sábado, 24 de abril de 2021

Proindicaciones (1)

Estamos hechos para el diálogo, para vivir a través de la razón, para expresarnos sin agitación con palabras y el saber nos sitúe y modere. Estamos hechos para recibir. Surgimos así, nacemos así. Esa marca, más que herida, revela quiénes somos. Quedamos inmersos en esta intriga enigmática, plagada de abismos, sin contornos definidos, colmada incesantemente de sorpresas que no siempre se abrazan y el testimonio ingente de los que nos precedieron en la humanidad, a los que hemos quedado vinculados con similar destino. 

Tan acertadamente el diálogo nos define que, en bajito siempre y sin cuchicheos baratos, nos soportamos en esta tensión permanente de preguntas y respuestas y más preguntas incluso con nosotros mismos. Y así continuamos, en una acción concreta tras otras y ante otras formando una cadena de historia incapaz de servirse en extremo de una inercia que le haga olvidar quién es o no le permita el instante último para cuestionarse sin miradas juiciosas. 

Anteriormente a la primera gran pregunta hay una forma sin compromiso alguno incapaz de ser esculpida de nuevo. Toda la existencia comienza así a doblarse de tal modo que escuchar una voz, levantar el rostro sobrecogido y sufrir el exigente impacto del encuentro es la mejor manera de describir el despertar. No hace de reflexión alguna, ni pensamiento. Remite de nuevo a la vida. Una sola voz o palabra vale para llenar la oquedad que se iba creando y alentar esperanzado. Estamos hechos para el diálogo. 

Practicar el diálogo es retomar la humanidad que no se examina, ni se deja ver. Igual que la libertad, que no tiene más órgano que la persona entera. Igual que el espíritu, que jamás se posa definitivamente y siempre acompaña. Queda claro que el supuesto, el prejuicio era todo lo anterior a las buenas palabras, a las razones por esclarecer y examinar. Acertar tiene más que ver con expresarse y liberarse de uno mismo que con atender o poner cuidado. El método no es la meta, el medio no es la finalidad. 

La salida no nos hace débiles, solo muestra lo que ya sabemos. Alguien tiene que empezar. Por eso la prudencia junto con la valentía son las dos grandes virtudes del primer paso que nunca percibe que es segundo respecto de nada y todo lo inaugura, al modo como se hacen nuevas todas las cosas y el tiempo no es cosa alguna que hayamos creado, sino que nos vemos inmersos en él, mucho más que en cualquier espacio que pueda rodearnos e identifiquemos. Y, en el tiempo, la vida es de otra dimensión, permanece aferrada en algo bien diferente e inconfundible, incapaz de cambiar de plano. 

La primera señal es esta. Nos encontramos entre personas, más que arrojados al mundo, que será secundario continuamente y decadente. La proindicación es la señal que avisa, no como freno, ni como límite, sino como guía. Y son muchas las proindicaciones que aparecen con el diálogo. 



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