domingo, 27 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 49. (Platón, 331e - 332a)

Se hace difícil hacer un resumen general. Comienza en 309a, unas cuarenta páginas atrás, con un amigo de Sócrates que le visita urgido por la presencia de Protágoras, a quien quiere escuchar. Sócrates, que ya está enterado y no muestra ningún ansia por el encuentro con el que dice que es tan sabio y a todos admira, se dedica con Hipócrates a dar vueltas por el patio aclarando alguna que otra pregunta, antes de exponerse en exceso al impacto con Protágoras. En concordia, llaman a la puerta donde se encuentra el extranjero rodeado de pupilos y próximos discípulos acaudalados, interrumpen todo, generan una situación formalmente democrática y se inicia el diálogo entre Protágoras y Sócrates, a petición de alguno de los presentes. Por lo demás, Protágoras ha hecho un largo discurso que ha convencido a Sócrates de lo contrario de lo que defiende y ahora está el anciano preguntón examinando punto a punto a Protágoras, aunque este esté un poco desanimado y poco implicado en la exigencia racional del diálogo que ahora sí está empezando. Con paciencia llegaré a 362a, que es el final del libro. 

Volvamos al punto concreto. Sócrates se admira. Protágoras dice estar incómodo con cómo presenta Sócrates a semejanza y este último, complaciente, cambia de tercio. ¡Qué detalle! Se conoce que hablar de piedad y justicia, y semejanza -qué importante es esta palabra y cuántas traducciones tiene-, resulta muy duro. Cambiemos de tercio. 

Sócrates vuelve a preguntar. 

¿A algo llamabas insensatez?

ἀφροσύνην τι καλεῖς; 

Protágoras no responde, Sócrates narra y sigue. 

¿Y todo lo contrario a eso no es la sabiduría? 

τούτῳ τῷ πράγματι οὐ πᾶν τοὐναντίον ἐστὶν  σοφία

Continúa. Conviene no perderlo de vista. 

¿Cuando los seres humanos obran con rectitud y debidamente, entonces te parece que son sensatos al obrar así, o al contrario?

πότερον δὲ ὅταν πράττωσιν ἅνθρωποι ὀρθῶς τε καὶ ὠφελίμως, τότε σωφρονεῖν σοι δοκοῦσιν οὕτω πράττοντες, ἢ εἰ τοὐναντίον ἔπραττον; 

Es importante subrayar un detalle, que salta a la vista. Comenzamos con "lo privativo", con "lo negativo". Donde la in-sensatez es la no-prudencia. Sin embargo, lo opuesto es algo positivo, no directamente la sensatez o la prudencia, en el texto, sino que se habla de sabiduría. Y se usa el término propio con el que se está tratando en todo el discurso a Protágoras y su arte, el que dice transmitir a otros. Señalar el contenido de la prudencia es tan difícil como el de la sabiduría. Si por ellos mismos no son capaces de hablar, quizá en diálogo con otros sí puedan hacerlo. Y el sofista Protágoras aquí es alterado por el insensato, que quizá sea bueno decirlo y verlo así, Sócrates. Porque Sócrates está alterando hasta tal punto la situación irónicamente que las consecuencias son ciertamente ya previsibles. Hay un contenido "teórico" que está siendo vapuleado continuamente con un contenido "práctico", obligado a ejercitarse y mostrarse en la acción para ver si realmente hay detrás algo que merezca la pena tal nombre o no. Y, por ahora, tenemos a un Protágoras disgustado (δυσχερής) frente a un apoteósico incitador. 

La contrariedad es la contradicción. Y no se trata de algunos asuntos, sino que pretenden delimitarlos todos de tal manear que ninguno se escape. Todo lo imprudente por un lado, todo lo sabio por otro. Todo. Tal será el alcance de una buena definición, que ahora se establece por oposición de unos con otros, por diferenciación de unos con otros, por una claridad tal, con tal criterio que no haya confusión. Y mientras unos queden aquí, los otros quedarán allí. Repito: imprudentes por un lado, sabios por el otro. ¿Será posible?

Y qué es lo que convierte algo en prudente o imprudente. La acción humana. Toda acción humana, de momento se dirige en esta dirección, tiene por tanto un valor, un "algo", una "realidad" que la diferencia. Pero es tan difícil decir una, que ya adelanta el diálogo al menos dos, la confluencia de dos: rectitud y deber. De la mano ambas palabras: ὀρθός y ὠφέλιμος. Adjetivos ambos, pertenecientes a la acción humana. Se supone, por lo tanto, que cuando una persona obra conforme a ellos, con rectitud y debidamente, son sensatos. Se supone que, igualmente, cuando está ausente la rectitud y lo debido, son insensatos. 

Dos paradas y termino. Por un lado, que tanto la rectitud como el deber se refieren a algo que no puede quedarse fuera de la conversación, y el ímpetu formal de Sócrates, o bien lo da por supuesto porque es del todo conocido por los que escuchan aunque a mí me sea oscuro, o bien la omisión obliga a volverse sobre la dirección a la que señalan y qué provocan en la acción humana, o bien Sócrates los trata como expresiones vacías de contenido y está haciendo una crítica durísima a la democracia en su conjunto al obligar a actuar al albur de lo que diga el primero que se dé cuenta de esto y sea dueño con sus artes de darle algo de contenido a estas formas difusas porque todas las personas buscarán responder a ello. Esto está puesto encima de la mesa y habrá que tenerlo bien presente. Porque de lo contrario estaremos en la nada. 

Del otro lado, la misma conversación tendrá que estar dirigida, si es prudente y sabia, por estas dos compañeras de camino. Y serán ellas las que balanceen en esa dirección la acción humana o en la otra. 

El juego de palabras entre lo que "parece" y lo que "es" es realmente son ilustrativas. Lo que es se muestra como tal, aparece. El juicio de la persona está condicionado por este realismo del que estamos tan distantes actualmente los más que modernos y posmodernos. Nuestro tiempo no entiende esto de igual modo, al modo como están hablando estos dos o tres o varios griegos antiguos. Y resulta maravillosa esta ingenuidad o libertad que contempla la acción humana dotada de una intención que le da, de algún modo, ser, y cómo este ser se aparece a la persona -ahora sí, sabia- capaz de juzgar y diferenciar entre lo prudente y lo imprudente. 

Esto último es casi una maldad y no debería decirse. Pero en este fragmento del diálogo se podría decir de Protágoras algo poético: "Me encanta cuando callas." Porque va tan dócilmente conducido por Sócrates que a veces dudo qué significa diálogo. En realidad no dudo. En realidad un diálogo no es una conversación sino ver al logos conducir a las personas a través de él. 

Parece que no quiero terminar. A la pregunta de hoy de Sócrates, a la última que aparece arriba, aunque se pueda responder muy claramente que es así, tal y como dice, igualmente nos vale hacer lo que Sócrates haría consigo mismo. Y, entonces, decirle que pare, que no siga adelante, que hay que ver antes qué quiere decir cada palabra. No sea que estemos hablando por hablar, jugando con cosas "comunes" al modo como "los muchos" tratan todo danto por entendido lo que realmente no han pensado. ¡Qué difícil es saber si alguien obra con rectitud y debidamente! Como alguna vez digo, esto le queda a cada uno consigo mismo en un conocimiento difícil o a Dios y solo a Dios. Y Dios, que ve en lo secreto, es quien realmente sabe de todo esto de lo que queremos saber los demás sin más y que siempre se protege de nuestra inteligencia, de nuestra razón y de nuestro interés, que vaya usted a saber por qué lo tenemos y qué pretendemos con él. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario