domingo, 5 de mayo de 2024

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 33. (Platón, 28b - 28d)

En ausencia de interlocutor directo, Sócrates trae consigo la pregunta en torno a su actividad cotidiana, que ahora le acarrea tantos problemas y que es tan poco clara para sus conciudadanos. Al menos en mi caso, soy partidario de comprender la posición de sus rivales desde la ignorancia de lo que Sócrates es y hace y no tanto desde la maldad directa hacia él y hacia la filosofía. 

Dice así Sócrates: 

Quizá alguien diga: "¿No te avergüenzas, Sócrates, de dedicarte a tal ocupación que por ella bien puede ser ahora que te vayas a morir?" A quien dijera esto, le contestaría yo estas justas palabras: "No hablas como se debe, amigo, si piensas que tiene que calcular las posibilidades de vida o muerte el hombre que vale algo. Este hombre, cuando actúa, sólo debe mirar si lo que hace es justo o injusto; si es la obra propia de un hombre bueno o la de uno malo. De acuerdo con lo que dices, serían hombres carentes de valor todos los semidioses que murieron en Troya incluido el hijo de Tetis, que despreció tal riesgo al compararlo con la maldad, cuando su madre, que era una diosa, estando él deseando matar a Héctor, le habló así, según creo: "Hijo mío, si vengas la muerte de tu amigo Patroclo y matas a Héctor, tú mismo morirás, pues en seguida después de la de Héctor está dispuesta tu muerte." Al escucharla, él tuvo en poco la muerte y el riesgo, porque temía mucho más vivir siendo cobarde y sin vengar a los amigos; y respondió: "Muera yo en seguida, tras haber hecho justicia con el injusto, y no me quede aquí, cubierto de ridículo, junto a las naves cóncavas, como peso muerto de la tierra." ¿Crees que pensó en la muerte y en el riesgo? 

ἴσως ἂν οὖν εἴποι τις: ‘εἶτ᾽ οὐκ αἰσχύνῃ Σώκρατεςτοιοῦτον ἐπιτήδευμα ἐπιτηδεύσας ἐξ οὗ κινδυνεύεις νυνὶ ἀποθανεῖν;’ ἐγὼ δὲ τούτῳ ἂν δίκαιον λόγον ἀντείποιμιὅτι ‘οὐ καλῶς λέγεις ἄνθρωπεεἰ οἴει δεῖν κίνδυνον ὑπολογίζεσθαι τοῦ ζῆν  τεθνάναι ἄνδρα ὅτου τι καὶ σμικρὸν ὄφελός ἐστινἀλλ᾽ οὐκ ἐκεῖνο μόνον σκοπεῖν ὅταν πράττῃπότερον δίκαια  ἄδικα πράττεικαὶ ἀνδρὸς ἀγαθοῦ ἔργα  κακοῦφαῦλοι ’ γὰρ ἂν τῷ γε σῷ λόγῳ εἶεν τῶν ἡμιθέων ὅσοι ἐν Τροίᾳ τετελευτήκασιν οἵ τε ἄλλοι καὶ  τῆς Θέτιδος υἱόςὃς τοσοῦτον τοῦ κινδύνου κατεφρόνησεν παρὰ τὸ αἰσχρόν τι ὑπομεῖναι ὥστεἐπειδὴ εἶπεν  μήτηρ αὐτῷ προθυμουμένῳ Ἕκτορα ἀποκτεῖναιθεὸς οὖσαοὑτωσί πωςὡς ἐγὼ οἶμαι: ‘ παῖεἰ τιμωρήσεις Πατρόκλῳ τῷ ἑταίρῳ τὸν φόνον καὶ Ἕκτορα ἀποκτενεῖςαὐτὸς ἀποθανῇαὐτίκα γάρ τοι,’ φησί, ‘μεθ᾽ Ἕκτορα πότμος ἑτοῖμος’ — δὲ τοῦτο ἀκούσας τοῦ μὲν θανάτου καὶ τοῦ κινδύνου ὠλιγώρησεπολὺ δὲ μᾶλλον ’ δείσας τὸ ζῆν κακὸς ὢν καὶ τοῖς φίλοις μὴ τιμωρεῖν, ‘αὐτίκα,’ φησί, ‘τεθναίηνδίκην ἐπιθεὶς τῷ ἀδικοῦντιἵνα μὴ ἐνθάδε μένω καταγέλαστος παρὰ νηυσὶ κορωνίσιν ἄχθος ἀρούρης.’ μὴ αὐτὸν οἴει φροντίσαι θανάτου καὶ κινδύνου;’

En lo evidente, aquí se tratan dos asuntos. Frente a la mirada que pueden tener otros sobre Sócrates, y lo que Sócrates debería vivir al sentirla, está la mirada que el propio Sócrates tiene de su vida, que puede reflejarse en distintos horizontes y caminos. Dicho sencillamente, o bien estar pendiente de los demás o bien moverse por uno mismo. Aunque ese por uno mismo sea más bien por aquello en lo que se fija que por una suerte de egoísmo brutalizado. 

Cuesta entenderlo, pero imagino que la pregunta inicial tiene también una contraparte, o de lo contrario es muy simple. De esta manera, además de sentir vergüenza se podría sentir orgullo por lo que otros piensan de uno mismo. La hipoteca es grande, porque en realidad lo que ocurre es que el principio de toda sabiduría, el origen mismo de la filosofía como interrogante del ser humano sobre sí mismo convertido en pregunta se deja en mano de otros, para que ellos opinen d algo que, en verdad, está muy lejos de sus posibilidades determinar. Vergüenza u orgullo son las dos alternativas que quedan planteadas. Y a Sócrates le ha caído encima la vergüenza según otros, o eso debería sentir. Pero parece que no es de esto de lo que se trata. 

Sócrates (auto)responde sin dejar tiempo siquiera para pensar y pone, como ejemplo y modelo, al mismo Aquiles, la literatura fundamental y vertebradora del pensamiento griego, el semidios por excelencia que dio su vida por amor en la guerra de Troya. Lo que Sócrates refleja es demoledor. Alguien que mire a la muerte es indigno de la vida. Solo en el horizonte del bien se puede comprender el ser humano y su grandeza, solo con ese norte es vivible la existencia con ímpetu, con libertad, con razón. Lo demás son menudencias ridículas propias de algo más bajo que el ser humano, aunque el ser humano comúnmente se mantenga en esa posición cómoda, agazapado entre defensas e inmóvil dentro de un grupo de seguridad fuerte. El tema que refleja es qué hay que sea decisivo en el horizonte de la propia vida que nos va haciendo ser de esa manera. Si hay justicia, seremos buenos. Si hay injusticia, malos. Ni más, ni menos. Así de claro queda todo expuesto para quien guste comprender lo que está pasando. A Sócrates no le preocupa lo más mínimo, y no es solo por la situación o la edad, otra cosa que no sea la justicia. Es lo que intentará defender en el tribunal como lo propio de todo hombre libre ateniense, o todo hombre que se precie de su condición. 

Enclavado, por eso mismo, en esa situación va a postular algo incluso más serio. Quien mira la muerte debería considerar su vida precisamente en ese horizonte. Y así tomarla en serio, sin quedarse pendiente de la muerte y su petrificante mirada. Al contrario, volver más sobre sí si cabe para encontrar fuerza en el ser viviente, en lo que se mueve, en lo que tiene horizonte, en lo que rechaza que todo sea ese final. Si hay horizonte es porque hay vida. Si se puede echar la mirada lejos es porque hay vida. Y entonces la muerte no tiene tanta razón como se supone que debería tenerla. Solo pensando en serio la vida es cuando la muerte muestra su realidad. 

Junto a la muerte, otro invitado: el riesgo. El riesgo sí es para la vida. Los riesgos, si acaso, porque son muchos los precipicios, curvas, cuestas, baches del camino. Los riesgos son amenazas, como Meleto y Ánito, que han quedado orillados y superados. Pero ahora queda el tribunal entero, la asamblea de Atenas a la que hay que convencer con un argumento que no pueda rechazar y que hable de la justicia, del bien y de la vida. Y que lo haga con suficiente elocuencia para quedar claro y brillante a los ojos de todos, con atractivo insuperable, como muestra clara para todos del aviso dado. 

Es importante resaltar que vida y muerte no aparecen en mano de Sócrates, no entra dentro de sus posibilidades y cálculos. Pero sí que está, sin embargo, la oportunidad de referirse al bien y a la justicia. 



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