martes, 23 de marzo de 2021

Leyendo "República" de Platón (11)

Comienzo en 335e hasta 336e.

Polemarco termina a lo grande, es decir, empequeñecido. Después de varias intervenciones culmina todo con una revisión profunda de su tesis inicial. Ya no defenderá que es justo andar por ahí beneficiando amigos y perjudicando enemigos; lo cual deberá acompañarlo con obras, no con meras palabras. Ahora, aliado con Sócrates, asume que "en ningún caso perjudicar a alguien es justo". Queda por saber, pero no continúa, la relación de la justicia con la deuda, de lo justo con lo que se debe, y qué es aquello que se debe. 

Han quedado aliados en un combate mayor y que les supera, con vivos o con muertos, hablantes o escritores. Da igual quién habló del modo como Polemarco entendió a Simónides o si fue alguien rico que se creyó con un gran poder. Parece que solo es posible hablar de beneficiar o perjudicar si alguien se cree mucho más de lo que realmente es, con una capacidad infinitamente más grande. Pero no dice nada más. 

Y cuando quieren continuar, ya en acuerdo, ya aliados y alineados, toma la palabra Trasímaco por la fuerza y se impone. Lo ha intentado varias veces, pero por fin se acabó su silencio aprovechando que otros callan. La ocasión se presenta y la agarra garrapatamente, se pega a ella y absorbe la atención desgastando el discurso ajeno y barriendo lo ajeno y poniéndose en primer plano. 

A parte de los insultos, que ya son significativos, su mal gusto se opone a la ironía y dulzura de Sócrates. Enfrenta, asola y aísla desde la imposición de su pregunta y respuesta, incomodando a quienes están apabullando. Veremos qué plantea a partir de ahora, si es capaz de ser más fuerte que la verdad, si puede imponer "su bien" (si es que esto existe) y saldrá de todo eso algo bello (por decirlo a las tres). 

La longitud de su intervención en el diálogo ya da muestra. Pidiendo brevedad por otro lado. Pero algo de esperanza hay por las palabras que usa, aunque no sea lo que son. 

Me quedo preguntándome lo que pregunta, porque tengo la sensación de que lo suyo es verdaderamente tontería: ¿Es más fácil preguntar que responder? Una experiencia, antes de empezar a escuchar a Sócrates y Trasímaco. Mientras sigo aprendiendo, preguntarme es fundamental. Hubo un profesor -qué suerte tengo, que solo lo digo de uno- que mató en mi todas las preguntas durante una asignatura. Explicaba tan mal que no quedaba nada detrás de su hora de clase. Otros, a la par, antes y después, provocaban en mí lo contrario. ¡Qué sensación aquella de salir de clase con ganas de buscar tres o cuatro libros, conocer a doscientas personas, sentarme a dialogar entre amigos, experimentar la urgencia de hacer algo por el otro, de vivir en amplitud! 



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