domingo, 14 de marzo de 2021

Leyendo "República" de Platón (2)

Comienzo en 329a hasta 330a

Lo primero ha sido, sin más, una especie de contexto para enmarcar lo que venga a continuación y que ningún lector primerizo debería saber, ni conocer. Sin hacer ningún esfuerzo sobrehumano, la mayor parte de lectores no recordarán de un libro nada más que unos cuántos momentos o párrafos. En el caso de "República" hay quienes recuerdan incluso sin haber leído, solo por lo contado. Pero sigamos. 

Sócrates se ha encontrado con Céfalo en su propia casa, invitado por uno de sus hijos. El saludo ha servido el primer plato del banquete: la necesidad de conversación y cómo ésta, al menos en el caso de Céfalo, se ha agudizado con los años en relación inversa al ímpetu del cuerpo y los placeres que satisfacen el cuerpo. Sócrates se muestra deseoso de aprender de la vida, en general, y le pide a Céfalo que cuente, como quien le pide a un mayor que hable de la experiencia, qué ocurre con el paso de los años. 

El anciano, con su sabiduría, recoge la petición de Sócrates y le expone que no está solo, que se encuentra habitualmente inmerso en conversaciones con los que son de su edad. En esos encuentros se escucha normalmente el lamento. Algo que, según parece, ocurre muy especialmente cuando se encuentran juntos y sin los demás. Desde su atalaya, vigilan la vida y lo que sucede en ella. Se ponen de protagonistas y se quejan de dos asuntos: 

  • lo primero, echan de menos los "placeres" de la juventud, es decir, sexo, borracheras y banquetes, y otras similares; se presenta por tanto su carencia o incapacidad, su acción se ha vuelto inacción en determinados ámbitos con fuerzas disminuidas y una presencia física, a su parecer, deteriorada; 
  • lo segundo, otros se quejan de cómo son tratados por los suyos, por los familiares, a causa de su vejez; y esto es algo que se sitúa, no en el ámbito de la corporalidad, sino de las relaciones; se ven también mermados en su capacidad para gobernar relaciones y se reflejan más pasivos y sufrientes que activos. 

Antes de seguir, me pregunto dos cosas: ¿Qué se dice aquí de lo que es ser joven y por qué no se habla de cómo ellos trataron de jóvenes a sus ancianos? ¿Cómo se comprende la sexualidad y el cuerpo, y cómo se habla de él? Por otro lado, el mundo de las relaciones queda destacado. La sexualidad no es un tema vinculado a lo físico, sino a las relaciones. Ambas preguntas irían, por tanto, señalando la misma cuestión. Ya sabemos que política en griego no es, ni de lejos, lo que hoy tenemos en mente cuando invocamos esta palabra. Lo de hoy no llega a sombra de la grandeza con la que empezó a pensarse. 

Céfalo atisba, y por ahí procede, que toman por causa lo que no es causa. Si fuera causa, todos los ancianos vivirían lo mismo. Y no parece ser así. No es, y queda bien dicho, que la causa de los males sea la vejez. 

Cuando procede a argumentar acude a ejemplos. Por lo que se ve, Sófocles consideraba los placeres de la sexualidad como inquietantes y esclavizantes, de modo que con la edad se ve "liberado de multitud de amos enloquecidos". Con él parece concordar más que con sus contertulianos. Sin entrar en muchos más comentarios y detalles, lo que refleja es altamente contracultural: una liberación de cierta forma de juventud, cuanto menos. Una locura para muchos, quizá porque no comprendemos bien de qué se habla cuando se habla de sexualidad. Aquí parecen extremarse posiciones, como hacen precisamente los más jóvenes, agarrando brocha gorda para terminar pronto el diseño del tapiz y no tener que entrar en detalles. 

A lo segundo, lo relacionado directamente con el trato, qué bien distingue y diferencia. No se trata de vejez, sino del carácter de las personas. Destaca dos virtudes, cuya carencia acarrea problemas da igual la edad que se tenga: la moderación y la tolerancia, que templan realidades y relaciones con sabiduría. ¿Es carácter sin más, como si fuera tan innato como independiente de la experiencia y la educación? Me temo que aquí podríamos también discutir con Céfalo por lo que dice, no menos que respecto a la sexualidad. 

Se admira Sócrates, que está contando lo que ocurrió, y cómo le insiste a Céfalo para que siga. Y lo hace, a su modo, con una pregunta: ¿No será que Céfalo lleva una buena vejez por ser ricos, más que por su carácter? Seguro que muchos, al oír a Céfalo, no le darán la razón precisamente por esta duda. 

La respuesta con la que se va a encontrar Sócrates dará pistas, y muchas, a filósofos de la próxima generación. No digo más. Céfalo responde con la moderación y prudencia de la que ha hecho gala hace un minuto: "Tienen razón, aunque no tanta como creen." Es decir, tienen su parte de verdad, pero en su caso tampoco es toda la verdad o, ni siquiera, lo más importante: las condiciones de vida materiales no transforman la humanidad y, aunque sean circunstancias, no se puede confiar en ellas la totalidad de la persona; ni en un extremo, ni en otro, si bien uno se presenta como un lado mejor que el otro, sin ser tampoco una causa directa del carácter. ¡Menuda distinción y distancia se establece aquí! ¿Toda la historia de la filosofía partida en dos?

Ojo a la cita de Temístocles y todo lo que implica de debido y de responsabilidad personal con lo recibido, y todo lo que no está recibido se nazca donde se nazca: "Ni yo me haría famoso si fuera de Sérifo, ni tú aunque fueras de Atenas."




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