarea es más de detalle, más de conocimiento, más de nuestra situación en la vida respecto de la realidad, pero sin romperla. Es simple y llanamente nuestro modo de estar, completamente distinto a separar. Distinguir y separar no son lo mismo. Se puede distinguir los números y los pares y los impares, pero cuando vamos a separar ya no hay orden de profundidad y todo se sitúa en el mismo e idéntico nivel, conjunto, orden de realidad, dimensión. Lo humano allí ya carece de ámbito propio que permita, por ejemplo, diferenciar entre vida y mundo, entre personas y cosas. 

Sócrates sigue sacando de Protágoras, con respuestas breves, el fundamento de todo lo dicho. Y le va colocando. Aunque Protágoras está siendo muy favorable a las preguntas de Sócrates por ahora y no discute, solo asiente. Parecen muy bien homologados, parecen muy unidos y comprendiéndose. No hay contraste alguno. 

Si hay partes, ¿también tienen facultades propias para ellas? En un párrafo memorable que muchos, por ignorancia, no asocian con Platón sino con otros autores. Lo escribo: 

-¿Entonces también tiene cada una de ellas su facultad propia, como las partes del rostro? No es el ojo como los oídos, ni la facultad suya, la misma. Tampoco de las demás ninguna es como la otra, ni en cuanto a su facultad ni en otros respectos. ¿Acaso así también las partes de la virtud no son la una como la otra, ni en sí ni en su facultad? ¿Evidentemente que será así, o no encajará con el ejemplo?

Hago notar la expresión "en sí". Que aquí unen metafísica, ética y conocimiento. Insisto, unen. 

 

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