domingo, 21 de marzo de 2021

Leyendo "República" de Platón (9)

Comienzo en 334d hasta 335c.

Ayer no avancé mucho. No interesa correr, sino detenerse, frenar e interrumpir las frecuencias en las que ni oímos, ni vemos, ni nos implicamos. Polemarco tuvo ocasión de cortar por lo sano y replegó velas. En parte, me quejaría de él sin descanso y le abrumaría con las mismas preocupaciones que yo no resuelvo. En parte, lamento no ser capaz de decir con más claridad lo que realmente intuyo, que la cobardía y el miedo a saber lo que sé, lo que no puede ser de otro modo. 

Es aquí donde Sócrates lo dice y no lo pregunta, como en otras ocasiones. Tal cual, aunque la traducción que manejo...: 

"Sin embargo, los buenos son justos e incapaces de obrar injustamente." 

(ἀλλὰ μὴν οἵ γε ἀγαθοὶ δίκαιοί τε καὶ οἷοι μὴ ἀδικεῖν)

Por paradójico y problemático que sea, Polemarco no puede negarse y afirma con verdad. Se rinde, por fin, a su verdad interna, como si esto fuera combinable con aquello del poeta Simónides, fruto de toda confusión. Esto se puede leer casi religiosamente, con asentimiento total de la inteligencia y la persona sumida en el pleno diálogo receptivo y abierto, suelto y libre. Porque libre en griego es precisamente liberado de sí, del mundo, incardinado en la vida que es razón. 

"Es verdad."  
 
(ἀληθῆ)

Un detalle. Aquí "los buenos" son "los que hacen" con "bien". Y en la traducción, tal y como la leemos, quizá haya una carga ética importantísima pero rebajada con pretensión de maximizarla. El paso por la entrega es mucho más exigente de lo que parece, porque el problema lo tiene más nuestro tiempo que las propias palabras y aquello que señalan, portan, importan y exportan. No sé de qué modo se podría decir mejor, salvo dejando el original. Porque no da lo mismo. Es un verbo y no otra cosa. Los que hacen tal asunto. 

Sigo. De la postura de Polemarco, Sócrates le hace ver el escándalo de su posición por una nueva vía. Tal y como habla él, "es justo hacer mal a los que nada han obrado injustamente." Es decir, al inocente. Sin paliativos. Sin más. Con crudeza, aunque en el argumento sea un momento efímero y sin rostro. Dicho en plural es más doloroso, como queriendo atrapar la historia entera de los que sufren el mal de otros. Con un singular, hubiera sido suficiente en cualquier caso. Si obrar justamente es hacer bien a unos y mal a otros, y nos confundimos tantas veces, no siendo nada claro que sobre el bien y el mal se pueda cerrar algo definitivo en la persona, la conclusión más clara es la que Sócrates pronuncia. 

Una vez más, Polemarco se queja del argumento de Sócrates, más que del propio. Se confirma aquello de paja y viga. En realidad, no es el argumento de Sócrates propiamente, sino de Polemarco. Pero a Polemarco no le cuesta olvidarse de sí en la argumentación y ahora cree que es Sócrates quien defiende semejante barbarie y estupidez. Y lamenta la argumentación, que en el fondo es lo qué mismo es incapaz de hacer, por ignorancia y, así, rendido al mal del que cree que sabe lo que no sabe. 

Ya que se ha perdido nuevamente, Sócrates retrocede y se acerca a Polemarco para repetirle lo que ha dicho hasta ahora. Que es justo perjudicar a injustos y beneficiar a justos. Luego "los muchos", que no son pocos en realidad, sino todos menos un reducto, considerarán "justo perjudicar a amigos, ya que son malos, y beneficiar a los enemigos, pues son buenos." 

Lo dicho desde el inicio, que la pretensión de diferenciar sin más entre amigos y enemigos era muy burda y ridícula. ¿Qué ocurre ahora si aquel que es tomado en relación es o bueno o malo? ¿Cuáles son las posibilidades ahora y qué se mantiene como sustantivo respecto de la justicia: amistad y enemistad, bien y mal? En consonancia con la respuesta, se derivan muchas formas de vida. E igualmente habrá que considerar la posición, a mi entender. Pero eso aquí no está todavía. ¿Qué posibilidad se abre al justo y cuál se cierra? ¿Con qué configura su existencia el justo?

Nuevamente Polemarco lo único que dice ahora es que no sabe. Sócrates le muestra que están contradiciéndose sin parar, pero el joven lo acepta. Ahora escapa por la no consideración en un principio de lo que es amigo y enemigo. Ya apunté en su momento que, por sólida que fuera la argumentación, hacía aguas el contenido del que se estaba llenando. El depósito era incluso pequeño e incapaz de contener el gas. 

Dicho rápidamente, Polemarco quiere inventarse el mundo, con buenas palabras: 

Sócrates: Y ahora, ¿cómo nos retractaremos?

Polemarco: Considerando amigo al que parece bueno y lo es, mientras que al que parece bueno pero no lo es, estimaremos que parece amigo sin serlo. Y haremos la misma consideración acerca del enemigo. 

Sócrates: Sí.  

Con otras palabras, Polemarco dice lo siguiente: "Como no cuadra lo que digo con la verdad que voy descubriendo gracias a las preguntas de Sócrates, voy a intentar esconder la realidad detrás de mis palabras y engañar al preguntón incómodo para que siga con sus argumentaciones, pero por absorbido en mi nuevo mundo. Disociemos así dos mundos: palabras y realidad. Juguemos con el primero como niños que lo acaban de descubrir. ¿Sócrates picará?"

Y Sócrates acepta. Así que toma lo que dice y vuelve a examinarlo con el mismo proceder que lleva hasta ahora, que en él sí actúa con fuerza equiparable a la naturaleza desbordante. Le pregunta por dónde quiere ir y cómo está ahora el argumento. Si lo que ha hecho es reducirlo o complicarlo lo vamos a ver rápidamente. Polemarco es un mal estafador. 

Sócrates: Ahora quieres que, además, digamos que es justo hacer bien al amigo que es bueno y perjudicar al enemigo que es malo. ¿Es eso lo que propones?

Arriba ya dije qué importante era considerar al sustantivo al que hacemos tal o cual cuestión. Si consideramos que la acción debe ser hacia una persona siempre igual, o si depende de si es amigo o enemigo, si es bueno o malo, y cuál es la relación entre todas ellas, pagando por adelantado el precio de la reflexión capaz de nombrarlas con criterio firme. 

Como Polemarco vuelve a decir sí, aunque no sabe ya ni dónde está, ni qué dice siquiera, Sócrates insiste en lo mismo de antes: "¿Es propio del hombre justo perjudicar a algún hombre?" 

Piensa lo que ha ocurrido. Polemarco quiere hablar de "a quién" y matizarlo hasta acomodarse. Mientras Sócrates, ya que hablamos de personas y no de cosas, le reconoce la vitalidad al sujeto, al quién originario, al origen en el que se puede dilucidar realmente la justicia o la injusticia. Pero con paciencia. Acepta el camino de Polemarco. Con sus conocidos ejemplos: domadores de caballos y adiestradores de perros. Cuando se trata mal a caballos o perros, ¿mejoran o empeoran respecto de su excelencia, perfección? Evidentemente, empeoran. ¿Y en el caso de las personas? (335c) Análogamente, claro. 

Con todo, hay una excelencia humana en la conversación, que es lo que verdaderamente interesa a Sócrates y en torno a lo que gira todo lo demás dilucidándose en sus huellas. De momento, de ella se ha dicho casi nada. Pero ha se ha revelado, entre la salida y su vuelva a la oscuridad. 

"¿Y no es la justicia la excelencia humana?"

(ἀλλ᾽ ἡ δικαιοσύνη οὐκ ἀνθρωπεία ἀρετή;) 

Qué maravilla.   

"Entonces también aquellos hombres que sean perjudicados se volverán necesariamente injustos."  

(καὶ τοὺς βλαπτομένους ἄρα φίλετῶν ἀνθρώπων ἀνάγκη ἀδικωτέρους γίγνεσθαι)

Suena bien. Veremos que no tanto. Que no hay en la injusticia tanta fuerza, que desprovista de su contenido y apareciendo en negativo, no actúa del mismo modo. Que quien recibe injusticia, por supuesto, no es hecho malo, salvo que pliegue su ser o lo repliegue sobre su herida doliéndose mortalmente. Quien recibe justicia, a lo mejor, en tanto que posibilidad. 

Cuando antes se decía, de muy pasada, análogamente que también a las personas, como a caballos y perros, se les perjudica y se les empeora, nadie habló de la libertad, de la distancia en la que vive cada persona libre respecto del mundo desde su conciencia y compromiso con la vida. 

 

 



sábado, 20 de marzo de 2021

Leyendo "República" de Platón (8)

Comienzo en 334c hasta 334d.

Como ayer Polemarco se dio un remojón y dejó de hacer pie, volvió a la orilla para no ahogarse y repitió lo mismo que al principio. Estas conversaciones que nos desgajan tanto que nos sacan de nosotros mismos tienen siempre un punto doloroso y curativo. Polemarco debe reconocerse, como mínimo, frágil. Sin tantos humos, sin tanta capacidad como quiso mostrar al tomar el relevo de su anciano padre, retirado de la conversación por asuntos de piedad. Lo dicho, el heredero se reitera en lo que ha escuchado de Simónides: "Sigo creyendo que la justicia consiste en beneficiar a los amigos y perjudicar a los enemigos."

Sócrates incólume sigue su examen y atención a la pregunta, que se las trae: 

"Y los que dices que son amigos, ¿son los que a cada uno parecen buenos, o bien aquellos que son buenos aunque no lo parezcan? Y lo mismo respecto a los injustos." (334c)

Supongo que, de primeras, es fácil de comprender el asunto. La diferencia entre el ser y el parecer, la relación del conocimiento con el fenómeno y lo que aparece, la capacidad, más que estética, del ser para mostrarse como lo que es, la brillantez del ser y su claridad para señalar con evidencia y no confundir a quien está delante. Lo otro, en definitiva. La relación más que epistemológica con el otro. La ética de la relación con el otro en su aparecer y ser. ¿De qué es capaz el otro? ¿De qué soy capaz en relación con él? Aquí está, de nuevo, toda la historia de la filosofía, de la humanidad, desde lo más cotidiano hasta esos momentos que llamamos definitivos como relámpagos. Y por aquí pasamos tan suavemente tantas veces que ni hacemos callo, ni nos bajamos de la ingenuidad en aras de una problematicidad que requeriría toda nuestra paciencia y discernimiento más hondo. Libros enteros se pueden coger y descartar prácticamente en su conjunto solo por este tema, sin pudor. Y problablemente, al menos así lo pienso yo, es el gran problema de nuestro tiempo: su incapacidad para una antropología realmente integral y racional.   

Polemarco responde del modo más ingenuo posible: 

"Lo natural es amar a los que se considera buenos y odiar a los que se considera malos."

Qué es lo que aquí Polemarco toma por "natural" es un auténtico problema. Según él, como queriéndose ocultar en una común naturaleza con todos, pretende decir que es espontáneo, casi inmediato y del todo normal que la persona conozca realmente el bien, el mal y, por tanto, las personas que actúan bien y mal, y sepa diferenciar entre ellas como "lo más natural", porque bien, mal y personas que están en el bien y el mal se muestran evidentemente como son. Y seguiríamos preguntando y haciendo objeciones. Porque o bien Polemarco es realmente ingenuo y no se ha enterado de nada de lo que ocurre en el mundo, o bien aquí quiere mentir y engañar a los que estén despistados presentándose mejor de lo que realmente es. 

Sócrates, sin más, pregunta si no nos equivocamos muchas veces en esto, considerando al revés los asuntos. Lo cual, para cualquiera que esté delante escuchando con mínima atención será inmediato reconocer, y con ello muchos sufrimientos, pobrezas, ignorancias y males, tanto sufridos, que son los que más rápido vienen a nosotros, como cometidos por lo demás en otros, aunque para esto hace falta mayor viaje y mucho más análisis y examen. La pregunta deja al descubierto que Polemarco no se está tomando en serio la conversación o solo sabe decir tonterías con la intención de levantar brazos malolientes, y reiterando el mal en el que se vive en el mundo. 

Polemarco responde para contradecirse. Y, de nuevo, con esto bastaría para tomar una nueva posición y perspectiva. Pero no caerá esa breva. Porque el mal que aflige a este joven es tan perverso que se confunde con su hablar y pensar, aun teniendo delante un nuevo camino, la oportunidad de no bañarse mil veces en el mismo río. ¿Tan difícil es comenzar de nuevo, sin repetir lo más viejo de lo viejo?

Pues da igual. Sigue defendiéndose. "¿No será que no se equivocan, sino que para ellos los buenos son enemigos y los malos son los amigos?" ¡Solemne tontería! ¡Qué paciencia debe tener este médico con paciente tan enfermo que se cree sano! ¿No es brutalmente preocupante que las palabras puedan trasportar estas cosas y que puedan convencer a alguien? Lo dicho: ¿Será para ellos justo beneficiar a los malos -se supone enemigos- y perjudicar a los buenos -se supone amigos-?

La relación entre amistad y bondad y justicia, todavía por dilucidar en el terrero de lo que se dice, casi sin terreno donde apoyarse, avanza hacia lo decisivo. ¿Para quiénes? ¿Quiénes son estos "para ellos" que así opinan y viven, por qué lo hacen? ¿Hay que repetirse siendo uno más entre estos muchos? ¿O hay alternativa, se viva lo que se viva de su parte?




viernes, 19 de marzo de 2021

Leyendo "República" de Platón (7)

Comienzo en 333d hasta 334c

Como ayer la justicia caía del lado de la protección y la pasividad, Sócrates continúa por ese camino. ¿Será la justicia inútil durante el uso de "las cosas" y útil cuando no se utilizan? ¿Será activa con lo inactivo, con lo pasivo, en la recepción y libertad respecto de ellas? ¿Y será inactiva con lo activo? Llegar aquí, no es poca cosa, en múltiples direcciones. Justicia sería conservación, protección, salvaguarda. Dicho esto, ¿esto significa que la justicia es pura pasividad limitada?

Parece entonces que la justicia puede ser no solo guardar pasivamente, sino una actitud precavida y protectora. ¿Como el boxeador sabe defenderse o se puede ser preventivo respecto de la enfermedad? ¿No implica un conocimiento sobre la defensa que, por la misma razón, le convierte en temible para sus enemigos? ¿El que tiene habilidad para guardar tiene también habilidad para robar? 

A Polemarco le honra estar ahora pensando argumentos, tan pendiente de lo que dice Sócrates y siguiendo sus pasos, que al mismo tiempo confiesa haber perdido pie respecto de las cosas mismas. Dice lo que dice al argumento, se convierte en eco. Idealista desde el realismo. Pero idealista perdido. 

Tan extraviado que Sócrates retoma: ¿No será la justicia un modo de robar para bien de los amigos y mal de los enemigos? Dicho lo cual, me paro y pienso que algunas veces, cuando leo a Platón despacio, el arte de la lógica-argumentación da miedo; cuando lo leo rápido, más miedo aún. ¿Se puede llegar tan lejos, a decir algo tan loco? ¿Y qué pasa cuando se llega aquí y se acepta el argumento, porque parece racional en sí mismo, al margen del contenido? ¿No se frena Polemarco por el contenido más que por el razonamiento?

Polemarco, que se ha dado cuenta de la locura, se niega a aceptar lo que Sócrates ha ido progresivamente deshilachando a partir de lo dicho, como para mostrarle a Polemarco lo que Polemarco está pensando. Y, ¿qué hace Polemarco? Dos opciones: reconocer que piensa una tontería y ha dicho algo que no ha reflexionado suficiente; volver al inicio y negarle a Sócrates que sea lo mismo que él está diciendo. ¿Cuál de las dos? ¿La del espíritu sanado de la ignorancia o la del espíritu firme en su ignorancia? Y Polemarco quiere volver a empezar. 

Así que, mañana, veremos por dónde avanza en compañía de Sócrates sin moverse de su casa. Qué duro es salir de sí. 



jueves, 18 de marzo de 2021

Leyendo "República" de Platón (6)

Comienzo en 332e hasta 333d

Polemarco avanza por la guerra y Sócrates lo reconduce a la paz. También en la paz parece imprescindible la justicia. Y es bueno verlo así, pues no será solo cuestión de amigos y enemigos. Qué forma de resituar la cuestión y cómo cambia el tono del asunto. Si la justicia se englobara bajo la guerra, todo sería distinto. Si la justicia está por encima o por debajo de ciertos asuntos hace ver su grandeza o demuestra su pequeñez. Es muy importante que se haya desmarcado del enfrentamiento, como desde el principio parecía verse. Aún así, el rodeo por el lado del enemigo y la guerra ha dejado clara su superioridad respecto de ella. 

- ¿Es útil la justicia, pues, también en la paz?

- Sí, es útil. 

Lo siguiente son dos referencias típicas de Sócrates. El agricultor quizá no tanto, pero el zapatero es muy recurrente. ¿Son útiles? ¿Qué aportan? Y después de dos ejemplos, vuelta con la justicia. ¿Qué beneficio aporta la justica como útil en la paz? ¿En qué se muestra útil y beneficiosa? ¿Qué beneficio aporta que hace que la consideremos de valor?

Ahora Polemarco suelta una cuestión que ha abierto en la historia de la filosofía muchas vías: "Los contratos." Es decir, en acuerdos, alianzas, pactos, tratos. En esta sencilla respuesta podríamos citar a cientos de filósofos que vinculan directamente la justicia con el acuerdo. Lo cual no es decir poco, ni decirlo del todo mal. 

Aquí son asociaciones, sin más. Se entiende que entre personas. ¿Qué personas y con qué acuerdo, de qué se trata, cuál es el motivo de la unión, el lazo que acerca a ambos? ¿Para qué nos asociamos, qué perseguimos con la asociación? Porque es evidente que no con cualquier persona nos asociamos para según qué cosas cuando se trata de algo externo a nosotros mismos y no colocando en la asociación algo que nos sea propio. 

Entonces, ¿respecto de qué es mejor asociarse con el justo y no con otros?

Y Polemarco desciende tanto en la cuestión que termina entre monedas y dineros, o riquezas de aquí o allá. Pero Sócrates dilata, una vez más, su respuesta. Porque el dinero no se usa simplemente pensando en el dinero mismo, y tan vez pensando en otras cosas. O sea, que ciertas cosas, si en algo benefician no es ni siquiera por sí misma. Algo que ya se dijo al principio con el padre de Polemarco y que parece que Polemarco no se ha enterado todavía. Aunque, de segundas, asiente. Lo cual ya es mucho. Quizá ha surgido una verdad más importante de la que se lee rápidamente. 

¿Es el justo el que sabe guardar mejor que otros y a quien se puede confiar algo importante? En general, muy en general, ¿el justo es aquel a quien se puede confiar algo y la justicia está, ahora así, vinculada a algo mucho más alto que podemos llamar confianza, fidelidad, fiabilidad...? ¿Se trata de eso, de que aparezca cuando sea imprescindible una garantía alta de algo que todavía no se ha dado?

Sócrates: O sea, cuando el dinero no es útil, ¿se da el caso de que la justicia es útil?

 


 


miércoles, 17 de marzo de 2021

Leyendo "República" de Platón (5)

Comienzo en 332b hasta 332e

El asunto sigue y sube de tono. Cualquiera que se ponga a leer esta parte quedará interrogado. Creo que es lo primero y más interesante. La confrontación, una vez más, con el propio pensamiento sobre lo justo. Todavía más, es una ocasión extraordinaria para revisar, no solo la idea con la que se vive de justicia, sino aquella con la que se vive. ¿Qué define "la justicia"? ¿Hacer bien al amigo y mal al enemigo? 

Atención, primera pregunta. ¿Por qué tanta insistencia entre amigos y enemigos, tan rápidamente? Entiendo que unos y otros van por separado realmente y no comprendo bien, a lo mejor tengo poca experiencia de vida, cómo es posible que hayan sido tan íntimamente ligadas. Comprendo más bien que se pueda identificar a unos como amigos, es probable que nadie quede libre de algún perseguidor molesto o hiriente enemigo, pero la mayoría de personas quedarían al margen de esta valoración general. 

Sigamos adelante, sin perder de vista lo anterior, con la espina clavada por no abordarlo en el diálogo directamente. Para Polemarco, asumiendo lo que dice poéticamente Simónides, justo es devolver lo que se debe al amigo y mal al enemigo. Sócrates le insiste en la relación entre "lo que corresponde" y "lo que se debe" como principal cuestión hablando de justicia. 

Preguntando en comparaciones, como si "ser justo" se pudiera asemejar a ciertas "artes" (excelencias), ¿qué ofrece el médico y el culinario? En el primer caso, remedios a los cuerpos. En el segundo, condimento a la comida. Entonces, ¿qué arte podría llamarse justicia y quién la da?

Llamarlo "arte" puede ser confuso. Es más cercano a poseer en plenitud la capacidad de una acción que a cualquier estética. De entre todos los que se dicen médicos, ¿quién sabe hacer lo que realmente dice y realmente le correspondería por ello? Algo así. ¿Quién llega a lo elevado de algo y lo domina, no por casualidad o fortuna de un día sino con la sabiduría que le corresponde, y por tanto puede repetir y repetir cuantas veces sea necesario?

Si la "justicia" es un "arte" dominado por alguien, cómo se llamaría y qué es lo que da. Para Polemarco, lo dicho hasta el momento. Y Sócrates, en un giro que merece la pena observar, se dirige a él como si en él estuviera hablando todavía Simónides, pero no Polemarco. Así que sigue preguntando, como con la confianza de que en algún momento, si sigue pensando a través de las cuestiones que aparecen, Polemarco dé realmente la cara con su propio "logos". De ahí la constante llamada, con sencillez, a la lógica. 

Sigamos. Sócrates pregunta: "¿Quién es capaz de hacer bien a los amigos enfermos y mal a los enemigos en lo referente a la enfermedad y a la salud?" El enredo es notable. El peso cae del lado del referente: enfermedad y salud. El quién no se entrevé aunque es lo que se espera que se diga. Y la acción sigue siendo, en lo oscuro, lo principal que parece sostener todo lo demás. Así que Polemarco se implica: "El médico." Algo que cualquiera, sin pensar un minuto, hubiera respondido. El médico resulta aquí el dueño del cuerpo ajeno, de su beneficio o perjuicio, y deja de ser así dueño y responsable de sí mismo. Lo que ha dicho Polemarco es escandaloso, aunque continúa. Sócrates pregunta: ¿Y el navegante, en lo referente al peligro del mar? Polmarco: El timonel. 

Dos relaciones son suficientes. Y ahora, cambio de tercio: El caso del justo, ¿en qué asunto y en qué función es el más capaz de beneficiar a los amigos y perjudicar a los enemigos? 

Se busca, por lo tanto, el tema relativo a la justicia, que no es un mero producto sino el resultado de una acción que transforma algo. ¿Cuál sería "lo más" de la justicia como beneficio y perjuicio? 

Polemarco contesta: en la guerra. Como si la justicia fuera una alianza y un enfrentamiento. Queda mucho diálogo por leer. Lo dicho arriba, al inicio. ¿De dónde salen los amigos y de dónde los enemigos? ¿Surgen de vivir, de estar aquí sin más?

Hay veces que leyendo entiendo y sé que quedan cosas por comprender. Otras que no comprendo a qué viene todo esto y dónde conducirá. Esclarecer un texto por lo que no se dice y queda detrás, dicho y pasando a otra cosa, es un trabajo inmenso. Detenerse al menos en ver estos pozos sin fondo donde se cae para no volver a leer igual algo es importantísimo. Es el momento en el que el texto deja de dominar y vapulear al lector para que comience un sincero diálogo. Hoy no se tiene respuesta, como tantas y tantas veces, pero quizá más adelante sí. Qué misterio. 




martes, 16 de marzo de 2021

Leyendo "República" de Platón (4)

 Comienzo en 331c hasta 332a

Sócrates se encuentra cómodo y feliz en la casa de Céfalo, en el Pireo. Fue allí para encontrarse con los dioses y está ahora bien acompañado, con una conversación que cautiva su interés y en la que va descendiendo hasta localizar el punto desde el que partir. Parece que lo ha encontrado al escuchar a este anciano de abundantes riquezas hablar sobre lo que le han beneficiado a lo largo de su vida: ser justo, tener la conciencia tranquila. 

Una vez pronunciada esta palabra, que no deberíamos saber que será el gran asunto de estos X libros, le pregunta a qué se refiere exactamente con justicia: ¿Es decir siempre la verdad y devolver lo que se recibe, o en algunos casos no? O, lo que es lo mismo, tanto decir la verdad como devolver lo que se recibe son en ocasiones hechas con justicia y otras sin ella. ¿Lo justo es la acción o un "algo diferente" que se dice de la acción? Y Sócrates pone un ejemplo para ilustrarlo: un amigo entrega unas armas y luego se vuelve loco; ¿devolverlas sería hacer justicia o cometer injusticia?

Dicho lo cual, acuerdan que, aunque han comenzado a hablar de justicia, lo que han dicho no se sostiene. Ni un minuto ha pasado, solo una pregunta ha sido suficiente y Céfalo ya se contradice y reconoce su contradicción. Sin embargo, aunque el anciano parece callar, Polemarco, que ha escuchado la conversación según parece, entra en acción afirmando: sí se puede defender la justicia al modo como su padre lo ha hecho, evocando al famoso poeta Simónides. El anciano se retira y deja en herencia la argumentación a su heredero, mientras él se va, como si tal cosa, a ocuparse de las ofrendas sagradas. 

Polemarco expone lo que Simónides piensa y lo hace suyo, por ahora: "Es justo devolver a cada uno lo que se le debe." Es decir, Polemarco ha estado, pero no se puede decir que haya estado del todo atento o, si ha estado atento, no ha comprendido bien. 

Voy a parar un poco o me perderé mucho. Recapitulo. De la vejez al ansia o no de juventud y de qué forma o modo se entienden ambas. De ahí a las riquezas, que permiten una cierta vida holgada. La relación con ellas, en qué es beneficiosa; si son las cosas o si las personas hacen que las cosas tengan una valencia u otra, y un sentido. Pensado más a fondo, la justicia. Y deteniéndonos en ella: la verdad y el deber (devolver lo recibido). 

El hijo se hace con el diálogo y, a la primera de cambio, comienza a matizar y ver con más detalle donde está la pregunta. No se trata de devolver sin más, mirando para otro lado, sino de devolver a quien corresponde y, aunque no queda dicho así, a quien es capaz de recibir. Justicia, en conclusión, no es tratar a todos por igual en función de un mandamiento que obliga, sino una relación concreta. Siendo así, unas veces hay justicia y otras injusticia, tanto en el dar como en el no dar. 

Queriendo salir, continúa Polemarco: "Otra cosa, por Zeus, él [Simónides] piensa que los amigos deben obrar bien con sus amigos, nunca mal." Y si "justicia" ya parecía complicado de delimitar, ahora vamos a mayores. Tengo la sensación de que leyendo a Platón se suben y se bajan escalones permanentemente, y que conviene estar atentos al "plano" o "nivel" en el que se están tratando las cosas. 

Esta cuestión la dejamos para mañana aquí enunciada, sin más. ¿Será lo justo hacer bien al amigo y hacer mal al enemigo? ¿Será esta pregunta una de las preguntas nada marginales de la historia, de la humanidad, de cada tiempo y persona? ¿Será aquí donde todos parecen tener respuesta y obrar conforme a la juventud del pensamiento?




lunes, 15 de marzo de 2021

Leyendo "República" de Platón (3)

Comienzo en 330a hasta 331b

La buena respuesta de Céfalo es contestada por Sócrates con una pregunta: "¿Has heredado la mayoría de lo que tienes o la has acrecentado tú?" Céfalo había dicho que las riquezas no son lo fundamental, pero las tiene. Y Sócrates quiere indagar en su respuesta un poco más. ¿Heredadas o trabajadas? 

La relación que se establece aquí entre lo material y lo que es de otro orden, por así decir, queda sin explicitar del todo. Pero sigue adelante. Céfalo contesta históricamente hablando, lo cual ya es interesante. No puede hablar de sí mismo, como nadie en principio, ni respecto de este tema, ni de otro. Es como si se quisiera medir la longitud del salto dado y se enfatizara la relatividad de la riqueza, señalando la diversidad de origen de donde puede proceder. Retornar sobre este origen, algo imposible paso a paso, sería mucho más interesante de lo que de primeras puede parecer. Ahí lo dejo. 

Según Céfalo, él se encuentra a medio camino, como ser intermedio, entre su abuelo y su padre. Su abuelo heredó y acrecentó, su padre heredó y disminuyó y él dejará, en su deseo, algo más de lo que heredó. Para Sócrates, la pregunta parte de una constatación: Céfalo no ama en exceso sus riquezas y, de paso, desprecia el carácter de los ricos que consiguen lo que tienen por su apego. Lo cual es muy interesante de percibir. Personas, en sentido amplio, que tratan cosas y personas con posesión, que se apoyan en las cosas para tratar a otros en calidad de inferiores y cuyo trato, finalmente, es difícil. Las cosas, evidentemente, no hablan, como hablan las personas. Pero se podría decir, imagino yo, que se percibe incluso respecto de las cosas el abuso que se pueda hacer de ellas. Pista para lo siguiente. 

En la siguiente cuestión, leída con cuidado, hay un poder atribuido a las cosas, a las riquezas que no puede pasar desapercibido en la relación: 

¿Cuál es el mayor beneficio que crees haber obtenido de poseer una gran fortuna?

Insisto en lo pensado, por si soy yo el que lee regular. El orden ha cambiado. Quizá no hay otra forma, o sí, de decir las cosas. La trampa está servida para cualquiera, porque aquí hay una humanización o divinización de la riqueza que no es única en la historia: considerar que las cosas dan beneficios significa que las cosas puedan hacer un bien que, en principio, a toda razón mínimamente despierta se le antoja imposible directamente. 

Una vez más, el interlocutor de Sócrates no duda y se lanza. Lo hago notar, porque incluso leyendo un diálogo no se suelen hacer pausas. Quiero pensar que aquí, el texto era leído deteniéndose un poco viendo consideraciones posibles, para luego examinar y proponer una respuesta común sobre la cual seguir pensando. Y así avanzar y avanzar. Lo dicho, Céfalo responde con maestría y creatividad, con la sabiduría que tiene poéticamente a su disposición y haciendo alarde de experiencia. 

Para él, la riqueza le ha aportado una relación -perdonad que insista tanto en el término- que va más allá de la riqueza y se posa en órdenes diferentes. Primero, se sitúa en la vejez y en un cierto temor cotidiano a la muerte que, si bien nunca se puede mirar de lejos- ya no se puede obviar y hiere antes de tiempo haciendo pensar en cómo es ha vivido, si justa o injustamente. La edad permite entender mejor "los mitos", queriendo referirse a ciertas verdades religiosas y tradiciones sapienciales condensadas en ellos. Obliga su cercanía a pensar en si se ha cometido injusticia con alguien. 

En esta tesitura -lo segundo- sobrevenida a la persona en su discurrir distraído, dos opciones: la agradable esperanza ("al que sabe que no ha hecho nada injusto le acompaña siempre") y, sin nombrarlo, su contraria, en la que ni se profundiza, ni se menciona, ni recibe indicación alguna. Para Céfalo esto se da porque, al tener riquezas "contribuye en gran parte a no engañar ni mentir involuntariamente, así como no adeudar sacrificios a un dios o dinero a un hombre, y, por consiguiente, a no marcharse con temores hacia el Hades." Todo, en su parecer, se debe a que la riqueza es de "máxima utilidad a la persona inteligente". 

Algo similar aparece en otros textos antiguos y nuevos: las cosas usadas con inteligencia mejoran a quien las utiliza o, al menos, no obstaculizan como sí parece hacerlo, de primeras, su carencia. Lo cual, a mi entender, deberíamos discutirlo. Porque me parece que estas conexiones tan precipitadas y aparentes, no son tan ciertas. Donde se debería poner el subrayado e incidir más es cómo la riqueza nos separa y distancia humanamente, en el caso del sabio, de lo que llamamos en otras ocasiones y sin precisión naturaleza o mundo. Es decir, independizan de alguna manera. Dicho lo cual, queda mucho por decir y aclarar.  

 




domingo, 14 de marzo de 2021

Leyendo "República" de Platón (2)

Comienzo en 329a hasta 330a

Lo primero ha sido, sin más, una especie de contexto para enmarcar lo que venga a continuación y que ningún lector primerizo debería saber, ni conocer. Sin hacer ningún esfuerzo sobrehumano, la mayor parte de lectores no recordarán de un libro nada más que unos cuántos momentos o párrafos. En el caso de "República" hay quienes recuerdan incluso sin haber leído, solo por lo contado. Pero sigamos. 

Sócrates se ha encontrado con Céfalo en su propia casa, invitado por uno de sus hijos. El saludo ha servido el primer plato del banquete: la necesidad de conversación y cómo ésta, al menos en el caso de Céfalo, se ha agudizado con los años en relación inversa al ímpetu del cuerpo y los placeres que satisfacen el cuerpo. Sócrates se muestra deseoso de aprender de la vida, en general, y le pide a Céfalo que cuente, como quien le pide a un mayor que hable de la experiencia, qué ocurre con el paso de los años. 

El anciano, con su sabiduría, recoge la petición de Sócrates y le expone que no está solo, que se encuentra habitualmente inmerso en conversaciones con los que son de su edad. En esos encuentros se escucha normalmente el lamento. Algo que, según parece, ocurre muy especialmente cuando se encuentran juntos y sin los demás. Desde su atalaya, vigilan la vida y lo que sucede en ella. Se ponen de protagonistas y se quejan de dos asuntos: 

  • lo primero, echan de menos los "placeres" de la juventud, es decir, sexo, borracheras y banquetes, y otras similares; se presenta por tanto su carencia o incapacidad, su acción se ha vuelto inacción en determinados ámbitos con fuerzas disminuidas y una presencia física, a su parecer, deteriorada; 
  • lo segundo, otros se quejan de cómo son tratados por los suyos, por los familiares, a causa de su vejez; y esto es algo que se sitúa, no en el ámbito de la corporalidad, sino de las relaciones; se ven también mermados en su capacidad para gobernar relaciones y se reflejan más pasivos y sufrientes que activos. 

Antes de seguir, me pregunto dos cosas: ¿Qué se dice aquí de lo que es ser joven y por qué no se habla de cómo ellos trataron de jóvenes a sus ancianos? ¿Cómo se comprende la sexualidad y el cuerpo, y cómo se habla de él? Por otro lado, el mundo de las relaciones queda destacado. La sexualidad no es un tema vinculado a lo físico, sino a las relaciones. Ambas preguntas irían, por tanto, señalando la misma cuestión. Ya sabemos que política en griego no es, ni de lejos, lo que hoy tenemos en mente cuando invocamos esta palabra. Lo de hoy no llega a sombra de la grandeza con la que empezó a pensarse. 

Céfalo atisba, y por ahí procede, que toman por causa lo que no es causa. Si fuera causa, todos los ancianos vivirían lo mismo. Y no parece ser así. No es, y queda bien dicho, que la causa de los males sea la vejez. 

Cuando procede a argumentar acude a ejemplos. Por lo que se ve, Sófocles consideraba los placeres de la sexualidad como inquietantes y esclavizantes, de modo que con la edad se ve "liberado de multitud de amos enloquecidos". Con él parece concordar más que con sus contertulianos. Sin entrar en muchos más comentarios y detalles, lo que refleja es altamente contracultural: una liberación de cierta forma de juventud, cuanto menos. Una locura para muchos, quizá porque no comprendemos bien de qué se habla cuando se habla de sexualidad. Aquí parecen extremarse posiciones, como hacen precisamente los más jóvenes, agarrando brocha gorda para terminar pronto el diseño del tapiz y no tener que entrar en detalles. 

A lo segundo, lo relacionado directamente con el trato, qué bien distingue y diferencia. No se trata de vejez, sino del carácter de las personas. Destaca dos virtudes, cuya carencia acarrea problemas da igual la edad que se tenga: la moderación y la tolerancia, que templan realidades y relaciones con sabiduría. ¿Es carácter sin más, como si fuera tan innato como independiente de la experiencia y la educación? Me temo que aquí podríamos también discutir con Céfalo por lo que dice, no menos que respecto a la sexualidad. 

Se admira Sócrates, que está contando lo que ocurrió, y cómo le insiste a Céfalo para que siga. Y lo hace, a su modo, con una pregunta: ¿No será que Céfalo lleva una buena vejez por ser ricos, más que por su carácter? Seguro que muchos, al oír a Céfalo, no le darán la razón precisamente por esta duda. 

La respuesta con la que se va a encontrar Sócrates dará pistas, y muchas, a filósofos de la próxima generación. No digo más. Céfalo responde con la moderación y prudencia de la que ha hecho gala hace un minuto: "Tienen razón, aunque no tanta como creen." Es decir, tienen su parte de verdad, pero en su caso tampoco es toda la verdad o, ni siquiera, lo más importante: las condiciones de vida materiales no transforman la humanidad y, aunque sean circunstancias, no se puede confiar en ellas la totalidad de la persona; ni en un extremo, ni en otro, si bien uno se presenta como un lado mejor que el otro, sin ser tampoco una causa directa del carácter. ¡Menuda distinción y distancia se establece aquí! ¿Toda la historia de la filosofía partida en dos?

Ojo a la cita de Temístocles y todo lo que implica de debido y de responsabilidad personal con lo recibido, y todo lo que no está recibido se nazca donde se nazca: "Ni yo me haría famoso si fuera de Sérifo, ni tú aunque fueras de Atenas."




sábado, 13 de marzo de 2021

Leyendo "República" de Platón (1)

Platón escribe los libros de República (asuntos que afectan a todos, cuestiones públicas) en su madurez. Según dicen los que saben. En la época de Banquete -con quien comparte agentes de este nuevo teatro del mundo- y otros discursos relevantes para comprender el salto que da su doctrina decisivamente. Lo anterior sería más próximo a Sócrates y aquí ya estarían cerradas algunas diferencias notables con su maestro, aunque queda mucho más que su nombre, su referencia y su protagonismo. 

Vamos a leerlo poco a poco. A ver qué provoca esta forma de comentar libremente y al día, sin mirar de reojo ningún estudio de los muchos provechosos que hay. República ha sido muy leído, muy comentado. La edición que tengo, gracias al regalo de unos buenos amigos en mi 24 cumpleaños, es la traducción de Gredos hecha por Conrado Eggers Lan en su 4ª reimpresión. Ese mismo año lo leí sin mucho detenimiento por segunda vez, con una precipitación ingenua. Sin mucho provecho.  

Libro I, 327a

Comienza hablando Sócrates, aunque no quede claro de primeras. Ha bajado al puerto del Pireo a orar y contemplar unas procesiones religiosas en honor a una diosa. Acompañado de su amigo Glaucón, vuelven a Atenas. La distancia, hecha a pie, son escasos siete kilómetros. 

Polemarco, al ver que se van, envía a su esclavo a pedir a Sócrates que espere y convencerlos de que se queden en su casa, porque queda todavía más fiesta después de la cena y la conversación. Con Polemarco, como si fuera un grupo organizado, ha salido a buscar a Sócrates Adimanto, hermano de Glaucón, Nicérato y otros. En resumen, se quedan en su casa. 

En la casa hay más personas, que también participan en otros diálogos: Lisias, Eutidemo -hermanos de Polemarco-, Trasímaco, Carmántides, Clitofonte y el padre de Polemarco, Céfalo. Contando al esclavo son doce, por ahora, sin sumar los indeterminados "otros" que andan por allí. 

Se destaca la posición de Céfalo, ya anciano, quien expresa sus deseos de conversación. Según él mismo, que así cuenta lo que vive: "Una vez que se han esfumado los deseos del cuerpo, crecen los deseos y placeres en lo que a las conversaciones se refiere." (328d).  

Ya tenemos varias situaciones diversas que comentar. El camino y la casa, la compañía escasa y el grupo numeroso, las juventudes diversas y la ancianidad, el cuerpo y la conversación. 

En la última, qué duda cabe de la conversación que Céfalo ha emprendido consigo mismo y la necesidad que el alma siente de la compañía del amigo. Esta es la erótica que se aborda en otros diálogos platónicos, que aquí pone de manifiesto como quien dice algo sin importancia. Muy probablemente un joven ni sea capaz de darse cuenta. Más en nuestro tiempo, con la enorme ola de desprecio que vapulea la sabiduría de otros (así, en general). 

Sin despreciar a los jóvenes, Sócrates subraya, a propósito del comentario, la importancia de tratar con mayores. Aquí queda como un joven de ya cincuenta años aproximadamente, que mira todavía a la vida con largura (o no) interesado por el camino que queda, más que por el recorrido o deseoso de anclarse en lo recorrido para siempre. Si esto no es de sabios libres, no sé bien qué pudiera ser. Por cierto, ya ha demostrado su libertad al cambiar su plan, al mostrarse flexible para participar de una conversación, como de costumbre sin planificar y al hilo de lo que ocurre en la vida. 

Así comienza propiamente este diálogo, a la mínima cuestión que se ha planteado. O refleja la escasez de papel de la época, con prisas, o el mejor de los oportunismos de quien no quiere perder ocasión de aprender: 

"Por cierto, Céfalo, que me es grato dialogar con los más ancianos, pues me parece necesario enterarme por ellos, como gente que ya ha avanzado por un camino que también nosotros tal vez debamos recorrer, si es un camino escabroso y difícil, o bien fácil y transitable. Y en particular me agradaría conocer qué te parece a ti -dado que te hallas en tal edad- lo que los poetas llaman "umbral de la vejez": si lo declaras como la parte penosa de la vida, o de qué otro modo." 

Dos caminos. Lo dicho. El primero, conocidísimo: del puerto a la ciudad. El segundo, desconocidísimo, si no fuera por el testimonio de otros: el de la vida, del que no se sabe bien ni cómo empieza, ni cómo termina; tan solo se avanza en él. Dos mundos invocados, siendo el más real el que la metáfora considera imaginario o ideal. ¿Es fácil o difícil? ¿Es fácil, como a los dioses resulta fácil fluir y vivir? ¿O es difícil, como dicen las personas en tantas ocasiones con palabras bélicas, en escalada permanente, en deterioro constante? ¿Qué será lo que aquí se diga? ¿Qué será lo que los ancianos transmitan a los jóvenes y de dónde viene su sabiduría? ¿Simplemente el "pasar del tiempo" hace sabias a las personas y se conoce así la verdad, el bien, la justicia y todo lo demás relevante para transitar con éxito este viaje?




jueves, 11 de marzo de 2021

Leyendo "Eutifrón" de Platón (10)

 ¿De qué les sirve a los dioses
lo que reciben de nosotros?
(Platón, Eutifrón, 15a)

Hoy termina, muy probablemente, este diálogo. Aunque, en verdad, no terminará. Lo mejor es que vuelve a empezar, porque Eutifrón ha dado tantas vueltas que regresa al principio. Es así. Aunque no lo hará igual, sino mareado. 

En esta parte final, se dicen cosas extraordinariamente importantes. En la medida en que se asemeja lo divino con lo humano, tomando lo humano en su indigencia, el argumento está perdido y no hay salida. Ciertamente es éste un modo común de "usar" la realidad, como quien usa todo lo demás para beneficio propio. Nada tiene que ver con el cuidado y es ahí donde el flanco más débil de esa entrega rebaja el contenido de la ayuda. 

Por otro lado, si la distancia es tal que no hay relación, sería absurdo seguir hablando de lo divino. Si no existe posibilidad alguna de hablar y ser escuchados, es decir, de emparentar lo divino con lo más noble de lo humano, entonces tampoco merece la pena hablar de piedad salvo por desahogo y reconocimiento de aquello tan distinto, tan infinitamente distinto que se vuelve para sí y es incapaz de ningún diálogo.

Es más, por seguir con el asunto, si la relación no se establece desde el diálogo, sino desde la utilidad, se tratará lo divino con afán posesivo y se buscará, como entre tantas otras realidades, situarse por encima para conseguir manejar a su antojo. 

Algo importante, en lo dicho en otras partes del discurso, es lo justo, la medida adecuada, el saber estar en la balanza, el equilibrio ideal en el que no se busca sino otra cosa que ser lo que se es y punto, y reconocer lo que el otro es y poco más, muchas veces, que el quedarse en el reconocimiento del otro sin asirlo, atraparlo o pretender contenerlo. La frase ha salido larga y compleja. 

Termina este diálogo frente a esta imposibilidad, que al tiempo revela en su conjunto su esencia. A medida que nos adentramos en lo divino, y muy probablemente también en todo aquello impregnado con su huella y presencia, intentar dar un paso definitivo y cancelar la cuestión no sea nada más que una temeridad que no resiste la lógica más esencial. Las preguntas de Sócrates se encaminan a ello, a que alguien diga todo de todo, a agotar y acotar un asunto. No se complace en una parte, en una nota, busca aferrar lo cierto, siendo en muchas ocasiones una tarea imposible. A lo divino, insisto, como a tantas otras realidades en las que lo divino actúa y vive presente, el acercamiento no puede venir de la invencible razón limitante, sino, más bien, de aquella razón que amplia y pregunta, que roza el misterio y no agota la realidad, que no puede agarrar definitivamente algo como se coge una moneda para introducirla en el bolsillo y sentirse dueño y señor de ella. 

Eutifrón se aparta desesperado tras su último intento, que ha terminado en pura idolatría, en comercio con lo divino. Si en ese momento hubiera dicho otras cosas, quizá hubiera soportado en algo dicho sin engañar, sin mentirse a sí mismo. Si en ese momento se hubiera reconocido hablando de lo más sublime, enganchado al misterio último y desconocido, sediento y necesitado, con ganas de entregar lo que pueda sin saber que nada es, en lo religioso, "a cambio", sino en diálogo, en relación, en gratitud y agradecido. 

El final, las últimas palabras del diálogo, dicen mucho de qué es esto de la piedad, qué es lo divino, cuál es la relación sincera que cabe establecer y vivir en relación con el sobrecogimiento que provoca la mera evocación y su presencia: "en adelante llevaría una vida mejor". Sócrates lo sabe. 



miércoles, 10 de marzo de 2021

Leyendo "Eutifrón" de Platón (9)

¿Qué clase de cuidado
sería la piedad? 
(Platón, Eutifrón, 13d)

Volvamos otra vez al diálogo, como si no hubiera nada más en el mundo. Hace tiempo que desapareció del horizonte socrático toda preocupación y, con él, Eutifrón ha sido igualmente embebido bellamente. Está entregado al razonamiento aunque vaya de un sitio a otro y su propia lógica, como el daimon a Sócrates, no le deje ni un instante y le obligue a decir lo contrario de lo dicho hace un momento. 

Si el cuidado es, como vimos ayer, mejorar lo que se cuida. ¿Esto quiere decir que se mejora a los dioses con la piedad y que los dioses, por tanto, no son perfectos y necesitan de la acción humana? ¿Es esto lo que dice Eutifrón? ¿Qué conexión hay, porque tal no se pone en duda, entre personas y lo divino? 

Eutifrón, como cualquier otro, sitúa en su respuesta a las personas muy por debajo de lo divino: como esclavos con sus dueños, como siervos. Esa sería la utilidad que prestan los que cuidan. El cuidado pasa a ser ahora servicio. Y Sócrates continúa con sus ejemplos para comprobar lo que dice Eutifrón. ¿Servir como sirven los médicos a la salud, como los constructores de barcos sirven para hacer barcos, como los arquitectos para edificar casas? Eutifrón asiente. 

Tan callado está que Sócrates vuelve a elogiar su sabiduría y el adivino se hincha de nuevo como globo con aire insuflado. Así de volátil se muestra, sabiéndolo o sin saber. Un elogio le es útil para que el arte de Sócrates recomponga su figura y no se pierda. 

Si la pregunta era qué servicio hacemos a los dioses, Sócrates entiende, o al menos gira una vez más en su pregunta, que no puede ser un servicio directo a los dioses mismos. ¿Cuál es esa bellísima obra que los dioses producen valiéndose de nosotros como servidores?

La pregunta es de lo más interesante. Sin duda. Contiene muchas afirmaciones que afinar para que suenen melódicamente, pero está puesta ahí delante de cualquiera que quiera adentrarse en su misterio. Lo divino se sirve de lo humano para culminar una obra bellísima. Sócrates parece saberlo y conducir consigo a Eutifrón, pero éste responde con generalidades: "Son muchas y bellísimas." Todos, viene a decir Sócrates, producen cosas bellas, sin embargo una es la obra bella que le corresponde a cada cual según su excelencia: al general, la victoria; al campesino, el alimento de la tierra. ¿Y cuál es la más importante de todas las cosas bellas que producen los dioses?

Eutifrón está ahí, se mantiene... Y retrocede al inicio, a la piedad, a las oraciones y los sacrificios... Se esconde en la nebulosa de sus primeras afirmaciones queriendo escapar con sus palabras bonitas de las preguntas insidiosas y fundamentales, y reproduce una vez más el discurso que tenía aprendido sobre la piedad, en el que se siente más seguro que en la seria intemperie socrática. 

Sócrates, que se lo sabe echar en cara, continúa por donde Eutifrón marca, no sin antes señalarle: "Por muy poco habrías podido decirme lo más importante de lo que yo te preguntaba, si hubieras querido." Faltó voluntad, pero continuamos. ¿No es una ciencia sacrificar y orar? ¿Entonces la piedad es la ciencia de las peticiones y las ofrendas? Eutifrón dice que sí. 

Y ahora siguen por el lado de las peticiones. ¿Qué es pedir a lo divino, si es que se puede, y cómo hacerlo? ¿Qué sentido tiene y qué pueden hacer? Pero eso ya, mejor mañana. 

Ciertamente, un discurso platónico vivido en directo es agotador. La conversación de Eutifrón leída como se lee cualquier otra cosa, como se habla en lo cotidiano, no son más de treinta minutos. Es decir, media clase de las clases comunes que todos los días tengo con mis alumnos. Y aquí ando yo, leyendo muy despacio solo el diálogo en sí, sin consultar ni nada ni a nadie. Aunque me están entrando muchas ganas... 





martes, 9 de marzo de 2021

Leyendo "Eutifrón" de Platón (8)

¿Acaso todo lo justo es pío 
o bien todo lo pío es justo, pero no todo lo justo es pío,
sino que una parte de ello es pío y la otra no?
(Platón, Eutifrón, 12a)

El diálogo quedó ayer con Sócrates animando a Eutifrón para que no se cayera del diálogo de golpe, como se apaga hoy la red de vez en cuando dejándonos con un documento a la mitad y en las nubes. Pero vista la manera de retomar el examen, las preguntas van subiendo de tono y enrevesándose. 

Cuesta comprender esta pregunta por algo muy sencillo, que es a su vez la misma filosofía socrática: porque hablar sin aclarar de qué hablamos es, por sí mismo, confuso y crea confusión. Se percibe no solo en la traducción, sino en la formulación misma empleada. Buscamos qué es la piedad, en relación a los dioses; pero ahora, por si acaso aquello quedaba demasiado lejos y grande presa del misterio inescrutable, Sócrates hace descender la cuestión bajando de las nubes hacia la pregunta por la justicia, en relación con ella. ¿Qué tendrán que ver ambas? ¿Cuál será la prioritaria? ¿Será una parte de otra o ambas partes de un todo?

Estas cuestiones, de vinculación y pertenencia, no son de ningún modo minucias, pese a la densidad de su detalle. Siendo diferentes, o se miden mutuamente, o son medidas más allá de sí mismas. Nuestros días discuten esta misma cuestión en muchas otras realidades y de su respuesta se derivan consecuencias incalculables. Pero no son conceptos que señalan objetos sueltos del mundo material, sino conceptos abiertos que por sí mismos vinculan y valoran, en el sentido de dar dimensión o poner en comparación la realidad. El mero hecho de descubrir esos conceptos no atrapables como quien coge un lápiz o pulsa una tecla, ya es valioso y contagia de su valor a quien se ve inmiscuido en ello, es decir, sitúa a la persona, de algún modo, en relación con ese mundo de conceptos que no pertenece propiamente al mundo como hasta entonces es conocido. 

Sócrates ironiza con la fuerza y juventud de Eutifrón, pero quizá sea su propia escasez de años y experiencia la que le sitúe en la tesitura de no aguantar el tirón del atleta de las preguntas. 

Sin ruborizarse, se atreve a contradecir al poeta Estasino de Chipre y reordenar ante sus ojos la prioridad del respeto y el temor. Segando una parte del respeto se descubre el temor igual que una clase dentro de una especie, o una comunidad dentro de un grupo. En unos casos, vamos a decirlo así, aparecen juntos y en otros se separan, y uno puede aparecer sin que el otro esté presente. Hay seres de una mayor amplitud y otros que piden por sí mismos más finura, más detalle. Confundir ambos traerá consigo consecuencias inciertas. 

Lo dicho, respeto y temor no son idénticos sino diferentes, y uno "cubre más campo" que el otro. 

Que siga el análisis. Examina Sócrates lo siguiente: 

"Mira, pues, lo que sigue. En efecto, si lo pío es una parte de lo justo, debemos nosotros, según parece, hallar qué parte de lo justo es lo pío. Así pues, si tú me preguntaras algo de lo que hemos hablado ahora, por ejemplo, qué parte del número es el par y cómo es precisamente este número par, yo te diría que el que no es impar, es decir, el que es divisible en dos números iguales. ¿No te parece así?"

Atención al detalle, que no estalle la cabeza a nadie. Una especie puede contener, como se ve en el ejemplo, contrarios entre sí conciliados superiormente en una realidad que los abarque sin que entren en contradicción con ella. Dicho así suena mal, pero es nuestra forma de conducir diariamente la vida. Respecto a los números, ningún problema, espero. ¿Y qué pasa con lo justo y lo religioso? 

Eutifrón se moja, porque parece haber comprendido algo. Entonces, quizá por la capacidad heredada de Sócrates o el pinchazo de su "daimon", comprende la justicia como aquello que abarca el cuidado de los dioses (piedad) y lo justo restante sería la que sería la excelencia de la relación de las personas entre sí. El buen lector se habrá dado cuenta de la carencia de Eutifrón: al no tener palabra nueva, se limita a sustraer una parte de la justicia para la relación entre las personas, sin ser capaz de delimitarla con un concepto; simplemente es "lo que resta" en la fracción. 

Es probable que, por momentos socráticos como estos, Platón pusiera a la entrada de la Academia aquel eslogan de sobra conocido. 

En tanto que Eutifrón parece haber comprendido algo, el discípulo preguntón vuelve a marearlo una vez más. Ahora pide una sencilla "aclaración" conceptual: ¿qué es eso del cuidado? Porque Eutifrón ha dicho, literalmente eso: "el cuidado de los dioses". 

Para ilustrar su pregunta, Sócrates le enzarza. ¿Será un cuidado semejante a otros cuidados? ¿Es semejante el cuidado de los dioses al cuidado de los caballos, de los perros, de los bueyes? Porque es evidente que no todos saben cuidar caballos sino unos pocos, igual que perros y bueyes, y no se confunden ni entre sí, ni con quienes no saben cuidar ninguno de estos animales. ¿Ocurre lo mismo con los dioses? 

Los ejemplos nos llevan donde ya todos sabemos, si sabemos algo de la filosofía de Sócrates. Quien cuida lleva a la excelencia, a su máxima utilidad y mejora, lo que es cuidado; alejándolo, por supuesto, de todo lo que daña, pero obrando en positivo fundamentalmente sobre lo cuidado. 

Aceptado esto en relación al cuidado, la pregunta se las trae y Sócrates no espera demasiado para soltarla:

"¿Acaso también la piedad, que es cuidado de los dioses, es de utilidad para los dioses y los hace mejores? ¿Aceptarías tú que, cuando realizas algún acto pío, haces mejor a algún dios?"

Y nuestro querido Eutifrón se vuelve a revelar contra la pregunta, que en el fondo es su propio argumento y su propia razón, lo cual significa contradecirse a sí mismo y estar una vez más escandalosamente envuelto en confusión. Parece notar cómo se cierra la puerta, que hace un instante había abierto, por conducirle a un callejón sin salida que ha experimentado en primera persona. 

 "De ningún modo, por Zeus."

Seguimos sin saber, después de tanto, qué es lo pío, qué es lo justo, qué es lo divino y qué se debe hacer con todo esto. 

Ahora bien, lo del cuidado lo ha dejado meridianamente expuesto y, con esto, probablemente valdría seguir adelante una vida entera: 

"Cuidar es sacar utilidad y mejorar." 

No poner "algo", pero sí hacer algo, añadir una dimensión a la realidad. Por supuesto, restar impedimentos a su propia grandeza y belleza. Insisto: añadir, como mínimo, la relación en la que lo excelente se reconoce no autosuficiente y en deuda eterna con su cuidador, su sabiduría y su acción, aunque el cuidador no sepa ni explicarlo, ni traspasarlo. ¿Dónde te vimos... y te...?