miércoles, 24 de noviembre de 2021

CRITÓN. Día 39. (Platón, 50c - 51c)

Las consecuencias de todo esto, que Sócrates plantea como imagen-idea, son enormes. Todo queda envuelto en una realidad no tan material y muda como se considera habitualmente, sino que, en tanto que la persona se hace con el mundo, el mundo recibe igualmente de él la capacidad para hablar y escuchar. No es mundo como entendemos en ocasiones, sino que sale de la naturaleza un producto original y en segunda creación que podríamos denominar cultura. Algo que jamás debería haberse separado de la vida, pero ya sabemos qué ocurre con esa independencia falsamente otorgada y toda alienación humana: termina haciéndose dueña y señora de la vida del propio hombre y aplastando su humanidad, sin dejar resquicio alguno a novedad que no quede establecida en lo anteriormente objetivado, en tanto que independiente de la vida. Y así nos va, sumidos en la barbarie. Porque a mayor objetividad pretendida y alienada, mayor barbarie y deshumanización. No haría falta explicar mucho de esto, y sin embargo no termina de ser entendido por todos. 

Sócrates dialoga con las leyes, escucha a las leyes. Lo mismo que antes en sueños, ahora despierto plantea un diálogo posible con ellas y con la ciudad. El singular y el plural se confunden, los géneros igualmente y todo está difuso, salvo en la estructura del diálogo: un maternal o paternal "te pillé"; es decir, un filial he sido descubierto, no he podido ocultarme, no he sido capaz de engañar y mentir suficientemente bien. ¿Está diciendo Sócrates aquí la intención de cada cual no es solo suya? ¿Qué más da mientras no te vean, no te descubran, no te pillen? ¿Qué es eso "a dónde vas" "sin haber ido", de la decisión sin la acción, de la voluntad sin encarnación? ¿Con quién están hablando las leyes y la ciudad como testigos? 

Un tema que recorre, como es sabido, la obra entera de Platón y a la que se da formas muy diversas. Por cierto, que esta conversación privada entre dos amigos, en la que Platón no figura por ningún lado, aunque sea su nombre el que está acogiendo todo lo dicho, es algo así igualmente. Tiene la forma de entrar en la conciencia de Sócrates, sin estar Sócrates del todo presente o estar "dormido" en el sueño de los justos para siempre. Está sin estar. Se muestra como pura intención. Salvo por lo que ocurrió después y que todos comprobaron, la ciudad también puesta entonces en acto como testigo de sí misma, posteriormente acusada por lo tanto. Lo que ocurre en esta imagen de Sócrates es solo un aviso, al que, como todos saben, no da pábulo, ni por lo que se deja tentar en ningún momento. Critón es, con su visita, esta mala intención que queda descartada. 

Sigue Critón y pone a Zeus por testigo, lo cual irónicamente muestra que no ha terminado de comprender lo dicho del todo. 

De nuevo, largo discurso de Sócrates. De nuevo, hablan las leyes dirigiéndose a él, como responsable. Por cierto, que bien parecen un consejo de ancianos que se comporta reprendiendo como una madre. Dicen las leyes algo así como: "¿Hemos quedado en que hay que obedecer o en que no hay que obedecer? ¿Qué hemos acordado?" Y las leyes, de repente, se vuelven socráticas y pasan a examinar a Sócrates como Sócrates examinó a otros o ahora hace con su amigo Critón. 

Lo dicho. Primero de todo: "¿Tienes alguna acusación contra nosotras, las leyes?" Lo cual quiere situar a Sócrates en el marco mismo de un juicio, mejor dicho de la justicia, porque las leyes no saben de otra cosa, igual que las madres no saben de otra cosa que ser madres, o los profesores de ser profesores, o los amigos de ser amigos. Si las leyes son leyes, se entiende de sobra que entienden de justicia, o al menos así debería ser, como las madres, como los amigos, etc. El marco es un nuevo juicio, como si Sócrates no hubiera pasado ya por él o no se hubiera enterado. Pero hay que fijarse bien en lo que pregunta: "contra nosotras y contra la ciudad para intentar destruirnos." Van de la mano. Aprietan fuerte las leyes la mano de la ciudad, a la que traen consigo. No se quieren separar de ellas. Atenas, no se nombra, de momento. 

Ese "contra" es tan importante como importante es que lo diga la misma figura que pregunta. La pregunta pregunta por su contra, por su oposición, por si hay requerimiento o protesta, por si hay enfrentamiento contra ella. Es un "contra" activo, no simple posición disidente. Es un "contra" enérgico que combate, hiere y mata, que hace sucumbir lo que hay. Es un "contra" en el que las leyes revelan su vulnerabilidad, su debilidad incluso, e indican el camino a Sócrates, no ya para huir sin más, sino para quedarse destruyendo, dejando en nada lo que hay. Es un "contra" que llora y lamenta casi su situación. Porque si Sócrates se revuelve, las leyes saben sobradamente que no podrán hacer nada contra él, salvo lo que ya han hecho, que ha sido intentar mostrarle algo superior a sí mismas, y que Sócrates dice haber aprendido en esa síntesis sobre la que trataba hace un instante con Critón: "Jamás será un bien cometer injusticia." E injusticia es, precisamente, ir contra las leyes y lo que anida en las leyes y, de paso, contra la ciudad. 

Se anticipó aquí el nihilismo y Sócrates lo rechazó. No por debilidad de sí, precisamente, sino por la vulnerabilidad del otro. Especialmente de aquellos a los que menos daño habría que hacer y que sufrirían en el caso de que se huyese del sentido común, de la razón y de la verdad aquí descubierta. 

Las leyes continúan. Ahora con otra figura. Y preguntan: "¿No te hemos dado nosotras la vida y, por medio de nosotras, desposó tu padre a tu madre y te engendró?" ¡Atención! ¡Que se vuelva a leer esto de nuevo! 

Todo lo que viene después es una especie de figura de la presencia de las leyes en toda la vida de la ciudad, se sepa o no, se sea consciente o no. Dan vida, están presentes en la vida, están en toda relación fecunda, práctica, cotidiana, común. Están en todo, absolutamente todo. Lo inundan todo. Hacen que Sócrates sea Sócrates y, por eso precisamente, se ocupan ahora de él de este modo. Pero no solo dan vida, sino que a la vida vinculan lo que hoy denominaríamos libertad, un vivir sueltos, un vivir vinculados a la humanidad y la verdad, o a la humanidad a través de la verdad o a la verdad a través de lo humano. Así están puestos los cimientos de la ciudad, sin nombrar ninguna concreta, de la vida y de la libertad. Las leyes proveen de esto, no de otra cosa. Independientemente de cómo se reciba por quienes quieren zafarse de ellas o vivir como si no existieran o existir desagradecidamente como si nada hubieran hecho. Las leyes otorgan y procuran a los suyos vida y libertad. Configuran la vida y la libertad para que sean tales y no otra cosa, con forma humana. Y ellas pretender ser la figura de todo eso en la medida en que se vayan conociendo y la vida y la libertad se aproximen a ellas y no jueguen con ellas o no las abandonen como si tal cosa. 

El largo discurso de las leyes es muy interesante. Además, aparece algo así como patria. Que no es tampoco la ciudad. La ciudad sigue como testigo indicada de la conversación severa de esta madre con su pequeño, que ya no es tan pequeño y que, curiosamente, por añadir más dramatismo, sabe que va a morir por ella. No sé en qué punto una madre puede ver esto tranquilamente. Solo se me ocurren dos escenas antagónicas, que a su vez son muchos otros episodios de carne y hueso que no nombraré. Pero resulta demoledor. Contemplarlo sin sobrecogerse es difícil. Algunos filósofos de carrera, de los buenos, lo consiguen. No hay resquicio aquí para el sentimiento, según ellos. Aunque yo no puedo leerlo de otro modo. Sabe que va a morir. Está reprendiendo a su hijo que debe morir por ella. La madre está entregando a su hijo a la muerte. Y el hijo está dócilmente recibiendo la palabra de la madre, salvo por el amigo que ha venido a verlo medio en la noche. 

Sócrates avanza más en su diálogo de todo lo que las leyes y la patria y la ciudad y los demás y los otros pueden decirle, en caso de que se vaya de allí a escondidas e incumpliendo el juicio, desobedeciendo la ley. Y se recurre a algo difuso y confuso, como es el honor. Al menos para nosotros, en lo que a pertenencia y relación reflejan. Lo cual, para ejemplificarlo más, se coloca en la guerra, en la lucha, en el momento en el que el hombre antiguo sabía que estaba dando y arriesgando todo lo que tenía, por muy desconocido que sea para nosotros hoy en nuestro tiempo y lugar. Aquí hay algo hablando que exige reverencia sagrada, por encima de madre, padre y todo lo demás. Lo cual resulta igualmente extraño a la conciencia moderna, que se cree autocreadora de todo y cuya novedad en el mundo parece invalidar todo lo anterior. Pero eso es otro cantar. 

No resulta nada aburrido leer esta intervención socrática completa. Lo que resulta aburrido es que se saquen frases de contexto para mensajes fáciles en escaparates mediáticos. El tono es absolutamente serio. La bronca que está recibiendo "la intención" de Sócrates, que es la intención realmente de Critón, es apabullante. ¡Qué mal cuerpo deja escuchar esto como si fuera una madre, un padre hablando a su hijo ingrato, quien debe todo sin ser consciente de nada! A un niño, por cierto, normalmente se le habla sin que entienda muchas veces la mitad de lo que se dice. Pero Sócrates no es un niño, ni Sócrates trata a Critón de ese modo. Porque usa ironía. 

Al final, pregunta Sócrates a Critón: "¿Qué vamos a decir a esto, Critón? ¿Dicen la verdad las leyes o no?" Y esta verdad que se supone que dicen es algo así como que todo en Sócrates y en cualquier ciudadano debería ser vivido como regalado e indebido, sin hacer nada por ello y sin mérito alguno de su parte, y por tanto en respuesta toda persona, incluida Sócrates, no debería hacer otra cosa sino agradecer y obedecer y jamás contrariar la ley cometiendo injusticia. 

Y Critón responde, ya más suavemente que en otros momentos: "Me parece que sí." O algo así como que a él le aparece lo que dice Sócrates como una verdad que, por tanto, debe ser vivida y merece de su parte toda aprobación. ¡Poca broma! ¡A mí se me saltan las lágrimas! Una madre dice a su hijo: "Tienes que morir, ¿lo sabes?" El hijo responde: "Lo sé y lo haré."




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