jueves, 22 de abril de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (40)

Comienzo en 353c hasta 353d.



Leer tiene su propio ritmo. Estos textos formaban parte del elenco de enseñanzas de la Academia. Más que memoria, sin más, tenían vida. Continuaban allí donde las dejó el discípulo preguntón del que todos decían aprender sin que él enseñara nada, salvo un par de cosas. La historia comenzó por la sabiduría en Delfos y enigmáticamente, es decir, lo que en la persona hay más allá de sí misma, capaz de trasportarle y darle algo más que mero conocimiento.

Sócrates sufre el "más" en su vida, que lo escala todo. Acepta que hay grados en la realidad, que no toda es igual, que no se puede conocer todo con los mismos instrumentos o herramientas, que se resiste el misterio cuando se fuerza y no se deja esclarecer, ni rozar siquiera por quien no está dispuesto y preparado para ello. El "más" brega entonces por una excelencia que arrastra como obligación y mide como criterio. Las preguntas, de hecho, ya tienen parte de la excelencia que se persigue porque abren las apariencias para investigar lo que es. 

Lo dicho ayer, que los sentidos, conforme a su excelencia, no yerran. Pero la posibilidad de equivocarse, engañar, confundir, ocultar está siempre presente y no puede disiparse ingenuamente. O excelencia, o falencia. O cumplen su función, o se vuelven disfuncionales. Con el peligro de no ser capaces de distinguir lo real de lo aparente. Con el peligro, ahora sí, de esclavizar y condenar, en lugar de servir de encuentro y deliberación. 

Hay bien y mal. Por lo tanto, mejoramiento o empeoramiento. Esto es, hacia la excelencia o hacia el malogro. Y, sea como sea, sin excelencia no cumplirán su función. Sean los ojos, sean los oídos, sean los ciudadanos o los gobernantes. A cada realidad le corresponde su excelencia para ser funcional armónicamente. ¿Es así? Trasímaco se deja llevar. Y Sócrates insiste, ¿aplicaremos a todas las cosas el mismo argumento? O, lo que es lo mismo, toda la realidad se rige por lo igual en sí que es distinto de todo lo demás, capaz de generar multiplicidad conservando en ellas el ser. 

Trasímaco dice que sí. 

Y Sócrates pregunta por el alma. ¿También el alma, Trasímaco? ¿También la vida, el principio de la vida, la vida original en cada persona, en toda la realidad viviente? ¿De qué está hablando Sócrates ahora? Hace un instante trataba de vista y ver, de oído y oír, de podadera y podar. ¿De dónde ha salido el alma?

ἴθι δήμετὰ ταῦτα τόδε σκέψαιψυχῆς ἔστιν τι ἔργον  ἄλλῳ τῶν ὄντων οὐδ᾽ ἂν ἑνὶ πράξαιςοἷον τὸ τοιόνδετὸ ἐπιμελεῖσθαι καὶ ἄρχειν καὶ βουλεύεσθαι καὶ τὰ τοιαῦτα πάνταἔσθ᾽ ὅτῳ ἄλλῳ  ψυχῇ δικαίως ἂν αὐτὰ ἀποδοῖμεν καὶ φαῖμεν ἴδια ἐκείνης εἶναι;

Bien. Después de esto, debemos examinar lo siguiente: hay funciones del alma que ninguna otra cosa distinta de ella podría cumplir. Por ejemplo, el prestar atención, el gobernar, el deliberar y todo lo de esta índole: ¿será correcto que atribuyamos estas funciones a otra cosa que al alma y diremos que son propias de ésta?  

¿El alma tiene algo que hacer en las personas? ¿El alma da a las personas la vida de personas, es la concreción primera, es un modo de decir encarnación de la vida? ¿Se trata de una locura? ¿El alma no es lo que no se ve? ¿Algo que no puede verse puede hacer algo, involucrarse entre lo que se ve de este modo? 

Ya sabemos del problema que trae esta palabra por todo lo que se ha intentado decir de ella a lo largo de la historia, por lo dicho. ¿No es el alma la apertura radical de la persona, su ser y también su historia y su capacidad última? ¿No es el alma para la persona su función primera y última? ¿No está ahí la vida?

Las funciones que cita ahora Sócrates del alma son tres y pueden ser muchas más. La primera: prestar atención. La segunda: gobernar. La tercera: deliberar. Se dirá de muchas maneras estas potencias y capacidades, estas posibilidades y "talentos". 

El poder, que fue el elemento distorsionador, envuelto entre dos enormes columnas. Platón se ha reservado para el final semejante maravilla. Lo primero es más poner cuidado y ser cauteloso que la atención al modo como sufrimos su ausencia en el siglo XXI. Tiene más relación con la prudencia que con mirar fijamente, aunque algo de fijación en cuanto a permanencia sí que tiene. Va de la mano del detalle, del examen fino, de la pregunta certera. El alma, según parece, igual que la podadora poda, capacita para filtrar y ejercer de criba. ¡Cuidado con lo que se deja pasar dentro, con lo que se escucha, porque se sufre y padece! ¡Con los sentidos por delante!

La deliberación, tal y como viene escrita, suena a ese encuentro público en el que conjuntamente se dirimía la marcha de lo común. La forma más antigua de decidir entre todos: juntarse, hablar y escuchar, presentar razones y tomar riendas y rumbos del destino, es decir, liberarse entre todos. De ahí, una vez más, la traducción nos conduzca en esa dirección y camino: de-liberación. ¿Quién y cómo se ejerce la libertad? Pues más en el espacio público que en la reserva personal, más en el encontronazo que es la vida y el despertar del alma que en la meditación solitaria de quien elude el compromiso. 

Del poder, atrincherado, ya no hay que decir más. Su potencia es la fuerza de la decisión custodiada, para que el alma no se embrutezca, para que el alma humana responda a su auténtica función, capacidad, altura, dimensión. La cerrazón del instinto y la respuesta pasional al margen de todo ello, pues obra sin distancia y sin respeto. Aquí, si hay algún poder que salga del alma, estará lógicamente ejercido y deberá ser fiel a la obligación que marca eso que después hemos dicho tantas veces y nombrado como "conciencia". ¿No es, en cuanto al alma, la palabra más certera para hablar del "poder auténticamente humano"? ¿Tiene algo que ver la conciencia con la sensibilidad, la finura y la atención? ¿Está, en sí misma, tan abierta al otro que se expanda en la deliberación? ¿Necesita esa "fuerza", compartida con la naturaleza, de atención y concordia? 

Si volvemos al párrafo, última cuestión que comento: hay una obligación que, de esta parte de la realidad que llamamos mundo, solo le corresponde al alma humana; nadie, sino las personas podrán hacerlo. Sustituir el alma por otros instrumentos menos apropiados para esta responsabilidad, ¿a dónde conduce sino a lo que llamamos desorden, incluso "mal"?¿A qué sigue sonando la expresión: "desalmado"?

No hay comentarios:

Publicar un comentario