jueves, 25 de marzo de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (13)

Comienzo en 338a hasta 338c.

Lo que ocurrió ayer es memorable. Trasímaco a golpes y mostrando su extraordinaria sabiduría, hasta el punto de que deberían pagarle por hablar, y Sócrates a la inversa radical, como contrario absoluto, dialéctica en acto: en saber que no sabe, en saber de su debilidad y del poder del otro, y poniendo a Glaucón por delante como alumno dispuesto a aprender de algo de Trasímaco y no a él mismo. 

La actividad de Sócrates es más considerar, el mismo pensar, que propiamente realizar sumas y restas de conceptos bien. Después de mucha vida y de conocer a mucha gente, ha descubierto que hay personas que realmente son expertos y sabios en lo que hacen, cuando hacen algunas cosas. Pero que, al dar el salto sobre la persona y la humanidad, se camina en incertidumbre y con mucha más precariedad. Lo que afecta a la persona es descomunalmente más complejo y tan complicado que se revuelve contra quien pretenda determinarlo absolutamente y situarse por encima dominante. 

El tema es Sócrates. Ya hemos olvidado todo lo demás. Quizá este sea el arte de Trasímaco y no lo ha dicho, su método para alcanzar su propósito y ganar dinero a raudales entre los ricos de esta o aquella ciudad. Saber manejarse entre ellos, deslumbrar con sus ataques, ridiculizar a los demás. Por supuesto, mentir cuanto sea posible rebajando. Así que, con estas andamos. Leerlo, si fuera una cuestión reservada a los libros, no deja de ser gracioso sabiendo algo del final. Lo que ocurre es que hay mucho más que escena, escenario, tragedias y máscaras. Aquí se refleja más vida que en los dos diálogos pacíficos anteriores, con sus asaltos y argumentos, con el miedo a salir de uno mismo y la inquietante tensión por peregrinar de un lado a otro determinando y limitando esto o aquello. 

Trasímaco dice qué es la sabiduría socrática, riéndose de ella: no estar dispuesto a enseñar, sino a aprender de los demás yendo de un lado a otro, sin siquiera darles las gracias. 

κἄπειτα , αὕτη δή , ἔφη , eta Σωκράτους σοφία : αὐτὸν μὲν μὴ ἐθέλειν διδάσκειν , παρὰ δὲ τῶν ἄλλων περιιόντα μανθάνειν kai τούτων μηδὲ χάριν ἀποδιδόνα.

Me asaltan palabras aprendidas de otros, que no quiero usar aquí. De lo más interesantes y clarificadoras. Pero es bueno escuchar el texto y solo el texto. No dicho por él mismo, ni por un amigo, sino por un detractor, enemigo enfrentado. 

¡Qué grande es el Sócrates que no acepta llamarse maestro, ni que se lo llamen otros! ¡Qué grande el Sócrates que se mantiene más en la amistad que en el pedestal, que actúa aquí o allá, que habla calmada y pacientemente! ¡Qué grande es el Sócrates que aquí no calla, ni se queda quieto y responde!

¿Qué responde Sócrates a su acusador? Que lo que dice es cierto, en parte, y equivocado, en parte también. No se confunde respecto de aprender de los demás. Y miente descaradamente en su falta de agradecimiento. Algo del todo gracioso. Su agradecimiento se llama "elogio", "bendición". Actuando siempre con rigor, con celo, con exigencia, con encendida pasión. Y así es su camino, no otro. El de no enseñar y siempre aprender. Cuantas veces se repita, será del todo insuficiente. ¿Por qué esto es así? ¿Por qué mantenerse en la disposición permanente de aprender? ¿Por qué no ceder al privilegio de enseñar, ser maestro, ya que la consideración "del sistema" lo trataba de este modo? ¿Por qué situarse al margen, no aceptar la opinión, ni la admiración de la mayoría? ¿Por qué no dar el paso por él mismo de su propia consagración? ¿De verdad, en serio, se puede vivir así o es la mayor de las ironías posibles? ¿Sócrates qué pensaría o preguntaría a quien habla así? Eso, ¿qué pregunta se haría Sócrates a sí mismo, en ausencia de los demás? O se trata precisamente de esa imposibilidad, la de no poder servirse de preguntas, si no es en compañía de los otros. ¿Tanta debilidad vive respecto a sí mismo, tanta precariedad? 

Pues Trasímaco se presenta ahora ya como glorioso, dispuesto a quedar por encima de todos los demás y ganar para sí la conversación y el aplauso. Ahora Trasímaco convoca a sus espíritus, para dejar deseosos a los demás de lo que él dice tener y de lo que ellos carecen: 

"Afirmo que lo justo no es otra cosa que lo que conviene al más fuerte. Y ahora ¿por qué no me elogias? Pero no, no estás dispuesto a ello."

ἄκουε δή,  δ᾽ ὅς. φημὶ γὰρ ἐγὼ εἶναι τὸ δίκαιον οὐκ ἄλλο τι ἢ τὸ τοῦ κρείττονος συμφέρον. ἀλλὰ τί οὐκ ἐπαινεῖς; ἀλλ᾽ οὐκ ἐθελήσεις. 

Lo que dice Trasímaco, por desgracia, es lo que viven muchas personas y en lo que realmente creen, sin saberlo. Hablan de la justicia de un modo, pero viven de otro. Y es lo agradezco a Trasímaco, su claridad y rotundidad, la brevedad de su exposición y la contundencia con la que lo dice. Porque ahora se podrá revisar. Es Trasímaco como la ley (no escrita, por escribir quizá) que modere y que pondere. Lo tiene claro, este joven carece de filtro. O no. A lo mejor lo que pretende es todo lo contrario, que los asistentes al diálogo abandonen su camino y durezas y se vuelvan de su parte, para así concederle aquello a lo que aspira y -ahora ya están puestas las cartas a la vista- compra más que el dinero y da mucho más poder: atrapar el alma ajena y su razón, tener autoridad sobre la vida de los demás y valerse de ellos para sí. 

Larga historia esta que se cuenta tan brevemente. Que no pertenece al tiempo de Sócrates, como tampoco al nuestro. Está más allá de esta aventura, de toda época, de la razón y lo humano. ¡Ojo, porque vamos a por todas! ¡Ojo, porque nada será igual después de esta conversación! 




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