martes, 20 de abril de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (38)

Comienzo en 352a hasta 352d.



Curioso contraste. Sócrates habla de la amistad con los dioses, que posibilita la justicia, y Trasímaco se niega a responder maduramente por no volverse odioso (quizá ya lo ha conseguido) ante los amigos de Sócrates, a los que ni siquiera incluye como suyos, sino que los aleja, aparta sutilmente prefiriendo quedar solo. Así es él. A su lado Sócrates no disminuye su presencia. 

Que la respuesta de Trasímaco no oculte lo anterior. Porque la vida justa, tal como se está examinando, con la finura con la que se está mostrando, es apertura y relación más allá de uno mismo en concordia y reconocimiento. Lo cual es asombroso y está muy lejos de lo que se considera hoy bajo este concepto, como un ajuste de la persona meramente al margen que dan las leyes, sin que se hable tan a las claras de su "más allá humano". Los dioses quedan como amigos, tan cierto como que el injusto no quiere tener nada que ver con ellos. Pero lo mismo cabría decir de la realidad entera, si llegara el momento. La justicia es concordia que se extiende más allá de sí, pase lo que pase, reciba lo que reciba. 

Sócrates toma la palabra para hacer una gran intervención, aunque hace poco dijo que se limitaría a preguntar, sin más. Es probable que la posición de Trasímaco de lugar a esto. Y vuelve otra vez a empezar. Primero, que los justos se muestran sabios, mejores y más capaces de actuar; los injustos no pueden hacer nada juntos. Y anota algo, que ya ha dicho en relación al justo, que no hay probablemente una "pureza en la justicia", como está claro que no la hay en los injustos. Si fueran injustos, y solo eso, no harían nada. Luego, si hace algo, es porque no lo son absolutamente, no encarnan el mal absoluto, sino que cuando obran lo hacen desde otro flanco desde el que hay que revisar esa acción. 

Con una esperanza en el discurso que puede parecer incluso obscena llevada a esta o aquella realidad, se pone encima de la mesa algo fundamental: 

"Evidentemente anidaba en ellos algo de justicia."

ἀλλὰ δῆλον ὅτι ἐνῆν τις αὐτοῖς δικαιοσύνη,

¡Evidentemente! ¡Claro que sí! ¡Claro como la clara luna! ¡Cómo no se me había ocurrido antes! ¡Al injusto lo conocemos porque quiere obrar con justicia! ¡Qué lástima de intención, tan dolorosa!

Dan ganas de decir: "¡Que se quede con su injusticia y no aparezca nunca más! ¡Por favor!" Pero se conoce que lo de Sócrates va por otro camino, bien diferente. Porque todo lo que aparezca de Trasímaco lo hará, en su lógica, desde esa cierta justicia que es la única que permite obrar. Y así, si lo repite muchas veces y sigue dialogando durante mucho rato, algo se resitúe. 

Si lo pensamos bien, la justicia posee a las personas, según esto, de tal modo que jamás los abandona para siempre, ni en el peor de los casos, con tal de que hagan algo. Por así. La acción les sacará de la injusticia abismal, que los cerraría hacia sí de tal modo que solo cabría pensar en el egoísmo más aterrador. Pero, como un rayo de conciencia, toda acción necesita de la justicia, hasta la injusta. Y, si se hace, se hace pretendiendo la justicia más que la injusticia. Y Sócrates, cual columna, dice lo indecible, pronuncia lo insospechado e inesperado, la lógica se muestra tan radical como ilógica e incomprensible, misteriosa en estos derroteros. 

No ha terminado, la injusticia perjudica, como se puede ver. Pero no de tal modo que aniquile. Solo corrompe, cercena, empeora. Y, por si fuera poco, se queda tan cómodo y libre al decir que comprender mejor al discurso que está siendo pronunciado por él que al mismo Trasímaco. Cuando, a decir verdad, todos entenderán mucho mejor al joven sofista que al alumno preguntón ahora que está queriendo decir algo. A Sócrates la debilidad de la injusticia le parece evidentemente probada como incapacitante en grado elevadísimo, como egoísmo brutal, como cerrazón oscura y negra de la que no se puede salir; salvo que haya un rayo de justicia permanente e imborrable en lo profundo del alma humana; ese rayo, en el caso más oscuro posible, siempre dejará paso a una posible rehabilitación, a una nueva compostura. 

ταῦτα  μὲν οὖν ὅτι οὕτως ἔχει μανθάνωἀλλ᾽ οὐχ ὡς σὺ τὸ πρῶτον ἐτίθεσο:

Pura ironía, ironía y nada más. Queda en poco Trasímaco como parlanchín sin sentido al mismo tiempo que se hace comprensible el discurso que está lleno e incomprensible lo que está vacío. Lo hueco, expuesto, no se puede contener, recibir, ni hay palabra en esa voz que resuena. Sin embargo, el Discurso se escucha en la razón y en ella se convierte, como eco, en palabra. 

Tal es así, que Sócrates ni se detiene y avanza. Con largo recorrido, dilata la justicia para examinar su relación con temas cruciales: ¿Vida mejor? ¿Felicidad? Y, aunque ha quedado claro según él, vamos a volver a darle un repaso. Por si quedaran flecos, que siempre quedan, y todo se resolviera en la incapacidad de dar por cerrado algo de tanta seriedad y magnitud. 

Vamos con la pregunta: 

εἰ δὲ καὶ ἄμεινον ζῶσιν οἱ δίκαιοι τῶν ἀδίκων καὶ εὐδαιμονέστεροί εἰσιν,

Y es fundamental, porque dependiendo de lo que se considere, así se ve afectado el modo de vivir. La prioridad de la razón sobre la acción, que no está tan clara ni mucho menos, queda explícitamente tratada. Si todo fuera de otro modo, si lo pensásemos de otra manera, no viviríamos como vivimos. A las claras, para que no haya duda. No se trata de un "intelectualismo moral", como se vende comúnmente, sino de una "ética metafísica y viceversa", porque las ideas no son pensamientos, sino realidades con la vigencia en la persona que ni ella misma puede negarles presencia, entrada, ejercicio y cumplimiento de lo que son. Esto, que alguna pretendida filosofía quiere negar, es, en realidad, el inicio mismo de la propia filosofía. Darle un golpe y hacerlo desaparecer es algo así como querer seguir en pie con pies segados (ni siquiera de barro). Por eso la filosofía socrática -y toda la razón en su amplitud- trabaja en verdad con respeto sagrado por la realidad en su conjunto y jamás debería haber sucumbido a la tentación de crear nada. 

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