viernes, 27 de enero de 2023

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 26. (Platón, 25b - 25c)

Meleto atribuye, queriendo escapar de la pregunta, a todos los ciudadanos de Atenas, menos a Sócrates, la cualidad de hacer mejores a los jóvenes. No solo la cualidad, sino esa actividad. Según él, todos hacen mejores a los jóvenes. Partiendo de las leyes, pasando por los jueces, la asamblea, etc. 

Algo de lo dicho no se puede negar: todos afectan a los jóvenes, la ciudad los envuelve desde pequeños configurando su mundo; la ciudad son los ciudadanos realmente, que se mueven, o deberían moverse, por las leyes. En esto tiene razón. Pero deja a Sócrates al margen. 

Sin embargo, Sócrates sigue preguntando. Usando ejemplos más concretos, fuera del ámbito de las relaciones interpersonales, ya familiares para los lectores de los diálogos, establece semejanzas, comparaciones. Convendría detenerse en estas analogías en algún momento, si es que se pueden llamar así. Desvelan la estructura interna de la tesis que está siendo cuestionada y hace emerger sus factores decisivos, los que configuran la afirmación central. 

¡Qué mala suerte me atribuyes! Respóndeme: ¿te parece que pasa lo mismo a propósito de los caballos: que todos los hombres los hacen mejores y uno solo es el que los echa a perder? ¿No sucede todo lo contrario: que uno solo es el capaz de hacerlos mejores, o lo son unos pocos, los entendidos en caballos, mientras que la mayoría, si pasan su tiempo con los caballos y hacen uso de ellos, los echan a perder? ¿No sucede esto, Meleto, tanto con los caballos como con todos los animales? Claro que sí, digáis lo que digáis tú y Ánito. A propósito de los jóvenes, ¡qué gran felicidad sería que uno solo los corrompiera y todos los demás los beneficiaran! Con esto, Meleto, has dado muestra bastante de que jamás has pensado en los jóvenes. Has manifestado con tu calidad tu despreocupación. No te han importado nada en absoluto los asuntos por los que me has traído aquí. 

Y Meleto queda refutado contundentemente. Como no se podrá leer prácticamente en ningún sitio. Hay hasta un cierto desprecio. Y no tanto por la suerte de Sócrates, sino por la mentira con la que se presenta ante la asamblea. Dice ser el que más se preocupa por los jóvenes y ni siquiera ha pensado un mínimo en ello con sinceridad. Es duro, pero real. Se puede hablar de temas gravísimos, como el bien y el mal de los jóvenes, con la ligereza más absoluta y, sin embargo, convencer a la ciudadanía de que no es así y que todo es realmente maravilloso. 

Sea como fuere, se descuelga de las respuestas de Meleto algo que ya de primeras contradice su afirmación. El mismo Meleto muestra, al separar a Sócrates, que el hecho de ser ateniense, haber nacido en Atenas y haberla defendido no hace buenos a todos sus ciudadanos. Sócrates es ateniense como el que más y no desea huir de la ciudad de ningún modo. La fuerza de la ciudad, que se podría estudiar en el argumento de Meleto, puede ser poderosa, pero no total. Queda al margen. Si queda al margen, es posible salir de allí. O no recibir la enseñanza. Como mínimo. Luego no es automático, por mucho que se empeñen los más optimistas o los más pesimistas de la libertad humana enfrentada a sus condiciones de vida normales y cotidianas. 

Ojalá, es verdad, fuera cuestión de un solo agente que perjudica a los jóvenes. Cualquiera sabe, en dos segundos, que no es así. Hace falta ser ingenuo o perverso para hablar de ese modo. Pero del ejemplo sacamos algo mayor, más preocupante. La mayor parte de relaciones nos pueden empeorar, porque es como ponernos en manos de personas que no buscarán nuestro bien, ni sabrán cómo hacerlo en el caso de que realmente lo quieran. Sócrates manifiesta una idea de ciudad que reduce la gloria de Atenas al brillo de ciertos edificios y poco más. Y esto convendría pensarlo bien una vez más. Sin dejarse llevar por un supuesto demasiado excelso, sin vigilar con atención lo que realmente ocurre, ante nuestros ojos, ante nuestra mirada palpitante. 

Intervienen en el texto varias palabras que analizar a lo largo de todo el diálogo. Felicidad, excelencia, capacidad y entendimiento... Muy interesantes. Condensan gran parte de lo que Sócrates sabe con firmeza, como igual sabe con la misma seriedad que esto que decimos de las cosas no tiene un paralelo equiparable cuando hablamos de personas, de seres humanos. No hay un poder sobre el ser humano, como ser humano, que permita hablar de esta manera. Luego la educación, para alguien que realmente se preocupe por otro, está situado en otro lugar y de otro modo. No como quien doma, sino como quien acompaña con su palabra viva, siempre en diálogo, la libertad creciente del joven, siempre más allá de las leyes de la ciudad aunque partiendo de ellas. 



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