jueves, 17 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 39. (Platón, 327c - 328d)

Avanza Protágoras para defender algo así como que por el mero hecho de nacer en la ciudad y conocer las leyes y los tribunales, simplemente con eso, de nacimiento y de crecimiento, ya se es justo en comparación con los otros que nacen fuera de la ciudad y por tanto desconocen absolutamente el sistema. 

La tesis básica ahora es reducida al ambiente. Incluso aunque nadie enseñe directamente, por el hecho de nacer algo se aprende. Si además, como ocurre según su parecer en Atenas, ha habido un esfuerzo por establecer un clima conforme a la justicia, entonces todo el que nazca en Atenas y se introduzca desde pequeño en su mundo será más justo que el que nazca fuera de él. Así de simple. Así de sincero. Y no le falta razón. Porque sí hay un progreso moral que en cierto modo se consolida en normas y leyes y se va transmitiendo de este modo de generación en generación, de generalidad en generalidad. Todo esto es verdad, salvo que te toque ser singular y quieras además serlo, o salvo que el ambiente y el sistema en el que te introduzcas tenga apariencia de justo y poco más porque no se hayan pensado las leyes conforme a la justicia sino a la conveniencia de algunos, siempre unos pocos respecto al conjunto de quienes conviven. Esto también es un hecho. 

Otra cosa es confundir, como Protágoras hace, que esto es la justicia que puede alcanzar una persona o que una persona, sin libertad real y solo minéticamente, esté haciendo algo justo cuando carece de intención y de conciencia de todo ello. Es decir, que, desprovisto de lo humano, las acciones posteriores no serían humanas sino simplemente para garantizar la paz del conjunto. Y alguno quiere, como puede ser dentro de la caverna, que todo esté en orden y en paz, pero que nadie se salga de ahí y sigan las cadenas ferozmente sujetando a las personas frente a las paredes. Todo estará en calma y poco más. La paz, con todo, será desconocida. Y la justicia, sin libertad, exactamente igual. No es justicia sino mala copia de ella. 

Perdón por el mal paralelo anterior. Ha salido así. 

Para ilustrarlo más saca a relucir la comedia "Los salvajes". El caso es que la maldad de unos no puede ser, para Protágoras, comparada con la maldad de otros. Y queda visto que aquí no hay naturaleza humana buena en la consideración de Protágoras, aunque de alguna manera se haya ya refutado a sí mismo en un discurso tal largo y prolongado. 

Efectivamente, hay realidades que se aprenden por "osmosis", por el trato. Como la lengua. Que nadie enseña a nadie, sino que meramente se ejercita y por la escucha y atención se va recibiendo. Y luego se corrige poco a poco. Sobre todo en este tipo de mundos, con una oralidad tan destinada a lo cotidiano y que reserva los discursos para expertos. En el nuestro sigue sucediendo algo parecido. La referencia al aprendizaje de la lengua es interesante. Revela que ya se están preguntando cuestiones fundamentales que en el siglo XX todavía no estaban pedagógicamente claras. Al menos respecto a algunos saberes, confundidos con su ejercicio y desprovistos del conocimiento de su posible enseñanza. 

La virtud, como es inhabitual, tampoco dispone de muchos maestros. Protágoras se considera uno de ellos y se presenta como tal. ¡Aquí estoy! Y, como prueba, remite a su salario. O bien le pagan directamente cuando han aprendido y valoran lo aprendido, o bien van a un templo y entregan allí, bajo juramento, lo que consideran que vale. 

Termina su discurso apelando a las posibilidades de algunos de los presentes, todavía por debajo de sus padres, pero con posibilidades de crecer porque son jóvenes. Sobre ellos no sería justo hacer un balance duro todavía, porque la edad les da esperanzas no ganadas, ni merecidas. Tienen tiempo, según creen. 

Sócrates narra el final. Mañana seguimos. 


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