viernes, 20 de enero de 2023

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 19. (Platón, 22d)

¿Por qué alguien que suscita indignación puede seguir reiteradamente la misma línea en la que suscita ese rechazo? Lo mismo puedo preguntar a Sócrates que a Jesús de Nazaret en este sentido. Cuestión idéntica para ambos. Más aún siendo ambos personas que son reconocidas como sabias y escuchadas. ¿Cómo es posible reiterarse una y otra vez en la misma dirección? ¿Por qué? 

Hay que detenerse un tiempo suficiente en la expresión con la que culmina el párrafo dedicado al encuentro con los artesanos para comprender la respuesta. En el fondo, se plantea un interrogante sobre el mismo Sócrates, que no está de más atender con calma. El que iba a examinar a otros, en el fondo, y a expensas del oráculo y el dios, se estaba examinando a sí mismo. Su exterioridad aparente y su búsqueda de algo más no era sino el intento de refutación de sí mismo, de su supuesta sabiduría y de su asumida ignorancia. Ni lo que decía el dios era comprensible tal cual, ni lo que él sabía de sí mismo era tal cual. Algo más se revelaba en la incomprensión enigmática del oráculo y en su posición de ignorancia sobre lo humano. Al sabio, dicho sea de paso, siempre le cabe algo más de saber, a diferencia del ignorante que se indigna con lo nuevo. 

Al terminar ese examen de los artesanos, que extrapolan y sacan de quicio su técnica para convertirla en saber del todo, mientras que el saber de lo humano se ignora a sí mismo aunque le quepa algo de saber del mundo y algo de acogida de lo de Dios, a Sócrates le quedan fuerzas para decir que, pese a todo y apoyado en el oráculo, la oportunidad que le queda es ser él mismo en forma de respuesta. Y esto, leído a la ligera, es leer demasiado ligeramente. 

Me respondí a mí mismo, y respondí al oráculo, que más me conviene ser como soy. [Traducción de Gredos: "Me contesté a mí mismo y al oráculo que era ventajoso para mí estar como estoy."]

ἀπεκρινάμην οὖν ἐμαυτῷ καὶ τῷ χρησμῷ ὅτι μοι λυσιτελοῖ ὥσπερ ἔχω ἔχειν. 

Esta frase debería ser grabada a fuego junto con la otra que se ha hecho más famosa y que queda a la interpretación habitual de cualquiera. Porque este "permanecer en lo que soy" (por introducir el otro copulativo español, junto al ser y al estar) puede significar algo mucho mayor que una localización o una esencialidad. Ni es un estar mundano, ni un ser extramundano. Es un permanecer siendo en un ser que está vivo, por tanto, en el mundo. Porque la vida es algo mundano para quien sabe qué es la vida, aunque la vida humanamente vivida sea algo más que mundo y diga de algo más allá del mundo. 

Lo de la "conveniencia" es un tema que no debe ser tratado de primeras, sin hacer el honesto viaje por la ciudad en confrontación con los sabios del tiempo. Y, por supuesto, el "me" conviene, como un "mí mismo" dado por el dios que debe ser interrogado igual que el resto de sabios de Atenas para descubrir qué hay en él y que lo hace propiamente "sabio". 

Esa "ventaja o conveniencia" se establece como "respuesta". La condición propia del sabio no es la del adelantado que tiene la "respuesta antes de la pregunta", sino la de quien vive propiamente la pregunta y se hace él mismo respuesta en la vida siendo esencialmente una pregunta. Se tiene cierta respuesta de algo después de haber vivido, pero no antes. Primeramente se es pregunta. Y se actúa como respuesta. Al ser le corresponde preguntar y al actuar le toca responder. Y no se puede, y esta es la condición humana básica, salirse de la vida sin responder, es decir, sin actuar. Pero se puede actuar, curiosamente, siendo pregunta. Y esto es lo propio del sabio bondadoso enterado de qué es la condición humana y también de que Dios habla y ha hablado a la humanidad. Y ser pregunta requiere alguien que la oiga. Y esto remite al prójimo. Al que encontramos de muchas formas en la vida. Pero que gracias a que tenemos una pregunta hemos ido a encontrarlo. Algunas veces le haremos la pregunta que somos, y otras veces no. Pero estaremos a su lado, porque el Dios nos ha enviado a su lado. 



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