miércoles, 25 de enero de 2023

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 24. (Platón, 24c - 24e)

Comienza el examen de Meleto, el acusador que toma la voz por todos los que callan. No está solo en eso. Hace poco hemos visto que es un príncipe entre los poetas, y esta causa lo elevará, supone él al menos, un poco más todavía. Pero su alianza va más allá, respaldado por Ánito, por artesanos y políticos, y Licón, por oradores. Una tríada curiosa, asentada en la "poi-", que enfatiza la palabra y lo que se puede hacer con la palabra, reflejando el estado en el que se encuentra la democracia en Atenas. Como titular serviría: "Los poetas van a juicio." 

Haría falta comprender qué es un poeta y qué lugar, mítico todavía, ocupa. Una especie de enfrentamiento larvado entre el oráculo y la inspiración, la alteridad del oráculo y la inspiración interior, entre la visibilidad del oráculo de lo divino y la apropiación de ese misterio por los poetas. Pero no entraré en la cuestión, que hoy sería estudiada como una anticipación de lo trascendente y lo inmanente, por no hablar del alma o espíritu y la materia. De hecho, Sócrates ha repetido en diversas ocasiones que lo suyo ha sido un separarse de la investigación de la "physis", aunque no se disponga de palabras precisas para esta región evidentemente presente y tan poco atendida o confundida. El sometimiento del hombre antiguo a la naturaleza hacía ociosa esta otra cuestión y, quizá eso precisamente, fue lo que propició que fuera Atenas la cuna de la filosofía cuando ésta comenzaba a entrever un orden distinto en el mundo, que no se ocultaba tanto en los mitos cuando que había sido velado en ellos. 

La situación, en cualquier caso, pasa a ser un interrogatorio directo de Meleto justo después de desatar la oleada de indignación en la asamblea ante la evidencia de la ignorancia en la que están, en gran medida siendo presas fáciles de un discurso engañoso y diabólico, de una colección de calumnias contra Sócrates. 

Este interrogatorio tiene la forma propia de un diálogo común platónico. Aunque enuncia bien claro qué se va a tratar de esclarecer. Lo primero, sobre la educación de los jóvenes, o su corrupción. Nada más y nada menos que, como un bumerán, la acusación será contra Meleto, no contra Sócrates. Es él, en palabras de quien se defiende, quien verdaderamente corrompe a los jóvenes. No los educa, ni los beneficia. ¿Qué pruebas tiene Sócrates? Que Meleto habla bromeando, como un bufón, sin tomarse en serio lo que dice. De hecho, todo le da igual o nada le preocupa al que dice ser el más preocupado de todos y cabeza de todos ellos. Y pasa a la acción Sócrates.

Ven, Meleto, y dime: lo que más te importa es cómo llegarán a ser buenos los jóvenes, ¿no es así?

Es así. 

Hay que escuchar con claridad lo que ha ocurrido. Tesis y afirmación. Tesis en forma de pregunta y afirmación indubitable. Sócrates se hace pregunta para examinar la tesis que enuncia. Meleto no tiene ninguna pregunta. Luego no ha aprendido nada de Sócrates. Luego no ha aprendido su ignorancia. Si la tuviera presente y a la vista, preguntaría como mínimo algo de lo mucho concentrado en la tesis. Preguntaría por alguna de las partes de ese todo cerrado que suena con tanta contundencia. Qué puede preguntar. Casi cualquier cosa: sobre lo que importa, sobre el modo, sobre el devenir, sobre la bondad, sobre los jóvenes. Cualquier tema de estos está sin definir, pero habla. Habla creyendo que entiende lo que Sócrates quiere decir palabra por palabra. Entiende todo y el todo no le abruma, ni le asusta, ni le retrae. No se para ni un instante. 

Siguiente cuestión. 



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