lunes, 29 de noviembre de 2021

CRITÓN. Día 44. (Platón, 53a - 54b)

Se va silenciando todo. Parece que, después de mucho dialogar, a Sócrates le toca como nunca escuchar, o mediar entre él, la ciudad y la palabra. Un juicio que busca concordia, acuerdo y una victoria absolutamente diferente a la del odio, la culpa y el orgullo. Todo se ha callado, salvo las leyes. Sean lo que sean, en los momentos finales de la vida de Sócrates son las únicas que hablan. Y lo hacen de modo maternal y paternal, más que de otros modos. Sócrates acata. Filosofía y estado no coincidirán nunca. Filosofía y todo lo demás nunca serán homologadas del todo. O bien es parte de la arrogancia del filósofo que se cree siempre más allá de todo lo que hay, sin paz alguna que sea capaz de sostener por su parte, o bien es la misma condición humana que, expresada desde antiguo, revela una insatisfacción consigo misma y una imposible coherencia definitiva. Esto está así y mucho me temo que llegará generación tras generación a ser lo mismo. El caso Sócrates es, de esta manera, ni un inicio propiamente, ni tampoco un final. Solo una expresión exageradamente sangrante de tal disociación, de la fuerza de sus preguntas, de la existencia incómoda. 

Lo siguiente que viene, en este gran discurso de las leyes, es una especie de chantaje. Se puede leer perfectamente así, dándole la vuelta a lo que Critón exponía al principio. Si entonces la muerte de Sócrates era causa de un mal hacia los suyos y a la ciudad misma, incluso para otras ciudades que podrían servirse de él para continuar sus pasos, ahora aparece visto al revés. Si Sócrates huye, al convertirse en traidor, será una deshonra para su familia y mal visto donde vaya. Un traidor es un traidor, no cualquier cosa. Un traidor se convierte en tal al traicionar a otros, al entregarlos a su enemigo. Es decir, "enemigo del sistema". 

Sea como sea, parece que Sócrates no tiene salida fácil, ni cómoda. Está en tal tesitura que, con su ambigüedad, hará bien o mal, pero no absolutamente. Y deberá ser, por lo mismo, interpretado. De aquí que, aquello que no está directamente en su mano, quede expuesto. En semejante debilidad, será pasto de lo que hoy dicen las leyes de él: será interpretado. ¿Acaso hay otra opción diferente?

Dentro del chantaje se incluye de todo, hasta el destierro de sus amigos. Pero creo que lo más duro es lo que se refiere a Sócrates como un destructor, como un antisistema, como un antialiado. Y le recuerda que, de alguna manera, confirmaría con su acción, en el caso de que se escapara, que "parecería" igualmente que las acusaciones contra él son verdaderas: corruptor de jóvenes y de personas con poco espíritu. Lo cual, de paso, incluye también su falta de respeto a la ciudad y a los dioses de la ciudad, entre otras cosas. 

En ningún otro sitio encontrará Sócrates las condiciones de vida que Atenas le ha facilitado para preocuparse por la virtud y la justicia, e intentar con otros definirlas libremente dialogando en las plazas. Lo cual no era, dicho sea también de paso, el motivo real por el que todo empezó. 

El panorama que dibujan las leyes es apocalíptico. Fuera de Atenas no hay salvación para Sócrates. No encontrará lo que busca, ni podrá seguir siendo él. Si huye, se negará a sí mismo. 


 



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