lunes, 29 de marzo de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (17)

Comienzo en 339c hasta 340d

Estábamos con los gobernantes y las leyes que implantan. La cuestión parece ser que algunas leyes las implantan correctamente y otras incorrectamente, porque no son infalibles. ¿Cómo se entiende esto? Según Trasímaco, lo correcto es lo que beneficia a los gobernantes. Dicho lo cual, algunos de los gobernantes actuales deben tener esta frase grabada a la entrada de sus casas y enmarcada en sus despachos oficiales. 

Sócrates hace ver que las leyes son (casi) más para los gobernados que para los gobernantes. Que deben obedecerlas. Y, según parece, eso sería lo justo. Pero por otro lado de la misma cuestión. De tal modo, que ya no solo afecta la justicia a quien "hace" las leyes, según su acomodo o no, sino a quienes las "viven", sean gobernantes o gobernados. Dicho lo cual se muestra como evidente que las leyes son justas para los más fuertes y los débiles, entendiendo por tales los gobernantes y los gobernados. 

Si este es el momento de la historia en que gobernante se emparenta con el más fuerte y gobernado obediente como el más débil, qué flaco favor ha hecho a la historia Trasímaco y de cuánto es responsable con su opinión. Esta perversa vinculación a la fuerza y el poder es peligrosísima, como de hecho puede comprobar cualquiera. 

En dos cosas están de acuerdo, por ahora y al menos. Primero, que los gobernantes no siempre hacen lo mejor para ellos mismos. Segundo, que es justo que los gobernados hagan lo que los gobernantes les ordenan. Y así, a simple vista, la primera es clara. No lo es tanto la segunda. Como conclusión, por tanto, se puede extraer lo siguiente: Trasímaco se contradice. 

En este mismo instante, tanto Polemarco como Clitofonte intervienen asombrados: ¡Clarísimo! O sea, por allí había gente "tomando nota" y siguiendo el desarrollo. Quizá aprendiendo, quizá como en un juego. En las palabras que venimos usando, sería algo así como que hay participantes que gobiernan la conversación y gobernados que la escuchan y atienden. Tal y como se ha mostrado, unos activos respecto a la búsqueda del Logos y otros siguiendo sus pasos. Tal y como sucede en tantos otros ámbitos. Hablan de lo que escuchan, como quien comenta las noticias del día, pero no piensan el tema sino que discuten sobre lo dicho o no dicho. Como hermeneutas de conversaciones ajenas, incapacitados por sí mismos para ir a la fuente original, a las cosas mismas, al Decir. 

Clitofonte aclara: "Lo que Trasímaco consideró justo, Polemarco, fue lo que los gobernantes mandan hacer." Se lo aclara a Polemarco, delante del mismo Trasímaco y del mismo Sócrates. Da igual. Y Clitofonte responde a Polemarco y concluye: "Una vez acordadas tales cosas (las que Trasímaco asiente en el diálogo), en nada sería más justo lo que conviene al más fuerte que lo que no le conviene." Y yo pienso ahora, como cuando escucho a algunos jóvenes que reconstruyen conversaciones ajenas, que se mezcla todo y da igual lo que se mezcle, sea de aquí o de allá. ¿Qué estamos haciendo hablando y discutiendo de lo justo relacionado con lo fuerte y lo débil? ¡Que no es eso! ¡Qué desesperación! Nada tiene que ver. Y sobre lo fuerte y lo débil, tendríamos que ver si de alguien se puede decir, sin más y sin cambiar, que es fuerte o débil. Porque todos los que nacen, lo hacen extraordinariamente débiles y crecen durante muchos años así. Y eso que llamamos fuerza, que aquí no es fuerza física sino otra cosa, ¿por qué no mantenerla alejada de la humanidad para que siga siendo tal? 

Clitofonte ahora se defiende a sí mismo cuando defiende su comprensión de Trasímaco. Y esto es ya locura pura y dura. No ha pensado, pero está defendiendo que lo que él piensa de Trasímaco, y no de la realidad, es ajustado a lo dicho. ¡Qué tontería! ¡Nada pierde en contradecirse a sí mismo! Para defender a Trasímaco introduce "lo que los gobernantes piensan que les conviene", no sin razón. Y es ahí, donde se revela lo crucial de tantos y tantos asuntos. Que en obramos según lo que pensamos, que la idea (real como la vida misma) precede a la acción y de ella deriva porque la posee.

Sócrates, que ha escuchado el interludio de Polemarco y Clitofonte, quienes han comenzado evidenciando lo claro que ha sido todo y han terminado en dos intervenciones separados,  retoma por donde Clitofonte ha enunciado. Y, más gracioso aún por inesperado, Trasímaco dice que Clitofonte se confunde y no le presta ningún tipo de auxilio. Está visto que Trasímaco es para sí mismo y revela ese orgullo de quien no se deja ayudar ni por amigos, ni por familia, ni por enemigos. ¡Yo y solo yo!, pronuncia Trasímaco: "¿Crees que llamaría más fuerte al que se equivoca, cuando se equivoca?" ¡Locura! 

Yo sigo pensando eso, que lo de "más fuerte" o "fuerte" a secas debería ser excluido de la humanidad, que no nos corresponde en los términos de Trasímaco. Aquí todo el mundo se equivoca varias veces cada día. Si hay alguna fuerza en nosotros no puede ser esta, ni de lejos. De la debilidad, sin embargo, no tengo duda alguna. Sí nos define. 

Sócrates ahora le dice que está de acuerdo con Clitofonte, porque ha entendido lo que él cuando se hablaba de que los gobernantes no eran infalibles. Sócrates sí comprende la humanidad. No va a dejar a Clitofonte humillado. 

Contra él, Trasímaco le llama "tramposo en tus argumentos". ¡Qué valor! 




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