domingo, 28 de marzo de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (16)

Comienzo en 338d hasta 339c

Para Trasímaco, una misma frase sirve para dar sentido al poder, la ciudad y el estado: "¿Y no es el gobierno el que tiene la fuerza en cada Estado?" Dicho con otras palabras: poder, "el grupo" y "lo principio". 

οὐκοῦν τοῦτο κρατεῖ ἐν ἑκάστῃ πόλειτὸ ἄρχον;

Aunque lo formula como pregunta, no tiene duda de su razonamiento y sobre cómo se escalona la vinculación entre ellos. Es como si quisiera proponer que hay un poder que surge del trato entre personas que hay que dar forma o controlar, que hay que gobernar. Y el gobierno puede darse de múltiples maneras. Él recuerda tres, comúnmente conocidas; aunque en su segunda intervención quedan en dos: o todos, con la democracia; o uno, con la tiranía. 

Las leyes -νόμος, pero en plural- provienen del gobierno según su conveniencia, según lo conveniente para él. El verbo συμφέρω es muy interesante para investigar. Es muy flexible y amplio, pero crucial. Algo así como "comportar", que trae consigo, que contrae, confiere. El resto del discursito de Trasímaco está cargado de afirmaciones cuestionables. El gobierno decide las leyes, las leyes se implantan por el gobierno para todos y demuestran que lo que ha decidido el gobierno como bueno para el gobierno es bueno igualmente para los ciudadanos. Entendamos gobierno como ese poder que gobierna, como la fuerza ejercida en unos casos de un modo u otro para control del poder y de las relaciones. Y concluye que "lo justo es lo mismo en todos lados -vamos, que da igual cómo se organicen las relaciones-, lo que conviene al más fuerte (κρείσσων)."

Sócrates, que no se despista, sigue anclado a la búsqueda de "lo justo", la justicia en sí misma. Y está dispuesto a examinarlo, esa tarea que lleva haciendo sin descanso desde que ha pisado la casa a la que ha sido invitado. Tres cuestiones, que podríamos relacionar con las tres primeras: lo justo, lo conveniente, los más fuertes. ¿Hacemos algún tipo de paralelo o vinculación estrecha? Irónicamente le recuerda que él también ha dicho eso y que se lo prohibió en su momento: lo justo es lo conveniente. 

De este modo, Sócrates ha comenzado la disección de los discursos simples. ¿En qué concordamos y en qué discordamos? ¿En qué nos homologamos y en qué no? Punto de acuerdo: lo justo es lo conveniente. Punto de no acuerdo: lo relativo a los más fuertes. ¿Por dónde continuará el filósofo ahora? ¡Pues lo negativo! No se trata de un apéndice más, sin importancia. Lo transforma todo, absolutamente todo, hasta vaciar de contenido y llenarlo de otro modo. En el acento final, puede significar lo contrario y explosionar en su conjunto. Veamos. 

Trasímaco concede a Sócrates la libertad que este ya tiene: "Examínalo." Y allá vamos. Como un imperativo que suena condescendiente, sin dejar de ser un mandato. ¿Cómo se cumple justamente con esa orden? Haciendo preguntas. La primera, sobre la obediencia precisamente: "¿No afirmas que es justo obedecer a los gobernantes ("arjón", claro)?" 

Pensemos esta pregunta un momento. Mientras Trasímaco emparenta la justicia con el poder, ahora Sócrates va por la vía inversa, la de los ciudadanos y la de la obediencia (¿a qué es justo obedecer?). Intensa salida para el examen. Porque sabemos que vendrán más preguntas después. Pero esta lo trastoca todo, allí donde Trasímaco no ha pensado. Porque uno habló de leyes, más que de gobernantes a los que obedecer. No cabe duda de la intención dialéctica. Aquí solo hay una pregunta. A la que Trasímaco asiente. 

Dicho lo anterior, la evidente, la que todos pensamos en el fondo, aunque cueste resolver el dilema en el que nos metemos cuando entramos aquí a considerar el fondo de la cuestión. "¿Son infalibles los que gobiernan en cada Estado, o pueden equivocarse?" Otro nuevo giro, en el que intervienen ahora dos matices importantes: infalibilidad contra educación, y gobierno en el Estado contra gobierno de los ciudadanos. Sobre lo falibles que son como gobernantes, no hay duda razonable. Se equivoca innumerables veces respecto de... ¿De qué? ¿De sí mismos, porque no hacen lo que les conviene? ¿Del bien, porque no se ajustan al bien perfecto? ¿De los ciudadanos, porque no hacen lo que conviene a la personas relacionadas en el Estado? ¿Equivocarse un gobernante? En serio, ¿respecto de qué puede haber error en el gobernar, si se toma como "arjé" de todo lo demás? Si el que gobierna es "arjé", y se apodera de ella, ¿qué error puede comenter siendo él la referencia?

Por otro lado, lo dicho en la cuestión. ¿Qué gobierna un gobernante, qué ordena realmente o qué debe ordenar? ¿Cómo entendemos al gobernante y, otra vez porque me faltan las palabras, respecto de qué? ¿Cuál es su "materia" (perdón), la materia a la que debe dar "forma" (perdón) con orden, con poder, con acción, con palabra, con decisión? ¿Cuál? Aquí no se dice nada. Pero resulta inevitable preguntarlo. ¿O, sin más, damos por supuesto que debe existir un gobernante para...? 

No es, ni mucho menos, que yo me considere anarquista, en ningún sentido de esta palabra. Lo que sí cuestionaría es la relación de la persona y la comunidad con la "arjé" y si esta es apropiable, o más bien se trata de una relación de servicio respecto de ella. Es más, algo "casi natural" empuja a considerar la existencia de un "poder" que controlar en las relaciones humanas, que asumimos como replicantes de un mundo construido más allá de aquí que nos viene dado. ¿Por qué no cuestionarlo o verlo de otro modo, considerarlo más allá de "lo dicho" y repetido? ¿Y si nos ponemos a vivir y nos dejamos en paz del mundo? ¡Qué vida más expuesta y cuánto mundo del que protegerse! 

Las leyes -¿lo de los gobernantes?- actúan como sombra de una cierta luz que se supone que se ha prendido en alguien. O sea, como sombra de sombra, como tercera generación, por así decir. Es la distancia máxima que hay, como en cuatro grandes escalones como mínimo, entre la verdad, el bien, el auténtico orden, y su implantación, y la obediencia a la implantación. Está claro que el gobernante, por muchas luces que tenga, solo puede actuar como buscador respecto de algo mayor que quiere apropiárselo, como un servidor que emprende una tarea de preparar algo para el banquete en el que la comunidad está reunida. Su acción no es cosa pequeña. ¿Quién está preparado para ir tan lejos, en forma de explorador de lo máximo, y traer cargando consigo, ahora ya como "ley" que "dice" lo grande del "Discurso" último sobre la realidad concreta? ¿Quién? ¿Por sí mismo o por encargo de todos, incluso de los que no pueden o no quieren? ¿No tiene aquí este gobernante forma de profeta religioso o sabio de lo diferente de sí mismo? 

Si el gobernante fuera la ley tendríamos un problema tremendo. No buscaría nada, no haría ningún viaje, no conocería. Solo se dedicaría a implantar. 

Vamos. Los gobernantes de Trasímaco son los que implantan leyes correctamente, que son los que implantan las leyes que les convienen a ellos mismos. Luego lo correcto y lo justo será adecuarse y homologarse con... ¿el bien, las leyes o los gobernantes? Según Trasímaco, con casi lo mismo. Es más, los gobernantes de Trasímaco quieren sustituir -le falta poco para decirlo, creo- todo bien por sí mismos. Lo que hoy llamamos "relato", que es la sustitución de la "verdad", son los gobernantes que se hacen a sí mismo "principio" de todo lo demás y se presentan ante los ciudadanos con leyes para que les obedezcan a ellos y, de este modo, someterlos, esclavizarlos, confundirlos. ¡Que nadie busque la verdad que aquí no hay nada más que Trasímaco! 




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