lunes, 7 de febrero de 2022

LISIS. Día 38. (Platón, 212b - 212c)

Como Menéxeno ha sido grandilocuente en su respuesta, rápidamente llega Sócrates con su pregunta problematizadora y de espíritu realista, pegado a lo concreto, queriendo salir de lo más concreto. Como el diálogo socrático son preguntas y respuestas, y no intervenciones sueltas, quien responde puede temer que le cuestionen y le interroguen, que diga lo que piensa y no que diga cualquier cosa. Es decir, que la pregunta va dirigida a que piensa lo que ha dicho, por empezar por algún sitio, no sea que realmente se esté creyendo que es su verdad o que la verdad es esa, lejos de la vida. Y este es el modo de entrar en la verdad, a través del golpe y el choque con una pregunta que te devuelve a la realidad. O la realidad que golpea en el discurso del diálogo. 

Menéxeno ha respondido que los amigos son iguales, y probablemente diga el ideal y su verdad mayor cuando hay amistad. Sócrates avanza. 

¿De qué hablas?, dije yo. ¿De modo que llegan a ser amigos entre sí, aunque sólo sea uno el que ame al otro?

A mí, al menos, así me lo parece, dijo. 

¿Cómo? ¿No ocurre, a veces, que el amante no es correspondido por aquel a quien ama?

Ocurre. 

πῶς λέγεις; ἦν δ᾽ ἐγώ: ἀμφότεροι ἄρα ἀλλήλων φίλοι γίγνονται, ἐὰν μόνος ὁ ἕτερος τὸν ἕτερον φιλῇ;

ἔμοιγε, ἔφη, δοκεῖ.

τί δέ; οὐκ ἔστιν φιλοῦντα μὴ ἀντιφιλεῖσθαι ὑπὸ τούτου ὃν ἂν φιλῇ;

ἔστιν.

Entonces... Extrañeza. Menéxeno dice una barbaridad y, aunque se pregunta por ella, sigue respondiendo que es así como piensa y como vive. Pero de segundas, con un ejemplo, de pronto se contradice. Así de sencillo para él. Que ha dicho ya dos cosas diferentes entre sí, aunque dice que sabe de lo que es semejante. Algo que no parece estar viviendo tal cual. Por un lado dice que son amigos semejantes y por otro que no lo son. El mismo Sócrates introduce la diferencia, que no va a borrar por ahora, al hablar de uno que es amante y otro que es amado. Y, siendo tan diferentes las dos formas, la activa y la pasiva, no se puede decir en modo alguno que sean semejantes. 

La pregunta de Sócrates se incrusta en la respuesta fácil y grandilocuente. No creo que Menéxeno haya dicho ninguna barbaridad, pero una vez más la realidad demuestra lo contrario. Entonces, con qué nos quedamos. Con la intuición directa de Menéxeno o con lo que hay. Sócrates se vuelve a lo que hay, que parece lo más evidente de lo evidente. Desde ahí, quizá, se deba construir una respuesta y no desde el corazón joven de Menéxeno. O no. Me quedaría con Menéxeno, si no tuviera que ver también lo que dice Sócrates. Porque lo real en el amor es cómo resisitr lo que Sócrates ahora presenta como lo más real y lo más evidente. Y seguir amando. Esa es la verdadera ironía en este diálogo. Tomar a Menéxeno en su primera intuición como alguien que dice la verdad, libremente. Y que viene, quizá, de un tiempo con el dios en las fiestas de esta palestra. Pero esta es mi torpe e ignorante interpretación. Y que Sócrates, lo que está haciendo, es ver si resiste un poco, al menos un poco. 

Menéxeno no resiste. Cede. Ahora le parece más evidente que quien ama no logra amar realmente y no transforma al amado. Y que el amado no siempre es agradecido, ni recibe el amor gratuitamente. Y entonces, quien es amado, tiene la culpa, al responsabilidad por no acoger el amor del amado. Quien ama es libre, quien es esclavo es quien no es capaz de recibir el amor. Esta es la ironía, insisto. Este diálogo es más profundo visto al revés, en su no evidencia, en su dialéctica, en la intuición directa del joven. 

Sigue Sócrates. Parece que a la primera Menéxeno aguanta. Pero no a la segunda. ¿No ocurre...? Ocurre. ¿Y lo que ocurre es la verdad? ¿Nos tenemos que quedar con eso, con que esa es la verdad? ¿La verdad la dice el que no acepta ser amado? ¿O la verdad la tiene quien ama? ¿Qué le pasa a quien ama y no es amado? ¿Deja de amar? ¿Por qué alguien se resiste al amor y cómo?

Seguimos. 

¿Y no pasa también que el amante es odiado? Cosas así parece que tienen que soportar los enamorados por parte de sus predilectos; pues amando todo lo que pueden, unos, sin embargo, creen que no son correspondidos, otros, que son odiados. ¿O no te parece esto verdad?

Sí que me parece verdadero, dijo. 

τί δέἆρα ἔστιν καὶ μισεῖσθαι φιλοῦνταοἷόν που ἐνίοτε δοκοῦσι καὶ οἱ ἐρασταὶ πάσχειν πρὸς τὰ παιδικάφιλοῦντες γὰρ ὡς οἷόν τε μάλιστα οἱ μὲν οἴονται οὐκ ἀντιφιλεῖσθαιοἱ δὲ καὶ μισεῖσθαι οὐκ ἀληθὲς δοκεῖ σοι τοῦτο;

σφόδρα γε, ἔφη, ἀληθές.

Oh. Menéxeno no lo ve, no es capaz de contestar a Sócrates sosteniéndose donde ha comenzado. Va cediendo. No comprende, como quizá muchos no comprenderán, que quien ama y no es correspondido deba seguir amando. Y que el problema está en quien no es capaz de recibir el amor. Y que el amor que pone Sócrates en marcha es un amor con predilecciones, es decir, un amor en cierto modo imperfecto, si es que amar a unos significa tener la posibilidad de no amar a otros o incluso odiarlos. Y que ese amor que no es a todos, sino con predilección, tiene su parte terrible y dolorosa. Y que no es un amor por tanto elevado a lo máximo, sino que es un amor caprichoso. Porque está aquí el juego. Porque es aquí donde está el asunto. 

Ahora Menéxeno dice que conoce el amor y también la verdad. Y yo voy pensando en esta pequeña meditación que si no van de la mano, ni el amor es tal, ni la verdad es tal. Pero es mi meditación. Ya digo que desde el prisma de la ironía socrática, queriendo Sócrates proba en Menéxeno si puede resistir en lo que dice y afronta el mal que se da en el mundo. Que no es tanto que no haya amor, sino que no se recibe. Para una persona cristiana, como es mi caso, es el gran mal, el origen de todo mal: no dejarse amar por el Amor y lo que se sigue directamente de ahí.  





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