sábado, 20 de marzo de 2021

Leyendo "República" de Platón (8)

Comienzo en 334c hasta 334d.

Como ayer Polemarco se dio un remojón y dejó de hacer pie, volvió a la orilla para no ahogarse y repitió lo mismo que al principio. Estas conversaciones que nos desgajan tanto que nos sacan de nosotros mismos tienen siempre un punto doloroso y curativo. Polemarco debe reconocerse, como mínimo, frágil. Sin tantos humos, sin tanta capacidad como quiso mostrar al tomar el relevo de su anciano padre, retirado de la conversación por asuntos de piedad. Lo dicho, el heredero se reitera en lo que ha escuchado de Simónides: "Sigo creyendo que la justicia consiste en beneficiar a los amigos y perjudicar a los enemigos."

Sócrates incólume sigue su examen y atención a la pregunta, que se las trae: 

"Y los que dices que son amigos, ¿son los que a cada uno parecen buenos, o bien aquellos que son buenos aunque no lo parezcan? Y lo mismo respecto a los injustos." (334c)

Supongo que, de primeras, es fácil de comprender el asunto. La diferencia entre el ser y el parecer, la relación del conocimiento con el fenómeno y lo que aparece, la capacidad, más que estética, del ser para mostrarse como lo que es, la brillantez del ser y su claridad para señalar con evidencia y no confundir a quien está delante. Lo otro, en definitiva. La relación más que epistemológica con el otro. La ética de la relación con el otro en su aparecer y ser. ¿De qué es capaz el otro? ¿De qué soy capaz en relación con él? Aquí está, de nuevo, toda la historia de la filosofía, de la humanidad, desde lo más cotidiano hasta esos momentos que llamamos definitivos como relámpagos. Y por aquí pasamos tan suavemente tantas veces que ni hacemos callo, ni nos bajamos de la ingenuidad en aras de una problematicidad que requeriría toda nuestra paciencia y discernimiento más hondo. Libros enteros se pueden coger y descartar prácticamente en su conjunto solo por este tema, sin pudor. Y problablemente, al menos así lo pienso yo, es el gran problema de nuestro tiempo: su incapacidad para una antropología realmente integral y racional.   

Polemarco responde del modo más ingenuo posible: 

"Lo natural es amar a los que se considera buenos y odiar a los que se considera malos."

Qué es lo que aquí Polemarco toma por "natural" es un auténtico problema. Según él, como queriéndose ocultar en una común naturaleza con todos, pretende decir que es espontáneo, casi inmediato y del todo normal que la persona conozca realmente el bien, el mal y, por tanto, las personas que actúan bien y mal, y sepa diferenciar entre ellas como "lo más natural", porque bien, mal y personas que están en el bien y el mal se muestran evidentemente como son. Y seguiríamos preguntando y haciendo objeciones. Porque o bien Polemarco es realmente ingenuo y no se ha enterado de nada de lo que ocurre en el mundo, o bien aquí quiere mentir y engañar a los que estén despistados presentándose mejor de lo que realmente es. 

Sócrates, sin más, pregunta si no nos equivocamos muchas veces en esto, considerando al revés los asuntos. Lo cual, para cualquiera que esté delante escuchando con mínima atención será inmediato reconocer, y con ello muchos sufrimientos, pobrezas, ignorancias y males, tanto sufridos, que son los que más rápido vienen a nosotros, como cometidos por lo demás en otros, aunque para esto hace falta mayor viaje y mucho más análisis y examen. La pregunta deja al descubierto que Polemarco no se está tomando en serio la conversación o solo sabe decir tonterías con la intención de levantar brazos malolientes, y reiterando el mal en el que se vive en el mundo. 

Polemarco responde para contradecirse. Y, de nuevo, con esto bastaría para tomar una nueva posición y perspectiva. Pero no caerá esa breva. Porque el mal que aflige a este joven es tan perverso que se confunde con su hablar y pensar, aun teniendo delante un nuevo camino, la oportunidad de no bañarse mil veces en el mismo río. ¿Tan difícil es comenzar de nuevo, sin repetir lo más viejo de lo viejo?

Pues da igual. Sigue defendiéndose. "¿No será que no se equivocan, sino que para ellos los buenos son enemigos y los malos son los amigos?" ¡Solemne tontería! ¡Qué paciencia debe tener este médico con paciente tan enfermo que se cree sano! ¿No es brutalmente preocupante que las palabras puedan trasportar estas cosas y que puedan convencer a alguien? Lo dicho: ¿Será para ellos justo beneficiar a los malos -se supone enemigos- y perjudicar a los buenos -se supone amigos-?

La relación entre amistad y bondad y justicia, todavía por dilucidar en el terrero de lo que se dice, casi sin terreno donde apoyarse, avanza hacia lo decisivo. ¿Para quiénes? ¿Quiénes son estos "para ellos" que así opinan y viven, por qué lo hacen? ¿Hay que repetirse siendo uno más entre estos muchos? ¿O hay alternativa, se viva lo que se viva de su parte?




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