jueves, 3 de febrero de 2022

LISIS. Día 34. (Platón, 211c - 211d)

No se me olvida que Sócrates trata aquí con niños sobre temas que no son de niños y que constituyen, para bien y para mal, la ciudad en sus mismos fundamentos. Así como en otros lugares se puede leer que son -nada más y nada menos- que las Leyes y ciertos mitos, aquí se ve cómo al inicio mismo de todo ello estarían más bien las relaciones, los vínculos. Y que si fuésemos capaces de verlos, aunque sea por un momento, libres de todas esas experiencias que nos hacen dudar de que realmente son posibles muchas cosas que sí son posibles aunque pensemos que son imposibles, otro gallo cantaría. 

Lisis, que ha sido humillado, se describe a sí mismo como alguien que ha sido "parado", "frenado", "contenido". Lisis habla como si una fuerza mayor que su propio ímpetu hubiera detenido su avance a la ligera en el mundo de lo real. Porque quien realmente enseña es la vida. Y Sócrates hace que la vida aparezca como la vida se muestra, aunque sea con preguntas. La vida también pregunta, ciertamente, pero se nos olvida que responde, y tiene por tanto palabra. 

En este excursus literario de poco más de una página, en el que el diálogo se ha detenido, hablando de amistad ahora se nombra a Menéxeno como un contrario de la misma, como un beligerante conversador que ha aprendido artes de la guerra de los discursos. En lugar de proveer al joven de amistades profundas, de amores por los que morir, lo que se dice es que tiene habilidades con las que dominar, someter, vencer y quedar por encima. Estas palabras, así empleadas, incluso dentro del recinto de la palestra, que no es más que un invernadero de ciudadanos para luego poblar el ágora y las instituciones, ya se esfuerza en no atenderse más que a sí mismo para sí mismo, en formas de egoísmo y no de compasión, de relación, de entrega. ¡Qué pena! Quizá estoy volcando aquí las penurias de la escuela en la que vivo o quizá nunca ha dejado de ser así y es una constatación del empobrecimiento de la educación desde hace siglos. 

El discurso es débil, frágil. En el hablar buscando la verdad, que debería ser todo diálogo, se accede con humildad situándose en una situación y actitud diferentes a los del dominio y la esclavitud. Pero esto es otro cantar. La humildad de la búsqueda de la verdad, la fortaleza de la pregunta más que de la respuesta. 

Ctesipo, que no es un joven, interviene. 

Estábamos hablando de estas cosas entre nosotros, cuando preguntó Ctesipo: 

Eh, vosotros, ¿qué hacéis ahí solos, sin hacernos partícipes de lo que habláis?

Al contrario, dije, íbamos a comunicároslo, pues éste no entiende lo que digo, pero afirma que cree que Menéxeno lo sabe y me pide que le pregunte. 

¿Y por qué no lo haces?

Ahora mismo voy a hacerlo. 

ταῦτα οὖν ἡμῶν λεγόντων πρὸς ἡμᾶς αὐτούςτί ὑμεῖςἔφη  Κτήσιπποςαὐτὼ μόνω ἑστιᾶσθονἡμῖν δὲ οὐ μεταδίδοτον τῶν λόγων;

ἀλλὰ μήν, ἦν δ᾽ ἐγώ, μεταδοτέον. ὅδε γάρ τι ὧν λέγω οὐ μανθάνει, ἀλλά φησιν οἴεσθαι Μενέξενον εἰδέναικαὶ κελεύει τοῦτον ἐρωτᾶν.

τί οὖν, ἦ δ᾽ ὅς, οὐκ ἐρωτᾷς;

La conversación se interrumpe casi a voces por Ctesipo. Lo que ya muestra lo contrario de lo que trata el diálogo. Nada de amistad, sino una imposición, una implicación violenta y exigente. Si se lee con cierta paz, resulta agresivo Ctesipo al inmiscuirse de este modo, de lejos incluso. En el fondo, ¿cómo no contáis con nosotros para vuestra conversación, siendo nosotros los que realmente sabemos de estas cosas? Da la sensación de que se trata como si fuera un partido, un juego de los que había en la palestra, o una carrera a la que no se les invita por miedo a que ganen como siempre. Desde esta prepotencia se irrumpe. 

Coincide, por otro lado, con la salida hacia ellos, pues ya se estaba hablando de que estaban cerca. Así que, con tranquilidad, se incluye en la conversación a Menéxeno, dejando a Ctesipo que considere que esta es su primera victoria. Y se hace por el camino por el que el mismo Sócrates ha criticado anteriormente a Hipotales: la adulación. Y es verdad que a quien se adula, si no tiene consistencia, se hincha y se pierde aún más. Así que esta primera palabra de Sócrates hacia Menéxeno y su maestro sofista son ya un primer debilitamiento, un primer golpe que va a recibir creyendo lo que no es y confundiendo, facilitando de igual modo que se sitúe en la conversación con tranquilidad y así sea visto lo que sabe realmente. Menéxeno se sienta abrigado por Sócrates. Realmente se dice que parece que el joven "tiene ideas", que "entiende", que "posee imágenes" de lo que se está tratando, que "ha visto" lo que ellos están buscando. O algo así. Pero queda por encima. 

Aquí, como en tantos otros diálogos, se va en busca de quien sabe. Recordemos el motivo por el que Sócrates sale al ágora y a la ciudad. Si alguien dice que tiene idea de algo, si cree que tiene idea de algo, hay que preguntarle. 

Qué impaciente se muestra Ctesipo. 

Y así empieza la conversación con Menéxeno, ante la atenta mirada de su maestro. ¿La tomará en serio o hará de ella un ejercicio más de su dialéctica? ¿Bajará y descenderá a su propia verdad, se humillará?



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