martes, 30 de noviembre de 2021

CRITÓN. Día 45. (Platón, 54b - 54d)

Última exigencia. Las leyes quieren convencer a Sócrates, persuadirlo. Persuadir es un verbo precioso. Es el último esfuerzo que hacen. No quieren que Sócrates haga lo que haga, deje de ser Sócrates. Y que, por lo tanto, su intención es cuidar de él hasta el final. Así al menos lo entiendo yo. Unas leyes que hablan con libertad para que con libertad se responda. Unas leyes, por otro lado, que saben que están hablando con quien es capaz de escuchar y dialogar con ellas, siendo el mejor de los de su época. Y unas leyes que, quizá, conocen todo lo que vendrá después y cómo hubiera sido la historia sin su humano y débil gesto. Pero esto es hipótesis y solo elucubración. 

Las leyes piden a Sócrates directamente fe, aceptación, crédito. A ellas porque ellas le han formado, sin que nada más pueda compararse con ellas: ni familia, ni honor, ni riqueza. Ellas están en otra situación absolutamente diferente a todo lo demás conocido, con lo que no se pueden comparar. Superan ampliamente todo lo demás, todo el mundo, todas las relaciones. 

Y el problema es el siguiente: no es que lo que vaya a ocurrir sea lo mejor de lo mejor, alcanzar el bien máximo por fin y sin que nadie más pueda arrebatarlo, ni nada por el estilo. De hecho, nada termina con su muerte. Lo que aquí se enuncia es que, pese a todo, las otras opciones no parecen ser mejores, ni más justas, ni más pías, ni nada de lo que ha estado persiguiendo. No sé cómo se puede expresar esto, pero parece una especie de descarte de toda opción que no sea cumplir el dictamen de las leyes nada más que por ser dictamen de las leyes. Mejor dicho, en este momento apoteósico: no está siendo condenado realmente por las leyes, que tienen en él al más justo de los atenienses, sino por los hombres. El problema es que, si se fuera, haría mal por mal, devolvería injusticia por injusticia, y mostraría de ese modo que tienen más razón los hombres con su comportamiento injusto que las leyes que intentan sanar semejante herida en sus hijos, los ciudadanos. Y, por si fuera poco, diría al final de su vida que es mejor escuchar a Critón y creer en Critón, que escucharlas a ellas y creer en ellas. 

Algo de lamento hay, por cierto, en esta última intervención por parte de las leyes, que se tienen que asumir a sí mismas en su precaria relación con los hombres, aunque sean los atenienses. Algo de esto hay.  

ἀλλ᾽ Σώκρατεςπειθόμενος ἡμῖν τοῖς σοῖς τροφεῦσι μήτε παῖδας περὶ πλείονος ποιοῦ μήτε τὸ ζῆν μήτε ἄλλο μηδὲν πρὸ τοῦ δικαίουἵνα εἰς Ἅιδου ἐλθὼν ἔχῃς πάντα ταῦτα ἀπολογήσασθαι τοῖς ἐκεῖ ἄρχουσινοὔτε γὰρ ἐνθάδε σοι φαίνεται ταῦτα πράττοντι ἄμεινον εἶναι οὐδὲ δικαιότερον οὐδὲ ὁσιώτερονοὐδὲ ἄλλῳ τῶν σῶν οὐδενίοὔτε ἐκεῖσε ἀφικομένῳ ἄμεινον ἔσταιἀλλὰ νῦν μὲν ἠδικημένος ἄπει,’ ἐὰν ἀπίῃςοὐχ ὑφ᾽ ἡμῶν τῶν νόμων ἀλλὰ ὑπ᾽ ἀνθρώπωνἐὰν δὲ ἐξέλθῃς οὕτως αἰσχρῶς ἀνταδικήσας τε καὶ ἀντικακουργήσαςτὰς σαυτοῦ ὁμολογίας τε καὶ συνθήκας τὰς πρὸς ἡμᾶς παραβὰς καὶ κακὰ ἐργασάμενος τούτους οὓς ἥκιστα ἔδεισαυτόν τε καὶ φίλους καὶ πατρίδα καὶ ἡμᾶςἡμεῖς τέ σοι χαλεπανοῦμεν ζῶντικαὶ ἐκεῖ οἱ ἡμέτεροι ἀδελφοὶ οἱ ἐν Ἅιδου νόμοι οὐκ εὐμενῶς σε ὑποδέξονταιεἰδότες ὅτι καὶ ἡμᾶς ἐπεχείρησας ἀπολέσαι τὸ σὸν μέροςἀλλὰ μή σε ’πείσῃ Κρίτων ποιεῖν  λέγει μᾶλλον  ἡμεῖς.’

Al terminar, Sócrates se hace a sí mismo caja de resonancia de la justicia y del bien. No el bien, ni la justicia, sino su caja de resonancia. Reconoce que lleva largo tiempo escuchando dentro de sí cómo hablan, habiendo llegado a no poder oír otra cosa que no sean ellas con idéntica fuerza. Es como si lo demás viniera de fuera, pero esto tuviera una extraordinaria interioridad y le habitara profundamente. Personalmente considero que esta sensibilidad extraordinaria de Sócrates es un cultivo cuidado de sí mismo y de sus relaciones. No cualquier cosa. Semejante disposición, semejante apertura, semejante acogida revelan algo más de lo que simplemente se dice, cuya resistencia se pone de manifiesto incluso ante la muerte. No cualquier cosa. No las primeras de cambio, ni las críticas de los cercanos que tanto saben de todo y de la vida suya y ajena, sino ante los que tienen poder para matar. Además, con una singularidad casi única, que jamás se negó al diálogo, pero que no claudica en su autonomía personal. 

Y los dos amigos terminan "homologados", unidos como la alianza pide estar unidos, en concordia racional y espiritual. 

ἀλλ᾽, ὦ Σώκρατες, οὐκ ἔχω λέγειν.

ἔα τοίνυν, ὦ Κρίτων, καὶ πράττωμεν ταύτῃ, ἐπειδὴ ταύτῃ ὁ θεὸς ὑφηγεῖται.

No tengo nada que decir, Sócrates. 

Ea pues, Critón, obremos en este sentido, puesto que por ahí nos guía el dios. 

Del dios, dicho sea de paso, ¿alguien ha oído decir algo? ¿No era Sócrates ateo y negaba los dioses de la ciudad? ¡Pues adelante, a obedecer!




No hay comentarios:

Publicar un comentario