sábado, 21 de enero de 2023

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 20. (Platón, 22d - 23a)

Sócrates se queda en la ciudad "como soy", "como respuesta" que en verdad es pregunta, en forma de investigación del oráculo sobre una sabiduría que él no reconoce del todo en sí mismo o que no entiende bien al principio cómo se puede formular. Porque al final, me parece a mí, sí llega a reconocer que sabe de algo y que ese algo recibe la forma de "un saber humano", esto es, "una ignorancia de sí y de su propia condición" o "una sabiduría sobre el misterio como misterio, sobre el misterio indestructible". 

Fruto de esta investigación nacen contra él odios, no amores, ni gratitudes, ni aplausos, ni admiración. De estos odios nacen a su vez hijos nuevos: todo tipo de calumnias. La principal calumnia era usar la palabra "sabio" contra él, con un desprecio que no se usaba en otros casos: ni en el caso de los políticos, ni en el de los poetas, ni en el de los artesanos. Una calumnia fundamental que consistía en no reconocer, no identificar bien su sabiduría e ignorancia, su misterio e investigación. 

Es decir, que se comenzó a decir que era sabio como los demás, pero en grado mayor que los demás. No se comprendió su "diferencia", su "distancia", como tampoco, por tanto, su novedad radical. Simple y llanamente, al refutar a otros, al mostrar su ignorancia, pensaban que lo suyo era por tanto de una sabiduría mayor, en lugar de aceptar, sin más, que su respuesta al oráculo era ser una pura pregunta a quien se mostraba sabio, sin más. Sin tener respuesta para eso mismo en lo que decían ser sabios. De esa última parte, al parecer, no se percataron suficiente. 

Debido a esta investigación, surgieron contra mí, atenienses, muchos odios, durísimos y gravísimos, tanto más cuanto que dieron lugar a muchas calumnias: se me empezó a llamar así, se empezó a decir que soy sabio. Pues siempre los que están presentes piensan que soy sabio en aquellas cosas sobre las que refuto a otro. Lo que debe de ocurrir, atenienses, es que en realidad es sabio el Dios, y con este oráculo quiere decir que la sabiduría del hombre vale poco o nada.  


Esta es la cuestión radical, la radical posibilidad de llamar a algo sabiduría como un conocimiento directo e inmediato de la realidad, que le pertenece solo a Dios. Si hacemos esta precisión, todo lo demás que no sea el conocer divino será o bien algo parecido, pero no idéntico, a la sabiduría, o bien no será sabiduría propiamente, sino otra cosa que deberíamos llamar, como mínimo, de otra manera. Sea como sea, esta precisión conduce en la siguiente dirección: situar, colocar, hacer permanecer o pertenecer al ser humano al orden propio que le correspondería, como mínimo a diferencia de Dios, como mínimo igualmente a la diferencia con aquello que quiere ser conocido. Una situación singular del ser humano en el mundo y en relación también con lo divino. Y este sería propiamente el arte en el que Sócrates sería sabio a diferencia de los demás que dicen que son sabios sin serlo y del Dios, que parece que es sabio aunque no necesite siquiera decirlo. 

Es más, Dios no lo dice de sí, sino que utiliza de algún modo a Sócrates para que se haga notar la diferencia. Sócrates es, de alguna manera y sin identificarse con ello, un modo de hablar de lo divino humanamente en el mundo. Algo que a él solo se le da a conocer en forma de ignorancia de lo humano. No una ignorancia absoluta y total, sobre todo y cualquier cosa, sino sobre lo humano. Lo que él sabe de eso irónicamente se llama ignorancia, pero propiamente se denominaría misterio y haría referencia a la condición humana en dos grandes direcciones: la muerte y la vida; el amor y el odio. Estos dos grandes temas son tratados con frecuencia. Lo que afecta a la Apología podría ser aparentemente la muerte, pero no desvinculada de su factor de unidad con el amor a la vida. O sea, que no es un "conocimiento" como entendimiento, sino un "conocimiento" como vida. Y el hombre está obligado a vivir la vida, incluso cuando quiere distanciarse de ella todo lo posible. 



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