En este momento, Fedro lee el discurso que lleva entre manos, el que ha sido escrito por Fidias y que él quería leer y ensayar en paz fuera de los muros de la ciudad. Curiosa situación y providente interrupción, pues Sócrates, tumbado en un sitio pintado como paradisiaco, escucha y atiende.
Fedro le pide que escuche religiosamente. En modo orden, mandato. Convocando así su atención y no sólo su descanso y placer, tumbado en firme.
El discurso es soso y plano. Cansa por su misma estructura y por ir apoyando argumentos aquí y allá en la misma línea continuamente. Su tesis básica, que parte de un error no poco común, sitúa al "éros" contra el "logos", de tal modo que lo más elevado y excelso en el ser humano debe ser preservado. Así, aquel que quiera ser bueno optará decididamente por el "logos", por su parte racional, y dejará de lado lo "erótico", tachado y considerado como mero impulso, deshumanizado y carente de más significado. De tal modo que habrá que elegir más bien contra el "eros" y situarse en otro plano. Como consecuencia, complacer a aquel por quien no se siente amor "erótico" será mejor que cualquier otra cosa, y satisfacer con él las ansias que del amor "erótico" nacen, para que no sigan alentando.
Como estrategia general, una pena. Como discurso, lastimoso. La retórica, como juego para convencer a otro incluso contra lo que el otro mismo vive en sus entrañas, es una herramienta peligrosa a más no poder. Estas palabra que se ponen en boca de Lisias han pasado a la historia, en ocasiones, como tesis que el propio Platón, y hasta Sócrates, defenderían radicalmente.
Primera pregunta, ¿el enamorado está fuera de sí? Está claro, o así me lo parece a mí, que en el enamorado no siempre actúa una fuerza. El enamoramiento es el impacto del amor, del que se puede ser consciente y es es plenamente consciente. El enamorado recibe una visita inesperada que le atrapa. No se puede buscar, no se puede atrapar, sólo se puede vivir, en algunos casos, ansiando que llegue ese momento. Pero quien no ha estado enamorado no sabe siquiera qué espera. Conviene, además, no confundir la visita del amor con ciertas carencias que anidan en el ser humano que, una vez que deciden salir de sí mismas y mostrarse, habitualmente se esconden de muchas maneras y con diversos ropajes. Es una confusión habitual fruto de la escasez de finura y elegancia a la hora de elegir palabras. En esto, como en tantas otras cosas, los límites del mundo se redactan, no se fijan.
El enamorado no tiene necesariamente que vivir fuera de sí. El que vive fuera de sí es el enajenado, el alienado, el externalizado. Pero no necesariamente es así.
Por otro lado, ¿por qué emparentar enamoramiento y posesión, vinculando este estado del alma al impulso de posesión material y a la fuerza destructiva de los celos? Me parece que gran parte de mi generación estaría de acuerdo plenamente con Lisias cuando este afirma cosas semejantes. Expresa una focalización tal que deja al individuo poseído por el "eros" al margen de todo su contexto y queriendo que el amado ocurra algo similar, al extraerlo de su contexto con una violencia similar al rapto. Quizá en este tipo no se conocían otras formas de relación más humanas, pero a nuestros ojos salta a la vista la carencia de dominio propio y el exceso de atracción en una única dirección, como dejando sin valor todo lo demás y evitando preguntas mayores. Quizá en ese tiempo, pero también en el nuestro. Sin duda, hoy le llamaríamos abuso. O hasta el plural. La descripción que se hace del enamorado en este punto es próxima a la del loco, al demente, al carente de sí mismo, al vaciado de sí que ansía ser llenado con otro. Y le vale hasta la fuerza para seguir adelante con su plan.
Todo esto va a derivar en un discurso en el que se evita el amor por los cuatro costados. A cambio, un supuesto "logos", una aspiración "racional" vendida de tal manera que termina cayendo en el cálculo, la consideración de beneficios, la suma y la resta. No hay más. Un pragmatismo tan duro, aunque consensuado, que deja al alma a la altura de las pezuñas de cualquier animal que transita por el mundo. Y todo por una supuesta desconexión y falta de unidad en la persona, por escasez de sentido que culmina en una confesión absoluta de una absoluta desfachatez. Porque no debe olvidarse nunca que este discurso está hecho, bajo apariencia de exposición, como un puro argumento para convencen a otro y cumplir de semejante manera los propios deseos interior, los propios intereses y pasiones, las propias manías eróticas. Por decirlo a las claras, mejor no perder de vista que Lisias es un embaucador con muchas técnicas. Y aquí está mostrando lo que le interesa mostrar arropado en un desinterés que nadie, a mi entender, debería creerse.

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