martes, 9 de marzo de 2021

Leyendo "Eutifrón" de Platón (8)

¿Acaso todo lo justo es pío 
o bien todo lo pío es justo, pero no todo lo justo es pío,
sino que una parte de ello es pío y la otra no?
(Platón, Eutifrón, 12a)

El diálogo quedó ayer con Sócrates animando a Eutifrón para que no se cayera del diálogo de golpe, como se apaga hoy la red de vez en cuando dejándonos con un documento a la mitad y en las nubes. Pero vista la manera de retomar el examen, las preguntas van subiendo de tono y enrevesándose. 

Cuesta comprender esta pregunta por algo muy sencillo, que es a su vez la misma filosofía socrática: porque hablar sin aclarar de qué hablamos es, por sí mismo, confuso y crea confusión. Se percibe no solo en la traducción, sino en la formulación misma empleada. Buscamos qué es la piedad, en relación a los dioses; pero ahora, por si acaso aquello quedaba demasiado lejos y grande presa del misterio inescrutable, Sócrates hace descender la cuestión bajando de las nubes hacia la pregunta por la justicia, en relación con ella. ¿Qué tendrán que ver ambas? ¿Cuál será la prioritaria? ¿Será una parte de otra o ambas partes de un todo?

Estas cuestiones, de vinculación y pertenencia, no son de ningún modo minucias, pese a la densidad de su detalle. Siendo diferentes, o se miden mutuamente, o son medidas más allá de sí mismas. Nuestros días discuten esta misma cuestión en muchas otras realidades y de su respuesta se derivan consecuencias incalculables. Pero no son conceptos que señalan objetos sueltos del mundo material, sino conceptos abiertos que por sí mismos vinculan y valoran, en el sentido de dar dimensión o poner en comparación la realidad. El mero hecho de descubrir esos conceptos no atrapables como quien coge un lápiz o pulsa una tecla, ya es valioso y contagia de su valor a quien se ve inmiscuido en ello, es decir, sitúa a la persona, de algún modo, en relación con ese mundo de conceptos que no pertenece propiamente al mundo como hasta entonces es conocido. 

Sócrates ironiza con la fuerza y juventud de Eutifrón, pero quizá sea su propia escasez de años y experiencia la que le sitúe en la tesitura de no aguantar el tirón del atleta de las preguntas. 

Sin ruborizarse, se atreve a contradecir al poeta Estasino de Chipre y reordenar ante sus ojos la prioridad del respeto y el temor. Segando una parte del respeto se descubre el temor igual que una clase dentro de una especie, o una comunidad dentro de un grupo. En unos casos, vamos a decirlo así, aparecen juntos y en otros se separan, y uno puede aparecer sin que el otro esté presente. Hay seres de una mayor amplitud y otros que piden por sí mismos más finura, más detalle. Confundir ambos traerá consigo consecuencias inciertas. 

Lo dicho, respeto y temor no son idénticos sino diferentes, y uno "cubre más campo" que el otro. 

Que siga el análisis. Examina Sócrates lo siguiente: 

"Mira, pues, lo que sigue. En efecto, si lo pío es una parte de lo justo, debemos nosotros, según parece, hallar qué parte de lo justo es lo pío. Así pues, si tú me preguntaras algo de lo que hemos hablado ahora, por ejemplo, qué parte del número es el par y cómo es precisamente este número par, yo te diría que el que no es impar, es decir, el que es divisible en dos números iguales. ¿No te parece así?"

Atención al detalle, que no estalle la cabeza a nadie. Una especie puede contener, como se ve en el ejemplo, contrarios entre sí conciliados superiormente en una realidad que los abarque sin que entren en contradicción con ella. Dicho así suena mal, pero es nuestra forma de conducir diariamente la vida. Respecto a los números, ningún problema, espero. ¿Y qué pasa con lo justo y lo religioso? 

Eutifrón se moja, porque parece haber comprendido algo. Entonces, quizá por la capacidad heredada de Sócrates o el pinchazo de su "daimon", comprende la justicia como aquello que abarca el cuidado de los dioses (piedad) y lo justo restante sería la que sería la excelencia de la relación de las personas entre sí. El buen lector se habrá dado cuenta de la carencia de Eutifrón: al no tener palabra nueva, se limita a sustraer una parte de la justicia para la relación entre las personas, sin ser capaz de delimitarla con un concepto; simplemente es "lo que resta" en la fracción. 

Es probable que, por momentos socráticos como estos, Platón pusiera a la entrada de la Academia aquel eslogan de sobra conocido. 

En tanto que Eutifrón parece haber comprendido algo, el discípulo preguntón vuelve a marearlo una vez más. Ahora pide una sencilla "aclaración" conceptual: ¿qué es eso del cuidado? Porque Eutifrón ha dicho, literalmente eso: "el cuidado de los dioses". 

Para ilustrar su pregunta, Sócrates le enzarza. ¿Será un cuidado semejante a otros cuidados? ¿Es semejante el cuidado de los dioses al cuidado de los caballos, de los perros, de los bueyes? Porque es evidente que no todos saben cuidar caballos sino unos pocos, igual que perros y bueyes, y no se confunden ni entre sí, ni con quienes no saben cuidar ninguno de estos animales. ¿Ocurre lo mismo con los dioses? 

Los ejemplos nos llevan donde ya todos sabemos, si sabemos algo de la filosofía de Sócrates. Quien cuida lleva a la excelencia, a su máxima utilidad y mejora, lo que es cuidado; alejándolo, por supuesto, de todo lo que daña, pero obrando en positivo fundamentalmente sobre lo cuidado. 

Aceptado esto en relación al cuidado, la pregunta se las trae y Sócrates no espera demasiado para soltarla:

"¿Acaso también la piedad, que es cuidado de los dioses, es de utilidad para los dioses y los hace mejores? ¿Aceptarías tú que, cuando realizas algún acto pío, haces mejor a algún dios?"

Y nuestro querido Eutifrón se vuelve a revelar contra la pregunta, que en el fondo es su propio argumento y su propia razón, lo cual significa contradecirse a sí mismo y estar una vez más escandalosamente envuelto en confusión. Parece notar cómo se cierra la puerta, que hace un instante había abierto, por conducirle a un callejón sin salida que ha experimentado en primera persona. 

 "De ningún modo, por Zeus."

Seguimos sin saber, después de tanto, qué es lo pío, qué es lo justo, qué es lo divino y qué se debe hacer con todo esto. 

Ahora bien, lo del cuidado lo ha dejado meridianamente expuesto y, con esto, probablemente valdría seguir adelante una vida entera: 

"Cuidar es sacar utilidad y mejorar." 

No poner "algo", pero sí hacer algo, añadir una dimensión a la realidad. Por supuesto, restar impedimentos a su propia grandeza y belleza. Insisto: añadir, como mínimo, la relación en la que lo excelente se reconoce no autosuficiente y en deuda eterna con su cuidador, su sabiduría y su acción, aunque el cuidador no sepa ni explicarlo, ni traspasarlo. ¿Dónde te vimos... y te...?



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