domingo, 6 de febrero de 2022

LISIS. Día 37. (Platón, 212b)

Sócrates apela directamente a algo vivido. Pero al hacer reflexión sobre ello, ¿se mantiene lo que se vive tal cual o se puede mover su imagen y desdibujarse? Sócrates pregunta directamente a Menéxeno y Lisis por su vivencia mutual, por eso que llaman amistad y que no ponen en duda, precisamente porque algo hay que, al ser nombrada, se puede limitar y configurar, puede recibir una forma concreta y enmarcarse en un horizonte concreto de relaciones, pero ¿al mismo tiempo se pierde lo que tiene de directo, de real, de inmediato? ¿Es el paso por lo mediato de las palabras y del pensamiento una forma de examen sobre lo que hay, o también comporta una liberación y purificación en la idea, que se refleja precisamente en su vivencia, permitiendo otro campo distintos de comprensión y un horizonte diferente? ¿Qué le interesa realmente, la vivencia o la búsqueda de ese otro horizonte? ¿Qué es lo más real?

Al mismo tiempo, insisto en que toda la meditación sobre el "deseo" y la "voluntad", sobre el querer en sentido amplio, hoy es recibida con una subjetividad que, a mi entender, no se da en Sócrates como en nuestro tiempo. Hoy hemos hecho tal elogio de la subjetividad y hemos confundido lo personal y lo propio de tal modo que no notamos, si quiera un poco, que el querer aquí descrito hay algo que no nos pertenece. Lo decimos retóricamente, metafóricamente o literariamente como "ser habitados" sin tomar en serio esta inhabitación personal, de una vida que es vida personal y, por eso mismo, no meramente apropiada. La antropología actual recurre entonces a un problema de subjetividades dentro de una subjetividad que no termina de hacerse cargo de una dimensión personal que sea al mismo tiempo transpersonal y trascendente. A mi entender, la reducción inmanente de nuestro tiempo, como un pecado que justifica el egoísmo radical, no da cuenta del profundo significado de la persona y su vida. El alma de los antiguos no es la subjetividad. Es mayor que la subjetividad. Si la amistad es, por tanto, un alma en comunión en dos personas, una unidad por encima de diferencias y divisiones más que evidentes, ¿qué quiere decir en este caso "ser persona" o "ser personal"? 

Más que individuos aislados, con la responsabilidad ética y moral que conlleva, se trata de "ser personal", allí donde la persona aparece, donde la persona se muestra, donde "ser persona" se concreta. Y esto es algo que no se puede dar de modo tan individual como promete nuestro tiempo. No se revela sin comunión. Y a esta comunión libre, en términos un tanto pobres de libertad y autonomía, suele llamarse amistad. 

Por eso Sócrates llama "don" a lo que viven. Entiendo. Lisis y Menéxeno son vivientes de la amistad, por lo tanto es su vida la que deben reflejar y mostrar. Si es que hay amistad, aparecerá. Nunca perfecta. Ahí tendrán que vérselas con algo superior, con algo que les sobrepasa y desborda con su objetividad. No es la objetividad de la vivencia la que manda, sino la objetividad de lo que la vivencia apunta lo que gobierna la amistad, lo que la hace a un tiempo real y precaria, concreta y abierta, dinámica y siempre en riesgo y peligro. Junto con la vivencia de la persona está su libertad permanentemente abierta. 

Sigue Sócrates, preguntando. 

Dime, entonces. Cuando alguien ama a alguien, ¿quién es amigo de quién, el amante o el amado, o el amado del amante? ¿O no se diferencian en nada?

En nada, dijo, me parece que se diferencian. 

καί μοι εἰπέἐπειδάν τίς τινα φιλῇπότερος ποτέρου φίλος γίγνεται φιλῶν τοῦ φιλουμένου   φιλούμενος τοῦ φιλοῦντος οὐδὲν διαφέρει;

οὐδέν, ἔφη, ἔμοιγε δοκεῖ διαφέρειν.

Es muy complejo. Como es la primera pregunta, a las bravas y directa, queda entreabierta la cuestión, sin más. Dónde se pone el acento. En la acción. La acción que transforma la realidad o la reconoce. Más bien la reconoce. La acción que está motivada, como antes Sócrates apunta, por un deseo, por una voluntad. Cuál es la voluntad en la relación entre personas, la voluntad dominante. Puede haber muchas voluntades, quereres, deseos o intereses. No todas estas palabras reflejan lo mismo, pero todas hablan de algo que hay que se concreta en la acción. Es algo anterior a la vida de la acción que puede ser vida o no. El deseo profundo de Sócrates viene de la vida y se concreta como vida que busca vida. Pero qué pasa cuando la motivación primera no es la vida propiamente, sino el perro, el caballo, el dinero o la fama. Entonces es diferente, porque aunque en lo concreto pueda tener forma similar, no es en realidad lo mismo más allá del aparecer a simple vista. En un examen de su aparecer se verá, y es lo que Sócrates pone de manifiesto, que tendrá algo que nos indica que hay algo diferente. 

El amigo es el que hace amistad. No quien recibe la amistad. Esto no se da en reciprocidad, porque la acción es propia de cada persona. Una acción que se vuelca sobre sí mismo, como toda acción, en la que la persona se hace es una acción que, en el caso de las relaciones interpersonales, también hace en el otro algo, le afecta de algún modo. Una acción humana afecta decisivamente a la persona que la hace porque le revela, en algún grado su ser personal y su situación en el mundo, pero también afecta a otros. De ahí que, aunque ciertamente no haya objetivación brutal y brutal de las personas, que siempre quedan en el misterio, se da un aparecer y un cambio, un movimiento, un dinamismo. La acción es la posibilidad abierta para la persona. No es su tiempo, sino su forma lo que está en juego. 

Sócrates pregunta algo sencillo. ¿Quién es amigo: el que hace la amistad o quien la recibe? ¿Hay diferencia entre ambos?

En el caso de la amistad, lo singular es la reciprocidad. No puede darse una amistad como tal sin que los dos estén implicados en ella, sin que la amistad les supere, por así decir, o se sitúe en medio de ambos constituyendo a ambos de algún modo. No es vida que se exterioriza y se cosifica, sino espíritu que vincula, une y genera esta relación para ambos mutua. Vida que llama a la vida. Por eso es fundamental que las acciones de la amistad nazcan lo más puramente posible de la vida misma. Algo que, dada la edad de los participantes en este discurso, es imposible que conozcan reflexivamente todavía, pero igualmente es posible que se den en esa libertad. 

Menéxeno, que responde rápidamente, parece destruir con su respuesta al amante y al amado, como si no conociera en su propia vida la diferencia entre amar y ser amado, entre el don que se da y el don que se recibe. Lo cual es muestra de su precipitación, en la que pueden caer muchos de primeras. Sócrates ya le hará avanzar. Ya se ve el siguiente paso, irónico. Pero Menéxeno dice algo que hay que considerar bien. Y es que ambos están en una mutua relación. No es que no sean diferentes, que lo son, sino que están en algo mutuo y común, y ahí se ven de forma diferente a sí mismos. 

La respuesta es, sin duda, un tanto despersonalizante. Piénsatelo bien. Que todos conocemos la diferencia entre amar y ser amados y la sorpresa de que alguien que ama sea amado realmente. Por cierto, que el amor es más que una posesión de un espíritu, aunque tenga algo en el mismo amor que supere nuestra vida. Una vida que afronta la muerte. Cada día lo tengo más claro. El amor es lucha contra la muerte. El amor es la insignificancia de la muerte. 



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