sábado, 13 de marzo de 2021

Leyendo "República" de Platón (1)

Platón escribe los libros de República (asuntos que afectan a todos, cuestiones públicas) en su madurez. Según dicen los que saben. En la época de Banquete -con quien comparte agentes de este nuevo teatro del mundo- y otros discursos relevantes para comprender el salto que da su doctrina decisivamente. Lo anterior sería más próximo a Sócrates y aquí ya estarían cerradas algunas diferencias notables con su maestro, aunque queda mucho más que su nombre, su referencia y su protagonismo. 

Vamos a leerlo poco a poco. A ver qué provoca esta forma de comentar libremente y al día, sin mirar de reojo ningún estudio de los muchos provechosos que hay. República ha sido muy leído, muy comentado. La edición que tengo, gracias al regalo de unos buenos amigos en mi 24 cumpleaños, es la traducción de Gredos hecha por Conrado Eggers Lan en su 4ª reimpresión. Ese mismo año lo leí sin mucho detenimiento por segunda vez, con una precipitación ingenua. Sin mucho provecho.  

Libro I, 327a

Comienza hablando Sócrates, aunque no quede claro de primeras. Ha bajado al puerto del Pireo a orar y contemplar unas procesiones religiosas en honor a una diosa. Acompañado de su amigo Glaucón, vuelven a Atenas. La distancia, hecha a pie, son escasos siete kilómetros. 

Polemarco, al ver que se van, envía a su esclavo a pedir a Sócrates que espere y convencerlos de que se queden en su casa, porque queda todavía más fiesta después de la cena y la conversación. Con Polemarco, como si fuera un grupo organizado, ha salido a buscar a Sócrates Adimanto, hermano de Glaucón, Nicérato y otros. En resumen, se quedan en su casa. 

En la casa hay más personas, que también participan en otros diálogos: Lisias, Eutidemo -hermanos de Polemarco-, Trasímaco, Carmántides, Clitofonte y el padre de Polemarco, Céfalo. Contando al esclavo son doce, por ahora, sin sumar los indeterminados "otros" que andan por allí. 

Se destaca la posición de Céfalo, ya anciano, quien expresa sus deseos de conversación. Según él mismo, que así cuenta lo que vive: "Una vez que se han esfumado los deseos del cuerpo, crecen los deseos y placeres en lo que a las conversaciones se refiere." (328d).  

Ya tenemos varias situaciones diversas que comentar. El camino y la casa, la compañía escasa y el grupo numeroso, las juventudes diversas y la ancianidad, el cuerpo y la conversación. 

En la última, qué duda cabe de la conversación que Céfalo ha emprendido consigo mismo y la necesidad que el alma siente de la compañía del amigo. Esta es la erótica que se aborda en otros diálogos platónicos, que aquí pone de manifiesto como quien dice algo sin importancia. Muy probablemente un joven ni sea capaz de darse cuenta. Más en nuestro tiempo, con la enorme ola de desprecio que vapulea la sabiduría de otros (así, en general). 

Sin despreciar a los jóvenes, Sócrates subraya, a propósito del comentario, la importancia de tratar con mayores. Aquí queda como un joven de ya cincuenta años aproximadamente, que mira todavía a la vida con largura (o no) interesado por el camino que queda, más que por el recorrido o deseoso de anclarse en lo recorrido para siempre. Si esto no es de sabios libres, no sé bien qué pudiera ser. Por cierto, ya ha demostrado su libertad al cambiar su plan, al mostrarse flexible para participar de una conversación, como de costumbre sin planificar y al hilo de lo que ocurre en la vida. 

Así comienza propiamente este diálogo, a la mínima cuestión que se ha planteado. O refleja la escasez de papel de la época, con prisas, o el mejor de los oportunismos de quien no quiere perder ocasión de aprender: 

"Por cierto, Céfalo, que me es grato dialogar con los más ancianos, pues me parece necesario enterarme por ellos, como gente que ya ha avanzado por un camino que también nosotros tal vez debamos recorrer, si es un camino escabroso y difícil, o bien fácil y transitable. Y en particular me agradaría conocer qué te parece a ti -dado que te hallas en tal edad- lo que los poetas llaman "umbral de la vejez": si lo declaras como la parte penosa de la vida, o de qué otro modo." 

Dos caminos. Lo dicho. El primero, conocidísimo: del puerto a la ciudad. El segundo, desconocidísimo, si no fuera por el testimonio de otros: el de la vida, del que no se sabe bien ni cómo empieza, ni cómo termina; tan solo se avanza en él. Dos mundos invocados, siendo el más real el que la metáfora considera imaginario o ideal. ¿Es fácil o difícil? ¿Es fácil, como a los dioses resulta fácil fluir y vivir? ¿O es difícil, como dicen las personas en tantas ocasiones con palabras bélicas, en escalada permanente, en deterioro constante? ¿Qué será lo que aquí se diga? ¿Qué será lo que los ancianos transmitan a los jóvenes y de dónde viene su sabiduría? ¿Simplemente el "pasar del tiempo" hace sabias a las personas y se conoce así la verdad, el bien, la justicia y todo lo demás relevante para transitar con éxito este viaje?




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